lunes, 19 de abril de 2021

Consejo de seguridad

 Consejo de seguridad

Escudos oficiales de Quibdó y del Chocó. Tomados de: 
http://www.choco.gov.co/departamento/nuestro-departamento 
 http://www.quibdo-choco.gov.co/MiMunicipio/Paginas/Nuestros-Simbolos.aspx

No sabemos si cuando este Guarengue semanal sea publicado, al mediodía del lunes 19 de abril de 2021, ya en Quibdó se habrá llevado a cabo la rueda de prensa con la que suelen culminar los mandos militares y de policía sus repetitivas e inanes reuniones sobre hechos de suma e inocultable gravedad en materia de orden público. En dichas reuniones, autodenominadas consejos de seguridad, es frecuente la presencia del jefe nominal de todos ellos –el Ministro de Defensa Nacional– quien siempre que aparece trae consigo la teatralidad de su mirada desafiante y su cabello medio engominado, su pose de bravura y su tono de presunta autoridad, sus ínfulas de soldado y policía; con todo lo cual más parece un cadete alebrestado por su reciente promoción que un funcionario imbuido de la majestad del Estado y al servicio del bien común de la nación.

Lo que sí sabemos es que, como siempre lo hacen –exhibiendo una compunción que en la realidad están lejos de sentir– policías, militares, ministro, gobernador y alcalde, y otros más, tan convidados de piedra como estos dos últimos, sentados o parados en fila horizontal o en semicírculo –según convenga por aquello del distanciamiento por salubridad– se pronunciarán estentóreamente ante los micrófonos revestidos de transparente vinipel, con palabras y frases vacuas y repetidas que, como hasta ellos mismos lo saben, no se traducirán en acciones reales que pongan fin a esta horrenda y cruenta situación que niega la vida del pueblo quibdoseño, quitándole su honra y despojándolo de sus bienes, incluida la dignidad que es el único bien que la mayor parte de la gente poseía antes de que estos sistemáticos aparatos criminales decidieran convertir a la capital de un departamento de Colombia en la versión más vulgar y atroz de un barrio desolado de una comuna medellinense de los tiempos de aquel régimen del terror de funesta y deshonrosa fama universal.

Unos cuantos galones más de gasolina para unas cuantas motocicletas más en las que parejas de policías puedan recorrer las calles del pueblo que el crimen les permita recorrer: raudos y asustados ante las esquinas peligrosas, lentos, taimados e intimidantes ante los andenes de los vecinos inermes y de los muchachos inocentes… Un centenar o más de lo que en su jerga llaman efectivos regulares, para incrementar la soldadesca que durante un mes a lo sumo caminará sin rumbo por ahí, saludando para congraciarse y pidiéndole papeles a todo aquel que sospechen que en ese momento no los lleva consigo… Unas horas más de toque de queda con una revoltura de excepciones en su cumplimiento, por pandemia o inseguridad...  Unas horas más de ley seca y de restricción de ingreso al comercio básico según números de cédula… Unos cuantos acompañantes o parrilleros menos en las motos de algunas zonas o en toda la ciudad… Unas cuantas promesas más de prontos resultados, algunas de ellas nuevas, en cuanto a judicializaciones y capturas de uno que otro cabecilla de mediana importancia o de uno que otro muchacho en funciones de sicario con salario mensual, unos y otros con alias estrambóticos que parecieran ideados para solaz de las autoridades, a las que tanto les gusta pronunciarlos… Unas cuantas cámaras más, frente a cuyas imágenes unos policías dormitarán por el tedio y otros reirán por el humor gratis de las escenas cotidianas de la gente común cuya vida privada podrán ver en diversos ángulos y varias pantallas… Y, cómo no, los ampulosos y grandilocuentes anuncios de la destinación de puñados adicionales de millones de pesos para continuar alimentando quimeras que solamente son posibles en mentes irresponsables como las de quienes permiten esta debacle, quimeras y falacias como aquella de que si los jóvenes bailan y cantan y practican deportes con apoyo estatal automáticamente quedarán dotados del poder de negarse a ser reclutados por esbirros amenazantes cuando estos los requieran arma en mano…

Así, una más o una menos, son las conclusiones que al público se informan cada vez que se termina un consejo de seguridad, como quien pronuncia un bando o fija un edicto, pues –aunque no hagan ni digan nada que sirva de verdad y se repitan hasta la saciedad– ellos siempre se reservan la última palabra y deciden cuándo se pone el punto final, hasta que un nuevo y más grave hecho los obligue a reunirse nuevamente para volver a concelebrar este ritual insulso e infructuoso, irrelevante e insustancial.

Foto: JCUH




No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Sus comentarios son siempre bienvenidos. Gracias.