El Padre Napo, el
cura que siempre quiso ser cura
-Conversación a
propósito de sus 40 años como sacerdote-El Padre Napo es uno de los pioneros
de la presencia afro en el ámbito eclesial.
Foto: MOE
de la presencia afro en el ámbito eclesial.
Foto: MOE
Manuel Napoleón García Anaya (Manolo, Napo, el Padre Napo) es un cura afrocolombiano nacido en Lorica (Córdoba) a orillas del río Sinú, el 2 de diciembre de 1959, del matrimonio entre Napoleón García Ramírez y Ahida Anaya Negrete; criado en Unguía y en Gilgal, en el Darién chocoano, donde se encuentra el Parque Arqueológico Santa María la Antigua del Darién, que fue la primera ciudad y diócesis que la colonia española estableció en América.
El Padre Napo está celebrando 40 años de haber sido investido como sacerdote católico. Su ceremonia de ordenación sacerdotal se llevó a cabo en Unguía (Chocó), el 10 de diciembre de 1983, con la presencia de los obispos Pedro Grau Arola y Jorge Iván Castaño Rubio. En ese momento, en Colombia aún se contaban con los dedos de las manos los sacerdotes afrodescendientes y, si bien la mirada étnica empezaba a cobrar fuerza, de la mano de conceptos como el de iglesia inculturada e iglesia de los pobres, y de pioneros como Gerardo Valencia Cano, quien ya había fallecido, después de casi 20 años como Vicario Apostólico de Buenaventura; y el misionero claretiano Gonzalo María de la Torre Guerrero, en el Chocó; el llamado rostro negro de la iglesia no solamente seguía aún bastante oculto, sino que también era frecuentemente invisibilizado.
De ese contexto se deriva la enorme importancia que tiene, como hito en la historia de la iglesia chocoana, la ordenación sacerdotal de Manuel Napoleón García Anaya, cuya juventud e inteligencia (tenía 24 años cuando se ordenó) contribuyeron desde el primer momento a la renovación eclesiástica de la Diócesis de Quibdó, promovida por el obispo Jorge Iván Castaño Rubio; que derivaría, entre otras cosas, en la institucionalización de la pastoral afroamericana, la etnoeducación, la organización campesina e indígena, la reivindicación étnica y territorial de pueblos indígenas y comunidades afrochocoanas... todo ello en torno a la opción fundamental por la vida, que era una especie de sello de compromiso del Plan de Pastoral con el que Monseñor Castaño guiaría su trabajo durante todo el tiempo que estuvo en Quibdó.
Para escuchar de su propia voz el resumen de su itinerario vital como sacerdote con 40 años de ministerio, su mirada retrospectiva y sus opiniones, conversamos con el Padre Napo, el hombre que, según decían en una época en Quibdó, es el único negro al que iban a nombrar obispo y él no quiso.[1]
Julio César Uribe Hermocillo/El Guarengue: ¿Qué te lleva a tomar la decisión de convertirte en sacerdote? ¿Dónde estabas y en qué circunstancias tomas esa decisión?
