La
alegría de leer
82 años de
existencia cumple este jueves 6 de septiembre de 2018 la Escuela Normal Superior de
Quibdó, en cuya Escuela Anexa viví el milagro maravilloso e inolvidable de aprender a leer; luego de que la Maestra Olaya
culminara –con la cartilla Coquito- la tarea que había empezado mi mamá con
periódicos, revistas y figurines de los que usaba para guiar la elección de los
modelos de vestidos de sus clientas, que posteriormente cosería en su vieja
máquina Singer.
Sin duda, aprender
a leer es una de las cosas más significativas que a uno le pueden pasar en la vida;
como significativo y emocionante es contemplar la primera lectura cancaneada de
una hija o de un hijo, previa pregunta de si uno quiere que le digan qué dice
ahí o previa triunfal confesión de que Yo
ya sé leer, ¿quiere que le muestre? En ambos casos, el de uno y el de la
prole, lo que sigue de ahí en adelante, durante meses y a veces años, es la lectura
voraz, permanente y en voz alta de todo lo legible que a uno se le atraviese.
En mi caso,
saber leer (y escribir, claro) se convirtió en una herramienta fundamental para
incrementar mis niveles de eficiencia como mandadero oficial de la casa, que ya
ejercía desde que estaba terminando de aprender a hablar. Leer también me
sirvió para ejercer con plena potestad el puesto de ayudante de costura de mi
mamá, quien, a medida que iba tomando las medidas de talle, busto, cintura, largo,
hombros, sisa, cuello y demás para los futuros vestidos de sus clientas, me las
iba dictando; y yo las iba apuntando en la libreta dispuesta para estos
menesteres, que era la misma en donde mi mamá llevaba registros de pagos,
abonos y deudas, tanto de su oficio de modista, como de los fiados de las
diversas tiendas.
De ese
modo, viví no solamente la milagrosa emoción de saber que sabía leer; sino que,
además, fui encontrándole a la lectura utilidades prácticas como las antedichas
y aquella otra, sensacional, que nadie me había contado que existía y que
descubrí cuando –en la clausura de ese primer año escolar- me dieron como
premio de Aprovechamiento un hermoso,
inolvidable y literalmente fabuloso libro de Fábulas para niños. A través de las páginas de ese amado libro, que
leí tantas veces hasta aprenderme todas las moralejas, Iriarte, Esopo y
Samaniego me iniciaron en la ruta del inconmensurable placer de leer por leer,
leer por el puro de gusto de disfrutar la lectura, leer por soñar…, gracias a
aquel libro grande y colorido, de manufactura perfecta y olor a nuevo, que
terminó tristemente ahogado en una creciente de la quebrada La Yesca.
Gao-Malí-Foto ONU por Harandane Dicko. Tomada de: http://www.undp.org/content/undp/es/home/sustainable-development-goals/goal-4-quality-education.html |
Pero,
quizás hay algo todavía más impactante que aprender a leer o ver leer por
primera vez a una hija o un hijo: es ver leer por vez primera a un adulto,
cuando, en un proceso de alfabetización, vencido el pudor y ganada la certidumbre,
cancanea sus primeras palabras y frases, y escribe por primera vez su nombre sin
vacilaciones ni automatismo, a sabiendas de que ahí dice lo dice y no lo que le
dicen que dice.
Por lo
dicho, lastima la conciencia y hiere la dignidad humana que en el mundo haya
todavía por lo menos 750 millones de adultos[1]
que carecen de competencias básicas de alfabetización, entre ellos 102 millones
de jóvenes (15-24 años); según lo expone la Nota conceptual de la UNESCO[2]
para el Día Internacional de la
Alfabetización de 2018[3].
Aunque,
como también lo anota la UNESCO, se ha conseguido a escala mundial un aumento
de la tasa de alfabetización de adultos (más de 15 años) desde el 81% en el año
2000 hasta el 86% en 2016. En Colombia, esta tasa es de 94.2%, o sea que en el
país hay 2.7 millones de personas analfabetas, las cuales viven principalmente
en zonas secularmente abandonadas por el estado y profundamente agobiadas por
la violencia y el conflicto armado, ubicadas en los departamentos de Guainía,
Vaupés, Vichada, Bolívar, Magdalena, Cauca y Chocó.
Además de
lo anterior, seis de cada diez niños y adolescentes (617 millones) no alcanzan
el nivel mínimo de competencia en lectura (no pueden leer ni escribir una
oración simple) y matemáticas. Y, remata la UNESCO, “si no se toman medidas, muchos de los aproximadamente 267 millones de
niños y jóvenes sin escolarizar formarán parte de la futura población de
adultos analfabetas”. Es decir, llegarían a los 15 años sin haber aprendido a
leer y escribir, con lo cual pasarán a engrosar la cifra del analfabetismo
mundial. Que es lo que cotidianamente sucede, por ejemplo, en la Región
Pacífica Colombiana, “donde
aproximadamente sólo uno de cada diez niños logra terminar sus estudios de
primaria y bachillerato, muchos no tienen acceso a una escuela y más del 5% de
quienes ingresan se deben retirar antes de terminar el año escolar”.[4]
Por todo
ello, nada tan pertinente como la idea de celebrar un día internacional
dedicado a la alfabetización, la cual se gestó en la Conferencia Mundial de
Ministros de Educación sobre la Erradicación del Analfabetismo, realizada en
Teherán (Irán) del 8 al 19 de septiembre de 1965. La Conferencia General de la UNESCO
declaró el 8 de septiembre Día Internacional de la Alfabetización, durante su
14ª sesión celebrada el 26 de octubre de 1966, con el fin de recordar a la
comunidad internacional la importancia de la alfabetización como una cuestión
de dignidad y derechos humanos.[5]
Y por todo
ello, sobre todo porque es un asunto de dignidad y derechos humanos, es también
pertinente que este año el tema elegido por la UNESCO sea La alfabetización y el desarrollo
de competencias; como una manera
de enfatizar en el estrecho vínculo que debe existir entre el acto mismo de
leer y las utilidades prácticas del mismo, es decir, aquellas competencias que
leer debe aportarle a todo nuevo lector joven o adulto para el trayecto completo
de su vida. Lo cual, como tantas cosas, fue perfectamente sintetizado por Gabo
hace ya casi 25 años en su famosa proclama Por
un país al alcance de los niños:
“Una educación desde la cuna
hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar
y nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí
misma. Que aproveche al máximo nuestra creatividad inagotable y conciba una
ética -y tal vez una estética- para nuestro afán desaforado y legítimo de
superación personal. Que integre las ciencias y las artes a la canasta
familiar, de acuerdo con los designios de un gran poeta de nuestro tiempo que
pidió no seguir amándolas por separado como a dos hermanas enemigas. Que
canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante siglos hemos
despilfarrado en la depredación y la violencia, y nos abra al fin la segunda
oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel
Aureliano Buendía”.[6]
[1] Más o menos 1% de la población mundial.
[2] Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura. https://es.unesco.org/
[4] Defensoría del Pueblo. Colombia. Problemática humanitaria en la región
pacífica colombiana. Agosto de 2016 Bogotá D.C., Colombia. 212 pp. Pág. 92. http://defensoria.gov.co/public/pdf/Informepacificoweb.pdf
Consulta: 03.09.208.
[6] En: http://www.plandecenal.edu.co/cms/media/herramientas/colombia_al_filo_de_la_oportunidad.pdf
Proclama leída por Gabriel García Márquez, en el acto oficial de entrega al
Gobierno Nacional de los resultados de la Misión de sabios o Misión de Ciencia,
Educación y Desarrollo, julio de 1994.
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