24/02/2025

 Dizque paros armados...

Río San Juan, Chocó. FOTO: ACADESAN.

Diez “paros armados” se han consumado en los dos últimos años en el Chocó. En cada uno de ellos, se calcula que por lo menos 50.000 personas han sido víctimas de diversas formas de confinamiento, reclusión, incomunicación, encierro, cautiverio…constreñimiento armado. En su propia tierra. En su propia casa… En Cien años de soledad, José Arcadio Segundo se pregunta por qué Aureliano Buendía necesitaba tantas palabras para explicar lo que se sentía en la guerra, si con una sola bastaba: miedo.

Aunque no son producto de una decisión compartida de cesar actividades por motivos colectivos o comunes, como sí ocurre en los paros cívicos; y, por el contrario, son forzados, impuestos, forzosos, los siguen llamando paros armados, con el mismo, impreciso y escurridizo sentido eufemístico con el que la prensa colombiana llama polémicos empresarios a reconocidos delincuentes y la prensa gringa tiroteos a sus frecuentes masacres.

Constreñimiento armado llamó la Gobernadora del Chocó al último de estos flagrantes atentados contra la vida y los derechos fundamentales de la población del departamento. Con toda razón. Los dizque paros armados son un conjunto de hechos perpetrados y ordenados por grupos ilegales y armados a quienes los pobladores inermes les tienen que obedecer, so pena de consecuencias incalculables; que van desde el reclutamiento de menores y la retención de adultos, pasando por el ultraje verbal y físico, por el decomiso de combustibles, mercancías y productos agrícolas, hasta las muertes o mutilaciones por minas antipersonas o artefactos explosivos artesanales instalados en los propios patios, caminos y sembradíos de la gente, o las muertes a bala, a manos de quienes se imponen con sus armas y su capacidad de aterrorizar e intimidar, actuando como dueños y señores de territorios cuyos ojos ven baldíos, pero que son de propiedad colectiva y reconocidos legalmente como tales: tierras de comunidades negras y resguardos indígenas.

Durante los días que dura esta ignominia, en territorios donde usualmente es escasa la acción institucional, la autoridad legítima del Estado se ve significativamente menguada; al punto que las propias instituciones, los voceros de las organizaciones étnicas de los pueblos indígenas y las comunidades negras del Chocó y las organizaciones defensoras de derechos humanos, nacionales e internacionales, terminan casi que suplicándole -a los grupos armados ilegales- que permitan acciones tan elementales como el traslado de enfermos delicados en busca de atención médica o la entrada de alimentos para mitigar la escasez y el hambre ocasionadas por la situación. Otra denominación, un tanto eufemística, arropa estas acciones: corredores humanitarios.

Durante esos días, aciagos, la gente del Chocó es obligada a recluirse bajo las goteras de sus propias casas y comunidades, convertidas en calabozos transitorios y precarios en cuanto a manutención, pues también son suspendidas obligatoriamente -por el tiempo que los determinadores definan- las actividades de transporte y comercio, las labores de pesca, de cultivo y recolección de pancoger, las clases en escuelas y colegios... Un trastorno absoluto de la vida cotidiana de la gente y una conculcación burda y despiadada de sus derechos son estos confinamientos masivos y forzosos de la población.

Estas prácticas de coacción, intimidación, conminación, amenaza y coerción, violatorias de los derechos humanos, no tienen más finalidad que demostrar el poder de quienes las protagonizan. Por ello son ejercidas con desprecio total por la dignidad de las comunidades rurales y urbanas, negras e indígenas, del Chocó; con absoluto desdén y total desconsideración por su condición de grupos étnicos especialmente protegidos, con territorios ancestralmente poseídos y legalmente reconocidos como propios. De modo que constituyen una violación abierta y descarada, premeditada y alevosa de los principios y normas mínimas y máximas del derecho internacional humanitario; principios y normas que esos actores armados invocan sórdidamente cuando es de su conveniencia, banalizando y caricaturizando así las únicas herramientas que, en teoría, podrían proteger a estos pueblos de las arbitrariedades y tropelías de esos ejércitos irregulares cuya actividad principal es el resguardo total de las redes de producción y recaudo de rentas ilícitas provenientes del tráfico de estupefacientes, de la extracción ilícita de maderas finas y metales preciosos, de la extorsión a comerciantes y a contratistas estatales, del cobro de tarifas ilegales a los ciudadanos, del saqueo de cultivos y de vehículos de transporte de carga, del control de la vida cotidiana de la población…

