lunes, 31 de enero de 2022

100 años de aviación en el Chocó

-100 años de aviación comercial 
en el Chocó-

Hidroavión Catalina en el Puerto Aéreo sobre el Atrato.
Quibdó, 1934. FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

Se van a cumplir cien años de la inauguración de la aviación comercial en el Chocó. El domingo 5 de agosto de 1923, un hidroavión Junkers F13 de propiedad de la Sociedad Colombo-Alemana de Transportes Aéreos, SCADTA, fue el primero en surcar los cielos chocoanos y posarse sobre las aguas del Atrato, en el puerto fluvial de Quibdó, luego de más de cinco horas de vuelo desde Barranquilla e incluyendo sobrevuelos por Istmina, Condoto y Opogodó[1]. Era un vuelo exploratorio que, junto a otros posteriores, permitió estandarizar rutas de viaje seguras entre estas cuatro poblaciones del Chocó y las ciudades de Barranquilla, Cartagena, Buenaventura y Cartago; de modo que a finales de ese año Quibdó empezó a contar de modo regular con servicio de transporte aéreo de pasajeros hacia el interior del país y con servicios de correo, giros y pagos. Esta novedad contribuyó a facilitar las actividades comerciales de todo orden que se llevaban a cabo en la región, así como el manejo y administración de los procesos intensivos de extracción minera y maderera, que incluían maderas finas, tagua, caucho, pieles, oro y platino. Igualmente, los nuevos servicios facilitaron la presencia continua y el establecimiento en la ciudad de inmigrantes sirio-libaneses (turcos), norteamericanos y europeos, del Gran Caribe y del Caribe Colombiano, vallecaucanos y posteriormente antioqueños; al igual que el contacto permanente de la ciudad y la región con el país geográfico y político.

Diez años después de aquel vuelo, fue inaugurado el moderno Puerto Aéreo de Quibdó, con especificaciones de construcción que en su momento fueron alabadas por los pilotos y autoridades conocedoras de la materia. Esta obra, construida por quien ha sido considerado como uno de los pioneros de la ingeniería civil chocoana, Rodolfo Castro Baldrich[2], incluyó el Aerobar, una cómoda edificación que funcionó como terminal de pasajeros y en cuyo techo podía leerse “QUIBDÓ”, una inscripción hecha para que los pilotos pudieran verla desde el aire antes de acuatizar. El Aerobar se convirtió en un sitio de moda para las élites de la ciudad, que eran las únicas con capacidad económica para acceder al transporte aéreo. El diario ABC registraba cada día los nombres de los pasajeros más ilustres, su destino y los motivos de su viaje. El pueblo raso asistía admirado al milagro de ver volar, salir y llegar los hidroaviones. Por allí “desfilaron visitantes ilustres como Gabriel García Márquez, Jorge Artel, Gonzalo Arango, Leo Matiz, Nereo López; presidentes como Alfonso López Pumarejo, Eduardo Santos (antes de su posesión), al igual que ministros, intendentes, gobernadores y toda la sociedad chocoana de ese entonces que tenía ya un vuelo semanal al interior del país”[3].

Gabriel García Márquez llegando a Quibdó
como reportero de El Espectador. 1954.
FOTO: El Espectador / Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

En palabras del Intendente Nacional Emiliano Rey Barbosa, en cuya administración se construyó el moderno puerto aéreo, “el Chocó dejó de ser una leyenda para los colombianos desde el día en que la SCADTA tuvo el acierto de escoger su ruta para el comercio entre dos mares. Lo que no pudo hacerse en un siglo, no obstante la inspiración de Bolívar en su célebre carta en la que abogaba por la apertura del canal de San Pablo, lo verificó la aviación con una sola semana de estudio. Es natural que la aviación no realice el prodigio en la forma de amplias proyecciones que podría estimular un canal, pero ha logrado unir los espíritus en pocas horas de vuelo y eso ya es mucho para una zona privilegiada que estaba condenada por la vorágine tropical a permanecer alejada de sus hermanos del interior[4].

