10/03/2025

 Madolia de Diego 
Una chocoana memorable

*Madolia de Diego Parra (Quibdó, 30 de julio de 1937 - Medellín, 30 de abril de 2017). FOTOS: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

Quien la veía ahí tan fresca y desprevenida, parada o sentada en el andén de su casa del barrio César Conto, saludando por su nombre, apellido o apodo a todo el que pasaba por la calle y endilgándole un comentario pícaro y jocoso, un saludo afectuoso y saludes para la familia; casi nunca se imaginaba que Madolia de Diego Parra, esa mujer tan conocida por todo el mundo en Quibdó, Chocó -ciudad donde nació en julio de 1937-, había formado parte de un grupo nacional de folcloristas gracias al cual “se crearon y se fundamentaron los hitos fundacionales de las danzas, ritmos, cantos y músicas que representan a Colombia hoy”.[1]

De rostro bonito y de gracejo repentino; de sonrisa sincera e inolvidable; de pelo chonto, con el afro más o menos alto o rebajado, según la luna y la ocasión; sin ínfulas de nada, más que de buena gente; Madolia, la Mana, dedicó su vida a cultivar las artes para conservar y enriquecer la tradición cultural y folclórica chocoana que de sus mayores había heredado en cuanto a música y danza, canto y poesía, religiosidad y oralitura. Era aún una adolescente cuando Manuel y Delia Zapata Olivella la reclutaron para la histórica agrupación de talentos del Caribe y del Pacífico que recorrería medio mundo (Francia, España, Alemania, Checoslovaquia, Rusia y China) mostrándole al otro medio que en Colombia y en América había más gente y más cultura de la que usualmente se creía…: “Leonor González Mina, de Robles, Valle del Cauca; Madolia de Diego, de Quibdó, Chocó; Teresa Gutiérrez, de Riohacha, Guajira; Julio Rentería, de Tadó, Chocó; Juan Lara, Antonio Fernández y José Lara, de San Jacinto; Lorenzo Miranda, de San Basilio de Palenque; Salvador Valencia, de Guapi; Roque Arrieta y Erasmo Arrieta, de Mahates, y Óscar Salamandra, de Quibdó”.[2]

Cantadora

Madolia cantaba alabaos y arrullos, salves y santodioses, romances y aguabajos, y escenificaba ritos fúnebres de velorios y gualíes o chigualos: en 1989, en las Jornadas Populares de Cultura que se realizaron en todo el país con el auspicio del PNR y Colcultura[3], su grupo de alabaos marcó un hito nacional desde Quibdó. En el archivo sonoro de Vanderbilt University, en treinta y siete minutos de grabación, Madolia explica de viva voz en qué consisten los velorios de los niños en el Chocó, por qué se mueren, cómo se les despide en su tránsito de ángeles hacia la eternidad e interpreta bellamente, con un grupo de cantadoras, algunos de esos cánticos fúnebres.[4]

“Desde niña estuve entre mayores. Mi papá nos llevaba a Munguidó a fiestas y velorios, reuniones en las cuales los niños alternan con los mayores; se aprende mucho en estos encuentros. Fui una enamorada de las flores y del culto a los difuntos, aprovechaba los muchos jardines que existían en Quibdó para recoger flores y armar ramos para los sepelios y tumbas de personas conocidas. Tenía una gran sensibilidad por estos acontecimientos”, cuenta Madolia sobre los orígenes de su encanto con la tradición del rito y del canto.[5]

Y se refiere también a las influencias que recibió en el propio Quibdó y comunidades rurales cercanas para desarrollar esta vocación artística y cultural: “Otra de mis fuentes de aprendizaje fueron los alumbramientos de los santos y de la cruz que se celebraban en algunos sectores de Quibdó, como en la casa de María Isabel, conocida como la Cuca, en el barrio Roma; estos rituales incomodaban a los sacerdotes. [Así mismo] Mi madre y mi tía Loreto me llevaban a Samurindó, a Guayabal, lugares donde mi tía alternaba con otros cantadores y me sentía orgullosa de su melodiosa voz”.[6] Y remata su testimonio reconociendo la valiosa influencia que en su quehacer en este campo tuvo una de sus mentoras iniciales: “La presencia de Delia Zapata Olivella en mi vida como cantadora y compositora de alabaos fue determinante; aprendí con ella a hacer mis propios montajes”.[7]

