Recordando a Diego Luis
Diego Luis Córdoba a la salida de una sesión parlamentaria. Atrás, de sombrero, Adán Arriaga Andrade. Foto Twitter: @MemoriaUN |
Decía
un liberal de vieja data que cuando uno habla de Diego Luis en materia de
historia política nacional, todo el mundo en Colombia sabe que se está
refiriendo a Diego Luis Córdoba.
Por
lo que representó tanto para la región chocoana como para toda la nación colombiana,
lo recordamos hoy en El Guarengue, a
propósito del aniversario 113º de su nacimiento, que se cumple este 21 de
julio; pues ese día, del año1907, nació Diego Luis en Neguá. Lo recordamos,
mediante unas palabras introductorias de Pietro Pisano, que incluyen una
fabulosa anécdota de la infancia de Diego Luis, y a través de un texto del mismo
autor sobre las mujeres en el Cordobismo, un tópico a veces poco conocido.
Dice
Pisano: “los relatos sobre Córdoba lo describen como un paladín de la causa de
la gente negra, tanto en el Chocó como en Colombia, predestinado a realizar su
mejoramiento. Como ejemplo de esto, el escritor chocoano Libardo Arriaga Copete
relata una anécdota según la cual el niño Diego Luis Córdoba, interrogado una
vez sobre los confines del Chocó, contestaría que:
“El Chocó
limita por el norte con el Mar de las Antillas, por donde llegaban los bajeles
cargados de negros esclavos con destino a las minas de oro; por el sur, con el
Valle del Cauca, de donde eran los blancos despiadados que atormentaban a los
negros esclavos en las minas; y, por el oriente, con Antioquia, donde los
blancos llevaban el hierro en las manos, porque en el cuello lo llevaban los
negros”.
“Desde niño, entonces, Diego Luis Córdoba tendría aquella
conciencia racial que guiaría toda su carrera política, la cual se construiría
sobre la emancipación de la gente negra de la subordinación de la cual era
víctima por parte de los blancos.
“Por lo general, se atribuyen a este personaje tres logros, que
llevarían al mejoramiento de la gente negra: la contribución en la creación de
una identidad afrocolombiana (o afrochocoana) (Rausch,2003), la liberación de
la gente negra del Chocó a través del estímulo de la educación y su
emancipación política a través de la elevación de la región a departamento en
1947”[1].
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Las
mujeres (negras) en la ideología cordobista:
Pietro Pisano
Hemos visto que el movimiento cordobista,
surgido en 1933, se fundó en la búsqueda de un cambio en las relaciones
raciales y sociales que habían caracterizado el Chocó desde la Colonia,
poniendo fin al dominio de la elite blanco-mulata y logrando una mayor
participación de los sectores marginados, socialmente pobres y racialmente
“negros”, en la vida política, cultural y económica de la región. Es
interesante destacar que, aunque con algunos límites que serán analizados más
adelante, la condición femenina encontró un lugar importante en su programa. La
razón de dicha importancia arraiga en la influencia que las ideas marxistas
tuvieron en el movimiento cordobista.
En efecto, el marxismo ha tenido una
interpretación que ha ido más allá de los problemas de clase y ha abarcado, no
sin contradicciones, otras cuestiones, como las relaciones raciales y de género
(Pisano, 2010). Al explicar su interpretación del marxismo, en un artículo
publicado en la revista El Sábado en 1951, Diego Luis Córdoba esbozó la manera
en que, a través de ello, se buscaba un cambio en las distintas formas de
dominación y subordinación que afectaban los diferentes sectores de la
sociedad. De acuerdo con él, el socialismo debía: “esforzarse por abolir todas
las injustas diferencias de niveles de vida, seguridad y oportunidad entre los
sexos, entre los grupos sociales, entre la ciudad y el campo, entre las
comarcas y entre los grupos étnicos y raciales” (Córdoba, 1951, pág. 5).
Diego Luis Córdoba, 1933. Foto Twitter: @colombia_hist |
El programa cordobista se esforzó entonces
por generar el mejoramiento de aquellos grupos que por género, “raza” o clase
estaban marginados: las mujeres, la gente negra y los sectores populares. En lo
que tiene que ver con la cuestión femenina, el cordobismo parece articular
indirectamente estos ámbitos de subordinación. En efecto, siendo un movimiento
dirigido al mejoramiento de la gente negra, término que en el Chocó de esa
época indicaba generalmente personas que pertenecían a los sectores más pobres
de la sociedad (Pisano, 2010), al hablar de las mujeres se dirigía
particularmente a un sector específico de ellas, afectado por una subordinación
que era al mismo tiempo de ‘raza’, de género y de clase, siendo las mujeres en
cuestión también ‘negras’ y de sectores populares. Es más, justamente las
mujeres negras parecían expresar la condición de marginación que toda la gente
negra padecía en el Chocó dado que, en falta de instituciones educativas,
quedaban en mayor medida relegadas a trabajos humildes y mal remunerados.
