14/07/2025

 Reflexiones de ayer para el colegio de hoy: 
A propósito de los 120 años
del Colegio Carrasquilla, de Quibdó 

Grupo de estudiantes y profesores del Colegio Carrasquilla (ca. 1935 ). Sentado de primero a la derecha, Jorge Valencia Lozano, quien sería Rector de la institución en 1938. FOTOS: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó y archivo El Guarengue.
El Colegio Carrasquilla, de Quibdó, considerado Alma Máter de la educación en el Chocó, celebra 120 años de existencia en el presente 2025; aunque hay quienes defienden la idea de que la conmemoración sería de los 110 años, pues se debería tomar como referencia el año 1915, que es cuando el antiguo Colegio Público (1905), Instituto Pedagógico (1907) y Escuela Superior (1914), pasa a ser llamado Colegio de Carrasquilla, en homenaje al insigne humanista, pedagogo, educador y poeta colombiano Ricardo Carrasquilla, nacido en Quibdó el 22 de agosto de 1827.[1]

Por lo menos unos cuarenta y cinco rectores han estado a cargo de la dirección del Colegio Carrasquilla, por cuyas aulas transitó la “Generación ilustre del Chocó”[2] o “Generación de la dignidad”[3], llamada también la Generación chocoanista o la Generación del Carrasquilla[4]; varios de cuyos integrantes serían profesores y rectores de la institución.

El intelectual y abogado quibdoseño Jorge Valencia Lozano, quien fuera Intendente Nacional del Chocó entre enero y abril de 1923, febrero a mayo de 1924 y febrero de 1927 a septiembre de 1930, fue uno de los integrantes de aquella brillante generación, que pondría al Chocó en la escena intelectual y política de Colombia y consagraría sus esfuerzos comunes a obtener para la región el paso de Intendencia a Departamento, como símbolo de autonomía y reivindicación sociopolítica, territorial, económica y racial.[5] Ampliamente considerado como uno de los mejores gobernantes del Chocó en toda su historia, tanto por su pulcritud y honestidad, como por su eficacia y visión estratégica, Jorge Valencia Lozano fue también Rector del Colegio Carrasquilla, cargo que ostentaba en 1938, cuando dio cierre a las actividades escolares de aquel año lectivo.

El discurso del Rector Jorge Valencia Lozano ante el estudiantado y el profesorado del Colegio Carrasquilla, en diciembre de 1938, va más allá de una admonición disciplinaria o un balance de lo actuado en el año. El centro de su reflexión es el llamado al compromiso ético en boga en la Colombia de entonces: el amor a la Patria. Y, para el caso regional, el amor a la Patria como adscripción del territorio chocoano al proyecto de nacionalidad colombiana y como compromiso, responsabilidad y deber de la juventud chocoana de sacar adelante a su tierra; así como fuente inspiradora y misión del Colegio Carrasquilla. Un diagnóstico panorámico de los problemas que en la época impedían u obstaculizaban el progreso del Chocó -muchos de los cuales persisten- es el telón de fondo de la invitación que el Rector Valencia Lozano hace a los jóvenes carrasquilleros de entonces para que asuman su compromiso con la región chocoana, como una muestra de civismo, amor a la tierra y a la patria.

Por considerarlo un documento histórico, valioso para las reflexiones que pudiera suscitar la conmemoración del 120° aniversario del Colegio Carrasquilla, en el Guarengue-Relatos del Chocó profundo, hemos transcrito y editado el discurso, que reproducimos a continuación y que está tomado de la Edición Extraordinario del periódico ABC,[6] de Quibdó, publicada con motivo de los 25 años de circulación de este medio, cuya vida se prolongaría hasta 1942 y en cuyas páginas quedó consignada gran parte de la historia regional durante la primera mitad del siglo XX.[7]

Julio César Uribe Hermocillo, 13.07.2025

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El Colegio de Carrasquilla 
y los rumbos del Chocó
(Discurso de su Rector, al clausurar estudios en 1938)

Jorge Valencia Lozano
Quibdó, diciembre 18 de 1938

Detalles del periódico ABC, de Quibdó, Edición Extraordinaria, 17 de diciembre de 1938. Colegio Carrasquilla (ca. 1945) y Jorge Valencia Lozano. FOTOS: recortes de imagen edición ABC Hemeroteca del Chocó. Archivo fotográfico y fílmico del Chocó. Edición: El Guarengue.
Las palabras del Rector del Colegio de Carrasquilla frente a los alumnos del plantel, en esta última jornada, en que como las tradicionales golondrinas, al cambio de la estación, se preparan para dejar el abrigo protector, no pueden vislumbrar otra serena y grata perspectiva ni otro encendido ideal que el del amor a esta tierra nativa dentro del horizonte dilatado y pleno de heroísmo de Colombia, la madre nuestra, que encarna para nosotros, los suyos, los hijos suyos, el ápice de la belleza ideal.