Compositora y narradora

Madolia de Diego y Eyda Caicedo Osorio, 
poeta, escritora, folclorista y compositora. 
FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

Madolia también componía canciones de diversos géneros musicales del Chocó y del Pacífico, cuyas versiones originales arreglaba con la polifonía de su propia voz como único instrumento, mientras sus manos chocaban entre sí, percutían en el aire o sobre la tabla gastada de una vieja mesa de madera… La institucionalidad cultural de Colombia y del Chocó deberían establecer con certeza, lejos de suposiciones y atribuciones de conveniencia, cuántos y cuáles temas musicales compuso Madolia, y recuperarlos en su totalidad para el pentagrama y el cancionero regional. Son parte del patrimonio musical del Chocó.

Madolia contaba, como si las hubiera vivido todas, anécdotas de cuanto tema uno hablara con ella: pesca y subienda, agricultura y cosecha, cholos y libres, maldiciones, brujerías y bebedizos, minería y enamoramientos, fiestas y sepelios, arrecheras y corrinches, tiempos de ayer, de hoy y de mañana… de todo como en botica… Lástima no haberle grabado todas las ocurrencias: de ellas habría salido un divertido libro, gran parte del cual contendría elementos importantes sobre las prácticas culturales y sobre la Historia de Quibdó y del Chocó.

Coreógrafa, danzarina y directora

Gracias al trabajo de Madolia de Diego Parra, las danzas folclóricas del Chocó, cuyos pasos, planimetría, cadencia, vestuario, interpretación y actuación tanto contribuyó ella a estandarizar, recibieron múltiples reconocimientos regionales, nacionales e internacionales. No hubo festival folclórico en el que no triunfaran los grupos de danzas folclóricas que Madolia dirigió, unas veces ganando concursos, otras siendo declarados fuera de concurso, como en Ibagué y en Medellín, en 1969 y 1971.

El triunfo de un grupo chocoano orientado por ella en el Concurso Folclórico Nacional de Polímeros Colombianos (Medellín) fue una de las más grandes alegrías que haya tenido el Chocó en su historia reciente y que la chocoanidad entera, sin distingos de edad, celebró como su propia victoria. Dicho concurso y el Reinado Nacional del Folclor (Ibagué), así como la creación -por parte de chocoanos- de grupos folclóricos en la Universidad Nacional y otras universidades e instituciones en Bogotá; son hitos de la historia de la danza y de la chirimía chocoana que marcan su irrupción en la escena musical y folclórica de Colombia, en las décadas de 1960 y 1970. Madolia de Diego Parra formó parte sustancial de este glorioso momento de la historia del folclor chocoano, hoy venido a menos y medio nublado por rarezas frenéticas como un baile que con razón llaman exótico

Coplera y poeta

Madolia -me consta- improvisaba coplas atrateñas (cuartetos octosílabos) con envidiable facilidad y gracia. Con ella y con Gache, una mañana, improvisamos un pequeño torneo, en el cual la Mana nos dejó regados a mi comadre y a mí, que no atinamos más que a morirnos de la risa. Ocurrió un día de mediados de 1990, cuando Graciela Quejada Córdoba (Gache), que era una de sus amigas entrañables, me acompañó a proponerle a Madolia que formara parte del jurado de un concurso literario, patrocinado por la Diócesis de Quibdó, que Gonzalo de la Torre y yo nos acabábamos de inventar con el beneplácito del obispo Jorge Iván Castaño Rubio: el Concurso Franciscano de Cuento y Poesía / Premio Literario Hermana Tierra…, que era nuestra manera de añadirle un poco de creación a la fiesta de San Pacho, que ya desde entonces andaba lindando con la monotonía y la decadencia de la repetición.

La Mana aceptó e integró, con Efraín Gaitán Orjuela y el poeta Oscar Maturana, un jurado eficaz, que premió un poema que ella dijo que le habría gustado escribir: un poema de Luz Stella Useche, cuyos versos exactos no recuerdo, pero cuya cadencia es imposible de olvidar. Unos años después, Madolia de Diego Parra integró el jurado de la segunda versión del Festival de Música del Pacífico Petronio Alvarez (1998), junto a Antonio Arnedo, Françoise Dolmetsch, Armando Olave Cárdenas y Umberto Valverde.

