06/01/2025

 ARISTA SON
(2ª Parte)

*Aristarco Perea Copete, ARISTA (Quibdó, 1930-Bogotá, 2006).
FOTOS: tomadas de "¡Fuera Zapato Viejo!", 
IDARTES, Bogotá, 2014.

En el Cementerio Central de Bogotá reposan los restos de Aristarco Perea Copete, el gran Arista, una de las voces más prodigiosas del pentagrama chocoano y antillano, quien -con todo y sus excelsas dotes artísticas- solamente pudo grabar tres discos y lo hizo cuando ya había cumplido 70 años: Canto a la Naturaleza, con sus propios recursos económicos y medios técnicos limitados; y los dos que la disquera MTM le grabó, con renovado conjunto musical y en condiciones profesionales: Así es la vida y Arista Son. Los cuales se vendieron en Bogotá y fuera de Colombia con la misma presteza con la que en la Casa Folclórica del Chocó se vendían el aguardiente Platino, el sancocho chocoano o los pasteles de arroz.

Arista nació en Yuto, entonces corregimiento de Quibdó, en 1930. Y murió en Bogotá en septiembre de 2006, un mes antes de la fecha prevista para su viaje a Cuba, que habría sido el viaje más maravilloso de su vida, ya que su mayor sueño siempre fue conocer la isla caribeña y tocar allí su música. De hecho, en este viaje, Arista tenía programadas presentaciones musicales en un festival en Santiago de Cuba y en otras ciudades de la isla. Tanto su partida de Bogotá como su periplo cubano serían celosamente documentados por un equipo profesional de cine, como parte del documental ARISTA SON, cuya premiere se llevó a cabo en el año 2011, el mismo día en el que se cumplía el quinto aniversario de su muerte, ante un público conmovido hasta las lágrimas, en la Cinemateca Distrital de Bogotá.

El documental fue concebido y realizado por la directora de cine Libia Stella Gómez, quien se lo había prometido a Arista en una charla coloquial, cuando ella apenas comenzaba a estudiar cinematografía en la Universidad Nacional de Colombia. De Libia Stella Gómez es también la bella semblanza cuya primera parte presentamos en la anterior edición de El Guarengue-Relatos del Chocó profundo; y cuya segunda parte presentamos hoy, para que, de la mano y en las palabras de quien tanto lo conoció, conozcamos nosotros qué pasó desde la desilusión por la pérdida de la Casa Folclórica del Chocó, a finales de los años 1980, hasta la muerte de Arista, a sus 76 años, cuando aún le faltaba tanto por hacer, tanto por cantar, tanto por componer, tanto por alegrar a la escena musical nacional e internacional… y tanto por esperar a que su tierra chocoana lo recordara.[1]

Julio César U. H.

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EL BUENARISTA SOCIAL CLUB
Historia de una promesa
Por Libia Stella Gómez
(Segunda parte)

El sabor de la adversidad no lo dejó abatido y puso cerca de la calle 22 con carrera 9ª una oficina en donde se ofrecían servicios musicales. Sus músicos de esa época, compañeros de infortunio, fueron reclutados en los cafés y billares, de entre los bohemios y borrachos juglares que, a diario, al calor de los aguardientes y con la guitarra debajo del brazo, esperan la llegada del cliente enamorado que busca brindar una serenata. Dando shows por cualquier peso, de un negocio a otro, de aquí para allá, logró sobrevivir con dificultad los años noventa.

Finalizando esa década, los aires cambiaron y empezó a ser oído. En 1997 con la ayuda de Fernando Garzón, el dueño de Buscando América, Arista consiguió un toque en la Casa del Teatro La Candelaria, donde el recién creado Ministerio de Cultura rendía un homenaje al maestro Santiago García. Allí lo escucharon Ramiro Osorio, el primer titular de la cartera, y Fanny Mickey, la directora del Teatro Nacional, que de inmediato empezaron a contratarlo para amenizar fiestas en el norte de la ciudad.

Algunos dueños de restaurantes como Gerardo Marín también le abrieron sus puertas en el barrio La Macarena y de allí pasó a ser una figura habitual en los saraos de la vieja guardia rumbera. En 1998 enganchó con Salsa al Parque y con ello vinieron contratos y mejores épocas. Poco a poco fue dejando el centro de Bogotá y su 22 con novena, para trasladar sus toques a lugares tan lejanos como el restaurante Andrés Carne de Res en la vecina población de Chía.