Dicen que cuando el enorme acorazado Hood de Su Majestad Británica se mueve de un mar a otro, es Inglaterra la que se moviliza. Y llego en mi amor al Chocó hasta el delirio y quisiera en mis ensueños que cuando el pueblo del Chocó se agitase, toda la tierra colombiana se estremeciera. Pero ello supone una ampliación y una intensificación de nuestras modalidades y circunstancias; un enriquecimiento social vigoroso; un progreso material que abrillante nuestra vida; una cultura que eleve nuestros espíritus; el crecimiento de nuestra población para colmar estos ámbitos verdes, silenciosos, improductivos por la inactividad.

Y así debe ser, porque como parte integrante de la nación somos una afirmación, una vida organizada. Pero la nación no puede quedarse quieta o paralítica, porque ella, para cumplir su destino histórico, no debe limitarse a vivir, sino que debe elevarse, superarse, cuajarse de civilización. Esta función biológica de perdurar no puede cumplirse en la nación al acaso, como al acaso es así mismo imposible en el individuo. Esta prolongación y este engrandecimiento social implican por fuerza la solución de uno de los más trascendentales problemas, como que es obtenido entre circunstancias tan opuestas como los polos de la Tierra: entre el hombre y el Estado y entre la libertad y el orden. La solución de este problema, cuando se efectúa al amparo de normas jurídicas, se traduce en la formación y el esplendor del espíritu cívico de los ciudadanos, que es orden y eficacia en el amor y en el servicio a la patria inmortal.

Este espíritu cívico no es solo obediencia a las leyes y a los magistrados, de parte del pueblo, ni equidad y justicia de parte de los magistrados: es también, en ambos casos, un conocimiento tan exacto como sea posible de las íntimas maneras de ser una sociedad y de las medidas encaminadas a realizar aquella prolongación del pueblo hacia las playas misteriosas del Destino. Por lo que hace al Chocó, exige de sus hijos un espíritu cívico más intenso que el que se impone a otros vástagos de Colombia, porque más dilatados y más agobiadores que los otros son los problemas que como desfiladeros escarpados nos recortan la luz de los horizontes y nos siembran de obstáculos la senda del progreso: la despoblación, el aislamiento, la carencia de vías de transporte, la desvinculación vial entre las diversas partes de la comarca, la carencia de industrias, la nula producción de riqueza agrícola, la pobreza de todos nosotros, la ausencia de un comercio poderoso, las barras de las bocas del San Juan y el Atrato, la desconexión de sus valles con las costas, el caciquismo, el consumo de víveres extranjeros o forasteros, el altísimo y desconcertante precio de la vida, que hace imposible todo ahorro, la absoluta carencia de créditos que fomenten la creación y la movilización de riquezas, y la deficiencia en la explotación agrícola, que ha sido y sigue siendo para nuestros patriotas empresarios como el infernal tonel de las hijas de Dánao.

He aquí pues la más intensa labor, digna de Hércules, que se ofrece a las nuevas generaciones del Chocó. Cada uno de estos temas es por sí solo un vasto programa de acción y de gobierno, que incita las energías, remueve el pensamiento, exalta la imaginación y empuja a las gentes hacia las aguas lustrales del patriotismo.