En particular, se podría plantear que el
hecho de que muchas de ellas trabajaran como empleadas al servicio de la elite
fue interpretado como una metáfora de la sumisión padecida históricamente por
todo el grupo y que recordaba la esclavitud. De ahí que, por un movimiento que
se proponía la “liberación” de la gente negra de las nuevas formas de sumisión
y “esclavitud” a la cual había sido sometida tras la emancipación decretada en
el siglo XIX (Pisano, 2010), el mejoramiento de las mujeres adquiriere un rol
peculiar. Como ocurrió con la gente negra en general, también el objetivo de
mejorar las condiciones de las mujeres chocoanas se expresó en el estímulo de
la educación.
Este ámbito, en efecto, fue considerado
fundamental tanto para desmentir los estereotipos que consideraban a la gente
negra como incapaz de contribuir culturalmente en la vida del país, así como
superar su sumisión política, económica y cultural respecto a los blancos
(Pisano, 2009 & 2010). Es justamente en el discurso sobre la educación que
la cuestión femenina emerge con más frecuencia. Ya en 1932, en una proclama
pronunciada en Quibdó para anunciar su programa de cambio para el Chocó, Diego
Luis Córdoba declaró: Vengo a tomarme el Concejo del municipio de Quibdó, para
desde allí comenzar la transformación que el Chocó necesita; vengo a sacar a
las señoritas del Chocó de la servidumbre y la ignorancia; vengo a proponer y
dar el cambio social que nuestro pueblo anhela; vengo a educar a mi pueblo y a
mi raza (Testimonio de Onofre Londoño Palacios. En Rivas, 1986, pág. 199)
De la misma manera, en otra ocasión, tras
el rechazo demostrado por la aristocracia hacia un proyecto sobre la creación
de “colegios para señoritas” en Quibdó y en Istmina, el mismo Diego Luis Córdoba
afirmaría: “Yo les prometo a las madres chocoanas que pronto cambiaremos los
delantales de sus hijas por diplomas de maestras” (Caicedo, 1992, pág. 29). En
esos discursos el político chocoano no hace referencia explícita a la
pertenencia racial de las mujeres de las cuales estaba hablando. Sin embargo,
el hecho de que las mujeres negras eran las que más estaban excluidas de la
educación permite plantear la hipótesis de que eran ellas las que
mayoritariamente se beneficiarían de su programa sobre el estímulo de la
educación femenina. De hecho, considero significativo que en la memoria popular
chocoana el relato sobre estos discursos atribuye a las mujeres una pertenencia
racial muy específica. Por ejemplo, según un testimonio recogido en Quibdó en
la proclama de 1932 Diego Córdoba juraría “cambiar los delantales de las mujeres
negras por diplomas de maestra” (citado en Pisano, 2010, pág. 143),
evidenciando así el carácter racial de la política educativa del cordobismo.
Diego Luis en su oficina de parlamentario, en Bogotá. Foto: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó. |
Llegado al poder, el cordobismo se preocupó
por solucionar el problema de la educación femenina, particularmente el de las
mujeres de sectores populares y, por ende, de la gran mayoría de las mujeres
negras chocoanas. En 1934, el gobierno intendencial creó dos Colegios “para
señoritas” en Quibdó y en Istmina, que hubieran proporcionado a sus estudiantes
una formación secundaria y normalista (Caicedo, 1992). De acuerdo con Caicedo
(1977), el Colegio Intendencial de Quibdó fue considerado el contrapeso del
Colegio de la Presentación en el cual, como hemos visto, la entrada de las
estudiantes negras era particularmente dificultosa. Gracias a las medidas
tomadas por el cordobismo, un número impreciso de mujeres chocoanas pudieron
acceder entonces a los estudios, tanto de primaria como secundarios, así como a
los programas de becas que ese movimiento creó para favorecer la formación de
los estudiantes de la región en los grandes centros del país (Pisano, 2009
& 2010).
Así, bajo la gestión del Secretario de
Educación Vicente Barrios Ferrer, algunas estudiantes chocoanas tuvieron la
oportunidad de participar en cursos de formación pedagógica en Bogotá, Popayán
y en la Costa Atlántica (Caicedo, 1977; Martínez, 1983). Como afirma Teresa
Martínez de Varela (1987), de las becas creadas por el cordobismo pudieron
beneficiarse tanto estudiantes blancos como “negros”. En el caso que nos
interesa, en el listado presentado por Caicedo (1977) localizamos al menos dos
mujeres de la elite blanca de la ciudad: María Dualiby Meluk y Judith Ferrer.
