Carlos Rosero
De charlas y conversas
Amigos ambos de la buena charla, de la charla sustanciosa y sin prisa, de la charla jovial y amena, Carlos y yo compartimos innumerables conversas en los recesos de las reuniones o en medio de las mismas, cuando más de una vez hicimos nuestro propio receso para salirnos del salón a intercambiar puntos de vista que nos ayudaran a dilucidar algún tema que en ese momento fuera materia de la discusión. Cuando terminábamos el intercambio, regresábamos al salón para seguir participando; otras veces nos llamaban a todos los que nos habíamos salido para que retomáramos la reunión, pues la ausencia de cualquiera de los participantes impedía el avance… Esas charlas versaban sobre asuntos claves del momento: la etnicidad de las comunidades negras, el sentido de lo étnico y sus articulaciones con la territorialidad y la tradición cultural en general, y específicamente sus relaciones sustanciales con los sistemas productivos, cuya complejidad y sabiduría nos parecían parte del meollo argumental de la propiedad familiar y colectiva; y por ello -a estos sistemas- habíamos empezado a denominarlos sostenibles, aunque preferíamos la fuerza que les daba el nombrarlos como ancestrales, en tiempos en los que aún lo ancestral no se había convertido en simple adjetivo aplicable a cuanta cosa hubiera. Las redes de parentesco y los procesos de socialización del conocimiento y de la historia; las prácticas rituales y celebrativas, y las estructuras organizativas comunitarias que habían sostenido a lo largo del tiempo la religiosidad popular y las fiestas patronales, los rituales de nacimientos y velorios, los secretos de la medicina tradicional basada en los recursos del monte, en las oraciones, conjuros y secretos, en las prácticas clínicas y terapéuticas basadas en los recursos del medio…, etcétera, etcétera…, eran también temas que en nuestras charlas tratábamos de ubicar en los mejores lugares de definición del sentido de lo étnico negro.
De premisas y argumentos
Cada uno desde su propia experiencia y sus saberes, pero unidos -en aquellas conversaciones espontáneas- por el común interés en dichos temas y la común experiencia de vida y trabajo en las comunidades; intentábamos sobre todo consolidar argumentaciones acerca de las estructuras y funcionalidades similares en estas materias entre comunidades de las distintas subregiones del Pacífico. Se trataba de identificar y precisar rasgos significativos de universalidad en esas dinámicas, dentro del conjunto de comunidades negras que poblaban -desde hacía por lo menos siglo y medio- el inmenso sistema circulatorio de ríos y quebradas, de esteros y de montes, de manglares y de playas, de ciénagas y orillas, de los 1.300 kilómetros que se extienden desde los límites con Panamá, en el Darién chocoano, hasta la frontera tumaqueña con el Ecuador; límites ambos que -siempre lo teníamos presente- no pasaban de ser políticos y administrativos, pues la geografía humana y la historia de ambas fronteras estaban repletas de parientes extendidos por varias generaciones, como si se tratara de los troncos familiares del Yurumanguí o el Anchicayá, de Neguá o de Munguidó... Carlos Rosero no solamente era un gran conversador, era un teórico innato, que en pocos segundos dotaba de esencia conceptual cualquiera de las ideas centrales que sobre estos temas surgiera en las charlas y en las reuniones. En ello se notaba la solidez de su formación académica, combinada con la cercanía de sus dotes de antropólogo, un título que nunca pregonaba ni exhibía, pero sí ejercía del modo más idóneo y eficaz en sus siempre lúcidas intervenciones .
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Manifestación del PCN en Buenaventura (1991), por la reglamentación del AT55. FOTO: Banco de la República-Biblioteca Virtual. Colección digital Proceso de Comunidades Negras (PCN). |
Expedida la nueva Constitución, que incluía el emblemático AT55, celebrado como un triunfo histórico en cada rincón del Afropacífico colombiano, vendrían nuevas luchas, nuevos escenarios, nuevos empeños, proyectos nuevos y etapas novedosas del proceso, que debían conducir a la expedición y entrada en vigencia de ese otro hito descomunal de tan compleja historia: la Ley 70 de 1993, nacida de la apuesta integral por el reconocimiento de las comunidades negras como sujetos de derechos étnicos y culturales en el ordenamiento jurídico de la nueva nación esbozada en el texto constitucional y como artífices reconocidos de la historia de dicha nacionalidad. Carlos Rosero fue uno de los integrantes de la Comisión Especial para la reglamentación del AT55 de la Constitución Nacional, que posteriormente daría origen a la Ley 70 de 1993.