Todos son de urgente y diversa solución, porque el problema de la redención chocoana no se resuelve en uno solo de sus aspectos, sino en la simultaneidad de ellos. Pero ninguno me ha parecido tan capital como el de las vías de comunicación, porque ellas, en verdad, serán la base para la realización de todos los demás. Las carreteras traducirán en la vida lo que la naturaleza le ha brindado a manos llenas al Chocó y lo que los hombres le hemos negado: una intensa unidad territorial. Y más se aquilata este criterio si pensamos que las carreteras nos llevarán a las costas del Pacífico y del Atlántico. La anexión de la Costa del Darién, en donde el oro no se encuentra ya en las entrañas de la tierra, sino en los almibarados frutos bananeros que vienen brotando como un milagro, a las caricias de las brisas y al arrullo del mar azul en la ribera californiana de Acandí; la vinculación, muy estrecha y útil desde luego, de las tierras feraces que parten de las orillas del Río Napipí hacia las cabeceras de los ríos Salaquí, Cacarica y Juradó, pasando por la espléndida y oculta comarca de Unguía, que es ya una intensa huerta, donde los frutos rojos del cacao alternan con los plumajes del arroz, para llegar por Acandí a la frontera con Panamá, comporta la solución racional, práctica, del problema de la desvinculación de aquel ángulo del suelo colombiano, con resultados tan maravillosos que a los ojos de la misma imaginación aparecerían como un cortejo de ensueños irrealizables.

Y en el campo social y político, nada es tan necesario a la región como la grande perspectiva de acentuar sinceramente la fraternidad del Atrato y del San Juan. La naturaleza nos ha unido, aunque una de esas gigantescas corrientes lleva el aporte de sus aguas al Océano Pacífico y la otra concurre con el suyo al mar de las Antillas, porque, precisamente, esa diversidad de rumbos, engalanados por las florestas más bellas de la América nuestra, en oposición a su cercano nacimiento en faldas gemelas de los Andes enhiestos, es lo que da al Chocó toda la magnitud de su destino supremo, que nosotros ¡ay! hemos sido incapaces de comprender y fomentar.

[…]

En el colegio experimentan por primera vez los jóvenes el sentido de la comunidad, sienten que no son solos, que forman parte de una gran sociedad, cuyos hábitos llegan hasta ellos en las páginas inmarcesibles de la Historia; perciben los primeros llamamientos del alma hacia la vida nacional y se ven atraídos a la ruta de los hombres grandes e ilustres, que de ese mismo colegio se dispersaron al servicio de la Patria. Dijérase que en el colegio están protocolizados los anhelos colectivos y que solo allí pueden los adolescentes mirar, desde las esbeltas y ágiles ojivales, hacia las playas luminosas que enaltecen las heroicas visiones del pasado. En el colegio surgirán en sus almas los primeros anhelos y los impulsos hacia la lucha por el bien común.

El Colegio de Carrasquilla, por tanto, debe ser en el Chocó el supremo guion de las aspiraciones regionales; de aquí, y solo de aquí, deben surgir las palabras y las fórmulas normativas de un civismo acendrado y puro que encauce estas generaciones y las futuras hacia un prospecto de bienaventuranza comarcana. De aquí debemos divisar los barrancos y las cavernas del error y el egoísmo, y las tendidas y azulosas llanuras del civismo. Estas aulas deben ser granero de patriotas, porque los buenos ciudadanos no se improvisan. Prepararlos para el mañana, dignos, aguerridos, celosos del cumplimiento del deber y del bien regional, altivos señores de su propio yo, de tal manera que parodiando a los espartanos puedan decir: “Somos los muros del Chocó”; tal es la misión que el colegio debe realizar sobre la distinguida y adorada sociedad de los chocoanos.

Colegio Carrasquilla, Quibdó, ca. 1960
FOTO: Archivo fotográfico y fílmico
del Chocó.
Siempre amé estos claustros y estuvo mi espíritu resueltamente al lado de sus anhelos y reivindicaciones. Traído aquí por el cariño de estos estudiantes y por la benévola confianza del anterior jefe de gobierno, nada podría ser más grato a mi vida interior como vincularme, más hondamente, en esta ocasión, al servicio de una generación chocoana de jóvenes exaltados y patriotas. Les traje todo mi fervor por la Patria y por el Chocó, y toda mi experiencia en las luchas políticas. Y convencido de que sin disciplina no hay jerarquía eficaz y eficiente ni coordinación fecunda, que eviten la anarquía en las funciones, desde el primer instante establecí una disciplina que en un día salvó al colegio del triste rumbo en que naufragaba, y que le permitió reincorporarse a una vida mejor y hacer un año provechoso, en que el estudio enalteció estas aulas, el silencio las hizo fecundas, la cultura las emancipó de la ignorancia, el amor al Chocó las hizo abrigo de un civismo que pronto dará leales servidores a la comarca y en que el patriotismo encendió las luces de sus heroicas visiones.