Manuel Napoleón García Anaya (Padre Napo): Pienso que fue algo muy providencial. Siempre, a los sacerdotes nos enseñan que la vocación es un llamado divino, que uno no sabe cuándo o cómo ocurre. Te cuento que yo mismo me asombro, porque yo creería que desde que tengo conciencia, a los cuatro o cinco años, yo dije: Yo quiero ser Padre. Tal vez recuerdo alguno de los misioneros que fueron por allá por Unguía, que alguno andaba con su sotanita blanca y en algo me llamó la atención. No olvidar además la influencia de mi familia: mis padres siempre fueron muy religiosos. Mi madre dice que ella tentó la vida religiosa en la adolescencia; pero que la familia no la apoyó, allá en Lorica…
La figura que me inspiró fue la de Alcides Fernández, gran misionero claretiano, tú sabes que quieren abrir su causa de canonización; y él fue el que me inspiró también de alguna manera y acompañó mi infancia. Y cuando yo tenía ocho años, un pelaíto de escuela, cómo es que mis padres toman en serio mi palabra. Y le dicen al Padre Alcides: el niño dice que quiere ser sacerdote. El Padre les dice: pues yo me lo llevo. Y entonces a los 9 años me montó en el avión y me llevó al pueblo que él acababa de fundar: Balboa. Y allí conocí no solo a Justa Victoria Sánchez, Fredy, todos sus hermanos y toda su familia; sino que estuve un año bajo la tutela del sacerdote; pero, sobre todo (yo no vivía en la parroquia) una experiencia muy interesante. Él me consiguió una familia campesina paisa con los cuales yo vivía y hacía mis estudios, en la escuela: era un niño adelantado, porque tenía 9 años, hacía quinto de escuela y me preguntaban: ¿Y tú qué viniste a hacer acá? Yo quiero ser Padre. Yo vine acá a prepararme para ser Padre… Imagínate tú… Así que es algo que me acompañó toda la vida…
Y de allí seguí derechito al seminario menor, en El Carmen de Atrato, hasta 4° de bachillerato. Luego nos mandaron a Jericó a hacer 5° y 6°. De allí al Seminario Intermisional a hacer Filosofía. O sea que anduve mi caminito derecho. Y una cosa de la que uno se asombra es de todas las deserciones: desde que comencé el bachillerato las decenas y decenas de compañeros que también tenían la misma intención, pero por las circunstancias de la vida y las decisiones personales, iban desertando, desertando, desertando, desertando, caían a mi izquierda mil y a mi derecha diez mil, como dice el salmo[2]. Y bueno, imagínate, logré tener esa bendición y llegar hasta ese punto… No sin algunos tropiezos en el seminario. Me acuerdo que en el año 1981, allá en Bogotá, un rector del seminario hizo una lavada y echó un poco de gente…de pronto en esos años, que tú has de recordar, éramos como de ideas muy socialistas, los estudiantes universitarios tirapiedras… Yo, aunque era seminarista, participaba un poco y tenía algunas ideas divergentes. Me acuerdo haber criticado en alguna clase, en algún comentario al en ese momento Cardenal Aníbal Muñoz Duque, que además tenía cargo de Brigadier General… Eran los años de la seguridad nacional, si recuerdas, de los tiempos de Julio César Turbay… Yo expresé algunos comentarios, en alguna misa, en alguna clase. Eso me descalificó. Dijeron: este tipo tiene algunas ideas que no convienen, no convienen. Y la verdad fue que me expulsaron. Pero, afortunadamente, Pedro Grau[3] me comprendió y me acogió, y me dijo; pásate para acá… Y entonces fui a la Universidad Javeriana, y allí hice un año de Teología. Vivía con unos religiosos carmelitas, en el barrio Kennedy, de Bogotá; era un grupo de seminaristas que estudiaban en la universidad. Y ya luego el obispo Pedro Grau me dijo: vete al seminario de nuevo. Y entonces fui a terminar a Cristo Sacerdote[4], en La Ceja (Antioquia). Allí hice los últimos dos años. Siempre ya muy ensotanao, te cuento. Ahí ya conseguí sotana, porque era como de rigor para los actos litúrgicos y a mí me gustaba porque me protegía en el clima frío…
JCUH/El Guarengue: ¿Cuál fue tu primer encargo o destino como presbítero, tu primera responsabilidad, y cómo la viviste?
Padre Napo: Vine a la parroquia de Fátima[5] como coadjutor de Rodolfo Sánchez. Y me encargaron Río Quito. De manera que lo primero fue la fiesta de Paimadó, La Candelaria. Ese año recorrí mucho Río Pató, Villa Conto… La parroquia era tan grande que también los fines de semana estaba siempre por allá: San José y San Martín de Purré, Cabí, Pacurita. Ya en esos años empezaba el movimiento organizativo campesino. Me acuerdo haber llevado al equipo de las Seglares Claretianas a talleres organizativos en Purré, en Cabí. Además, como oficio, en ese entonces yo daba clases en la Normal de Varones de Quibdó, clase de Religión, en la semana. Me movía en una bicicleta, y llegaba sudaíto a la Normal y los pelaos apenas se reían… Así que en semana allá y los fines de semana sagradamente para los ríos, que siempre me han gustado: fíjate que ahora ando por acá en el Medio Atrato y ahora en la Navidad me voy a meter unos días a Munguidó.