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Carlos Rosero, Popayán, 1993. Taller de Resolución de conflictos, PCN-WWF. FOTO: Banco de la República-Biblioteca Virtual. Colección digital Proceso de Comunidades Negras (PCN). |
Ese fue también un buen momento, provechoso momento, en el que incorporamos una perspectiva ética, filosófica y ecológica para pensar, caracterizar y plantear modelos propios de desarrollo de la gente negra en los que no se diluyeran ni se perdieran de vista -sino que, por el contrario, se relievaran- aquellos modelos, prácticas, tradiciones, de poblamiento y uso del territorio, de los que habíamos hablado años atrás en las charlas de Quibdó, y que le habían dado origen a la ya expedida y tan querida Ley de comunidades negras, que había sido ordenada por aquel artículo transitorio de la nueva Constitución, en el que habíamos cosechado todos los esfuerzos y el trabajo intenso de los días y las noches, las semanas y los meses transcurridos entre 1987 y 1991.
Mariposa vagarosa
Tres décadas después de aquella gesta gloriosa, cuando aún falta reglamentar algunas partes de la Ley 70 de 1993 y son bastante recientes sus últimos decretos reglamentarios; con su inteligencia, lucidez y perspicacia de siempre, Carlos Rosero resumió la situación de los derechos de las comunidades negras en Colombia, en una entrevista realizada por Carlos Efrén Agudelo, Jhon Antón Sánchez y Jean Muteba Rahier: “…Aunque yo no sea un experto en historia, mi conclusión es que siempre los derechos de la gente negra han sido derechos aplazados; están reconocidos, están ahí sobre la mesa, pero es como si uno persigue una mariposa, la mariposa va delante, da vueltas y vueltas, uno trata de cogerla, pero finalmente la ve pero no la coge. De alguna forma creo que eso es lo que pasa en general con la mayoría de los asuntos contenidos en la ley 70 del 93”[1].
Señor Ministro
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Carlos Rosero, 2025. Foto: Presidencia. |
[1] Carlos Rosero, Entrevista. Abya Yala. REVISTA SOBRE ACESSO À JUSTIÇA E DIREITOS NAS AMÉRICAS. Brasília, v.6, n.1, jan./jun. 2022, ISSN 2526-6675. Pág. 159.
[2] Consultado: 05.04.2025
[3] Carlos Rosero, Ministro de Igualdad y Equidad. “En MinIgualdad trabajamos para erradicar el racismo y la discriminación racial”. Bogotá, 21 de marzo de 2025. Consultado el 7 de abril de 2025, en:
El destacado de la cita en negrita fue hecho por El Guarengue, no aparece así en el texto original.
Excelente buena nueva.
ResponderBorrarBonito homenaje a quien mucho lo merece: Carlos Rosero que tranquilamente podría haber sido también Ministro de Cultura, gracias Guarengue
ResponderBorrarInteresante la reseña que haces del Ministro, Julio C. Conocer la historia de su participación en procesos comunitarios, espacios de reflexión y aportes a la normatividad que favorece a la población afro en Colombia, aumenta mis expectativas acerca de la gestión que pueda desarrollar en este Ministerio tan cuestionado. Mujeres de la Red de Mujeres del Caribe, nos reunimos con él, el paso 12 de marzo con el propósito de coordinar acciones que favorezcan a esta región, olvidada por los gobiernos de visión centralista. Ya tenemos avances importantes para la realización de un gran encuentro de mujeres con el Minigualdad. Te estaré contando. Un abrazo.
ResponderBorrarLibia Luna
gracias, gracias por ser un archivis
ResponderBorrarta comprometido con esta memoria política que ayuda a reconocer quienes vienen caminando en esta causa. Elizabeth Castillo, Cauca