La
dignidad perdida
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Atardeceres en Quibdó. FOTOS: Julio César U. H. |
El primer gobernador del Chocó duró en su cargo medio mes. Se llamaba Leonidas Pretelt Mendoza, era oriundo del Magdalena y había venido como Intendente Nacional a fines del año 1947, poco tiempo antes de que la Ley 13 del 3 de noviembre de ese año convirtiera en departamento a la antigua Intendencia que él había venido a administrar, cuya vida institucional había comenzado en enero de 1907, cuarenta años atrás.
En cumplimiento de la ley, el gobierno nacional del presidente Mariano Ospina Pérez había dispuesto que la vida institucional del Chocó como departamento debía comenzar el 15 de enero de 1948. Así se lo comunicaron formalmente al Intendente Pretelt, por medio de un oficio del Ministro de Justicia y encargado del despacho de Gobierno, José Antonio Montalvo, quien igualmente le comunicó su nombramiento como Gobernador del nuevo departamento.[1] De modo que, así como la intendencia había cambiado de categoría, el intendente también lo haría.
La noticia de que no era un chocoano el primer gobernador del Departamento encendió los ánimos en toda la región, especialmente en Quibdó e Istmina. Así mismo en Bogotá, entre los próceres de la chocoanidad que habían hecho posible ese sueño político de autonomía regional, los cuales hicieron uso de todas sus influencias y combinaron nuevamente sus fuerzas interpartidistas en torno a la acción chocoanista, para lograr el cambio de aquella desacertada decisión. Y lo lograron.
El 1° de febrero de 1948, cuando Pretelt solamente había ejercido el cargo durante 15 días, el Presidente de la República nombró como Gobernador del Chocó a quien acababa de consagrarse como padre del derecho laboral colombiano[2] en su ejercicio como Ministro de Trabajo, Higiene y Previsión Social, durante dos años consecutivos y en dos gobiernos diferentes (el de Alfonso López Pumarejo y el de Alberto Lleras Camargo): Adán Arriaga Andrade, oriundo de Lloró, población del Alto Atrato en donde este río recibe las caudalosas aguas del Andágueda y que entonces era corregimiento del municipio de Quibdó. Arriaga Andrade fue el primero de los cuarenta gobernadores que tuvo el Departamento del Chocó antes de que el sistema de nombramiento presidencial fuera suprimido y reemplazado por el de elección mediante voto ciudadano.
Cualquiera podría pensar -en honor a la superstición- que el reducido periodo de Leonidas Pretelt Mendoza como gobernador fue el augurio de la situación del Chocó en los últimos diez años, lapso en el cual ha tenido 13 gobernadores, el balance de cuya gestión es evidentemente insignificante. Pero, claro, no es así. No se trata de una maldición o de un sino trágico. En ese entonces eran de libre nombramiento y remoción. Ahora son elegidos para periodos determinados por la ley, de cuatro años en la actualidad, que solamente se interrumpen o se suspenden por causales de carácter ilegal.
Durante las dos décadas transcurridas entre la creación del departamento y el incendio que devastó a su capital, Quibdó, el 26 de octubre de 1966; cuál más, cuál menos, los gobernadores del Chocó y los alcaldes municipales -cuyo nombramiento era de su potestad- dieron continuidad a la idea fundacional de hacer del Chocó una región a tono con el siglo XX y orientada al bien común en todos los sentidos. Pero, otros vientos y modos de hacer política empezaron a soplar entonces y a ganar espacio en la vida nacional y regional. Dichos vientos, por lo visto, no han sido los mejores. La nave de la institucionalidad chocoana no ha hecho más que derivar en las últimas décadas, sin rumbo alguno, siempre a punto de naufragio, en estado permanente de penuria y desasosiego, con un timón sin guía, con un motor sin propela.
Mientras el Chocó sigue a la deriva, con una gobernadora y un gobernador que por un día ejercieron simultáneamente y -caricaturescamente- cada uno en su día ha debido recurrir a cerrajeros para violar las chapas de las puertas de los despachos y poder acceder a ellos…, Quibdó sigue con la mayor tasa de desempleo del país: 29.7%. Y el Hospital Departamental San Francisco de Asís vive un nuevo capítulo de su prolongada, dolorosa e indigna agonía, en las manos de su enésimo interventor, que a la ciudad acaba de llegar y -en un acto de desfachatez, típico de todos los que a ese procaz cargo han llegado- acaba de pedirle “a las fuerzas vivas de la comunidad chocoana en el territorio brindar y alinear esfuerzos tanto humanos como económicos…para habilitar el servicio médico de salud de segundo nivel en el Chocó”.[3]
Mientras el Chocó deriva sin norte, al vaivén de las olas de la codicia y del desdén de sus gobernantes, quienes -junto a sus voraces áulicos y sus insaciables camarillas- celebran la creación del feudo electoral #31: el municipio de Belén de Bajirá; la Asamblea Departamental de Antioquia está trabajando para revivir -por vías jurídicas- el conflicto de límites con el Chocó y su disputa por este nuevo municipio y sus ahora famosos corregimientos (Macondo, Blanquicet y Nuevo Oriente)[4]; territorios incluidos en el mapa del IGAC que Luis Pérez llamó “chimbo, falso, tramposo”[5]. El mismo Luis Pérez bajo cuya égida se llevó a cabo esa constelación de irregularidades y violaciones de derechos humanos llamada Operación Orión, en la comuna 13 de Medellín; el mismo que hace seis años utilizó los recursos públicos de la Gobernación de Antioquia para recolectar casi un millón y medio de firmas en contra de las decisiones legales que favorecieron al Chocó en ese diferendo limítrofe, las cuales calificó como “un insulto a los antioqueños”[6]; el mismo que fue apoyado por un tal Fico Gutiérrez, que acusó al IGAC de que "puede correr la cerca para un lado y para el otro cuando quiera"[7]; otro desvergonzado por el cual chocoanos más desvergonzados que él también han votado.
