lunes, 13 de julio de 2020


2 Homenajes
Atrato. Foto: Guillermo Ossa, El Tiempo.
El Guarengue evoca la memoria de la recién fallecida Dominga Bejarano de Moreno, a quien la historia recordará por su infatigable liderazgo en los procesos organizativos locales y regionales del Medio Atrato, el Chocó y el Pacífico, a los cuales dedicó más de media vida. En tiempos en los que era una rareza que las mujeres saltaran de los roles domésticos -a los que eran reducidas- a la escena pública de construcción de procesos de reivindicación de derechos étnicos, políticos, económicos y sociales; Dominga y otras mujeres medioatrateñas contribuyeron vivamente a la generación de hitos como el nacimiento de COCOMACIA.

Igualmente, recordamos en El Guarengue al maestro y poeta Carlos Mazo, quien al decir de Don Alfredo Cujar Garcés es “el antioqueño que más nos ha querido[1]; y quien vivió en Quibdó entre 1922 y 1926, combinando su trabajo pedagógico (fue profesor del Colegio Carrasquilla) con la consolidación de su oficio poético. A orillas del río tutelar de la ciudad, Mazo escribió el que se considera como su más excelso poema: Canto al Atrato.

A una atrateña de nacimiento, que en las orillas de este río nació, vivió y murió, y a quien deslizó su pluma sobre el papel en blanco para tributar su arte al gran lago andante, un homenaje compartido.

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I
Dominga
Luego de más de media vida dedicada al servicio de la causa de los procesos organizativos de las comunidades negras, especialmente en el Medio Atrato, este jueves 9 de julio de 2020, murió la señora Dominga Bejarano de Moreno, quien el pasado 15 de junio había cumplido 86 años de edad.
Dominga Bejarano de Moreno, 2015. Foto: Mónica Castaño, FAO.

Durante muchos años, Dominga fue Presidenta de la ANUC Seccional Chocó. También de FEPRIA (Federación de Productores del Río Atrato), una organización apoyada por la cooperación holandesa (Proyecto DIAR-Desarrollo Integral Agrícola y Rural), que trabajó en la comercialización de arroz en los años 1980; y de ASPRODEMA (Asociación de Productores del Medio Atrato), un proyecto campesino surgido a principios de este siglo, a partir de recursos de ECOFONDO, el fondo ambiental extinto hace ya una década. Igualmente, cómo no, Dominga lideró y presidió el Consejo Comunitario Local de su pueblo, Tagachí, como parte de COCOMACIA (Consejo Comunitario Mayor de la Asociación Campesina Integral del Atrato), que es quizás la organización más emblemática en la historia de los procesos organizativos de las comunidades negras en Colombia y de la cual Dominga fue artífice y cofundadora. Como ella misma lo reconocía siempre que contaba su historia de vida, Dominga fue precursora de dichos procesos organizativos gracias a la formación social que recibió en los procesos de comunidades eclesiales de base (CEB) y de Alfabetización popular, promovidos por el Equipo Misionero del Medio Atrato, las Seglares Claretianas, el Vicariato Apostólico y la Diócesis de Quibdó.

Dominga es inolvidable, como aquellas compañeras de su época que aportaron desde su ser de mujeres de claro liderazgo en el Medio Atrato: Ana Victoria Torres, Zulma Cornelia Chaverra, Teresa Moya y Encarnación Machado. Todas ellas fueron pioneras de la causa campesina y de la causa feminista, en tanto, sin mucho discurso; pero, con una praxis inagotable, abrieron caminos y espacios para que las mujeres pasaran de cocinar en los encuentros campesinos a liderar, dirigir y orientar los procesos organizativos desde su perspectiva de mujeres, pobres, campesinas y negras. Sus voces vigorosas, sus ideas sólidas, sus figuras representativas y comprometidas con el bienestar y el desarrollo de su gente, siempre estarán en la memoria y en la historia de la lucha por los derechos de las comunidades negras en Colombia, así muchas veces no figuren en las narrativas ni en la memoria de quienes –incluso sin saberlo- gracias a ellas enarbolan hoy esas banderas.

Paz en la tumba de Dominga Bejarano de Moreno, sea perpetua la memoria de su vida.


II
Carlos Mazo
Carlos Mazo. Pintura
de Darío Sevillano Álvarez (2015),
Pinacoteca municipal sopetranera.
Trashumante y andariego, después de recorrer, entre 1916 y 1921, prácticamente todos los pueblos de Antioquia como educador, Carlos Mazo Argüelles recaló en Quibdó a los 27 años de edad. A la orilla del Atrato, en ese claro de la modernidad en medio de la selva que era entonces la ciudad, permaneció entre 1922 y 1926.

En Quibdó, Mazo vivió una especie de retiro o quinquenio sabático, pues, aunque ejerció el magisterio en el Colegio Carrasquilla, buena parte de su tiempo lo dedicó a las tertulias en los salones sociales, a la organización de actividades culturales en los teatros de la ciudad y a la consolidación de su obra poética, de la cual la Alcaldía de Quibdó publicó la primera antología.

Carlos Mazo nació en Sopetrán el 4 de noviembre de 1895. Allí mismo, al occidente de Antioquia, al pie del fervoroso Cauca, falleció el 10 de julio de 1939. Para recordarlo, a 81 años de su muerte, nada mejor que releer el que es considerado su poema mejor logrado.



Canto al Atrato
Carlos Mazo

Te hablo de aquí, de la ciudad bañada,
por tu espesa corriente aletargada
en la quietud profunda de un remanso.
De la ciudad que a ti se inclina,
como si se inclinara sobre el ancho lomo
de un gran león adormecido y manso.

El cielo se ennegrece; nubarrones inmensos
llegan en oscuro enjambre
como águilas que buscan en legiones
con qué saciar los ímpetus del hambre.
Rompe la lluvia su ánfora crujiente,
rebrama el huracán, revienta el trueno;
mas tú impasible, espléndido y sereno,
te vas hinchando silenciosamente.
Y sigues entre espumas multiformes,
sin visos de pavor ni aullidos roncos,
meciendo dulcemente los enormes
cadáveres de ramas y de troncos.

Y eres, cuando el misterio de la luna
derrama en ti su luminoso lampo,
como una inmensa y pálida laguna
en la infinita soledad del campo.
La ciudad duerme: místico momento
del rito nocturnal. Nada se escucha…
La selva calla…
Se ha apagado el viento…
En una lejanísima casucha
un trémulo fulgor apenas brilla.
Y los árboles altos de tu orilla,
al destacarse en el confín incierto,
fingen en mí fantásticos delirios,
que son enormes y dolientes cirios.
Te vas hinchando silenciosamente…
al pie del lecho de un monarca muerto.

¡Adiós!... Te hablé de la ciudad bañada
por tu espesa corriente aletargada
en la quietud profunda de un remanso…
De la ciudad que a ti se inclina,
como si se inclinara sobre al ancho lomo
de un gran león adormecido y manso.






[1] LA COLUMNA DE MENA MENA. ¿Ingratitud y olvido? (Nadie ha engrandecido tanto al Chocó como sus cantores y poetas). En: http://www.angelfire.com/co/scipion/choco7dias/445/mena_mena.htm

2 comentarios:

  1. agradecemos a tod@s las personas que nos acompañan en nuestro dolor

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  2. Precioso poema, manso rio que lames a Quibdo, ahora envenado por el pesado nercurio.

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