Al despedirme con viva efusión, repito a los estudiantes, a quienes me esmeré de la manera más viva en ahorrar la más pequeña injusticia, las palabras de estímulo que diariamente les decía con toda unión. No vais a la vida con miedo, porque, aunque la vida no nos ofrece siempre la felicidad en copas rebosantes, al menos es buena y consoladora si transitamos sus sendas con lealtad a los supremos valores espirituales y con sanas y elevadas intenciones.

Y os renuevo el consejo que tantas veces os di: no busquéis la vida cómoda y no conozcáis ni la molicie ni el miedo. No olvidéis que aunque no brilló sobre la frente de Esparta el laurel que ciñó las sienes de Atenas, llegó a ser su rival en la hegemonía de la Hélade en todo el decurso de esa admirable y agitada vida griega, conmovida por todas las angustias del patriotismo y todas las torturas de la desesperación nacional, porque en Esparta la sencillez de las costumbres, la austeridad de la vida, la incomodidad y las privaciones permitieron a los lacedemonios el supremo orgullo de ser dueño de una Patria casi siempre intangible. Rechazad, pues, de vuestro espíritu, las malas pasiones y los vicios, que son los enemigos del espíritu, para que podáis compartir aquel orgullo de los lacedemonios, que se vanagloriaban de que ningún enemigo extranjero alcanzó a columbrar, ni siquiera desde las lejanías, el humo de los hogares espartanos.


[1] Los datos son tomados de: César E. Rivas Lara. Reseña histórica del Colegio Carrasquilla, Alma Máter de la cultura chocoana. 115 años:1905-2020. Léanlo Editores, 2020. 360 pp. Pág. 46-48.

Sobre el Maestro Carrasquilla, puede leerse en El Guarengue-Relatos del Chocó profundo: Ricardo Carrasquilla: pedagogo y maestro, poeta y humanista, publicado el 5 de agosto de 2024. https://miguarengue.blogspot.com/2024/08/ricardo-carrasquilla-pedagogo-y-maestro.html

[2] César E. Rivas Lara. Obra citada. Pág. 29.

[3] Ver en El Guarengue-Relatos del Chocó profundo, La Generación de la dignidad (13.05.2024): https://miguarengue.blogspot.com/2024/05/la-generacion-de-la-dignidad-ramon.html

[4] González Escobar, Luis Fernando. Quibdó, contexto histórico, desarrollo urbano y patrimonio arquitectónico. Centro de publicaciones Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín, febrero 2003. 362 pp. Pág. 177. “Es importante destacar que el Colegio Carrasquilla alcanzó uno de sus periodos más esplendorosos, cuando surge de sus aulas la denominada “Generación del Carrasquilla”, los cuales posteriormente asumieron el manejo del plantel".

[5] Sobre la vida y obra de Jorge Valencia Lozano, incluyendo datos sobre su familia, Américo Murillo Londoño publicó dos artículos en El Manduco, disponibles en:

https://elmanduco.com.co/vida-y-obra-de-jorge-valencia-lozano-i-parte-por-americo-murillo-londono-mis-memorias/ y https://elmanduco.com.co/vida-y-obra-de-jorge-valencia-lozano-el-intendente-del-siglo-ii-parte-por-americo-murillo-londono-mis-memorias/

[6] Periódico ABC, Quibdó. Edición Extraordinaria. Sábado 17 de diciembre de 1938. Edición N° 3444, pág. 10.

[7] Sobre la trayectoria y el significado del periódico ABC en la historia del Chocó, pueden leerse en El Guarengue-Relatos del Chocó profundo varios artículos, entre ellos: 1) Reinaldo Valencia y su ABC (10.02.2020): https://miguarengue.blogspot.com/2020/02/reinaldo-valencia-y-su-abc-1-reinaldo.html, 2) Las lecciones del ABC (06.05.2019): https://miguarengue.blogspot.com/2019/05/laslecciones-del-abc-primera-pagina-del.html


07/07/2025

 Afrofuturismos Diaspóricos
Imaginar otros mundos 
como práctica política 
(2ª Parte) 
Luisa Uribe[*]

