28/07/2025

 Entre el fuego y el agua: 
La Historia de Istmina 
en La Voz del Chocó (1938)

*Istmina 1907 (Archivo fotográfico y fílmico del Chocó). Calle principal de Istmina antes del incendio de 1923 (Misioneros Claretianos, 1929 / El Guarengue).

El 27 de noviembre de 1938, La Voz del Chocó, emisora pública de propiedad de la Intendencia Nacional, dedicó una transmisión especial -de una hora de duración- a la Provincia del San Juan. Dicha producción formaba parte de una serie de programas concebidos para dar a conocer la geografía humana, la historia y la cultura de los distintos lugares del territorio regional, y promover así la integración y la unidad del Chocó como región; dos factores estratégicamente claves para el proyecto político de la generación chocoanista, que para entonces se reunía en torno al interés común del proceso de departamentalización o elevación de la Intendencia a la categoría de departamento.

El núcleo original de aquel grupo promotor de la departamentalización contaba entre sus miembros principales a Reinaldo Valencia Lozano, Emiliano Rey Barbosa, Gregorio Sánchez, Heliodoro Rodríguez, Gonzalo Zúñiga, Delfino Díaz Ruiz, Alfonso Meluk Salge, Dionisio Ferrer, Francisco Córdoba, Armando Meluk, Julio Perea Quesada, Jorge Valencia Lozano, Adán Arriaga Andrade, Guillermo Henry Cuesta y Salomón Salazar; este último autor del texto monográfico sobre Istmina, que ocupó la parte central de aquella histórica emisión radial de La Voz del Chocó, emitida el domingo 27 de noviembre de 1938; y que contó con una copiosa audiencia tanto en Quibdó como en Istmina, en tiempos en los que -por la novedad de este medio- la gente se reunía en torno a la radio, tanto en las pocas residencias que contaban con aparato receptor, como en los salones sociales de ambas ciudades, que promocionaban la audición de emisiones radiales como uno de sus atractivos, en el mismo nivel de la distinción y elegancia de sus bebidas importadas y sus comidas de lujo.

Mediante el Plan Educativo, con su programa de becas y la ampliación de cobertura de la educación pública, el apoyo a la creación de bandas de música, las celebraciones culturales de efemérides y la publicación de una revista cultural e informativa de la región (la Revista del Chocó), desde principios del siglo XX, la Intendencia Nacional desplegó una intensa labor de promoción educativa y cultural; que encontró en La Voz del Chocó un canal privilegiado, moderno y atractivo, que sería  fundamental para aquellos propósitos cuyo cumplimiento transformaría para siempre al Chocó, lo proyectaría como región y lo dotaría de un proyecto sociopolítico de alcance regional en el que, por primera vez en su historia, el pueblo raso era sujeto de derechos, a través de su identidad de clase (el campesinado y el naciente obrerismo) y de su identidad racial (la gente negra se convertiría para los primeros políticos nativos en "su gente de uno").

Por su enorme importancia como hito cultural (la historia de la región empezaba a ser contada por gente de la región) y por su indiscutible valor histórico y documental como esfuerzo de síntesis sobre la historia de la capital de la entonces Provincia del San Juan, que junto a la del Atrato fue pilar de la constitución territorial, política y social del Chocó como unidad administrativa y como región con identidad en el escenario nacional; reproducimos -en El Guarengue-Relatos del Chocó profundo- el magnífico ensayo escrito por don Salomón Salazar G. y leído por él mismo en aquella noche fresca de domingo; que fue publicado por el periódico ABC, de Quibdó, en su Edición Extraordinaria del sábado 17 de diciembre de 1938, en conmemoración de sus 25 años de existencia.

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Istmina
Por Salomón Salazar G.
(Ensayo monográfico radiodifundido por los micrófonos de la Voz del Chocó, en transmisión dedicada a la Provincia del San Juan). 27 de noviembre de 1938).[1]

Saludo con toda la emoción de mi espíritu al conglomerado social de la Provincia del San Juan, en cuyo honor la colonia de sus hijos que se agita y convive en esta acogedora y fraterna ciudad de Quibdó, ha organizado el acto lírico-musical que se radio-expande en medio del más cálido de los entusiasmos.

A la provincia amada y a la ciudad maternal

La voluntad benévola de los protagonistas me asignó el encargo de disertar, dentro de la brevedad que impone el compromiso del micrófono de llevar la palabra de otros comisionados a sus pueblos de origen, y dentro de la angustia del espacio de una hora de transmisión, acerca de la ciudad de Istmina, y me fue dado balbucir los nombres para mí imperecederos de mis progenitores. Unido a éstos se conserva en forma perdurable, en la intimidad de mi ser, el grato y venerado de mi predio nativo; de ahí que no haya eludido aceptar la invitación a participar en esta demostración, tan sincera como cordial, de hondo cariño y de singular simpatía, que se tributa ahora a la provincia amada y a mi cara ciudad maternal.