Por esa buena racha consiguió en el año 2000 su primer viaje internacional. En el aeropuerto El Dorado este grupo de veteranos del son tuvo que dejar al trompetista porque tenía una prohibición para salir del país. Y así, con el grupo incompleto, se fueron para el Festival de la Cultura Colombiana en México. Arista contaba que en ese viaje, y por primera vez en su vida, le llovieron las peticiones de autógrafos y hasta el deseo inverosímil de un fan. Una noche, después de un show en un local nocturno, un auto misterioso los persiguió a él y a la orquesta mientras volvían caminando al hotel. Arista trató de esconderse creyendo que se trataba de algún problema relacionado con el músico que habían dejado en Bogotá, pero solo era un hombre que había presenciado su show y estaba tan emocionado que quería tomarle una foto al músico chocoano besando a su mujer en la boca.

Antes del viaje, había logrado grabar unos cuantos temas en un estudio casero y hacer una pequeña edición de 300 CD. A pesar de que en México logró vender casi todas las copias de Canto a la naturaleza, no estaba totalmente satisfecho con el disco, le disgustaban la carátula fotocopiada, el sonido de garaje y los tropiezos en el acompañamiento. Recuerdo que, cuando lo conocí, Arista peleaba constantemente con los músicos, tratando de sacarles su mejor interpretación, porque no alcanzaban con los instrumentos la monumentalidad de su voz.

Al volver de México lo contactaron de MTM para grabar ahora sí en toda la regla. El primer requisito de la disquera fue utilizar un grupo distinto y para ello tuvo que abandonar a sus viejos compañeros de luchas, en aras de alcanzar un sonido más profesional. Conservando únicamente al Moro, se incorporaron a su grupo el tresista cubano Santiago Domingo, el arreglista Luis H. Cortéz “Nanico” y el trompetista Jaime Gómez. El nuevo disco, titulado Así es la vida, contenía los mismos temas de la grabación casera, pero presentaba un acompañamiento que hacía honor a su voz y por primera vez Arista se sintió orgulloso de lo que había hecho. El CD se agotó rápidamente.

Si los sones de ese disco y también de los posteriores parecen cubanos es porque estas músicas comparten las mismas raíces africanas. A pesar de que mantenía un nutrido repertorio de Cuba, en composiciones como “Mi tierra” Arista reflejaba el orgullo que sentía por su folclor, por su Chocó, por esos sones que siempre buscó posicionar y popularizar. En otras, como “Al pan pan, al vino vino”, añadía componentes de protesta, pero no con el ánimo de sumarse a la corriente social de la salsa estilo Rubén Blades, sino porque él buscaba, de forma honesta, alzar su voz en contra de la desigualdad y la injusticia social. También escribía temas llenos de humor como “El galandro”, en el cual ese sistema de pesca utilizado en el Atrato le servía como metáfora para hablar de sus dotes de galán y conquistador, cualidad de la que se ufanaba, y, finalmente, cuando quería sacarle el máximo provecho a su voz, cuando quería dejar a la audiencia embelesada, nos regalaba “Amantes”, un precioso bolero que nos habla de la imposibilidad del amor.

Arista y el poeta Juan Manuel Roca fueron grandes amigos. Muertos de la risa solían contarle a todo el que quisiera oírlos que ellos dos habían fundado el Club de los sombrerones. FOTOS: ¡Fuera Zapato Viejo! IDARTES, Bogotá, 2014; y Sílaba editores.

El primer disco llevó con bastante rapidez al segundo, titulado Arista Son, y a una celebridad tardía del cantante chocoano. Pese a que su fanaticada crecía y los conciertos se multiplicaban, Arista siguió llevando una vida humilde. Para sobrevivir tuvo que poner en el Centro Comercial Nutabes, en la calle 19 con carrera 4ª, una pequeña tienda llamada El Señor del Son, en donde vendía el periódico Chocó 7 Días, aguardiente Platino, jugo de borojó, sus discos y los de otros músicos y despachaba cerveza a los esporádicos visitantes. Allí pasaba tardes enteras el poeta Juan Manuel Roca conversando con el Maestro y ufanándose, ambos, de que habían creado el “club de los sombrerones”. El negocio lo atendía en persona, siempre vestido de manera impecable, siempre solícito y siempre hablando de que algún día tenía que “subirse en la tarima de los grandes”.

Arista era una especie de cubano nacido por equivocación en Colombia. Eso se le notaba en los modales, en la picardía y el donjuanismo, en la elegancia de dandy del Pacífico. Su mismo estilo de cantar, que parecía expresar en cada nota el sentimiento de la raza negra, era alto, agudo y sincopado como el de Benny Moré, con quien siempre lo compararon –bueno, también con Panchito Riset, con Compay Segundo–, pero él, muy orgulloso, rechazaba esas comparaciones y enfatizaba que para él lo decisivo era que lo recordaran como Arista. Pese a lo cual uno de sus chistes preferidos era sostener que “yo dizque fundé en Colombia el Buenarista Social Club”.

