lunes, 20 de diciembre de 2021

Añoranzas de Nochebuena

 Añoranzas de Nochebuena

Río Timbiquí. FOTO: Doris Moreno H.

“Ya la noche está fría y está serena,
canta los villancicos de Nochebuena.
Al niño que ha nacido, venid pastores,
no le temáis al frío ni a sus rigores.
 
Al niño recién nacido
todos le traemos don;
yo soy pobre, nada tengo,
le traigo mi corazón.
 
Ha nacido en un portal
llenito de telarañas,
entre la mula y el buey,
el redentor de las almas”.
 
Ya la noche está fría.
Villancico tradicional del Pacífico Colombiano[1].

Con luna o sin ella, con viento o sin él, las olas mareñas marcan el vaivén. Las ondas del río refrescan la noche, se canta en la selva hasta el amanecer. Ha nacido el niño, ya el niño nació: “Ay, que sí, que sí, ay que no, que no, que la doncellita anoche parió”.

En la voz oceánica del bardo de los esteros, vate de los ríos, juglar de la selva, el Poeta del Mar, Helcías Martán Góngora (Guapi, febrero 27 de 1920-Cali, abril 16 de 1984), evocamos en El Guarengue los escenarios y universos de la Nochebuena antigua en los rincones pacíficos del Litoral Pacífico colombiano; sus coplas y sus cantos, sus jugas y romances, sus arrullos y alabaos, su cantoral antiguo que con voz colectiva bendice y aclama, acoge y festeja la llegada del niño, del Dios humanado, a quien acogen como uno de los suyos, junto a su mamá, María, y a su papá, José: “En Belén andaba cuando me acordé que la fiesta‘el niño era en este mes”. “Gloria al niño Dios, gloria al niño Dios. Me voy pa' Belén, a ver a María, también a José”.

Villancico marinero es la añoranza de la madre ausente en las fiestas de Navidad. Santos Garcés es la remembranza de un vate popular de los ríos y esteros del litoral caucano en donde nació y creció el Poeta del Mar. Diciembre es, igualmente, evocación de lo vivido, incluyendo la justa mención a las letras y a las voces de este cantoral no escrito que forma parte de la memoria del alma de las aldeas y pueblos desde el Darién hasta Esmeraldas.[2]

 JCUH

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Villancico marinero
Helcías Martán Góngora
 
Madre, tú lo cantarías
con la música del agua.
¡Ay, qué diciembre de aromas
sobre la costa caucana!
¡Ay, qué delirio de luces
en los ojos y en el alma!
Ángeles color de infancia
llenan la noche extasiada
y pastores marineros
ponen a soñar sus flautas
entre un incendio de voces
y una aurora de guitarras.
Villancico de gaviotas
en la orilla de las barcas,
cuando la palmera niña
como una pastora canta.
¡Ay, qué diciembre infinito,
qué marimbas rescatadas,
qué rumor de los tambores
desde el principio del alba!
¡Ay, qué Navidad tan honda,
qué soledad en la casa,
qué amargo clamor de hijo
sin la purísima entraña!
¡Ay, qué diciembre de luto,
qué Navidad de lágrimas!
Por el cielo de las islas
Dios hacia la tierra baja,
navega sobre la espuma
de litorales de plata.
Almirante san Miguel
la flota de astros comanda,
delfines le dan escolta
al bajel de la esperanza
y los ángeles grumetes
hacen remos de sus alas.
Arcángel san Rafael
ordena soltar las anclas
y un salmo de caracolas
llena la noche de arpas,
que tú, madre, entonarías
con la música del agua.
 
 
Santos Garcés
Helcías Martán Góngora
 
Allá…
Donde el mar se hace un ovillo melódico, y la espuma se alarga en espiral de ausencias como añorando nubes; en la patria del sol y la palmera, limitada por las hondas guitarras y las marimbas quejumbrosas; sobre el ardido corazón del trópico y la encajería de sus ríos lontanos, atardecidos de piraguas, de bogas y leyendas; en la costa sur del Pacífico Océano existe un retazo de la geografía del Cauca, millonario de selvas y de mangles, presuntuoso de aromas y de trinos, de crepúsculos y constelaciones y doncellas negras, que llevan en su rostro el alba eterna de sus risas de talco perfumado o de velo nupcial.
 
En cada ribera crece un pueblo. Y en cada pueblo el viento se hace rumor de serenata, cuando la luna baja al río y el amor duele menos que la propia mirada o un lirio en el amanecer.
 