"Noche de baile en Drexciya. La vida en Drexciya es más que guerra y ciencia. Los drexciyanos también aman la música y el baile, y lo hacen siempre que pueden". The Book of Drexciya. Novela Gráfica (Berlín, 2019). Idea original y pinturas de Abu Qadim Haqq. https://www.roots-routes.org/ 
AFROFUTURISMO: NARRAR EL FUTURO PARA HABITAR EL PRESENTE

El término «afrofuturismo» fue acuñado por el crítico cultural Mark Dery en 1994, quien lo definió como una forma de «ficción especulativa que aborda temas y preocupaciones de la comunidad afroamericana en el contexto de la tecnocultura del siglo XX». Desde entonces, el concepto ha evolucionado y hoy se entiende como un movimiento artístico, cultural y político multidisciplinario que va más allá de la estética o la literatura para convertirse en una herramienta de imaginación radical desde las experiencias de la diáspora africana.

En este ensayo, el afrofuturismo funciona como una bisagra conceptual que permite observar las contranarrativas políticas y simbólicas que han nutrido las múltiples luchas antirracistas en América Latina. ¿Qué posibilidades ofrece para interpretar las luchas afro en el continente? ¿Cómo nos ayuda a entender la comunicación política de estos movimientos, su forma de habitar el presente y su apuesta por otros futuros posibles?

En su ensayo original, Dery planteaba una pregunta clave: ¿cómo puede una comunidad cuya historia ha sido sistemáticamente borrada imaginar futuros posibles? ¿Y cómo disputar ese porvenir si ha sido colonizado por tecnócratas, diseñadores de sistemas –hombres blancos del norte global– que han moldeado nuestras fantasías colectivas? En esa pregunta radica el potencial político del afrofuturismo: en su capacidad de disputar el monopolio de la imaginación y de construir, desde la memoria, la resistencia y otras ontologías del tiempo, nuevas formas de existencia.

Este enfoque se vuelve especialmente pertinente en América Latina, donde las luchas afrodescendientes, más allá de los avances institucionales logrados en el marco del multiculturalismo de los años noventa, han planteado alternativas políticas, culturales y espirituales que rebasan los marcos estatales y académicos. Desde prácticas de autonomía, expresión artística, espiritualidades de matriz africana y formas colectivas de organización, se han configurado verdaderos laboratorios de futuros posibles.

El afrofuturismo también ha experimentado una transformación significativa desde su origen. Si en los años noventa estaba centrado principalmente en la experiencia afroamericana y la brecha digital, su versión contemporánea –ampliada por las redes sociales y las tecnologías digitales– ha adquirido un carácter más global y panafricano. Esta nueva ola ha abierto espacio para que voces afrodescendientes de distintas regiones del mundo construyan sus propios imaginarios futuristas, desde contextos y estéticas locales, y con un fuerte anclaje en la memoria histórica.

¿Por qué recurrir al afrofuturismo para analizar las luchas afrodescendientes en América Latina? Porque permite interrogar no solo las formas de exclusión impuestas con la consolidación de los Estados nacionales –bajo los discursos del liberalismo y el cientificismo del siglo XIX– sino también las formas en que los movimientos afro han respondido, resistido y reimaginado esos modelos. A través del afrofuturismo es posible percibir y hacer notar la tensión entre el relato hegemónico y las contranarrativas tejidas por los pueblos afrodescendientes, que no solo buscan reconocimiento sino también transformación radical.

Desde una mirada descolonial y antirracista, se cuestiona además la linealidad del tiempo como fundamento del pensamiento moderno. Como afirma la antropóloga y activista dominicana Ochy Curiel, retomando a compañeras activistas mayas: «el futuro ya fue». Esta afirmación no es una paradoja, sino una invitación a comprender el tiempo desde una lógica cíclica, según la que el pasado, el presente y el futuro se entrelazan en una misma continuidad de lucha, memoria y creación colectiva.

Yo creo que una cuestión fundamental es cuestionar esta lógica del tiempo lineal. Por ejemplo, hay compañeras mayas que han dicho «el futuro ya fue», y a mí me encanta esa sentencia porque, frente a estas lógicas de extractivismo, a este mundo tan horroroso, más o menos tenemos la idea de lo que viene en el futuro, que es destrucción, que es guerra, etc. Y lo que dicen muchas comunidades es que tenemos que otra vez ver hacia atrás, los aprendizajes, las experiencias de nuestros ancestros y ancestras que vivían mejor, en el sentido de la relación con la naturaleza, en el sentido de la conectividad, etcétera, y en ese sentido hay un movimiento casi en espiral (Ochy Curiel, entrevista por la autora, marzo de 2025).