Más de 50 años después de aquel primer vuelo de la SCADTA que acuatizó en el Atrato, frente a Quibdó, la Empresa Colombiana de Aeródromos, ECA, creada en 1954 por el militar, ingeniero civil y político Gustavo Rojas Pinilla como presidente dictatorial de Colombia, concluyó la obra del primer aeropuerto de Quibdó, en predios de El Caraño, ubicados al oriente de la ciudad y aledaños a la carretera hacia Antioquia. Se cerraba así la era de los acuatizajes en el Atrato, que por más de medio siglo mantuvo a la ciudad en contacto con el país y el mundo, y se daba paso a la aviación moderna, que comenzó con los aviones DC3 de la empresa Avianca. Durante la construcción del aeropuerto de El Caraño, “como anécdota curiosa, parte de la tierra que escurría por las quebradas era lavada por los obreros del aeropuerto cuando corrió el rumor que esos lodos contenían pepitas de oro. Mas tarde, no solo vinieron sus mujeres, sino toda la familia a batear el oro. Hubo necesidad de cercar el terreno donde se construía el aeropuerto y establecer vigilancia para permitir solamente el lavado al personal de la obra por turnos, pues de lo contrario no trabajarían en las actividades propias de la construcción. El aeropuerto estaba físicamente localizado sobre una mina de oro. El oro sí apareció, pero pronto se fue acabando”[5]. La ECA construiría, además, los aeropuertos de San Andrés, Leticia y Araracuara, entre otros, como parte de la estrategia de integración territorial de la periferia colombiana. El aeropuerto de Quibdó, hoy con especificaciones más modernas y un terminal de pasajeros más digno del que hasta hace una década tenía, sigue siendo conocido como El Caraño, incluso por las tripulaciones de las aerolíneas, que con ese nombre lo mencionan en sus anuncios de salida y llegada; aunque una ordenanza departamental de 1971 estableció que se llamara Álvaro Rey Zúñiga, en homenaje al primer piloto chocoano, quien murió en el accidente de un avión de la Fuerza Aérea Colombiana, FAC, cuando tenía solamente 28 años. Era hijo de Emiliano Rey Barbosa, el Intendente Nacional que construyó el puerto aéreo de Quibdó, y de su esposa, doña Felicia Zúñiga de Rey.[6]

Álvaro Rey Zúñiga, primer piloto chocoano
de la Fuerza Aérea Colombiana, cuyo nombre lleva oficialmente
el Aeropuerto de Quibdó. FOTO: Periódico El Manduco.

Cien años después del comienzo de la aviación comercial en el Chocó y aunque su uso se ha extendido y masificado, de modo que, por ejemplo, desde hace más de treinta años, lo más frecuente es que los estudiantes universitarios chocoanos viajen cada vez más en avión que en los buses de Rápido Ochoa; el acceso a este transporte va rumbo a convertirse nuevamente en un lujo impagable. Las tarifas de ida y regreso entre Quibdó y Bogotá o Cali llegan a costar hasta millón y medio de pesos, y se ha vuelto frecuente que un trayecto en la ruta a Medellín, uno de los destinos más frecuentes, llegue a costar hasta medio millón de pesos. EasyFly, empresa que en julio de 2020, alegando haber sufrido los efectos económicos negativos de la parálisis de operaciones por la pandemia, accedió a un Trámite de Negociación de Emergencia de un acuerdo de reorganización, ante la Superintendencia de Sociedades, y Satena, la aerolínea estatal caracterizada por volar a los antiguos “Territorios nacionales”, son las dos compañías que atienden principalmente el servicio aéreo de pasajeros, mensajería y carga desde o hacia Quibdó y manejan a su antojo el mercado de tiquetes aéreos hacia el interior de Colombia, sin que hasta ahora haya habido control de ningún tipo, a pesar de las múltiples, periódicas, recurrentes y reiteradas denuncias que son presentadas a cuanta autoridad pareciera tener competencia en el asunto. Por el contrario, cada vez más da la impresión que para estas aerolíneas, en materia de precios de sus vuelos desde y hacia Quibdó, todo el año es temporada alta; al punto que resulta más barato viajar a destinos turísticos como Panamá o Isla Margarita, incluso a veces hacia Miami, que desde o hacia la capital del Chocó, ruta esta en la que nunca se ofrecen tarifas promocionales, por lo menos desde o hacia Bogotá.

