Posesionados,
posesos y poseídos
"Oscuros
y difíciles tiempos se acercan, Harry.
Muy
pronto todos tendremos que decidir
entre
lo que es correcto y lo que es fácil".
Harry
Potter y el cáliz de fuego.
A Doña Lina
no le cabía el alma en el cuerpo. Al ungido, que a veces se asemejaba al niño
pulcramente disfrazado que protagoniza la obra escolar ante la mirada radiante
de orgullo de sus padres, no le cabía el cuerpo entre la banda presidencial. A
los jueces de las altas cortes no les cabían en la cabeza el estupor y el
desconcierto porque los habían ubicado en el gallinero y no en el palco. A los
vecinos de asiento del sátrapa no les cabía la lambonería en sus aplausos frenéticos
y sus vulgares vivas. Al presidente del senado no le cabían la rabia en las
palabras ni la satisfacción en la cara mientras leía su proclama de guerra,
plagada de agravios e injurias, denuestos y ultrajes, improperios e invectivas, vituperios
y oprobios, embustes, ficciones y patrañas.
Julián Gallo
Cubillos no lo podía creer cuando no lo dejaron entrar porque no traía la
invitación, aunque presentó su credencial de senador. Los militares que sostenían
los paraguas para que los oradores y la esposa del ungido no se mojaran sostenían
su propia batalla contra el viento feroz y contra el pudor de verse reducidos a
tan prosaica misión. El sátrapa asistía extasiado y exultante -con la socarronería
plantada en su cara- al espectáculo de su propia unción por interpuesta persona,
a la exitosa conclusión de la primera parte de su nefando dispositivo de retorno
a la autocracia, al totalitarismo, al despotismo, a la omnipotencia, al cesarismo
de su poder, ese poder que es su chifladura fundamental, la más cultivada
obsesión de su mente tan trastornada como fiera, espantosa, airada, torva, terrible
y pavorosa es su mirada.
Y fue así
como empezaron los cuatro primeros años -de veinte o más que pueden llegar a
ser, si la decencia y el buen juicio no regresan a Colombia- del regreso al
poder del sátrapa delirante y su corte sumisa, servil, mansa y obediente; 674
días después de haber ordenado a sus súbditos que le dijeran no a un país en
paz y 51 días después de haberse consumado su disposición de que eligieran como
títere principal de este teatro de guiñol a ese bisoño y maleable ungido que, a
ratos, no entendía qué era lo que hacía ahí sentado, pensando quién sabe qué,
mientras su correligionario, el bachiller, fusilaba al viento y a la plaza y al
propio Bolívar, con sus pregones o perdigones de ruindad, vileza, infamia,
bajeza, ignominia, abyección, canallada, mezquindad; en nombre de la misma
pandilla, caterva, cuadrilla, banda, chusma, camarilla o gavilla grosera,
obscena, ordinaria, zafia, cochina, chabacana y ramplona que ha actuado desde
el congreso nacional -durante los últimos ocho años- de manera instintiva y
primaria, siempre en busca de revanchas, venganzas, desquites, represalias; de modo
siempre agresivo, belicoso, provocador, ácido, acre, agrio, mordaz, áspero,
brusco, descortés, rudo, violento, grosero, antipático y beligerante.
A raudales bajaban los
vientos desde los cerros orientales hasta esta plaza tutelada por Simón Bolívar
desde la estatua que fue ejecutada por Pietro Tenerani a mediados del siglo
XIX. Las gotas gruesas y repentinas de una lluvia que nunca fue tormenta, a
pesar del vendaval de palabras del bachiller ante quien juró el ungido cumplir
las obligaciones de su nuevo y sorpresivo empleo, caían como piedras sobre la
gente, sobre las sillas, sobre los paraguas y también sobre las banderas; una
de las cuales, de Colombia, se descolocó hasta quedar a media asta, posiblemente
por los mismos motivos por los que a Doña Lina no le cabía el alma en el cuerpo.
No sobrò ninguno de los epitetos,y calificativoscon los que describes a los "protagonistas de tu escrito.
ResponderBorrarDios quiera te equivoques y no sea tanto el tiempo que predices pasaremos bajo la férula.
Descarnada radiografía de un instante fatal de nuestro presente... Ojalá y el Tiempo nos alcance para ver Florecer la primavera de un nuevo país ... Un abrazo Colombiano ..!
ResponderBorrarAl menos al fin Robledo entiende, un poco tarde se me hace a mí, que se puede ceder un poco a cambio de mucho. Petro y él son esperanza.
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