Es un planteamiento que nos permite pensar también en las múltiples posibilidades desde la diversidad y el pensamiento popular que ya vienen trazando los movimientos afro de la región. Sobre esas disputas también señala Curiel:

(...) Pero al mismo tiempo, ha habido un cambio importante: con la entrada de personas afrodescendientes a las escuelas y universidades, con el acceso a espacios de producción de conocimiento que antes les estaban vedados, comienza también a transformarse la forma en que se narran nuestras historias (...) El cimarronaje, por ejemplo, pero no solo como hechos o personajes destacados, sino como expresiones de otras lógicas del mundo: en la espiritualidad, en las formas de vida, en las formas de producir conocimiento.

 

(...) Hay, entonces, una disputa entre dos tipos de relatos: por un lado, los hegemónicos, coloniales, y por otro, los que estamos construyendo desde las resistencias, pero también desde las producciones de mundos posibles. Lo hacemos desde el canto, desde la música, desde otras ontologías, desde el pensamiento, desde el teatro, desde una prensa distinta… Esto ha pasado en muchos lugares de América Latina (Ochy Curiel, entrevista realizada por la autora, marzo de 2025).

Por otro lado, frente al reto de pensar en una sola identidad o narrativa afrolatinoamericana y afrocaribeña, una identidad drexciyana que en conjunto nos permita rastrear las resistencias subacuáticas, Curiel explica:

Yo creo que cualquier identidad, sea una identidad política colectiva o individual, tenemos que verla en torno al contexto. Por ejemplo, lo afrobrasileño o lo afrocolombiano está definido por los límites del Estado nación, es decir, como si la gente que nace en Colombia, la gente afro que nace ahí, o que nace en República Dominicana, tuviera características distintas. Y eso es así en el sentido de que hay un contexto particular que las hace distintas, pero quien marca esta categoría es el Estado nación. Por eso decimos afrocolombianas, afrodominicanas, etc. Por otro lado, cuando estamos hablando de lo afrolatino y de lo afrocaribeño –porque yo nunca separo esas dos experiencias–, estamos hablando también de una particularidad regional, y eso significa retomar historias que, si bien en los contextos son un poco distintas, también comparten lógicas en términos de la situación histórica. (...) Ahora bien, cuando estamos hablando de lo afrolatinoamericano y de lo afrocaribeño, estamos hablando de unas lógicas que sí se repitieron en la región. (...) Otro concepto que me parece muy importante es la diáspora. Es decir, una de las cosas que los movimientos sociales y antirracistas –y particularmente el movimiento negro y afro– han querido reivindicar es el tema de la diáspora, porque nos permite entender esas continuidades históricas desde el mismo momento en que sacan de África a nuestros ancestros y ancestras hasta el día de hoy. Pero, además, nos permite articularnos regional e incluso mundialmente (Ochy Curiel, entrevista realizada por la autora, marzo de 2025).

DES-MEDIOS MASIVOS Y DIGITALES

La reflexión de Ochy Curiel sobre las identidades afrolatinoamericanas y afrocaribeñas como construcciones situadas –atravesadas por el Estado nación, pero también por la historia compartida de la diáspora– resuena con la lógica expansiva y transfronteriza del universo de Drexciya. Ambas narrativas rechazan los esencialismos y plantean una articulación política desde la diferencia y la memoria compartida. En este sentido, los medios masivos y, sobre todo, las redes digitales han abierto un nuevo territorio simbólico en el que estas narrativas se multiplican, se disputan y se reconfiguran. Drexciya, aunque nacida en un contexto afroamericano, circula globalmente como un archivo abierto de posibilidades afrofuturistas que inspira movimientos antirracistas en distintos territorios, incluido América Latina. Las redes digitales permiten que este mito sea reinterpretado y resignificado desde los contextos locales, lo que hace que se establezcan conexiones entre la experiencia afrodiaspórica y las luchas concretas en territorios marcados por la exclusión estructural.

