lunes, 3 de septiembre de 2018


La alegría de leer

82 años de existencia cumple este jueves 6 de septiembre de 2018 la Escuela Normal Superior de Quibdó, en cuya Escuela Anexa viví el milagro maravilloso e inolvidable de aprender a leer; luego de que la Maestra Olaya culminara –con la cartilla Coquito- la tarea que había empezado mi mamá con periódicos, revistas y figurines de los que usaba para guiar la elección de los modelos de vestidos de sus clientas, que posteriormente cosería en su vieja máquina Singer.

Sin duda, aprender a leer es una de las cosas más significativas que a uno le pueden pasar en la vida; como significativo y emocionante es contemplar la primera lectura cancaneada de una hija o de un hijo, previa pregunta de si uno quiere que le digan qué dice ahí o previa triunfal confesión de que Yo ya sé leer, ¿quiere que le muestre? En ambos casos, el de uno y el de la prole, lo que sigue de ahí en adelante, durante meses y a veces años, es la lectura voraz, permanente y en voz alta de todo lo legible que a uno se le atraviese.

En mi caso, saber leer (y escribir, claro) se convirtió en una herramienta fundamental para incrementar mis niveles de eficiencia como mandadero oficial de la casa, que ya ejercía desde que estaba terminando de aprender a hablar. Leer también me sirvió para ejercer con plena potestad el puesto de ayudante de costura de mi mamá, quien, a medida que iba tomando las medidas de talle, busto, cintura, largo, hombros, sisa, cuello y demás para los futuros vestidos de sus clientas, me las iba dictando; y yo las iba apuntando en la libreta dispuesta para estos menesteres, que era la misma en donde mi mamá llevaba registros de pagos, abonos y deudas, tanto de su oficio de modista, como de los fiados de las diversas tiendas.

De ese modo, viví no solamente la milagrosa emoción de saber que sabía leer; sino que, además, fui encontrándole a la lectura utilidades prácticas como las antedichas y aquella otra, sensacional, que nadie me había contado que existía y que descubrí cuando –en la clausura de ese primer año escolar- me dieron como premio de Aprovechamiento un hermoso, inolvidable y literalmente fabuloso libro de Fábulas para niños. A través de las páginas de ese amado libro, que leí tantas veces hasta aprenderme todas las moralejas, Iriarte, Esopo y Samaniego me iniciaron en la ruta del inconmensurable placer de leer por leer, leer por el puro de gusto de disfrutar la lectura, leer por soñar…, gracias a aquel libro grande y colorido, de manufactura perfecta y olor a nuevo, que terminó tristemente ahogado en una creciente de la quebrada La Yesca.

Gao-Malí-Foto ONU por Harandane Dicko.
Tomada de: 
http://www.undp.org/content/undp/es/home/sustainable-development-goals/goal-4-quality-education.html
Pero, quizás hay algo todavía más impactante que aprender a leer o ver leer por primera vez a una hija o un hijo: es ver leer por vez primera a un adulto, cuando, en un proceso de alfabetización, vencido el pudor y ganada la certidumbre, cancanea sus primeras palabras y frases, y escribe por primera vez su nombre sin vacilaciones ni automatismo, a sabiendas de que ahí dice lo dice y no lo que le dicen que dice.

Por lo dicho, lastima la conciencia y hiere la dignidad humana que en el mundo haya todavía por lo menos 750 millones de adultos[1] que carecen de competencias básicas de alfabetización, entre ellos 102 millones de jóvenes (15-24 años); según lo expone la Nota conceptual de la UNESCO[2] para el Día Internacional de la Alfabetización de 2018[3].

Aunque, como también lo anota la UNESCO, se ha conseguido a escala mundial un aumento de la tasa de alfabetización de adultos (más de 15 años) desde el 81% en el año 2000 hasta el 86% en 2016. En Colombia, esta tasa es de 94.2%, o sea que en el país hay 2.7 millones de personas analfabetas, las cuales viven principalmente en zonas secularmente abandonadas por el estado y profundamente agobiadas por la violencia y el conflicto armado, ubicadas en los departamentos de Guainía, Vaupés, Vichada, Bolívar, Magdalena, Cauca y Chocó.


Además de lo anterior, seis de cada diez niños y adolescentes (617 millones) no alcanzan el nivel mínimo de competencia en lectura (no pueden leer ni escribir una oración simple) y matemáticas. Y, remata la UNESCO, “si no se toman medidas, muchos de los aproximadamente 267 millones de niños y jóvenes sin escolarizar formarán parte de la futura población de adultos analfabetas”. Es decir, llegarían a los 15 años sin haber aprendido a leer y escribir, con lo cual pasarán a engrosar la cifra del analfabetismo mundial. Que es lo que cotidianamente sucede, por ejemplo, en la Región Pacífica Colombiana, “donde aproximadamente sólo uno de cada diez niños logra terminar sus estudios de primaria y bachillerato, muchos no tienen acceso a una escuela y más del 5% de quienes ingresan se deben retirar antes de terminar el año escolar”.[4]

Por todo ello, nada tan pertinente como la idea de celebrar un día internacional dedicado a la alfabetización, la cual se gestó en la Conferencia Mundial de Ministros de Educación sobre la Erradicación del Analfabetismo, realizada en Teherán (Irán) del 8 al 19 de septiembre de 1965. La Conferencia General de la UNESCO declaró el 8 de septiembre Día Internacional de la Alfabetización, durante su 14ª sesión celebrada el 26 de octubre de 1966, con el fin de recordar a la comunidad internacional la importancia de la alfabetización como una cuestión de dignidad y derechos humanos.[5]

Y por todo ello, sobre todo porque es un asunto de dignidad y derechos humanos, es también pertinente que este año el tema elegido por la UNESCO sea La alfabetización y el desarrollo de competencias; como una manera de enfatizar en el estrecho vínculo que debe existir entre el acto mismo de leer y las utilidades prácticas del mismo, es decir, aquellas competencias que leer debe aportarle a todo nuevo lector joven o adulto para el trayecto completo de su vida. Lo cual, como tantas cosas, fue perfectamente sintetizado por Gabo hace ya casi 25 años en su famosa proclama Por un país al alcance de los niños:

Una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma. Que aproveche al máximo nuestra creatividad inagotable y conciba una ética -y tal vez una estética- para nuestro afán desaforado y legítimo de superación personal. Que integre las ciencias y las artes a la canasta familiar, de acuerdo con los designios de un gran poeta de nuestro tiempo que pidió no seguir amándolas por separado como a dos hermanas enemigas. Que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y la violencia, y nos abra al fin la segunda oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aureliano Buendía”.[6]




[1] Más o menos 1% de la población mundial.
[2] Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. https://es.unesco.org/
[4] Defensoría del Pueblo. Colombia. Problemática humanitaria en la región pacífica colombiana. Agosto de 2016 Bogotá D.C., Colombia. 212 pp. Pág. 92. http://defensoria.gov.co/public/pdf/Informepacificoweb.pdf Consulta: 03.09.208.
[6] En: http://www.plandecenal.edu.co/cms/media/herramientas/colombia_al_filo_de_la_oportunidad.pdf Proclama leída por Gabriel García Márquez, en el acto oficial de entrega al Gobierno Nacional de los resultados de la Misión de sabios o Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, julio de 1994.

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