Visitas presidenciales
Las visitas presidenciales al Chocó forman parte de la más rancia tradición política y social de la relación de Colombia con esta región, desde los albores de su configuración administrativa como Intendencia Nacional, cuando los funcionarios del gobierno central -el Presidente de la República incluido- viajaban a los territorios de frontera del país, posteriormente denominados Territorios Nacionales, para hacer patria, es decir, para garantizar completa adhesión de estas lejanas poblaciones a la nacionalidad colombiana; máxime en este caso, pues en 1907, cuando empezó a funcionar el gobierno intendencial, no se había cumplido ni siquiera un lustro de la pérdida del territorio de Panamá.
En las primeras tres décadas del siglo XX, llegaban hasta las tierras chocoanas funcionarios de diversos rangos, incluidos ministros, mas no todavía los propios presidentes, quienes no estaban dispuestos a someterse a un viaje que debía hacerse por la vía del Atrato, desde Cartagena. Las visitas presidenciales comenzaron a tener mayores posibilidades de concretarse en la década de los años 1930, cuando la aviación comercial estaba plenamente establecida en la región, pues ya sus rutas habían sido suficientemente probadas, experimentadas sus condiciones climáticas, identificadas las medidas de contingencia en casos de accidentes y delimitados los puntos de los ríos con suficiente agua y benigna corriente para el acuatizaje de los hidroaviones de la empresa SCADTA (Sociedad Colombo-Alemana de Transportes Aéreos).
Durante su campaña electoral o ya en ejercicio de sus funciones, diversos presidentes colombianos de los siglos XX y XXI han visitado el Chocó y han hecho promesas similares, la mayoría de las cuales -más de un siglo después- no se han cumplido o se han cumplido a medias, como es el caso de las carreteras, una de las cuales va rumbo a un siglo de construcción. Sin excepción alguna, durante sus visitas, los presidentes han jurado en la tribuna pública que llegarán en carro hasta Nuquí y Bahía Solano, que tomarán agua potable servida directamente de la llave, que inaugurarán el mejor hospital de medicina tropical del que se tenga noticia, que iluminarán cada casa de cada caserío con luz eléctrica, que harán posible que las sonrisas de los niños se prolonguen hasta su adultez de profesionales graduados con buena educación, que garantizarán vías y medios de transporte expeditos dentro de la región y que traerán hasta la tierra chocoana ríos de leche y miel mediante el fomento económico y productivo… En fin, que llevarán el desarrollo hasta el último confín de esta tierra, que todos proclaman como la más bella y promisoria, para beneficio de su gente, a la que todos consideran la más noble, amable, pacífica y culta; gente y tierra a la que todos y cada uno, sin falta, han pregonado llevar siempre en su corazón de colombianos, admirar y querer con sincero afecto de compatriotas y conciudadanos.
Por su parte, los dirigentes políticos regionales y el pueblo chocoano han sido, desde siempre, deferentes y acogedores con los candidatos presidenciales o presidentes en ejercicio. A pesar del incumplimiento histórico de sus promesas, los presidentes colombianos siempre han sido bienvenidos, festejados, aplaudidos y hospitalariamente recibidos por el Chocó y su gente. Caravanas de recibimiento, ovaciones a su paso, saludos espontáneos o preparados de la gente, música de chirimía y muestras folclóricas y gastronómicas, discursos respetuosos de los políticos locales y regionales, recorridos turísticos y el mejor trato que puedan recibir, han caracterizado el comportamiento de los chocoanos durante las visitas presidenciales; incluyendo regalos de recuerdo de sus visitas, como aquel de la réplica de unas torres de transmisión de energía eléctrica de no sé cuántos castellanos de oro, que recibió Misael Pastrana Borrero cuando vino a inaugurar la interconexión eléctrica entre Bolombolo y Quibdó; o el juego de alhajas -también de oro- que recibió la Niña Ceci, esposa de Alfonso López Michelsen; entre otros que forman parte de la leyenda popular.
De hecho, cuando los primeros líderes políticos chocoanos, como Adán Arriaga Andrade, Manuel Mosquera Garcés, Diego Luis Córdoba, Ramón Lozano Garcés, Osías Lozano Quintana, Daniel Valois Arce, Ramón Mosquera Rivas, Sergio Abadía Arango, Alfonso Meluk, entre otros, comenzaron a destacarse en el ámbito nacional, siempre tenían entre sus propósitos y metas conseguir que el presidente de turno visitara al Chocó; pues si lo lograban se anotarían un punto a favor en la opinión popular y porque -tanto ellos como la gente- consideraban estas visitas como un honor y una muestra de la importancia del Chocó para Colombia. Por ello, además de las gestiones directas de los prohombres de aquella brillante época de la chocoanidad, era frecuente que se extendieran invitaciones a los presidentes desde los ámbitos locales de la región.
Así, por ejemplo, el 13 de noviembre de 1934, el Concejo Municipal de Quibdó aprueba una moción que a la letra dice: “La Municipalidad de Quibdó presenta su atento saludo al excelentísimo doctor Alfonso López, Presidente de la República, y le ruega en forma encarecida aceptar la invitación que se permite hacerle, para visitar esta ciudad con motivo de la reunión de la conferencia minera”[1], evento de trascendencia nacional que se llevaría a cabo una semana después. Igual que hoy, hace 86 años la invitación tenía el propósito de compartir con el Presidente los problemas regionales y comprometerlo con la solución de los mismos: “La municipalidad de Quibdó formula esta invitación, obedeciendo al deseo unánime del pueblo chocoano para que el Señor Presidente contemple de cerca los problemas regionales y lleve a la realidad, durante el cuatrienio de su administración, la completa solución de ellos, concretando apertura de sus vías de comunicación y el fomento de la agricultura”[2]. También los problemas eran los mismos, así como la adhesión y el respeto a la figura presidencial: “Desea el pueblo chocoano testimoniar al señor doctor López, su adhesión incontrastable, por lo cual le pide ahincadamente aceptar la invitación que se toma la libertad de hacerle en la seguridad de que obviará toda dificultad para complacerlo. Compatriota, Benjamín Medina, Presidente Concejo”[3]. A pesar de su ferviente y sincero deseo de hacer la visita, además de su aprecio por el entonces Intendente Nacional, Adán Arriaga Andrade, de quien valoraba sus grandes capacidades intelectuales y políticas, hasta el punto de nombrarlo como Ministro de Trabajo, Higiene y Previsión Social en su segundo gobierno, López Pumarejo no pudo esquivar las urgencias que lo retenían en Bogotá y debió cancelar su viaje a Quibdó.
Quibdó, 1957. Foto: Nereo López |
En fin, nada más estéril que las visitas presidenciales al Chocó, que no pasan de ser una oportunidad y un escenario para que el distinguido visitante se
luzca prometiendo solemnemente lo que después va a incumplir impúdicamente.
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