Hoy, como ayer, los precios de estos tiquetes aéreos son exorbitantes, tan desmesurados que casi literalmente están por las nubes. En 1930, una nota del periódico ABC, de Quibdó, ponía de presente el mismo problema. Mientras por un vuelo entre Bogotá y Girardot, con duración de 45 minutos, la SCADTA cobraba $22.50; un vuelo entre Quibdó e Istmina (25 minutos) costaba $41.20. 

Tarifa de pasajes aéreos Quibdó-Istmina

Recientemente fue inaugurado el servicio de pasajeros entre Bogotá y Girardot, utilizando aeroplanos de la SCADTA. El tiempo que gasta un avión entre los dos puntos es de 45 minutos y el valor del pasaje es de $22.50 oro.

 

El caso nada tendría de particular, pero es lo cierto que si comparamos el tiempo que gasta cada avión en ir de Girardot a Bogotá o viceversa y el valor que se cobra por el pasaje, con el tiempo en que dura un viaje de Quibdó a Istmina (25 a 30 minutos) y el valor del pasaje ($41.20), salta a la vista la enorme diferencia.

 

Bueno sería que el agente de dicha empresa en esta ciudad hiciera conocer de la gerencia de Bogotá esta irregularidad. Hace tres años el público chocoano se viene quejando de la enorme tarifa que rige para los vuelos entre Istmina y Quibdó, la que es verdaderamente alta y a cuya circunstancia se debe que la mayoría de las personas que tienen que viajar entre las dos provincias acudan todavía al viejo sistema de las canoas. Es justo y racional que el valor del pasaje sea rebajado por lo menos a $25.00 oro como estuvo al principio, cuando se inició en el Chocó el servicio de navegación aérea.

 

Periódico ABC, Quibdó, edición Nº 2287,

2 de octubre de 1930.

 

Como en 1930 a las canoas, ¿nos tocará hoy acudir nuevamente a las carreteras? ¿O simplemente terminaremos conformándonos con mirar el cielo cada vez que pase un avión y gritarle, agitando la mano en señal de saludo: “adiós, papá”; “adiós, mamá”; como hacíamos cuando éramos niños y la posibilidad de montarnos en un avión era tan remota como la distancia creciente que del mismo nos separaba mientras lo veíamos surcando el cielo, hasta que se nos perdía de vista…?

 

El famoso Aerobar, en el Puerto Aéreo de Quibdó (1933),
y aviso publicitario de la SCADTA en el periódico ABC.
FOTOS: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.


[1] Díaz Cañadas, Gonzalo. HISTORIA DEL AEROPUERTO EL CARAÑO DE QUIBDÓ. En: https://volavi.co/aviacion/aeropuertos-colombianos/historia-aeropuerto-el-carano-quibdo-choco

[2] Rodolfo Castro Baldrich, padre de Rubén, Néstor y Ligia Castro Torrijos, músicos y compositores a quienes se debe una parte del patrimonio de música tradicional chocoana, empezó estudios de Ingeniería Civil en la Universidad del Cauca, los cuales no concluyó. Completó de modo autodidacta su formación en Quibdó, alcanzando tal éxito profesional que fue varias veces Ingeniero de Obras de la Intendencia del Chocó, además de responsable del trazado y constructor principal de las carreteras Quibdó-Bolívar (Antioquia) y Quibdó-Istmina, así como constructor del antiguo Hospital San Francisco de Asís y del primer puente sobre el río San Juan para cruzar del centro de Istmina al barrio Pueblo Nuevo.

[3] Ibidem.

[4] Ibidem.

[5] EMPRESA COLOMBIANA DE AERÓDROMOS – ECA. En: https://volavi.co/aviacion/historia/empresa-colombiana-de-aerodromos-eca

[6] Sobre Álvaro Rey Zúñiga puede leerse en El Manduco la reseña biográfica de Américo Murillo Londoño, titulada Álvaro Rey Zúñiga, primer piloto chocoano de la Fuerza Aérea Colombiana: https://elmanduco.com.co/2021/06/19/alvaro-rey-zuniga-primer-oficial-chocoano-de-la-fuerza-aerea-colombiana-mis-memorias-primera-partepor-americo-murillo-londono/.


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