JCUH/El Guarengue: Dime sinceramente cómo viviste la experiencia de un obispo literalmente conservador, preconciliar, como Pedro Grau, y el paso posterior al trabajo con alguien como Jorge Iván Castaño Rubio, muy posconciliar, que literalmente revolucionó la iglesia en el Chocó…
Padre Napo: Muy enriquecedora la experiencia de tener dos líderes, de dos patrones y de dos escuelas distintas. La primera me parece valiosa porque… y ahí, antes de entrar, lo ligo al hecho de haber estado en el Seminario de Cristo Sacerdote, que es un seminario de curas rezanderos y ensotanaos, y haber estado en el Intermisional y el Conciliar de Bogotá, que es un seminario de mentalidad más abierta (había Teología de la Liberación) e inclusive la Universidad Javeriana en Teología. Esos dos mundos me parece que fueron enriquecedores. ¿Por qué? Porque me parece que el cura debe tener un componente muy valioso de espiritualidad, de liturgia, de devoción, de sacramento; y a la vez un componente fundamental de sensibilidad social, de compromiso con el pueblo; o sea, como la mano izquierda y la derecha… A mí me parece enriquecedor el haber participado de esos dos espíritus. Y entonces, por lo tanto, el haber acompañado ese nacimiento de la experiencia de Jorge Iván Castaño…
Como curiosidad, te cuento que cuando Jorge Iván Castaño fue nominado como obispo, yo era Diácono, estudiaba mi último año de Teología en La Ceja, y Jorge Iván se averiguó y mandó a que me buscaran, para que le acompañara en su misa de consagración episcopal[6], en la Catedral de Medellín. Y entonces, yo estuve allí, acompañándolo, como un cura negro, con la Dalmática, que es el ornamento elegante que usan los diáconos para ceremonias pontificias… Entonces, allí estuve. Y luego Monseñor Castaño se posesionó en Quibdó y ya a la semana siguiente invitó a una primera reunión a sus evangelizadores para empezar ese proceso de renovación. Y ya yo estaba allí como parte del proceso.
JCUH/El Guarengue: Aunque por modestia le restes importancia al asunto, tu ordenación sacerdotal hace 40 años marca un hito en la historia de la iglesia en el Chocó. Cuando tú llegas a Quibdó, solamente está el Padre Hérbert, a quien poco le interesaba el movimiento étnico y social que se estaba gestando; y los claretianos chocoanos Wilson Cuevas y Antonio Mena… Así que en el Vicariato, y poco después Diócesis, eras realmente pionero. ¿Cómo te aproximaste a la causa étnica negra, estudiando desde tan joven en seminarios ajenos a dichas dinámicas…?
Padre Napo: Cuando estaba estudiando en Bogotá, allí conocí a Amir Smith, el gran líder, que realmente fue un pionero, el hombre que nos gritaba en el centro de Bogotá, en plena Carrera Séptima: ¡¡¡Negroooo!!! Y uno se sorprendía. Y esperaba y él te alcanzaba… ¿Qué haces? ¿Qué has venido a hacer aquí? Y entonces yo digo: no, yo estoy en el seminario. ¿Y eso para qué… qué estás estudiando? Filosofía. ¿Y eso le sirve al pueblo negro? Y uno pues no sabía como qué responder. Pero esa interpelación era una vaina potente, que te llamaba de una vez, y te llevaba y te regalaba periódicos “Presencia Negra”. Y uno empezaba a leer cosas que uno no sabía, ni conocía, ahí empezaba como la sensibilidad. Yo llevaba al seminario los periódicos Presencia Negra. Mis compañeros de Buenaventura, Tumaco: ey, mirá, esto está bueno, está interesante… Empezamos a conocer cuestiones de líderes, de pensadores, de escritores afro del resto del mundo.