Así, al igual que Curiel señala la importancia de etnografiar cada contexto para entender cómo se vive lo afro en los márgenes de los Estados nación, los movimientos actuales utilizan lo digital para conectar lo local con lo global, articular memorias con futuros posibles, y generar una comunicación política que no dependa del reconocimiento institucional, sino que se construye desde el arte, la estética, el performance y la imaginación radical. En este espacio expandido, Drexciya se vuelve una metáfora navegable, una red de significados que se actualiza en memes, visualidades digitales, performances y archivos colaborativos que desafían las lógicas coloniales del saber y del poder mediático.

Las narrativas afrofuturistas y la reapropiación de imaginarios como Drexciya se convierten en herramientas para disputar no solo visibilidad, sino también poder simbólico y político frente a los límites del reconocimiento estatal. Los movimientos afro han sido especialmente incisivos en cuestionar el mestizaje como ideología fundante de los Estados nación latinoamericanos. Bajo la promesa de una armonía racial ficticia, el mestizaje borró sistemáticamente las identidades negras e indígenas, construyendo un relato nacional homogéneo que invisibilizó las jerarquías raciales y las formas estructurales de exclusión. Frente a esto, las propuestas afrofuturistas no solo denuncian esas omisiones históricas, sino que imaginan futuros en los que la negritud no es un resto del pasado colonial, sino un eje vital para construir mundos por venir. En este sentido, el uso de lo digital permite a los movimientos afrodescendientes intervenir en la narrativa oficial del mestizaje desde la estética, la memoria y la imaginación, desplazando el relato estatal y proponiendo una historia situada en el trauma, pero también en la potencia de la comunidad, el deseo y la autonomía.

La autora del artículo y algunas de sus fuentes. Luisa Uribe (Instagram: _luisafernando), Ochy Curiel (Negrx / Página 12), LoMaasBello (Cortesía / El Espectador), Carolina Rodríguez Mayo (Instagram: caritomayo), Astrid Milena González (Cortesía / El Espectador).
LA LUCHA ESTÉTICA

Desde este horizonte, la estética se vuelve una forma concreta de acción política. Lejos de ser un simple ornamento, la creación artística afrodescendiente en América Latina articula saberes ancestrales, memoria colectiva y proyección de futuros posibles. En sus formas expresivas –ya sea en la música, la literatura, la performance o el audiovisual– se activan nuevas narrativas que desbordan el relato mestizo de la nación e interpelan los regímenes de representación colonial. La imaginación, entonces, se convierte en estrategia de resistencia y en motor para la construcción de comunidad. Aquí es que el afrofuturismo se vuelve especialmente potente: no solo como categoría de análisis, sino como práctica viva de creación situada.

En entrevista con la artista de Buenaventura, LoMaasBello, su exploración sonora y visual da cuenta de este impulso imaginativo que rompe con los márgenes impuestos a los cuerpos negros: «Mi obra tiene que ver con mostrar lo que no nos dejan ver, con sonar como sonamos sin tener que pedir permiso. Lo que hago es ponerle imágenes a lo que mi abuela me contaba, a los sueños raros que tengo, a las músicas que suenan en la esquina de mi barrio, pero también al futuro que quiero ver. No el que nos prometieron, sino el que armamos entre nosotras» (LoMaasBello, entrevista por la autora, marzo de 2025). A través de su trabajo, no solo imagina otros mundos, sino que crea fisuras en el discurso dominante, abriendo paso a otras formas de sensibilidad y conocimiento.

Por su parte, la escritora bogotana Carolina Rodríguez Mayo se refiere al pasado, el presente y el futuro en su obra:

Dentro de mi escritura busco mucho el diálogo con las ranuras, con los lugares en los que supuestamente no estamos o no hemos estado. En ese sentido, cuando escribo sobre el pasado, busco mucho formas sutiles y también radicales de cimarronaje, desobediencia y rebeldía para hablar de personas que fueron esclavizadas y escaparon de dicha condición o bien para inventar escenarios donde colonos reciban justicia de lugares inesperados y que contradigan el relato de que la gente negra fue pasiva frente a la deshumanización del colonialismo y el secuestro europeo. Respecto al presente, busco hablar de la negritud desde lugares que me atraviesan, como el relato urbano de la gente negra y cómo habitamos ciudades, espacios donde la gran mayoría de personas son blanco-mestizas (Rodríguez Mayo, entrevista por la autora, marzo de 2025).

Su obra propone un ejercicio de reescritura de la historia que no se conforma con disputar el pasado, sino que lo reimagina desde la raíz, hilando memorias negras que no encajan en el relato nacional pero que son fundamentales para pensar otros futuros.

