lunes, 2 de mayo de 2022

 Bojayá 20 años: 
este dolor que no pasa

Mausoleo de las víctimas de Bojayá.
FOTO: El Tiempo.

"Recuerdo que el 2 de mayo,
fecha que no olvido yo,
pasó un caso en Bellavista
que el mundo entero conmovió.
 
Cuando yo entré a la iglesia
y vi la gente destrozada
se me apretó el corazón
mientras mis ojos lloraban".
 
2 de mayo
Domingo Chalá
Sepulturero y sobreviviente
de la Masacre de Bojayá.

Eduardo Cifuentes Muñoz, actual presidente de la Jurisdicción Especial de Paz, JEP, era el Defensor del Pueblo de Colombia en el momento en el que se produjo en el antiguo poblado de Bellavista, cabecera municipal de Bojayá, Departamento del Chocó, “una de las peores masacres de nuestra historia, el 2 de mayo de 2002, cuando la guerrilla de las FARC disparó una pipeta bomba contra un comando paramilitar atrincherado en el pueblo, pero la bomba cayó en la mitad de la iglesia, donde había más de quinientos civiles resguardándose del fuego cruzado”[1]. La Defensoría del Pueblo, a instancias del propio Cifuentes y en su propia voz, haciendo uso de todos los medios y mecanismos a su alcance, había advertido -incluso hasta ocho días antes del cruento hecho- del alto riesgo en el que se encontraba la vida de la gente en el Medio Atrato, en un área geográfica cuyo epicentro lo conformaban Bellavista en la margen occidental y Vigía del Fuerte en la margen oriental de aquel tramo del río Atrato en donde este sirve de límite departamental entre el Chocó y Antioquia.

El Estado colombiano no atendió las advertencias y alertas de la Defensoría del Pueblo, a pesar de que fueron emitidas oportunamente y con anticipación tan suficiente que bien podría haberse actuado para evitar la lacerante tragedia. “Considerando las alertas formuladas por la Defensoría del Pueblo, la Procuraduría General de la Nación y esta misma Oficina, debe descartarse la posibilidad de que las instituciones estatales desconocieran la existencia de los riesgos que afectaban a la población civil del Atrato Medio. La prioridad de protección del derecho a la vida que debe guiar la actuación del Estado no fue implementada de manera oportuna”, indicó -dieciocho días después de la masacre- la Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, en el informe de la misión de observación que adelantó en el Medio Atrato entre el 9 y el 12 de mayo de 2002, el cual fue presentado el 20 de mayo de 2002.[2]

Igualmente, a través de todas sus estructuras pastorales, la Diócesis de Quibdó había hecho públicas y múltiples advertencias sobre el gravísimo riesgo en el que se hallaba la vida del pueblo medioatrateño. Las religiosas Agustinas Misioneras y Misioneras Lauritas, los misioneros del Verbo Divino y Claretianos, así como el clero diocesano de Quibdó a cuyo cargo estaba la Parroquia de Bellavista, levantaron su voz eclesial y solidaria, en conjunto con COCOMACIA -el Consejo Comunitario Mayor de las comunidades negras de la región- y con las organizaciones representativas de las comunidades indígenas. Equipos misioneros y organizaciones étnicas expusieron la situación ante autoridades de todos los ámbitos, desde los púlpitos de los templos y en todo tipo de reuniones comunitarias. Era vox populi que algo grave iba a suceder. Y sucedió. Pero, nadie, ninguna autoridad, atendió el clamor.

20 años después, el dolor y la tristeza, el miedo y la incertidumbre no cesan en Bojayá. Si bien el pueblo de Bellavista fue reubicado y algo de infraestructura se ha instalado, la zozobra continúa, al igual que la desatención estatal frente al peligro. “Después de esto, Bojayá ha tenido más de 6 alertas tempranas de presencia de grupos armados en los territorios, que han sido desatendidas por la institucionalidad”, explica Leyner Palacios Asprilla, integrante o comisionado de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, oriundo de Pogue, corregimiento del municipio de Bojayá, y quien perdió veintiocho parientes en la masacre.[3]

