lunes, 20 de agosto de 2018

¡Agua y luz o piedra y palo!
La Huelga del 22 de agosto de 1967 en Quibdó

En aquel tiempo, yo aún podía cerrar los ojos y recordar con total e inobjetable precisión la imagen del montón infinito de nubes quemándose en el inmenso y despejado cielo quibdoseño a la medianoche del 26 de octubre de 1966.

Quibdó. Foto Nereo López.
Tomada del Fondo Nereo López, de la Biblioteca Nacional de Colombia.
Habían transcurrido trescientos días desde ese miércoles de octubre en el que un incendio devastó a Quibdó, llevándose consigo principalmente la esperanza de la gente; cuando me asomé por las rendijas de la casa de la señora Chiá y vi por primera vez en mi vida un soldado, el cual formaba parte de un montón de soldados que hacían estrépito con los mecanismos de seguro de sus armas, zapateaban con sus enormes botas y fumaban como a destajo, mientras iban y venían a lo largo y ancho de la calle de El Polvorín, por allá donde la Alameda Reyes iba terminando su recorrido desde la Catedral.

Esa noche aprendí, de boca de los mayores, qué era un toque de queda, cómo se podía mojar una ley seca y qué era el orden público. Quibdó había sido militarizada. Los soldados que yo vigiaba, desde mi escondite en la sala de la casa, habían llegado en unos aviones que se llamaban de propulsión a chorro, según me habían dicho cuando su ruido inusitado y su larguísima estela en el cielo del mediodía asombraron a todo el mundo, no solamente a los niños que sesenta días atrás habíamos cumplido siete años. Por decisión de las autoridades civiles, eclesiásticas y militares, esos soldados tenían que controlar lo que todo el mundo en el pueblo llamaba La huelga de agua y luz, La huelga (a secas) o La huelga de agua y luz o piedra y palo, que actualmente se considera precursora de la protesta ciudadana organizada del Chocó -en la modalidad de paros cívicos- a fines del siglo XX y principios del XXI.

Según lo contó Armando Mosquera Aguilar, en una de sus siempre sabrosas crónicas de la vieja guardia quibdoseña, “en varios lugares de Quibdó, liderados por Eliécer Ríos  (coordinador),  Efigenia  Perea  Chalá,  Eduardo  Henry  Salas  (Negro  Henry),  Miguel Demetrio Moya, se hacían reuniones de estudiantes” (SIC)[1] para organizar la huelga, cuya primera marcha ocurrió el 22 de agosto de 1967, poco tiempo después de un amanecer deslumbrante que venía de los lados del nacimiento de la quebrada La Yesca, en cuya orilla quedaba la casa desde donde yo memoricé aquel histórico momento.

No recuerdo ahora por cuánto tiempo tuvimos que permanecer en sus casas los niños de entonces, sin poder salir ni siquiera a hacer un mandado a la calle del comercio o Alameda y sin poder jugar futbolito usando las columnas de la Escuela Piloto como porterías, para pequeños campeonatos de goles de cabecita.

Quibdó. Foto Nereo López. Tomada del Fondo Nereo López, de la Biblioteca Nacional de Colombia.
Recuerdo sí que, aunque yo no los vi, me contaron entonces que a algunos heridos los transportaban al hospital en las mismas carretas de madera, de cuatro ruedas de tracción y una de dirección, en las que normalmente se transportaba la carne desde el matadero de Huapango hasta las carnicerías del centro. Porque, según decían quienes iban y venían, cuando regresaban al barrio al mediodía, o por las tardes y por las noches, la policía repartía garrote a lo que se moviera, mientras los soldados aseguraban las salidas de aquel Quibdó que, aún con su condición de capital de departamento, carecía de los más elementales servicios para su población, como le pasaba a cualquier pueblo orillero del Atrato de entonces y de ahora.


A quienes vivimos La huelga a tan corta edad nos sigue abismando, con la misma intensidad con la que a Colombia no le importa, que después de aquellos 3 muertos, esos 7 heridos (entre ellos mi futuro profesor de Física, Cálculo y Análisis matemático) y los 33 detenidos (13 de ellos menores de edad, es decir, menores de 21 años)[2], oficialmente registrados como efecto de la protesta abanderada por estudiantes y apoyada por algunos comerciantes; se hayan necesitado por lo menos cinco paros cívicos adicionales para que en Quibdó los niños dejaran de estudiar y leer con la luz de una vela; para que, en tiempos pre-celulares, no fuera un lujo disponer de un teléfono en la casa o poder hacer una llamada de larga distancia desde Telecom; para que los estudiantes no tuvieran que hacinarse o amontonarse uno encima del otro en los salones del antiguo colegio de La Presentación, por falta de un campus universitario; para que no tuviéramos que cruzar los dedos a ver si el vetusto ferry de Yuto no se varaba o no suspendían su operación por miedo a que la creciente del Atrato lo arrastrara, con carros y todo, con gente y todo, frustrando así decenas de devotas visitas al Santo Eccehomo de Raspadura.

Pero, lo que más nos abisma es que aún no haya agua corriente, potable y permanente, a pesar de tantas inauguraciones y discursos; que tantos municipios sigan alumbrándose por las noches con velas y lámparas de querosín; que teniendo el mar a un golpe de vista desde el aire no exista una carretera que hasta allá conduzca; entre tantas cosas elementales de las que todavía carecemos.

Quibdó. Foto Nereo López. Tomada del Fondo Nereo López, de la Biblioteca Nacional de Colombia.
Hoy, La Yesca a cuya orilla quedaba la casa donde quedaba la sala donde quedaban las rendijas a través de las cuales vi esto que rememoro ya no es La Yesca. No pasa de ser la infecta regurgitación de un caos peligroso con ínfulas de ciudad. Coronillas, árboles del pan, guamas, guayabas, marañones, caimitos, y tantas alegrías más, han quedado para siempre atrás y ya nunca volverán, a pesar de las retroexcavadoras con las que pretenden el ayer rescatar. 




[1] Mosquera A., Armando. Quibdó hace 50 años: agosto 22 de 1967. Paro cívico por Agua y Luz. Consulta web en: http://www.choco7dias.com/1130/paro.htm
[2] Datos tomados de: Mosquera Aguilar… Ibídem.

5 comentarios:

  1. Lo más cruel es que aún faltan incendios y huelgas para terminar de construir la verdadera historia del Chocó que con tan buen tino literario comentas

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  2. Que gratos recuerdos vienen a nuestra memoria,con tu excelente narrativa; al final de cuentas no mucho ha cambiado, o que dirán los condiscipulos que hacia más de 2 décadas no habían retornado

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  3. Gracias, Julio por retratar ese pasado lleno de privaciones pero repleto de paz, honestidad, responsabilidad...y tantos valores mas.
    Lamentablemente las condiciones negativas siguen igual: sin vias, sin servicios públicos, sin...lista interminable agravada con la delicuencia generalizada, la corrupcion de los mandatarios y jóvenes profesionales que hicieron del dinero su proyecto de vida.

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  4. Si, qué pesar que aún con tanta protesta el terruño que nos vio crecer, siga peor que antes de tus 7 años.

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