Sin embargo, también las mujeres negras de los sectores pobres o de la clase
media negra quibdoseña pudieron acceder a esos programas de estudio. Muchas de
ellas pudieron graduarse en el Instituto Pedagógico Femenino de Quibdó, creado
por impulso de Diego Luis Córdoba y entrar en el mundo de trabajo ya no como empleadas
domésticas o como vendedoras sino como maestras. A este propósito, un
testimonio recogido en Quibdó relató que, gracias a la política cordobista, se
produjo un aumento de mujeres en el mercado laboral chocoano, donde las
maestras negras egresadas de las nuevas instituciones educativas remplazaron
las que anteriormente llegaban del Cauca. En otros casos, esas profesionales
pudieron acceder también a cargos en oficinas públicas (político chocoano de 78
años, entrevista realizada en Quibdó el 30 de septiembre de 2008).
La falta de datos no permite establecer con
exactitud cuántas mujeres pudieron beneficiarse de las reformas realizadas en
el sector educativo. Algunos datos contenidos en un informe presentado en el
Congreso en 1946 en el marco del debate sobre la creación del Departamento del
Chocó proporcionan elementos que confirman que muchas se dedicaron a la
enseñanza, suscitando la preocupación de los hombres para el cambio de estatus
social que esto implicaba. En efecto, el documento denunció el “avanzadísimo
índice” de la Intendencia del Chocó en el sector educativo, tan avanzado que,
según los autores, sobrepasaba las necesidades de la región. En particular,
denunció los altos costos invertidos en la construcción y en la remodelación de
edificios escolares, así como el gasto representado por la creación de becas,
que sumaba $40.330 de la época. A este propósito, afirmó que en ese momento 94
estudiantes chocoanos eran becados para estudiar fuera de la Intendencia y 60
para estudiar en las instituciones educativas de Quibdó e Istmina.
El informe denunció además el énfasis dado
a la educación humanística, que había provocado una “superproducción de
maestros de ambos sexos”, que eran 217 para una población escolar de 8.514
niños. Por el contrario, resaltó la ausencia de una formación más “práctica”,
auspiciando que: “El Chocó produjera técnicos, hombres prácticos, buenos
oficinistas, de los cual carece, y mujeres útiles en la vida del hogar, cuya
escuela no las desadaptará para convertirlas en serio problema económico para
sus padres” (Anales del Congreso, 1946, pág. 7). Este documento confirma la
entrada de muchas chocoanas en el mercado del trabajo en posiciones más
prestigiosas respecto al pasado, así como la importancia que la enseñanza tuvo
en este proceso. Al mismo tiempo, confirma la preocupación de sus autores por
el cambio que esto determinaba en el rol tradicionalmente reservado a las
mujeres, que se saldrían del ámbito doméstico al cual estaban relegadas
históricamente o de la condición de servidumbre que caracterizaba las de los
sectores pobres de la sociedad.
El “Informe sobre la Intendencia del Chocó”
(1946) deja entender que las políticas actuadas por el cordobismo en materia
educativa fueron interpretadas como la subversión de varios órdenes de
dominación: por un lado, un orden socio-racial general, dado que muchas
personas negras estaban dejando sus trabajos subordinados para volverse
“maestros”, o sea estaban adquiriendo una posición laboral y un rol social más
prestigioso. Por el otro, la educación femenina pareció subvertir el orden
social, racial y de género: en efecto, muchas mujeres pudieron dejar la vida
doméstica a la cual estaban relegadas tradicionalmente o en el caso de las
mujeres de sectores populares, acceder a la instrucción, de la cual anteriormente
estaban excluidas por la falta de instituciones educativas. Desde el punto
laboral, muchas tuvieron la posibilidad de dejar de ser empleadas en las casas
de la elite y, como lo había anunciado Córdoba en su proclama de 1932, volverse
ellas también “maestras”. De esta manera, los sectores subalternos ya no
estaban en el lugar que les había sido asignado históricamente: la gente negra
estaba adquiriendo las herramientas para liberarse de la subordinación a la
blanca; las mujeres negras se estaban emancipando de su opresión racial y de
género.
[1] Pisano, Pietro. Liderazgo político “negro” en Colombia 1943-1964.
Universidad Nacional de Colombia, 2012. 260 pp. Pág. 155.
[2] El presente texto es un fragmento de un escrito del autor basado en
los resultados de su investigación “Liderazgo político negro en Colombia
1943-1964”, que fue realizada como base de la tesis de grado del mismo título
para la Maestría en Historia en la Universidad Nacional de Colombia, aprobada
en 2010. Tomado de:
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