Luego, recuerdo mucho que, en 1983, que fue mi último año en el seminario de La Ceja, Rafael Savoia, sacerdote italiano, misionero comboniano[7], mire usted, blanco, italiano, va y me localiza. Allá llegó una tarde al seminario y preguntó: aquí hay un muchacho que es diácono, negro. Y me dice: hermano, vamos a iniciar los EPA (Encuentros de Pastoral Afroamericana)[8]. Hay un encuentro en Ecuador y quiero que vayas. Y yo, pues, imagínate tú…
De manera que esos fueron los comienzos en materia de la sensibilidad con lo afro, con la pastoral afro, y allí empezamos como a liderar eso; de lo cual debo reconocer que gracias al trabajo, a esa semillita que nosotros sembramos, también Antonio Mena se interesó en esos tiempos. Y luego el trabajo de las Seglares Claretianas, que Gonzalo de la Torre lideró en el Medio Atrato, fue realmente lo que fructificó en lo que hoy en día tenemos como grandes logros: Ley 70, y toda esa otra visibilización de la afrocolombianidad en Colombia. Entonces, me parece que, en ese sentido, pues se sembró una semilla valiosa.
Amir Smith Córdoba, Rafael Savoia y Gonzalo de la Torre fueron inspiradores del compromiso afro del Padre Napo. FOTOS: Univalle, Revista Iglesia sin Fronteras y Archivo El Guarengue |
Padre Napo: Indudablemente. Yo hoy en día, en este año, cuando se han celebrado los 30 años de la Ley 70, me llama la atención el poco de padres que se autoadjudican la Ley 70, ¿no? La cantidad de personas que dicen: nosotros fuimos, nosotros fuimos… pero, no dejo de admirar que ese es el resultado realmente del trabajo, digo yo, sobre todo de Gonzalo de la Torre y su equipo, y que de pronto en ese momento no se supo apreciar y recibió tantas críticas de parte de la misma iglesia, de algunos compañeros nuestros… Pero, mire usted, la historia termina dándoles la razón, la sabiduría le da a sus hijos la razón.
JCUH/El Guarengue: Napo, ¿cómo es esa especie de mito urbano de Quibdó, según el cual tú eres el único chocoano al que iban a nombrar de obispo y no quiso?
Padre Napo: Ese es un tema interesante. Cuando yo apenas llevaba dos años, en realidad uno y medio, Monseñor Jorge Iván Castaño me consiguió una beca para irme a estudiar a Roma. Entonces le pregunté a Gonzalo de la Torre, entre las cosas que me sugerían en el catálogo, qué podía estudiar yo…entonces él me dijo; estudiá Biblia. Le dije: listo, voy a estudiar Biblia. Todo ello se enmarca dentro de la estrategia eclesial de preparar a los sacerdotes para que sean líderes y posiblemente sean obispos; pues, tú sabes, Roma prepara sus sacerdotes y preferible si se forman en las escuelas romanas. Entonces, yo fui con una beca a la Universidad Urbaniana, de Roma, una universidad de la Santa Sede, de Propaganda Fide, como quien dice, a hacer el curso introductorio para obispo, y estuve allá juicioso, me gradué con honores y regresé.
De allí, resultó en los años siguientes una especie de leyenda, se podría decir como de esos mitos populares o vox populi: El Padre Napo fue el chocoano que mandaron a que se formara como obispo y después él no quiso. Y vos oís a algunos chocoanos que me ven y dicen: mirá, el único chocoano que lo iban a escoger obispo y él no quiso. Y te cuento que eso no es del todo falso, en la medida en que a uno lo mandaron a que hiciera el curso. Pero, ya después, sí debo decir que -digamos, después de estudiar en Roma- yo no me apliqué a hacer el curso para ser escogido, porque de alguna manera en esos tiempos no me gustó como ese tipo de vida como conventual que llevaban y todavía, de alguna manera, llevan los prelados… Es decir, ser escogido obispo es un honor personal y de grande orgullo, de gran aprecio dentro de la iglesia y de una sociedad católica; pero, para mi manera de ser, meterse en esos conventos, a llevar una vida de machosolos, dedicarse a cuestiones eclesiales todo el tiempo, de pronto ese tipo de vida no iba como con mi espíritu, y por eso esa afirmación no es del todo falsa; o sea, digamos: yo no me apliqué a hacer el curso. Eso hubiera significado como uno dedicarse a ser más conventual, más rezandero, estar más dentro del canon, estar más como echándole el incienso a los jefes, atendiendo al obispo, andar uno con clériman todo el tiempo, este tipo de cosas, ¿no? Entonces, yo dije; este como que no es el proyecto de vida que a mí me satisfaría… Y en ese sentido quería como tocar ese capítulo en esta conversación.