20 años después, tres cuartas partes de la población rural del Municipio de Bojayá, gente indígena y negra que mora en comunidades de los ríos Bojayá, Cuía y Pogue, ni siquiera pueden moverse libremente en sus territorios colectivos, que ancestral y legalmente son de su propiedad. Las frecuentes y fuertes restricciones de movilización, que les son impuestas por los grupos armados (AGC y ELN) y que conducen a su confinamiento obligado, se han convertido en una nueva modalidad de violación de sus derechos. Ahora ni siquiera podrían huir o desplazarse forzosamente si llegare a ser necesario para salvaguardar sus vidas. De igual manera, el reclutamiento forzado de jóvenes por parte de los grupos armados ha llegado a tal extremo que, en los últimos tiempos, medio centenar de jóvenes indígenas han optado por el suicidio para librarse de esta imposición: “un saldo muy triste”, lo denomina Leyner Palacios. Así mismo, “tenemos un saldo también de presencia de minas antipersonales, donde han caído muchos compañeros indígenas y hermanos afrocolombianos”.[4]

Leyner Palacios Asprilla
Comisionado de la Verdad.
FOTO: Comisión de la Verdad.


20 años después, la población de Bojayá se encuentra reconocida como sujeto de reparación colectiva, y el municipio -por obvias razones- está incluido dentro de la estrategia PDET (Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial). Pero, aún hay mucho de nominal y discursivo en estos reconocimientos. La reparación se lleva a cabo de modo lento y fragmentario, y el acceso a servicios públicos de educación y salud, agua potable y energía eléctrica sigue siendo casi tan precario como hace veinte años. “En el municipio de Bojayá hay tres sujetos de reparación colectiva: la comunidad afro de Bellavista cuyo Plan integral de reparación colectiva (PIRC) se encuentra en fase de implementación con un avance del 35,1 %; la comunidad indígena emberá Dóbida de Bojayá con un avance del 39,5 % y la comunidad afro del municipio de Bojayá compuesta por 19 Consejos comunitarios, que está en fase de diseño y formulación de su PIRC”, informa la Unidad para la atención y reparación integral a las víctimas.[5]

20 años después, uno de los acontecimientos quizás más significativos para el alma colectiva destrozada de estas comunidades, cuya vida fue súbitamente trastocada para siempre por aquella masacre infame, fue el sepelio colectivo de las víctimas, que se llevó a cabo a finales del 2019 e incluyó una completa y dolorosa celebración de los rituales de velorio sin los cuales se habían truncado la despedida y el sosiego de estas almas que merecían descansar en paz después de la ignominia de su cruenta muerte en un pueblo donde antes de la masacre la gente solía morirse de vieja. “Han tenido que pasar 17 años para que las víctimas de Bojayá retornen a su tierra y sean sepultadas según los usos y costumbres ancestrales del pueblo negro del Atrato. Después de un largo proceso de exhumaciones y equívocos, Medicina Legal y la Fiscalía culminaron la identificación de 72 cuerpos de los 84 restos que quedaron tras la masacre. Los restos, que fueron exhumados de cementerios y fosas comunes en Bellavista, Pogue, Napipí y Vigía del Fuerte, regresaron al Atrato el 11 de noviembre en 98 cofres de madera que hicieron un recorrido simbólico en bote para ser velados en el pueblo durante una semana, antes del sepelio colectivo, que ocurrió el lunes 18 de noviembre a partir del mediodía. Conmovedoras escenas de dolor se vivieron durante todos estos días en Bellavista, donde las familias recibieron los restos con las explicaciones técnicas de los peritos de la Fiscalía”, anota la narración que del importante acontecimiento hizo la Comisión interétnica de la verdad de la región Pacífico-CIVP.[6]

Domingo Chalá
Sepulturero y sobreviviente
de la Masacre de Bojayá.
FOTO: Unidad para las víctimas.

Hace 20 años, la valentía asombrosa del aterrado sepulturero del pueblo de Bellavista evitó que los bandos perpetradores de la masacre de Bojayá profanaran los cuerpos de los muertos y terminaran deshaciéndose de ellos de cualquier manera, como si no fuera suficiente con haberlos asesinado. Con los arrestos que le quedaban en el alma, este hombre sinigual, adolorido hasta más no poder, pero consciente de que era eso o nada, sepultó en fosas comunes la mayor parte de los cuerpos. “Hágale, que si usted no está en condición les rociamos gasolina. No, no, no, venga yo me comprometo, me siento capacitado, merecen sepultura. Pidió que le consiguieran una caja de aguardiente y, en compañía de otros sepultureros, pero bajo la presión de las balas, los sepultó en fosas comunes”[7]. “Lo que hicieron con mi pueblo, / por Dios, no tiene sentido: / matar tantos inocentes / sin haber ningún motivo”, cantó, sobreponiéndose al miedo. En estrofas nacidas de su propio calvario, Domingo Chalá dejó para la historia el registro de lo sucedido, del mismo modo que -sin plena conciencia del inmenso valor que para la posteridad tendría su triste y valiente trabajo- preservó para su gente la posibilidad de identificar y sepultar debidamente a sus muertos pasados tantos años.

