¡Agua y luz o piedra y
palo!
La Huelga del 22 de
agosto de 1967 en Quibdó
En aquel tiempo, yo aún podía cerrar los ojos y recordar con total e inobjetable precisión la
imagen del montón infinito de nubes quemándose en el inmenso y despejado
cielo quibdoseño a la medianoche del 26 de octubre de 1966.
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Quibdó. Foto Nereo López. Tomada del Fondo Nereo López, de la Biblioteca Nacional de Colombia. |
Habían
transcurrido trescientos días desde ese miércoles de octubre en el que un incendio devastó a Quibdó, llevándose consigo principalmente la esperanza de la
gente; cuando me asomé por las rendijas de la casa de la señora Chiá y vi por
primera vez en mi vida un soldado, el cual formaba parte de un montón de
soldados que hacían estrépito con los mecanismos de seguro de sus armas, zapateaban
con sus enormes botas y fumaban como a destajo, mientras iban y venían a lo
largo y ancho de la calle de El Polvorín, por allá donde la Alameda Reyes iba
terminando su recorrido desde la Catedral.
Esa noche
aprendí, de boca de los mayores, qué era un toque de queda, cómo se podía mojar
una ley seca y qué era el orden público. Quibdó había sido militarizada. Los
soldados que yo vigiaba, desde mi escondite
en la sala de la casa, habían llegado en unos aviones que se llamaban de
propulsión a chorro, según me habían dicho cuando su ruido inusitado y su
larguísima estela en el cielo del mediodía asombraron a todo el mundo, no
solamente a los niños que sesenta días atrás habíamos cumplido siete años. Por
decisión de las autoridades civiles, eclesiásticas y militares, esos soldados
tenían que controlar lo que todo el mundo en el pueblo llamaba La huelga de agua y luz, La huelga (a secas) o La huelga de agua y luz o piedra y palo,
que actualmente se considera precursora de la protesta ciudadana organizada del
Chocó -en la modalidad de paros cívicos- a fines del siglo XX y principios del
XXI.
Según lo contó
Armando Mosquera Aguilar, en una de sus siempre sabrosas crónicas de la vieja
guardia quibdoseña, “en varios lugares de
Quibdó, liderados por Eliécer Ríos
(coordinador), Efigenia Perea
Chalá, Eduardo Henry
Salas (Negro Henry),
Miguel Demetrio Moya, se hacían reuniones de estudiantes” (SIC)[1]
para organizar la huelga, cuya primera marcha ocurrió el 22 de agosto de 1967,
poco tiempo después de un amanecer deslumbrante que venía de los lados del
nacimiento de la quebrada La Yesca, en cuya orilla quedaba la casa desde donde
yo memoricé aquel histórico momento.
No recuerdo
ahora por cuánto tiempo tuvimos que permanecer en sus casas los niños de
entonces, sin poder salir ni siquiera a hacer un mandado a la calle del
comercio o Alameda y sin poder jugar futbolito usando las columnas de la
Escuela Piloto como porterías, para pequeños campeonatos de goles de cabecita.
Recuerdo
sí que, aunque yo no los vi, me contaron entonces que a algunos heridos los
transportaban al hospital en las mismas carretas de madera, de cuatro ruedas de
tracción y una de dirección, en las que normalmente se transportaba la carne desde
el matadero de Huapango hasta las carnicerías del centro. Porque, según decían quienes
iban y venían, cuando regresaban al barrio al mediodía, o por las tardes y por
las noches, la policía repartía garrote a
lo que se moviera, mientras los soldados aseguraban las salidas de aquel
Quibdó que, aún con su condición de capital de departamento, carecía de los más
elementales servicios para su población, como le pasaba a cualquier pueblo
orillero del Atrato de entonces y de ahora.
A quienes
vivimos La huelga a tan corta edad nos sigue abismando, con la misma intensidad
con la que a Colombia no le importa, que después de aquellos 3 muertos, esos 7
heridos (entre ellos mi futuro profesor de Física, Cálculo y Análisis
matemático) y los 33 detenidos (13 de ellos menores de edad, es decir, menores
de 21 años)[2],
oficialmente registrados como efecto de la protesta abanderada por estudiantes
y apoyada por algunos comerciantes; se hayan necesitado por lo menos cinco
paros cívicos adicionales para que en Quibdó los niños dejaran de estudiar y
leer con la luz de una vela; para que, en tiempos pre-celulares, no fuera un
lujo disponer de un teléfono en la casa o poder hacer una llamada de larga
distancia desde Telecom; para que los estudiantes no tuvieran que hacinarse o
amontonarse uno encima del otro en los salones del antiguo colegio de La Presentación, por falta de un campus universitario; para que no tuviéramos que
cruzar los dedos a ver si el vetusto ferry de Yuto no se varaba o no suspendían
su operación por miedo a que la creciente del Atrato lo arrastrara, con carros
y todo, con gente y todo, frustrando así decenas de devotas visitas al Santo
Eccehomo de Raspadura.
Pero, lo
que más nos abisma es que aún no haya agua corriente, potable y permanente, a
pesar de tantas inauguraciones y discursos; que tantos municipios sigan
alumbrándose por las noches con velas y lámparas de querosín; que teniendo el
mar a un golpe de vista desde el aire no exista una carretera que hasta allá
conduzca; entre tantas cosas elementales de las que todavía carecemos.
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Quibdó. Foto Nereo López. Tomada del Fondo Nereo López, de la Biblioteca Nacional de Colombia. |
Hoy,
La Yesca a cuya orilla quedaba la casa donde quedaba la sala donde quedaban las
rendijas a través de las cuales vi esto que rememoro ya no es La Yesca. No pasa
de ser la infecta regurgitación de un caos peligroso con ínfulas de ciudad.
Coronillas, árboles del pan, guamas, guayabas, marañones, caimitos, y tantas alegrías
más, han quedado para siempre atrás y ya nunca volverán, a pesar de las
retroexcavadoras con las que pretenden el ayer rescatar.
[1] Mosquera A.,
Armando. Quibdó hace 50 años: agosto 22 de 1967. Paro cívico por Agua y Luz.
Consulta web en: http://www.choco7dias.com/1130/paro.htm
Lo más cruel es que aún faltan incendios y huelgas para terminar de construir la verdadera historia del Chocó que con tan buen tino literario comentas
ResponderBorrarQue gratos recuerdos vienen a nuestra memoria,con tu excelente narrativa; al final de cuentas no mucho ha cambiado, o que dirán los condiscipulos que hacia más de 2 décadas no habían retornado
ResponderBorrarGracias, Julio por retratar ese pasado lleno de privaciones pero repleto de paz, honestidad, responsabilidad...y tantos valores mas.
ResponderBorrarLamentablemente las condiciones negativas siguen igual: sin vias, sin servicios públicos, sin...lista interminable agravada con la delicuencia generalizada, la corrupcion de los mandatarios y jóvenes profesionales que hicieron del dinero su proyecto de vida.
Si, qué pesar que aún con tanta protesta el terruño que nos vio crecer, siga peor que antes de tus 7 años.
ResponderBorrar¿Cuánto más deberemos marchar?
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