JCUH/El Guarengue: Pero, de todas maneras, con tu trayectoria, que incluye haber sido Vicario General de la Diócesis de Quibdó, que es el segundo cargo después del obispo, has acortado el camino del clero católico negro hacia el episcopado... ¿Qué tan lejos estamos de un obispo negro en Colombia y en Quibdó, en particular?
Padre Napo: Pienso que ya es muy próximo. Ha habido un par de obispos negros, pero que no se autoidentifican; como un obispo que estaba en Montelíbano… Ha habido como un par, que tú los ves que son de piel olivácea: estos manes son negros. Pero, estos manes no se asumen… como pasa con algunos costeños del norte.
Hay en Física algo que se llama la masa crítica: para que suceda una explosión o un cambio químico, se requiere que haya determinada cantidad de materia. Entonces, yo cojo y digo: 5.000 sacerdotes en Colombia, lo divido entre 80 o 100 obispos, se requiere en esta división más o menos 450 sacerdotes por obispo, es decir que cuando seamos 150 curas negros habrá masa crítica para que estalle un obispo; así hacía yo la operación. Y eso tiene sentido. Fíjate que cuando yo me ordené, podíamos ser quizás una decena. Hoy en día, en Colombia tal vez seamos 150, de pronto unos 200 curas afro más o menos autoidentificados. Quiere decir que ya tenemos masa crítica. Y ya eso, contando además con la visibilidad que tiene lo afro, la vicepresidenta, presidentes en otras partes, una cosa y la otra, y tal, ministros, eso implica que ya el Nuncio empieza a decir: verdad que ya es hora de que tengamos algún afro… Entonces, yo pensaría que ya estamos a punto: en el 2025 deberían estallar uno o dos, porque también hay decenas de curas afrocolombianos en el Valle, en Nariño, en la Costa Atlántica. Entonces, pienso que ya es tiempo.
Escudo de la Diócesis de Quibdó y Obispo Jorge Iván Castaño Rubio, con quien el Padre Napo comenzó su ministerio sacerdotal. FOTOS: Archivo El Guarengue. |
JCUH/El Guarengue: ¿Cuál es para ti la mayor alegría que te ha proporcionado ser cura… y qué es lo más difícil de ser cura? ¿Ha habido algún momento en el que hayas considerado dejar de serlo?
Padre Napo: Hay algunos años en que el desánimo, la sensación de haber hecho poco, la sensación de no haber hecho lo suficiente, de haber cometido a veces numerosos errores, lo hacen sentir a uno como fracasado y pensar en abandonar este oficio o formar otra familia aparte…y así, ha habido momentos de desánimo en los cuales he pensado como quien dice abandonar el ministerio. Y momentos buenos, podría más bien sumar los momentos sencillos de la cantidad de gente que en muchas ocasiones uno atiende, como cuando he estado en iglesias confesando y atendiendo personas que se llenan de gran alegría y que uno dice: esto me hace sentir muy alegre, ser útil, sanar almas, consolar corazones, darle bálsamo a personas deprimidas, gente que de pronto se quería quitar la vida y que encuentran un motivo nuevo para vivir, una luz en el camino; entonces, esa sencilla orientación a personas lo llena a uno de gozo. Como cuando voy a las comunidades del río Munguidó. Porque debo decirte que en algunas comunidades uno siente que su ministerio es valorado y en otras no. En otras partes tú dices: aquí como que ni me aprecian ni me valoran. Entonces, en ese sentido, en algunas comunidades donde sientes la alegría sencilla de la gente, me llena de alegría sencilla el corazón y por eso alguna vez me he dicho: ya para qué voy a dejar esto, ya como quien dice lo que fue, fue. Y esa alegría profunda de servir a la gente así, me llena entrañablemente.