Del pueblecito de Cubis a la Boca de San Pablo

La escasa crónica tradicional que me ha sido fácil consultar, apenas suministra la imprecisa noticia de que por allá en las postrimerías del siglo diez y siete, fue establecido por doña Rosalía Urrutia, mujer de origen español y patrona de numerosos esclavos, un laboreo de minas, que ella denominó Istmina, en terrenos situados a la margen izquierda del río San Juan, terrenos que, sin duda por el riachuelo que los cruza, recibieron el nombre de Cubis.

Istmo de San Pablo. FOTO: Misioneros 
Claretianos, 1929 / El Guarengue.

El campamento minero de la patrona Rosalía, como la nombraron sus siervos, adquirió algún incremento y sirvió luego de núcleo a una pequeña población destinada a cambiar de sitio más tarde. Los habitantes del poblado se proveían de víveres y hacían su pequeño comercio especialmente con la Provincia del Atrato, de donde trasladaban las cargas pasándolas por el Istmo de San Pablo, que terminaba en la ribera derecha del San Juan, en la confluencia de éste con el riachuelo de aquel nombre y al frente de Cubis. Pero, como quiera que entre la terminación del istmo y la pequeña población se interponían las tormentosas corrientes del gran río, era necesario transportar los cargamentos para doña Rosalía, y para otros menudeadores que allí se habían localizado con su permiso, en canoas que manejaban hombres dedicados al oficio. No era fácil tarea ésta, ni estaba exento de peligro de naufragio quien se aventurara a comerciar por allí, lo que hacía pensar a los moradores y viandantes, generalmente malos nadadores, en la conveniencia del traslado del caserío a las cercanías del Istmo, que llamaban también “Arrastradero”. Por aquel tiempo, el gobierno monopolizó el consumo del tabaco y dispuso crear un estanco del artículo al pie del istmo. Por estas circunstancias, y llevados por las dificultades que ofrecía el paso del río San Juan, los mercadantes de mayor volumen determinaron construir depósitos para la custodia y realización de sus negocios, en la hoya de la quebrada de San Pablo, cosa que implicaba el abandono del pueblecito de Cubis. En torno a la casa del estanco, edificada por un teniente Astudillo, así como de los depósitos, y porque en la hoya indicada daba buen resultado el mazamorreo o trabajo rudimentario de minas, aquellos pobladores plantaron definitivamente sus viviendas en el sitio en que ellos denominaron Boca de San Pablo, pues allí rendía sus aguas al San Juan el riachuelo ya nombrado. La producción de oro y el consumo de víveres y mercaderías, fueron dando incremento a San Pablo, nombre que se adoptó en últimas para la nueva población. De reducido número de habitantes se componía el real de minas colocado en el estrecho vallecito que forman dos colinas alzadas al oriente y occidente del riachuelo. Alcanzó la distinción de cabecera de corregimiento, dependiente de la jefatura municipal de Nóvita, capital del Cantón.

El Distrito de San Pablo

Tranquilos convivían allí los sampableños; pero ocurrió que esos terrenos habían sido adquiridos durante la Colonia por la linajuda familia Arboleda, de Popayán, de la cual descendía don Julio, el poeta-soldado, y al noticiarse este del desarrollo de la poblacioncita, vino a ella a hacer valer sus derechos. Don Julio trabó estrechas relaciones con doña María Josefa Guerra, a quien, al regresar al Cauca, hizo regalía de esa parte de sus tierras. La Chepa Guerra, ya propietaria, señora semi-feudal, comenzó a vender lotes, y los primeros compradores, entre los cuales se contaron los señores Pedro José Rojas, Segundo María Mosquera, Ciriaco Asprilla y Dominga Guzmán, pudieron edificar habitaciones de mayor valor y comodidades. Posteriormente construyeron los señores Manuel María Abadía, José Antonio Guzmán, Luis Ayala y otros caballeros que con su prestancia aprestigiaron la fundación. En avance el caserío, llegó el año de 1853 y fue creado el Distrito de San Pablo con cabecera en la población del mismo nombre. De esa manera, y sin que la historia regional se preocupara por perpetuar los nombres de sus fundadores, comenzó el núcleo urbano de que me ocupo a figurar en el mapa del territorio del Chocó. Halagüeño desarrollo hizo que allí se avecindaran comerciantes de mayor monta, familias y ciudadanos de distinción que propendieron por su mejoría moral y material. La Arquidiócesis de Popayán erigió luego dicha capital de Distrito en cabecera de parroquia,

Dos incendios sucesivos

En el año de 1860, como consecuencia de la revolución armada que azotó entonces el país, fue incendiada San Pablo por tropas de uno de los partidos políticos militantes. No tardó el esfuerzo de sus vecinos en reconstruirla con mayor esmero y entusiasmo. Pero el 31 de enero de 1898, a pleno día, volvió a desatarse sobre la población la voracidad de las llamas, destruyendo lo mejor y más valioso de su estructura. Nuevamente se rehabilitó a la vida con más cómodas y grandes construcciones el pueblo aniquilado.

