lunes, 10 de enero de 2022

Al Maestro con cariño

 Al Maestro con cariño

Afiche promocional de Al Maestro con cariño
y Sidney Poitier con su estatuilla del Premio Oscar a Mejor Actor, 1964.
Fotos: BBC Mundo.

A un mes largo de cumplir 95 años de vida, murió en Bahamas Sidney Poitier, a quien mis amigos de infancia y yo conocimos comenzando la década de los años 1970 en una función vespertina del Teatro César Conto, de Quibdó, en una película que rompió la trillada rutina de la cartelera a la cual teníamos acceso los menores de edad, que estaba compuesta únicamente de karatekas, cowboys, soldados y detectives, y uno que otro luchador mexicano enmascarado. To Sir, with love era el título original de la película de Poitier, el cual aparece escrito a mano, en una de las escenas finales, en la tarjeta que acompaña un regalo que los estudiantes le entregan a su maestro, Mark Thackeray (Sidney Poitier), como símbolo de gratitud inmensa y de enorme afecto hacia quien, sobrepasando todas las situaciones de irrespeto y patanería de sus estudiantes, les va mostrando cuál es el camino para ellos deseable, hasta encarrilarlos y mostrarles que la vida puede valer la pena y que ellos pueden ser felices, a pesar de las difíciles condiciones en las que crecen en un suburbio de Londres, en donde se ubica esta escuela pública.

La conmovedora escena tiene lugar en la fiesta de final del curso escolar y concluye con Poitier (el Maestro Tackeray) rompiendo su carta de renuncia a la escuela. “A pesar de estar de acuerdo con afirmaciones sobre el sentimentalismo de la película, y que le da una clasificación mediocre, el Virgin Film Guide asegura: "lo que hace [de esta] una película agradable es la naturaleza mítica del personaje de Poitier. Se las arregla para parecer como una persona real, al mismo tiempo que incorpora todo lo que hay que saber acerca de la moral, el respeto y la integridad"[1].​ El personaje de Poitier es en realidad un ingeniero que a causa del desempleo termina convertido en ese maravilloso maestro al cual los rebeldes y a veces hasta pérfidos estudiantes terminan pidiéndole que no los deje, a través de aquel regalo que entregan “Al Maestro con cariño”, título en español de la película.[2]

La filmografía de Sidney Poitier comprende su participación como protagonista o personaje estelar en más de 50 películas. Poitier fue nominado en dos ocasiones al Premio Oscar como Mejor Actor y lo obtuvo en abril de 1964, por su papel protagónico en Los lirios del valle (Lilies of the field). Fue la primera vez que un actor negro recibió este premio en esa categoría: “estaba tan sorprendido que salté dos metros de mi asiento”, le contaría Poitier a The New York Times. Igualmente, en 2002, le fue otorgado el máximo reconocimiento honorífico de los Premios Oscar: el Oscar a su trayectoria como actor. En ese mismo año, como Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama le confirió la Medalla de la Libertad.

2002. Entrega de la Medalla de la Libertad a Sidney Poitier
por Barack Obama como Presidente de los Estados Unidos.
Foto: EFE.

Desde que lo vimos en aquella película, sentimos a Poitier como si fuera alguien cercano a nuestras vidas, y desde entonces no hubo film suyo que llegara al Teatro César Conto que no hiciéramos todo lo posible por ver. Pasábamos largos ratos contemplando y comentando las fotos impresas en colores o en blanco y negro, en tamaño 20x25 cm., que pegaban en las carteleras en las que anunciaban la pronta exhibición de las películas o su programación, indicando función, horario, precio y categoría de público permitida; así como los preciosos afiches del tamaño de una hoja de cartulina, que pegaban en las vitrinas que el teatro tenía a su entrada junto a las taquillas y en el espacioso hall donde quedaban las escaleras de caracol hacia el segundo piso y las entradas para el primero, es decir, para palco y luneta.

Uno de mis más entrañables amigos de aquella divertida infancia quibdoseña me dijo un día, a la salida de una de las películas, que él a veces veía a Sidney Poitier como si fuera un paisano que hubiera triunfado. Le dije que me pasaba igual. Y nos divertimos mucho repitiendo a lo largo de las semanas, durante los regresos del colegio a la casa o en los intermedios de la jornada, los diálogos que recordábamos de la película, intercambiándonos el rol de Poitier y compitiendo entre nosotros para ver quién imitaba mejor la gestualidad y el tono de su actuación. La majestad actoral, la naturalidad interpretativa y la fuerza de la presencia escénica de Sidney Poitier habían hecho efecto en unos muchachos de Quibdó que ni siquiera habían nacido cuando él ya se estaba consagrando.

Esta especie de “Efecto Poitier” fue tan profundo que, en el último año de colegio, en la portada de pasta dura y argollada de mi fólder cinco materias, pegué una calcomanía en la que se leía “Free Angela Davis” debajo de una foto hermosa de ella altiva y desafiante con su afro inmenso, y en la tapa posterior pegué con Colbón una foto de Poitier sonriente, con la estatuilla del Oscar entre sus manos, que había recortado de una vieja edición de la revista Life en Español.

Sidney Poitier con Martin Luther King, 1964. Twitter: @BerniceKing

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