Fatuidad e Indignidad
“Como dicen los italianos
(expertos en crisis políticas),
el enredo actual es grave,
pero no es serio”.
Fatuidad
Mostrando los dientes. Bufando. Conteniendo la saliva acumulada, a punto de escapársele por las comisuras de los labios. Manoteando
de más. Casi gritando. Con ira, desespero y furia en los ojos, como cualquier
fanático de la secta que lo puso en su insólito cargo y no con la majestad de
un Presidente de la República. Así se pronunció Duque en la noche del pasado 15
de mayo. Recurrió al subterfugio de una declaración grabada, sibilinamente
escogida en lugar de una alocución televisada en directo. Calculadores y
perdularios como son, su jefe supremo (sátrapa de la secta) y el primer anillo de su
servidumbre le prohibieron dirigirse al
país en vivo, conscientes de la escasa cantidad de verdad que contendría su
discurso, lo cual los expondría a ser nuevamente vapuleados por la razón,
triunfante sobre sus delirios y su insania; y a una nueva y literal demolición
ética, en la réplica de la Oposición, que ahora no pueden evitar, porque la ley
los obliga a permitirla; así se crean los más machitos, los más poderosos, los
dueños del país, presumiendo obcecadamente de su burda condición de prosélitos,
fanáticos y militantes de la tenebrosa secta de la eterna presidencia.
Con la fatuidad propia de esa ralea siniestra,
repitiendo el parlamento prescrito por el orate que es su jefe supremo, y sin
parar mientes ni siquiera en el hecho de que ostenta el cargo de Presidente,
Duque menospreció, subvaloró, desconoció, minimizó y caricaturizó la sentencia
de la JEP (Jurisdicción Especial para la Paz) sobre la aplicación de la garantía
de no extradición a favor de un desmovilizado, exguerrillero y firmante del
Acuerdo de Paz; se dolió de la renuncia de un fiscal de dudosa reputación y de raudo
escape, pero de solícita complicidad con el régimen; bramó amenazas de todo tipo;
juró venganzas implícitas y explícitas; declaró que pasaría por encima de la
sentencia de esta alta corte de justicia; barrió y trapeó el piso de las
instituciones con ella.
La dosis de cinismo usada por este Diácono Mayor
de la secta fue tan alta que le alcanzó para finalizar su obsceno discurso bendiciendo
a Colombia; así como lo había comenzado pregonando sin sonrojarse que “el Gobierno Nacional respeta la Constitución
y, por ende, la separación de poderes”.[2]
Indignidad
Humberto Martínez Salcedo. |
“Sabio
popular y hasta subversivo, Humberto Martínez Salcedo marcó una época en la
historia del humor en Colombia”, anota un artículo de la revista Semana, de
febrero de 1986, en el cual rememora cómo el 20 de enero de ese año “se paralizó el tráfico en la Avenida Chile
de Bogotá, a las 12:30. La Iglesia de La Porciúncula, que en días de semana
apenas si es visitada por un puñado de oficinistas, se vio colmada y las calles
aledañas estaban atestadas de gentes de todas las clases sociales que, compungidas,
esperaban la salida de un féretro”[3].
Era el sepelio del papá del Fiscal. Del mismo Fiscal que, usando de modo
pérfido sus heredadas dotes histriónicas, renunció mediante una patética puesta
en escena destinada a pasarse por la faja un fallo judicial de la JEP (Jurisdicción
Especial para la Paz) y -obviamente- a escabullírsele a la Corte Suprema de
Justicia, cuya Sala Plena se reunirá de modo extraordinario el martes 21 de
mayo, para tratar varios temas de fondo relacionados con este hijo indigno de
su padre y sus impedimentos públicamente conocidos en todos los casos que
involucran a los poderes económicos y políticos dominantes del
país.
El “…abogado
y periodista Humberto Martínez Salcedo, [fue] considerado por muchos como el primer humorista [político] del país y conocido nacionalmente a través
de la televisión por personajes como el del "Maestro Salustiano
Tapias", en Sábados Felices, o el del "Maestro Taverita", en Don
Chinche. Pero el reconocimiento a la figura de Martínez Salcedo no obedece
solamente a estas caracterizaciones recientes, sino que se remonta a tres
décadas atrás, cuando hacía sus primeras incursiones en la radio. Allí se haría
conocer por sus radioperiódicos, en los cuales entre chiste y chanza fustigaba
con vehemencia; pero, sin saña, a políticos e instituciones”[4].
Personajes de Humberto Martínez Salcedo y publicidad de uno de sus más famosos programa radiales. |
Dueño de una enorme cultura en los campos
de la música clásica y popular, de la producción radial, de la escritura de
libretos, de la opinión y el análisis político, Humberto Martínez Salcedo era íntegro
intelectualmente y personalmente. Con la misma solvencia explicaba
detalladamente intríngulis de la historia de la Música y del Derecho, cantaba
bambucos, llamaba “Pueblito Viejo” a su finca en Choachí,
daba serenatas con su amigo Pedro Nel Martínez, escribía libretos o se
tomaba un aguardiente en el modo fondo-blanco.
Dueño de una voz versátil y agradable, grabó una buena cantidad de programas
culturales en la famosa HJCK e imitó una buena cantidad de personajes en sus
espacios radiales de otras emisoras, a través de los cuales se convirtió en el
precursor del humor político en Colombia, el cual ejercía con libertad e
independencia, pues su integridad y su ética intachable lo mantuvieron siempre
a salvo de las veleidades y las presiones del poder; poder del cual fue víctima
a través de sanciones económicas, cierres de espacios radiales y emisoras en
las que difundía sus programas.
El Maestro Taverita filosofaba, aconsejaba,
razonaba, argumentaba, comentaba, caricaturizaba y hacía morir de la risa, en
Don Chinche, desde su aparente decrepitud física de zapatero anciano y
adormilado que cada tanto tenía que ajustarse el cinturón, para que no se le cayeran
los pantalones. El Maestro Salustiano Tapias, palustre en mano, con su overol
manchado de pintura, con su cachucha de propaganda o su gorro de papel
periódico doblado por él mismo, no ahorraba epítetos para poner en su sitio a
todo aquel que desde el poder osara atentar contra el pueblo a cuyo servicio
teóricamente estaba. Media vara no es
desplome era una de sus frases de combate como albañil avezado en las artes
del rebusque y la presunción de sabiduría en el ramo de la construcción.
Es difícil creer que de un hombre así sea
hijo este hombre asá, que –en su más craso error presidencial- nos impuso Juan Manuel
Santos como Fiscal.
Humberto Martínez Salcedo, caracterizado como el Maestro Salustiano Tapias, frente a la máquina en la que escribía sus libretos. |
[2] Por si las dudas, la declaración presidencial puede verse y leerse
completa en:
[3] Semana, 2/24/1986. LA MUERTE DE UN QUIJOTE. En: https://www.semana.com/cultura/articulo/la-muerte-de-un-quijote/7409-3
[4] Ibidem.
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