Allá…
Donde las villas tienen nombre que saben a golosinas indias, como Saija; rotundos de castigo, acerados de música, como Guapi; cobrizos y cordiales como Micay; vino al mundo en un día de la semana del mes de un año, que no recuerdo porque nunca lo supe, Santos Garcés: alma de copla, ojos de paisaje, voz de bambuco y currulao, fideicomisario de la rima, antena de la juglaría, guía lírica de turismo de mi rincón natío.
 
Santos Garcés realizó en su vida el destino sinfónico de los pájaros. Arquitecto de su propio existir se construyó una morada de armonías. Buzo sin escafandra fue a sus profundidades a descubrir tesoros. Homero negro, de aldea en aldea, iba diciendo su Ilíada de ternuras.
 
Conquistador sin armas ni legiones, sometía el panorama de la comarca, que le cabía en la miniatura de su verso, tembloroso de angustia, saudoso de elegías, pleno de admoniciones e iluminado de plegarias. Él iba sembrando sus canciones sencillas, sus fáciles tonadas, sus trenos escondidos sobre la gleba nutricia, porque sabía que la tierra es mujer que nos devuelve en frutos una sonrisa o una lágrima.
 
El cantar se rendía a su empeño, como las hembras de su raza nostálgica, porque su copla tenía corazón de maraca africana, senos incipientes de chontaduro o de caimito, ladina lengua de Castilla, cuerpo de moza esbelta y manos de laúd.
 
Llevaba, Santos Garcés, el almanaque de sus cántigas a las veladas navideñas, donde el bullicio de la juga y del bunde se detenía a escuchar, porque él decía un evangelio folclórico que hacía cosquillas en los labios y embriagaba como un vino de procedencias raras y de dulce gustar.
 
Y un día de la semana del mes de un año, Santos Garcés, alma de copla, antena de la juglaría, enmudeció por siempre. Se le volvieron dos témpanos de hielo las manos. Se le apagó el paisaje en las retinas ávidas de luz. Cedieron sus plantas al fatigoso andar de los esteros. Cansose su diestra de la faena de los dones. Y vestido de negro, con su levita antigua y sus botas fiesteras, con su camisa blanca de percal almidonado, extinguida la melodía de sus arterias, pacificado el corazón, entregáronlo a la muerte sus amigos, sin una cruz, sin un responso.
 
Santos Garcés duerme un sueño ancho, poblado de silencios en el regazo inmenso de la soledad. Y es menester que retorne la Navidad al calendario, para que entre las gentes que tan presto olvidáronlo, alguno diga con dolorida remembranza: «Está vacío el puesto del viejo Santos».
 
Diciembre
Helcías Martán Góngora
 
Diciembre: contraportada del año, ilustrada con barcos y gaviotas, paisajes claros y noches subterráneas. Amplios pórticos al ensueño y cauces profundos al ritmo.
 
Cae la última hoja del árbol del calendario, mientras en lejanía fulge la madrugada rubia de enero. Pero antes, las postales de Belén izaron el gallardete afrocosteño de un villancico armonioso:
 
A la madrina del niño
díganle que digo yo,
que si no tiene bebida
para qué me convidó.
 
Estampa móvil de la danza, cuando la juga paganiza los cuerpos de las danzarinas esbeltas o el bunde levanta su marea humana. Y el sexo, entonces, prende su llamita azul de lujuria. Parece que el trópico pusiera en los ojos de las danzantes todo el fuego de su sol voluptuoso.
 
Blancas sonrisas en zigzag caprichoso forman un haz de azahares impolutos para la cuna del Dios-Niño. Y el cantar sigue en confidencias íntimas con el tambor hermano:
 
Se quema Belén.
déjalo quemá.
cucharitas de agua
ya lo apagarán….
 
Revolución de caderas, en tanto que los senos erectos como taladros perforan el túnel de la noche. Y como llevamos estas cosas en la sangre, nos perdemos irremisiblemente en la vorágine de la dicha popular.
 
Balsadas de Navidad, enjambre acuático de luces, bajel de melodías distantes. Voces lejanas de Natividad Lobatón, Agustina Segura, Rita Tulia Perlaza:
 
Velo que bonito
lo vienen bajando.
Con ramos de flores
lo van coronando.
 
Cae la última hoja del calendario, mientras en lejanía fulge la madrugada rubia de enero.
 


[1] En versión de Canalón de Timbiquí: https://www.youtube.com/watch?v=xanZSr-8Slk

[2] Los tres textos de Helcías Martán Góngora fueron tomados del volumen publicado por el Ministerio de Cultura como parte de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, en el que se juntaron dos poemarios del autor: Evangelios del hombre y del paisaje y Humano litoral. Este volumen puede obtenerse en:

https://babel.banrepcultural.org/digital/collection/p17054coll7/id/10/rec/9

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