Sssssshhhhh…
Cantar desde los
balcones en las noches… Aplaudir todos los días a determinada hora para
felicitar y agradecer a quienes ahora hay que llamar héroes o asistenciales o
sanitarios, en lugar de médicos/as o enfermeras/os… Tocar una canción entre
varios músicos, cada uno desde su casa, al frente de la cámara de su computador
y bajo la coordinación y organización de alguno de ellos o del director cuando
se trata de una sinfónica, filarmónica o similar... Sentarse frente al televisor
a ver y oír a los gobernantes hablando durante horas, diciendo lo mismo cuatro
decenas de veces, de distintas maneras, todos los días, en el mismo sentido,
del mismo modo y en sentido contrario... Cumplir citas virtuales para celebrar
cumpleaños o para charlar un rato, mostrarse los cuartos, los escritorios, las
comidas, los animales, las caras y los cuerpos, la vestimenta, mientras cada
uno se toma una copa de vino cuyo sitio de compra se cuentan y cuyo precio se
presumen, pero, no por caro y bueno, sino por barato y pasable o aceptable, como
se estila ahora… Especular, casi hasta la apuesta, si la cuarentena será o no
extendida cuando finalice su término actual; si los muertos de la región serán
tantos o cuantos en el boletín de esta tarde… Defender los unos, los otros reprochar,
condescendiendo los unos y sin miramientos los otros, a la esposa del alcalde o
del gobernador, que, prevalida de un autotítulo de gestora, con ínfulas de
gobernante, con poses de funcionaria y actitud de benefactora, sigue
repartiendo mercados, tomándose fotos mientras lo hace y poniendo su imagen
como fondo en las tarjetas digitales mediante las cuales la entidad llama a la
solidaridad, como si uno no supiera que no es una foto de catálogo, sino una
cónyuge propasándose por vanidad…
…Y así,
sucesivamente, de día y de noche, a toda hora.
Leer y releer las,
mínimo, 5 o 6 páginas de cada decreto de emergencia, haciendo y volviendo a
hacer exégesis jurídicas, comprensiones lectoras, rondas de opinión y
consideraciones varias… Mirar y mirar, comentar y comentar cifras, mapas,
infografías, gráficos, explicaciones, aplicaciones, preocupaciones, opiniones… Oír,
desde que amanece y a todo taco, emisoras de radio que hablan de cifras, de
gráficos, de explicaciones, de aplicaciones, de preocupaciones, de opiniones,
de interpretaciones… Ver telenoticieros porque sí y porque no, aún a sabiendas
de lo que van a decir, de lo que van a mostrar, de lo que van a especular… Buscar
en las autodenominadas redes sociales qué es lo último, hasta dar con el médico chino o indonesio que vive hace
40 años en una aldea de Pernambuco, en un caserío de Usulatán, en un villorrio
de Chiriquí o en un poblado africano de un país siempre indeterminado, y que ha
probado, en el laboratorio de biología molecular del mesón de la cocina de su
casa, que basta una toma de bicarbonato de sodio diluido en agua caliente con
unas gotas de limón de patio ajeno y vinagre de frutas de supermercado barato,
para contener la pandemia; mientras en todo el mundo decenas de universidades y
grupos privados de investigación buscan afanosamente, con miles de millones de
dólares puestos por media docena de laboratorios farmacéuticos, que se babean
por ser los primeros en conseguirlo, sintetizar vacunas o tratamientos
efectivos contra el malhadado virus que tiene doblegado el mundo y a su merced
hasta los más soberbios tiranos, escríbase su nombre en inglés, en mejicano o
en portugués, incluso en alguna lengua de caracteres cirílicos o ideográficos.
…Y así,
sucesivamente, de día y de noche, a toda hora.
Conectarse desde
temprano a los medios virtuales institucionales o empresariales, para cumplir
con el teletrabajo o el trabajo en casa, que en muchos casos incluye dar
señales permanentes de actividad laboral o dejar constancias de que se está
trabajando durante el tiempo de trabajo; así como tolerar los estrambóticos
horarios de quienes no encuentran nada mejor que hacer en su propia casa que
trabajar… Asistir a clases magistrales virtuales con duración de una hora o
más, evitando distraerse por la parsimonia docente o por la dispersión
discente, por los ruidos de la calle y de la casa o por los propios ruidos de
la conciencia soñolienta o perezosa, que no termina de adaptarse a un esquema
académico inusual… Quejarse de viva voz por el inusitado incremento del costo
de las facturas de los servicios públicos y lamentar sin ambages la certeza
inmodificable de que ni los patronos ni las universidades ni los colegios van a
contribuir a su pago…
…Y así,
sucesivamente, de día y de noche, a toda hora, sin un minuto de silencio.
¿Podríamos
quedarnos callados y dejar de hacer ruido tan siquiera durante un minuto, una
noche de estas?
Arco del Triunfo, París, abril 2020. Foto: CordonPress. Tomada de National Geographic España. https://www.nationalgeographic.com.es/fotografia/ciudades- fantasma-calles-vacias-por-coronavirus_15336/11 |
Excelente condiscipulo..ni mas ni menos abrazo fraterno
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