20 años después, la muerte no ha parado de acechar en Bojayá. La respuesta del Estado colombiano frente a esta sórdida amenaza sigue siendo insuficiente y precaria. Cuando las organizaciones étnicas, la Iglesia y el movimiento social de la región chocoana han puesto de presente la situación, que hoy abarca todo el Chocó y extensas áreas del Pacífico, la respuesta de los funcionarios ha sido desestimar las denuncias y denostar a los denunciantes, incluyendo al saliente Obispo de Quibdó, Monseñor Juan Carlos Barreto Barreto, a quien hasta de mentiroso lo trataron dos ministros del actual gobierno nacional. “No es justo que una población que haya sufrido tanto desmán en la guerra tenga que seguirla soportando 20 años después. Una población que le demostró al país que la paz es necesaria, con su 97% en ratificación del Acuerdo de Paz, hoy se encuentran sumamente sumergidos en la profundidad del conflicto armado”, manifiesta al respecto el Comisionado de la Verdad Leyner Palacios[8].

“No podemos seguir soportando los niveles de connivencia entre algunos sectores de las fuerzas militares y no podemos dejar sometido a este pueblo al vaivén y a la voluntad de los grupos armados como el ELN y el Clan del Golfo. Es muy importante que le apostemos a la paz, que le apostemos a la materialización de los derechos de las víctimas y una manera de reconciliarse con Bojayá es reclamarle al Estado colombiano que por fin los proteja”, concluye Leyner Palacios Asprilla, quien acaba de graduarse como abogado en la Universidad Tecnológica del Chocó “Diego Luis Córdoba”, en Quibdó.

20 años después, la gente de Bojayá espera que su vida sea preservada y sus derechos garantizados, que su bienestar deje de ser una ilusión vana, que se queden atrás para siempre la crueldad desmesurada y el enorme desprecio por la vida humana que dieron origen a este dolor que no pasa.

 

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Para Julius Plaza, Yebraíl Alvarez, Alirio Ortiz y las queridas AM: 
Carmen Garzón, Dennis Ramírez, Claribel Vásquez y Rosa Isabel Cuéllar 
…por los tiempos aquellos.

Para José Óscar Córdoba Lizcano, atrateño, amigo y compañero de caminos,
in memoriam, en el primer aniversario de su muerte.

 



[2] Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Informe de la Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre su Misión de Observación en el Medio Atrato. 20 de mayo de 2002. 56 pp. Pág. 23.

[3] Comisión de la Verdad. Conmemoración de los 20 años de la Masacre de Bojayá, Chocó. Reflexiones de Leyner Palacios. En: https://www.youtube.com/watch?v=iLNmLpP-lZw

[4] Ibidem.

[5] Unidad para la atención y reparación integral a las víctimas En 20 años de la masacre, la Unidad presenta balance de acciones en Bojayá. Mayo 01 2022. En:

https://www.unidadvictimas.gov.co/es/conmemoraciones/en-20-anos-de-la-masacre-la-unidad-presenta-balance-de-acciones-en-bojaya/72771

[6] Comisión interétnica de la verdad de la región Pacífico-CIVP. Bojayá entierra sus muertos 17 años después. Noviembre 20, 2019. En: https://verdadpacifico.org/bojaya-entierra-sus-muertos-17-anos-despues/

[7] EL PAÍS. Bojayá despide a sus muertos. Por CATALINA OQUENDO. Bojayá (Chocó) - 17 NOV 2019 - 17:14 Actualizado:18 NOV 2019.

En: https://elpais.com/internacional/2019/11/17/actualidad/1574027935_181763.html

[8] Comisión de la Verdad. Conmemoración de los 20 años de la Masacre de Bojayá, Chocó. Reflexiones de Leyner Palacios. En: https://www.youtube.com/watch?v=iLNmLpP-lZw

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