Trabajadora

Madolia de Diego con Doña Libia Abadía 
de Valencia. Archivo fotográfico 
y fílmico del Chocó.

Largo y provechoso fue el trabajo de Madolia en el sector cultural institucional del Chocó, el cual llevó a cabo -durante muchos años y varias administraciones- en una dependencia de la Gobernación del Chocó que se llamaba Oficina de Cultura y Turismo, que llegó a ser tan famosa y conocida como no lo ha sido su actual equivalente, aunque tiene rango de secretaría de despacho de la Gobernación. Doña Libia Abadía de Valencia, gentil dama y honesta funcionaria, tuvo a Madolia en su reducido equipo de trabajo durante varios años. Y desde allí Madolia hizo todo lo que estuvo a su alcance para que el arte y la cultura del Chocó alcanzaran realce en todos los ámbitos posibles.

Madolia, igualmente, trabajó en la Universidad Tecnológica del Chocó Diego Luis Córdoba, en los tiempos fundacionales, cuando la cultura y el arte, además de la academia, eran consustanciales, no accesorios, a este centro regional de educación superior. Ninoska Salamandra, hija de un amigo y compañero de andanzas culturales de la Mana: el Maestro Oscar Salamandra -uno de los más excelsos clarineteros y compositores de la historia de la chirimía del Chocó, de cuyo fallecimiento se cumplieron 30 años el pasado 16 de febrero-, trabajó con ella en ese entonces. Juntas, Ninoska y Madolia aportaron significativamente para que la música y las danzas del Chocó alcanzaran la gloria que merecían.

Precursora y pionera

Más que una celebridad local y regional de Quibdó y del Chocó, la folclorista Madolia de Diego Parra fue una figura clave en cuanto a la reivindicación y promoción de la identidad y las manifestaciones culturales de las comunidades negras en el ámbito nacional. Con el paso de los años y las conquistas sociojurídicas y políticas en esta materia, así como el avance en cuanto a los estudios e investigaciones de las ciencias sociales y humanas sobre la intelectualidad negra de Colombia y sus aportes a la construcción de nación; ha ido quedando claro que Madolia de Diego Parra, además de ser una cultora, creadora, fundadora y orientadora de grupos artísticos, forma parte de una generación pionera que durante la segunda mitad del siglo 20 enarboló las banderas de la identidad y, como si la pusiera frente a un espejo de la multiculturalidad, le mostró a la nación su rostro negro.

Fotos de la gira por Europa y Asia del grupo conformado por Manuel y Delia Zapata Olivella. Fuente: Tambores de América para despertar al viejo mundo.

La participación de Madolia en este rol histórico de la intelectualidad negra de Colombia es contextualizada por el investigador Carlos Alberto Valderrama Rentería, quien anota al respecto: “Con mis trabajos, he tratado de probar que Teófilo R. Potes, Rogerio Velázquez y la misma Delia Zapata Olivella desarrollaron una política del folclore negro que buscó afirmar una identidad y denunciar el racismo estructural en Colombia. A esta lista habría que sumarle intelectuales, escritores, poetas y literatos como Arnoldo Palacios, Manuel Zapata Olivella, Teresa Martínez, Jorge Artel, Helcías Martán Góngora, Hugo Salazar Valdés, Otto Morales Benítez; literarios y políticos como Natanael Díaz, Diego Luis Córdoba; músicos y folcloristas como Esteban Cabezas, Leonor González Mina, Margarita Hurtado, Alicia Camacho, Mercedes Montaño, Madolia de Diego, Totó la Momposina; humanistas y académicos como Aquiles Escalante, y todos aquellos incluibles en lo que Manuel Zapata Olivella llamó “el bando de la cimarronería de las negritudes”.[8]

Memorable

Si se tiene la intención y el compromiso de celebrar la vida y obra de Madolia de Diego Parra, como lo ha venido planteando la Mesa de Cultura del Comité Cívico por la salvación y la dignidad del Chocó, su trayectoria memorable y el conjunto versátil y polifacético de su producción artística deberían ser materia de estudio y documentación, con el auspicio de la institucionalidad cultural del Chocó y de Colombia. Sin duda, la mejor solemnidad con la que se puede homenajear la memoria de Madolia de Diego Parra será preparar y producir una recopilación sistemática y completa de su obra musical, folclórica, literaria, y documentar seria y concienzudamente su historia de vida.