Así, tanto LoMaasBello como Rodríguez Mayo encarnan con sus prácticas creativas ese entrelazamiento de arte, política y memoria que caracteriza las estéticas afrofuturistas en clave latinoamericana. Sus obras dialogan con los cuestionamientos al mestizaje, interpelan los límites del reconocimiento estatal y despliegan, desde lo cotidiano, una poética de la imaginación radical. En ellas, la estética no es solo una forma de representación, sino una apuesta por vivir –y hacer visible– otros mundos posibles.

En conclusión, el afrofuturismo y las estéticas afrodescendientes en América Latina no solo se presentan como una resistencia al relato oficial y colonial, sino como una reconfiguración radical de las posibilidades de existencia y creación en el continente. La pregunta sobre cómo imaginar otros futuros, planteada por Mark Dery, resuena fuertemente en los movimientos afrodescendientes, que a través de sus prácticas artísticas y políticas cuestionan la historia y los imaginarios impuestos. Estos movimientos, lejos de buscar una homogeneización identitaria, celebran las particularidades locales mientras reconocen sus conexiones transnacionales a través de la diáspora. La música, la literatura, el arte visual y otras formas de expresión afrodescendientes se convierten en el terreno en el que se materializan las luchas por el reconocimiento, la justicia social y la dignidad.

Carolina Rodríguez Mayo, en su reflexión sobre la relación entre estética y mensaje político, sintetiza perfectamente esta conexión cuando dice: «Creo que la relación entre la estética y el mensaje político va en dos vías: uno es que deseo a través de las letras y la forma de emplearlas, mostrar lo grandioso del lenguaje en términos de acentos, en cuestión también de elementos muy coloquiales que usamos las personas negras, en cuestión de tradiciones y cómo estas también se cuelan en la manera en que usamos la lengua; la segunda vía es apostarle a una mirada cimarrona, que choque, que no necesariamente sea lineal o que tenga finales cerrados. Ahí también hay una apuesta política que busca romper con nociones blancas y eurocentradas de cómo debe escribirse un texto y cómo debe verse una historia» (Rodríguez Mayo, entrevista por la autora, marzo de 2025). Este planteamiento no solo desafía las estructuras narrativas establecidas, sino que ofrece una visión del arte y la literatura como espacios de resistencia activa, en los que la forma y el contenido se interrelacionan para subvertir las jerarquías de poder y narrar otras historias posibles.

Así, las narrativas afrodescendientes en América Latina, tanto en su dimensión estética como política, no buscan solo la reparación histórica, sino la creación de futuros diversos, inclusivos y, sobre todo, libres de las ataduras impuestas por las estructuras coloniales y la ideología del mestizaje.

Bibliografía

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Curiel, O., & Galindo, M. (2016). Descolonización y despatriarcalización de y desde los feminismos de Abya Yala. ACSUR Catalunya / SUDS.

El Arca. (2022, marzo 31). Drexciya, techno y afrofuturismo. Blog El Arca. https://blogelarca.com/drexciyatechno-y-afrofuturismo/

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Hooker, J. (2009). Race and the Politics of Solidarity. Oxford University Press.

Paschel, T. B. (2016). Becoming Black Political Subjects: Movements and Ethno-Racial Rights in Colombia and Brazil. Princeton University Press.

Restrepo, E., & Rojas, A. (2010). Inflexión afrodescendiente: hacia un giro descolonial en los estudios étnico-raciales en Colombia y América Latina. Universidad del Cauca.


[*] Luisa Uribe es antropóloga y socióloga. Tesista de Maestría en Estudios Culturales (PUJ). Coordinadora de Proyectos en el Centro Regional de Comunicaciones de la Friedrich Ebert Stiftung en América Latina y encargada de las comunicaciones de la FES en Colombia. luisaftz@gmail.com 

El artículo completo forma parte del libro: LOS YO NARRATIVOS. Relatos de poder en LATAM-CARIBE. Omar Rincón, Daiana Bruzzone y Luisa Uribe (EDITORES), CLACSO-Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Friedrich Ebert Stiftung, FES Comunicación. ISBN: 978-958-8677-95-8. Bogotá, Junio de 2025. © 2025 Friedrich–Ebert–Stiftung FES (Fundación Friedrich Ebert). 289 pp. Pág. 261-274.