Mientras los dirigentes chocoanos siguen cultivando una especie de pequeña y regional y propia patria boba, en donde la inocuidad de la política es signo distintivo y en la que pesan e importan más el interés personal y de clientela que el bien común y el desarrollo regional; el actual gobernador del insaciable vecino Antioquia vive regado, cual verdolaga en playa, promoviendo obras de su interés privado, regional y partidista en el territorio chocoano, como si se tratara de su jurisdicción. Es el caso de un embeleco consistente en construir un túnel entre Bolívar, un municipio del suroeste antioqueño, y El Carmen de Atrato, municipio del Chocó en el que se ubica la Mina El Roble, la única mina de cobre actualmente en explotación en Colombia, que originalmente fue propiedad de su familia, la cual conserva el 10% de la propiedad y a nombre de la cual figuran los títulos mineros que dan vida a la explotación.[8]
Es claro el interés de este integrante de una familia acaudalada, propietaria de múltiples negocios en diversos ramos, entre ellos la minería, de la cual siempre -aún en los tiempos en los que presumían de liberales por su propiedad del periódico El Mundo, de Medellín- han derivado jugosas utilidades. Y dicho interés se promueve al abrigo de un engendro -obviamente legal, como toda treta de político profesional- denominado la RAP de los dos mares, una figura jurídica en virtud de la cual se asociaron el Chocó y Antioquia, del mismo modo que habrían podido hacerlo Simón el bobito y su pastelero.
Hoy, como cada 1° de mayo, las autoridades locales y regionales, incluyendo a militares y policías, se prosternarán ante el monumento a la memoria de Diego Luis Córdoba, situado en la esquina suroccidental del Parque Centenario de Quibdó, después de la misa solemne en la Catedral San Francisco de Asís; para rememorar -con discursos de ocasión- las gestas políticas y conmemorar un nuevo aniversario de la muerte -en México, en 1964- de quien ha sido considerado faro de la raza y padre del departamento, como se lee en la inscripción del monumento, ubicada debajo del busto de Diego Luis.
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Monumento a Diego Luis Córdoba. Parque Centenario. Quibdó, abril 2023. FOTOS: Periódico El Manduco. |
Doblemente mancillado, por su frontis convertido en una cantina al aire libre y por su progresivo deterioro -tan notable como el de todo el Parque Centenario y el malecón de los atardeceres a la orilla del Atrato-; el monumento a Diego Luis Córdoba viene a ser una especie de alegoría del estado de la institucionalidad pública del Chocó. “…
y pensar que alguna vez tuvimos abrigo con qué cubrir la desnudez, hasta que nos extraviamos sin vigor ni reino, por caminos donde no hay luz ni senda; y, atraídos cual serpientes por la sonaja de las panderetas, nos arrastramos cada vez más pálidos, sin nada vivificante, esperando, siempre esperando, que en otros cielos, otros dioses, armen la almadía en que flote sin riesgo esta raza, mientras cicatrizan sus quemaduras expuestas al sirimiri del agua”
[10].
“¡Qué diablo!... Si estas cosas dan ganas de llorar.”
[11]
Gracias Julio César.
ResponderBorrarTu agudeza mental afilada por los hechos y experiencias pasadas, advierte que por la ignominia, la indiferencia e insolidaridad de los chocoanos, corre nuevamente riesgo la estabilidad sociopolítica y económica de Belén de Bajirá.
Los colonos capitalistas vecinos perseguirán por doquier , la reconquista, si es menester a sangre y fuego, de sus intereses por ese terruño, que hasta los lugareños llegaron a confundir con Antioquia, debido a la asistencia que en diferentes campos, como espejos al indio, le ofrecieron los depredadores que han irrumpido en sus predios, comercio y escuelas para intimidar, expropiar y ocupar su vecindario “como sea”.
No creo que el momento político nacional sirva a sus pretensiones, pero ya es tiempo de confirmar, de una vez por todas, la chocoanidad indiscutible del territorio aludido y soportarlo por la institucionalidad regional nuestra, para que no se convierta en hijo pródigo.
Muchas gracias, Valen, por tan jugoso y oportuno comentario. Lo desafortunado de la situación es que quizás no contemos con una institucionalidad a la altura de este problema tan complejo. Saludos, hermano.
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