Su vida tiene todos los merecimientos para ser siempre celebrada y conmemorada, tanto por la generosidad con la que entregó su talento como por la integralidad del acervo que dejó a la región chocoana y al país. El 30 de abril de 2027, cuando se cumple una década de su fallecimiento, quizás sea la ocasión propicia para presentar regional y nacionalmente alguna publicación multimedia donde queden debidamente plasmadas la vida y la obra de Madolia de Diego Parra, así como ella plasmó con su arte la identidad cultural y la tradición de su pueblo.



[1] Cabezas Galindo, Wilson David. “NEGRO ME LLAMAN PORQUE SOY NEGRO, NUNCA HE TENIDO OTRO COLOR”. Dissertação apresentada ao Programa de PósGraduação Interdisciplinar em Estudos LatinoAmericanos da Universidade Federal da Integração Latino-Americana, como requisito parcial à obtenção do título de Mestra em Estudos Latino-Americanos. Foz do Iguaçu 2022. 66 pp. Pág. 40.

[2] Ídem. Ibidem.

[3] Instituto Colombiano de Cultura. Antecesor del actual Ministerio. Las Jornadas regionales de cultura popular formaron parte de las estrategias del PNR, Plan Nacional de Rehabilitación, para las zonas de conflicto del país. La jornada correspondiente a la región Pacífico se llevó a cabo en Quibdó, del 25 al 27 de agosto de 1989. En Quibdó se reunieron cerca de quinientos artistas de todo el Pacífico y un centenar de quibdoseños tuvieron la oportunidad de participar en talleres y conferencias.

[4] https://mzo.library.vanderbilt.edu/additional-collections/audio?nid=5031 Grupo de alabaos y romances del Chocó-Colección Manuel Zapata Olivella.

[5] Morales Acosta, Gina. Polifonías de la diversidad. Universidad de Antofagasta, abril 2019. 271 pp. Pág. 202-203.

[6] Ibidem, pág. 203.

[7] Ídem. Ibidem.

[8] Carlos Alberto Valderrama Rentería. Pensamiento crítico afrocolombiano en la intelectualidad de Delia Zapata Olivella. Más allá de lo folclorizado. En: Páginas de Cultura, AÑO 9 - NÚMERO 11 - DICIEMBRE DE 2016. Instituto Popular de Cultura, IPC. Alcaldía de Santiago de Cali. Pp. 15-21. Pág. 20

7 comentarios:

  1. Excelente exaltación a su vida cultural y a su memoria, mi hermano. Te felicito y te aplaudo copiosa y prolongadamente.

    Salim Bechara

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  2. Formidable semblanza. Una caja de música y un libro abierto de sabiduría ancestral. De esos seres humanos que nos ayudan a conjurar la desazón frente a la sarta de parásitos que hacen política en nuestro atribulado departamento. Lamentablemente por cada Madolia hay diez de esos especímenes.
    Yo estudié con Eugenio De Diego. Sabe si tiene parentesco con ella?

    Pacho Valderrama

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  3. Hermano: me encantó este homenaje a doña Madolia! Abrazos
    Jovanny Salazar

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  4. Que bonito, Julio. Muchas gracias.
    Justy Sánchez

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  5. Jovencito, que Interesante y bello escrito. Gloria T.

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  6. Hola Julio César, gracias por traer esa recordación de la "Mana", y hacer ese interesante recorrido de su vida y obra en el folclore Chocoano y Nacional, por cierto hoy venido a menos en nuestro terruño. Una verdad verdadera, la Secretaría de Cultura Departamental y Municipal nada que ver frente al trabajo de estas insignes damas de la cultura Chocoana ( Doña Libia y Madolia). Gracias miles Julio por tú denodado esfuerzo de visibilizar personajes de nuestro entramado social. Saludos. Buen día y semana!

    Jorge Valencia Valencia

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  7. Felicitaciones maestro Julio Cesar por mantener activa la memoria cultural del Choco

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