La Gobernadora del Chocó, Nubia Carolina Córdoba Curi, resumió la situación del departamento, expresó su posición frente a la misma y planteó la necesidad de articular esfuerzos para afrontarla; en un mensaje de su cuenta de X del día 18 de febrero, cuando comenzaba el último de esos desafueros masivos contra la población chocoana: “Mi llamado y rechazo ha sido vehemente frente a la transgresión a Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario perpetrada por ELN y Clan del Golfo en disputa por el territorio en el departamento del Chocó. No se pueden negar las minas antipersona cuando ha sido víctima no solo la comunidad, sino incluso nuestros propios soldados. No se puede negar la crisis humanitaria frente a la denuncia permanente de la Defensoría del Pueblo, los personeros y alcaldes en los municipios; y el grito ahogado de las comunidades y sus organizaciones. No hoy, sino durante los últimos dos años de manera ininterrumpida. Lo cierto es que efectivamente estamos frente al décimo paro armado del departamento del Chocó, anunciado por sus propios perpetradores como amenaza a la población civil. La acción articulada de los tres niveles del Estado, el ministerio público, los organismos multilaterales y cooperación internacional es fundamental para afrontar la gravedad de esta crisis.”[1]

“No se le ha prestado la suficiente atención a la crisis humanitaria en el Chocó. Mañana el ELN inicia un nuevo paro armado y la situación se empeora con la alianza entre los Mordiscos y el Clan del Golfo. Urge presencia integral de todo el Estado”, escribió Leonardo González, director de INDEPAZ y de su Observatorio de Derechos Humanos, el 17 de febrero.[2]

“¿Qué tiene de revolucionario atentar contra la misión médica en El Plateado, confinar a la población civil en el Chocó (bajo el eufemismo de un paro armado), matar y desplazar civiles en El Catatumbo y traficar con drogas y minerales en todo el país?”, preguntó el pasado 18 de febrero, en su cuenta de X, el reconocido defensor de derechos humanos Jorge Rojas Rodríguez, fundador de CODHES[3] y su director durante 20 años, y quien fue también hasta hace poco viceministro de Relaciones Exteriores.[4]

“No podemos minimizar el dolor y los estragos del conflicto armado en el Chocó”,[5] un territorio “asediado, minado y diezmado”[6], ha dicho claramente la Gobernadora…

En el párrafo final de “Glosa paseada bajo el fuego y la lluvia”, la novela excelsa del excelso escritor chocoano Carlos Arturo Caicedo Licona, en honda lamentación, ante las ruinas de una tragedia, una especie de voz colectiva y omnipresente de la chocoanidad exclama: “…y pensar que alguna vez tuvimos abrigo con qué cubrir la desnudez, hasta que nos extraviamos sin vigor ni reino, por caminos donde no hay luz ni senda; y, atraídos cual serpientes por la sonaja de las panderetas, nos arrastramos cada vez más pálidos, sin nada vivificante, esperando, siempre esperando, que en otros cielos, otros dioses, armen la almadía en que flote sin riesgo esta raza, mientras cicatrizan sus quemaduras expuestas al sirimiri del agua”.[7] 



[3] Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento. Organización con carácter consultivo ante la ONU y la OEA.

[7] Caicedo Licona, Carlos Arturo. Glosa paseada bajo el fuego y la lluvia. 1ª edición, noviembre de 1982. Editorial Lealon. Páginas 98-99.

5 comentarios:

  1. Gracias por escribir y compartir este artículo, que me da por pensar que: nuevamente estamos esclavizados, si miramos las condiciones inermes en que colocan a nuestros pueblos , totalmente empobrecidos y afianzan su poder en sujetos pacientes, que nada pueden hacer para defenderse, los postran para quitarles su riqueza y dejarlos en la absoluta miseria sin tener nada de misericordia, la sangre hierve frente a la injusticia social. Me siento representada por la gobernadora del Chocó.

    Mary Grueso Romero

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  2. Hola Julio César, gracias por pegar ese grito de libertad, tan necesario como urgente. Feliz semana. Saludos.

    Jorge Valencia Valencia

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  3. Excelente escrito, real, descarnado y actual, como todo lo suyo, cuando escribe.
    Gracias por su envío y compartirlo. Feliz día.
    Víctor Raúl Mosquera

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  4. Gracias por este escrito tan lindo se me salieron las lagrimas 👍❤️🙏👋

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Sus comentarios son siempre bienvenidos. Gracias.