Istmina, capital de la Provincia del San Juan

En 1904, casi a raíz de la espantosa guerra civil de los mil días, la Legislatura del gran Cauca dispuso el traslado de la capital de la Provincia del San Juan, que hasta ese año había residido en Nóvita, a la población de San Pablo, restituyéndole el nombre de Istmina, para que conservara, quizás, los términos de su origen etimológico que, como ya hemos visto, puede enunciarse “istmo de mina” o “mina de istmo”. Elevada a la categoría de capital, la población acarició mejor porvenir y se asentaron en ella los poderes del gobierno; se intensificó su comercio y comenzaron a establecerse los servicios públicos que caracterizan la vida urbana. A partir de esta época, y a lo largo de cerca de veinte años, presentó Istmina verdadero florecimiento en los distintos órdenes de sus actividades: excelente y seleccionada sociedad; comercio abundante y rico; magníficos establecimientos educativos; armónica y honesta expansión espiritual; cultura esmerada y gentil, le dieron fisonomía de centro accesible a la civilización.

“Ciudad amable, rica y comercial”: la visita del presidente Suárez

El 8 de marzo de 1920 recibió Istmina la visita honrosa y expresa del presidente Suárez, acompañado de los generales Ignacio Rengifo y Vicente Micolta. La ciudad hizo a los ilustres visitantes espléndida recepción, obsequiando al presidente con un valioso grano de platino de 76 castellanos de peso y algunas puntas de oro. El platino se cotizaba entonces a $18,00 oro colombiano el castellano. Agradecido el mandatario favoreció a mi pueblo con el dictado de “ciudad amable, rica y comercial”,

Cabe recordar ahora, como muestra de la potencialidad económica de Istmina, que, en el lapso de 1924 a 1928, el valor de la exportación de platino a los mercados de Estados Unidos y Europa, efectuada por las honorables casas comerciales de Rumié Hermanos, Antonio Asprilla Arango, Juri & Cobo, A & T Meluk y Cía., Rito E. Flórez, Ayala & Cía., Ángel, Piñeres & Cía., Z. Cassab & Cía., K. & Meluk, Lucindo Posso, Manuel J. Guzmán, Trifón Cook, Chagüí Hermanos, y otras, como producto del mazamorreo de los nativos, montó a más de veinte millones de dólares, pues aunque la mayor extracción del metal se obtenía en los municipios de Condoto y Tadó, especialmente, en Istmina se financiaba semana a semana el producido de dicha extracción.

El incendio de 1923

Istmina en reconstrucción. 
FOTO: Misioneros Claretianos, 1929.
/ El Guarengue.

El 30 de abril de 1923, la mano fatídica de un destino adverso tornó a soltar sobre la ciudad, confiada e indefensa, la voraz ola roja de la tragedia, y fue así como, en las cortas horas de la madrugada, vimos con dolor y con espanto los infortunados hijos de Istmina, reducirse a pavesas las construcciones que fueran albergue cariñoso de hogares distinguidos; de respetables entidades del comercio; de centros culturales de la juventud, de preciosos archivos oficiales, de estrados severos de la autoridad. Porque debe saberse que en aquel tiempo la capital del San Juan reunía factores que le daban dilatada fama de importancia. La catástrofe referida, de magnitud extraordinariamente superior a las dos anteriores, bien hubiera podido determinar la total extinción de la ciudad martirizada, si la tesonera constancia y la fe profunda de los istmineños no hubieran reaccionado para hacerla surgir, como el Fénix, de sus cenizas. Con el corazón y con el brazo, los damnificados reemprendieron la lucha por la reconstrucción, y en el momento actual, tras supremos sacrificios, exhiben cuando menos señales de consoladora aspiración al progreso. El Congreso Nacional decretó entonces un pequeño auxilio, que se agradeció, pero que se distribuyó sin ser notado entre los innúmeros perjudicados.

Más de 20.000 habitantes y aceptables edificaciones

Es Istmina a la vez capital del municipio de su nombre, el cual cuenta con una población que pasa de 20.000 habitantes, según el último censo, y tiene aceptables edificaciones de propiedad particular. Entre las construcciones oficiales figuran la de la Escuela Normal de Señoritas, que por sus comodidades y capacidad se estima como una de las mejores en su género en la Intendencia; la de la Escuela de varones; la de la Casa Consistorial, en construcción, y para la cual votó el Congreso, en las últimas legislaturas, un auxilio nacional de $100,00; la de la plaza de mercado, que requiere mejor acondicionamiento; la de la Fábrica de Licores; un cementerio católico, en construcción, y que el actual gobierno se propone terminar con fondos del erario público; un templo católico, administrado por los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, en construcción hace treinta años.