En su vocabulario, “subirse a la tarima de los grandes” quería decir viajar a Cuba. Durante años había intentado ir a la Isla, pero la mala situación económica, además de otras contrariedades, le habían impedido hacerlo. Curiosamente, fue ese anhelo suyo lo que volvió a ponerlo en mi camino.

En esa época –hablo del año 2003– yo ya había terminado mi carrera como realizadora de cine y logrado conseguir la financiación para mi primer largometraje, La historia del baúl rosado. Mientras hacíamos la postproducción de la película, se me ocurrió que para una de las escenas podría venir muy bien un bolero de Arista. Le puse al montajista chileno Gabriel Baudet uno de sus discos y él quedó maravillado. Gabriel me animó a retomar la vieja idea de hacerle un documental y fue entonces, ya con el nombre y la experiencia adquiridos, que me sentí capaz de cumplirle mi antigua promesa a Arista.

Como el más grande de sus sueños era conocer Cuba, me pareció que podía usar el documental como excusa para llevarlo a La Habana y a Santiago y ponerlo a tocar con sus pares de la isla. Federico Durán, mi productor, se entusiasmó con el proyecto y rápidamente nos pusimos manos a la obra. El objetivo inicial del documental era inscribirlo en un festival del son y poner en imágenes una bellísima frase de Juan Manuel Roca: “Si Arista hubiera ido a Cuba, no se habría sentido llegando sino regresando”.

Tratamos de trabajar rápidamente, pero la escasez de recursos y la falta de eco hicieron que no fuera sino hasta el año 2005 que recibiéramos del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico el apoyo económico para emprender la travesía.

Arista y la cineasta Libia Stella Gómez, creadora y directora del documental Arista Son. Galería Café Libro de la 93, Bogotá, 2006. FOTOS: ¡Fuera Zapato Viejo! IDARTES, Bogotá, 2014.

Mauricio Silva, nuestro fotógrafo, quería que antes del viaje hiciéramos una prueba de iluminación, pues las pieles negras no son fáciles de filmar y él no quería tener ningún contratiempo en medio del rodaje. Con ese fin Arista y yo tuvimos una larga conversación en la Galería Café Libro de la 93; allí me habló de su temprana pasión por la música, me cantó fragmentos de sus temas y se explayó sobre diferentes episodios de su vida. Nuestro objetivo no era incluir esa charla en el documental; se trataba simplemente del punto de arranque de la filmación.

Adelantamos la preproducción, lo inscribimos en un festival de son en Santiago de Cuba y les enviamos sus tres CD a los músicos santiagueños que lo acompañarían. Arista estaba ilusionado con el viaje, se lo decía a todo el mundo y quizá por ello ocultaba el lacerante dolor en su pierna izquierda, atacada por la arterioesclerosis, aunque él pensaba que era gota y se automedicaba con PPG cubano (un medicamento popular que baja el colesterol y aumenta la libido). Una tarde en que estábamos definiendo ciertos pormenores, lo vi hinchado, se notaba que estaba reteniendo líquidos y le pregunté si aplazábamos el viaje. Él se limitó a decirme que no, que estaba listo.

El 7 de octubre de 2006 planeábamos tomar en el aeropuerto las imágenes de nuestro entrañable viejo embarcándose al viaje que por tantos años había esperado. Sin embargo, el 5 de septiembre de ese mismo año, un mes antes de irnos, recibí una llamada de su hijo el Moro. Arista había muerto la noche anterior, sin haber cumplido su sueño y dejando trunco el mío de hacerle un gran homenaje en vida. Su entierro en el Cementerio Central fue doloroso y emocionante al mismo tiempo. Varios grupos de músicos chocoanos fueron a darle el último adiós.

Su muerte fue un duro golpe para la realización del documental. Tardé un año en encontrar la disposición de ánimo para retomar el proyecto. Solo intentar editar el material me dolía. Sin embargo, logré sobreponerme y aquella conversación en Galería Café Libro, que solo era una prueba de iluminación, terminó convirtiéndose en la columna vertebral del documental.

Lo reedité una y otra vez, porque no estaba contenta con el resultado. Luego vino el problema con los derechos de algunas canciones: “Lágrimas negras” y “Tú me acostumbraste” estuvieron a punto de salir porque no teníamos el dinero para pagarle a Sayco. Finalmente, el 5 de septiembre de 2011, pudimos estrenar el documental en la Cinemateca con una emocionada reacción del público.

Esa noche no solo mostramos el trabajo; el antiguo grupo de Arista, con Nicoyembe en la voz principal, nos regaló algunas de sus interpretaciones. De repente, Ketty Perea, la hija del Maestro, tomó el micrófono y dijo unas sentidas palabras en las cuales resaltó mi terquedad para sacar adelante el proyecto. Por supuesto, yo me emocioné y se lo agradecí casi con lágrimas, pero no creía haber hecho nada extraordinario. Al fin y al cabo, solo estaba siendo fiel a unas palabras dichas quince años atrás. [2]


[1] Una lista de canciones de Arista puede escucharse aquí:

https://www.youtube.com/playlist?list=PLbkWFCjOSzp15moQ7lmsQyP5PVMuusPgJ

[2] El documental Arista Son, de Libia Stella Gómez, puede verse aquí:

https://rtvcplay.co/peliculas-documentales/arista-son

N. B. Al igual que la primera parte, el texto de Libia Stella Gómez: EL BUENARISTA SOCIAL CLUB. Historia de una promesa, fue tomado del libro ¡Fuera Zapato Viejo!: Alcaldía Mayor de Bogotá. Instituto Distrital de las Artes – IDARTES. ¡FUERA ZAPATO VIEJO! Crónicas, retratos y entrevistas sobre la salsa en Bogotá. Bogotá, 2014. 224 páginas. Pp. 34 – 51. ISBN 978-958-58175-4-8

8 comentarios:

  1. Una Historia bien Triste , Arista fue un buen, gran amigo de mi Padre 🙏. Y al Poeta 🍷 aún Vivo lo conocí en la Bogotá dé los años 80s. Cuando vivía en ésa ciudad donde nací y dónde Voy a veces para regresar a este Valle donde he vivido casi toda mi vida, me gustaría cumplir el sueño de Arista, ya que el no pudo.

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  2. Julio César, buenos días.
    Eternas gracias por compartir el documental del amigo Aristarco Perea. Tuve la dicha de tocar en su agrupación musical en dos escenarios: el primero en el barrio Pandeyuca, en un local donde queda un restaurante, al frente del Almacén Bosito. El otro sitio fue en el sótano del Ocho Pisos, por la Carrera Tercera, al frente del negocio Mercames, ya desaparecido.

    En la agrupación Arista y sus Estrellas, yo toqué guitarra. Cuando salí de la agrupación, por compromisos laborales (trabajaba de maestro en la Escuela Simón Bolívar, como director de la misma), al dejar la agrupación, por los ensayos y toques nocturnos, entró como guitarrista el maestro Lubín Torres Perea.

    Feliz día.

    Antonio José Casas Maturana

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  3. Julio César, mi hermanazo, muy buenos días.
    Conocí a Arista acá en Bogotá. Él tenía un negocio, en un segundo piso, en la calle 18 con carrera 6, Casa folklórica del Chocó. Una vida nocturna bastante agitada. En ese lugar, realmente, empezó a gestarse lo que sería después el grupo Niche. Allí, tanto Alexis como Jairo se presentaban, y les pagaban con aguardiente.
    Qué época, mi hermanazo!

    Jairo Lorenzo Arias Chaverra

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  4. Yo conocí al maestro personalmente. Vivíamos en la carrera primera de Yuto.
    Casi siempre vestía de blanco, traje completo que incluía corbata a pesar del calor. Eso ya lo hacía singular.

    Era un rolo negro, apasionado. Se tenía confianza y estaba preparado para seguir buscando sus sueños. Hizo su vida en Bogotá. Acá se le veía en contadas ocasiones, pero sabíamos que él era importante. Después supe que era músico, cantante, compositor y éramos cercanos con su familia. En Yuto se quedó Plácido, su hermano y en García Gómez, en Quibdó, Clara Rosa, la mamá de Jesús Alberto Mosquera Perea, ex-alcalde de la ciudad, conocido médico radiólogo, quien era su sobrino.

    Ahora que vuelves a mencionarlo, era muy querido entre sus familiares y paisanos. Era también yuteño y muy cariñoso con todos; cuando llegaba al pueblo saludaba a quien se encontraba en el camino y, en algunos casos, entraba a saludar a los coterráneos en sus propias casas.

    Valentín Enoc Guerrero Córdoba

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  5. Hombres como este la vida no les alcanza. Muchas gracias por su trabajo tan maravilloso, maestro Julio César Uribe.

    Mary Grueso Romero

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  6. Muy bien narrada historia sobre un hombre que la luchó, sintió la musica y aportó al posicionamiento de la cultura chocoana en Bogotá; historias sobre un referente digno de exaltar.

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