Vistas de Istmina. FOTOS: Misioneros Claretianos, 1929 / El Guarengue. 1. Panorámica desde el otro lado del río San Juan. 2. Imagen de Nuestra Señora de Las Mercedes en la iglesia de Istmina. 3. Iglesia. 4. Casa cural. 

Carece de los servicios de acueducto y alcantarillado, pero tiene buen alumbrado eléctrico. Funcionan los requeridos establecimientos de educación, entre los cuales merece citarse como principal la Escuela Normal de Señoritas, convenientemente dirigida por la hábil institutora señora doña Débora Asprilla de Cariuty. Su condición de capital de provincia proporciona a Istmina los servicios de las demás entidades oficiales que el Estado determina. Su clima fluctúa entre 26 y 27 grados de temperatura. Se halla situada a 2 grados 5 minutos 26 segundos de longitud Occidental y a 38 minutos 45 segundos de latitud Norte, a 110 metros sobre el nivel del mar. Dista de Bogotá 72 miriámetros 5 kilómetros.

La visita del presidente López Pumarejo

El 22 de noviembre de 1934 fue favorecida Istmina con la grata visita del presidente López; a éste, como a Suárez, regaló con otro tronco de platino de 110 castellanos de peso y cuanto ya se cotizaba este metal a $8.00 moneda corriente el castellano. El doctor López agradeció el obsequio y permaneció allí dos horas. Lo acompañaba, entre otros destacados personajes, el ministro de Gobierno, doctor Darío Echandía.

“Ha menester Istmina de la protección del Estado…”

No obstante el empeño de sus habitantes, la vida de Istmina es hoy de precarismo, muy diferente de la que se advertía hasta la tragedia de 1923; ésta y la general crisis económica por la que se atraviesa, la han deprimido notablemente. Como todo pueblo, y más cuando ha sido tan implacablemente flagelada por el fuego, ha menester Istmina de la protección del Estado para su resurgimiento. Un buen hospital; un bien construido edificio para cárcel pública; acueducto, alcantarillado, matadero e higienización vendrían a complementar de manera eficacísima las hasta hoy iniciadas y esperadas mejoras urbanas de la población. A este respecto, sabemos que el actual gobierno seccional, presidido por el distinguido ciudadana Dr. Dionisio Echeverry Ferrer, hará cuanto permitan las posibilidades fiscales, el tiempo y las oportunidades administrativas. Esto es bastante, y la confianza en esos patrióticos propósitos debe ser de absoluta firmeza.

El busto del General Uribe Uribe y el periódico El Heraldo

Entre las obras de ornato y de cultura ofrece Istmina un busto en bronce, erigido en su plaza principal, a iniciativa de don Emiliano Rey B., y costeado por el liberalismo local y de la provincia, a la memoria del máximo conductor y repúblico General Rafael Uribe Uribe, en 1922; una hoja periódica de aliento y de prestigio, EL HERALDO, fundada y dirigida, en 1928, por el doctor Sergio Abadía Arango, con la colaboración modesta, por varios años, de quien escribe este ensayo.

El Camellón de la República

No solamente el fuego ha supliciado a Istmina; también el agua, las mismas aguas del amado río San Juan, contribuyen a su aniquilamiento. Con alarmante frecuencia sus avenidas inundan la población, causando perjuicios, y actualmente el más populoso de sus barrios, “el Camellón de la República”, se halla seriamente amenazado de ser arrastrado por la corriente. Los vecinos claman, y ello es preciso atenderlo, por una muralla de defensa hacia la parte superior de esa alameda. Confían en la previsión del gobierno.

Fin

He aquí un sencillo bosquejo de lo que ha sido y es la capital del San Juan, bosquejo que ha de servir para rectificar, al menos, la impertinente afirmación de espíritus demasiado exigentes de que en aquella provincia únicamente existen proyectos de caseríos.


[1] Periódico ABC, N° 3444-Edición Extraordinaria. Quibdó, diciembre 17 de 1938. 16 páginas, página 2. Digitalizado por la Hemeroteca del Chocó. 

N. B. Los intertítulos en el texto monográfico sobre Istmina no pertenecen al original publicado por el ABC. Fueron introducidos para facilitar y orientar la lectura del mismo. 

Las fotografías de los Misioneros Claretianos fueron reproducidas de su informe de 1929 para la Exposición Misional Mundial, en el marco de la Feria Exposición Universal de Barcelona. Su fecha no necesariamente coincide con la de la publicación, aunque se presume cercana.

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