JCUH/El Guarengue: Algo medio de cajón para terminar esta conversación, Napo. Al estilo de las campañas vocacionales que hace la iglesia, al cumplir 40 años de ministerio sacerdotal, ¿cuál es tu mensaje para la juventud chocoana acerca de por qué deberían considerar, entre sus opciones profesionales, estudiar para ser sacerdotes, como lo hiciste tú?
Padre Napo: Yo le diría a los muchachos que consideren este destino como una misión de vida integral, algo que llena profundamente el espíritu de uno y en el servicio a los demás. Es algo que te añade un plus, comparándolo con cualquiera de las otras carreras liberales. Es algo además que supera el límite del simple gozo material, tanto del gozo de tener una mujer o de tener unos hijos o de pronto de acumular riqueza material. Entonces, para personas que son idealistas, que tienen espiritualidad (muchos jóvenes hoy en día son así) es una opción magnífica. De manera tal que pueden considerarlo. Porque, por otra parte, tendrás trabajo seguro…(RISAS). De hecho, te cuento que con motivo del Covid murieron muchos sacerdotes ancianos en muchos países, entonces hay muchas vacantes… Por ejemplo, yo ahora, en Navidad y Año Nuevo, después de unos días en el río Munguidó, me embarco para Houston (Texas). Voy a estar un mes allá, reemplazando a Juan Fernando Gámez en Corpus Christi…[9] Otros compañeros me han dicho que me vaya para Nueva York, que allá hay parroquias que necesitan sacerdotes, que pagan bien; otros compañeros en España, en Francia, en Italia… Entonces, para los sacerdotes hay trabajo abundante, hay posibilidades reales, reconocimiento social, mucha valoración de las comunidades, mucho aprecio y autoestima…serían algunos de los valores que yo destacaría frente a la juventud.
Un año de cambios, un futuro de ilusiones
Para el Padre Napo, el 2023 fue un año de grandes y significativos cambios. Culminó su ciclo como docente o maestro o educador, y se pensionó. Pidió licencia en la Diócesis de Quibdó para ir a Medellín a dos cosas vitales: atender su salud, mediante el tratamiento con quimioterapia de un linfoma, cáncer del cual salió avante; y acompañar a su madre en la última etapa de su vida, que culminó con su fallecimiento el pasado 31 de octubre a las 11 de la noche, luego de que su propio hijo, el Padre Napo, le hubiera administrado los llamados Santos Óleos o sacramento de la Extremaunción. De modo que, por pocos días, la Señora Ahida no pudo acompañarlo en la celebración de sus 40 años de vida sacerdotal; como sí ha podido hacerlo su padre, quien actualmente tiene 94 años y ha quedado viudo después de 67 años de matrimonio y una numerosa prole.
El Padre Napo, que actualmente lee como entrenamiento para reemprender la escritura, que es una de sus habilidades, aspira a escribir en 2024 un libro de relatos cortos sobre el Chocó, inspirado en otro que comenzó durante la pandemia, con historias desde la época de Santa María de la Antigua del Darién, pasando por Manuel Saturio Valencia, hasta hoy. Para ello, está releyendo, entre otros, el libro de cuentos y relatos de Fredy Sánchez Caballero titulado “Cuando va a llover, llueve”[10], pues piensa que “bueno, verdad, este muchacho con qué talento relata las historias que Julio César y que Napo quisieran relatar, del río, de los indios, de los costeños, de los negros…”. Igualmente, planea regresar a otra de sus habilidades, el dibujo, especialmente en el formato de la caricatura política. Y, claro, seguir firme en el ejercicio de esa vocación que, como su estatura, es congénita, innata: el sacerdocio.
[1] La
entrevista fue realizada el día 9 de diciembre de 2023.
[2] Se refiere al Salmo 91.
[3] Cuando la Prefectura Apostólica del Chocó se divide en los vicariatos de Quibdó e Istmina, el misionero claretiano Pedro Grau Arola es consagrado obispo y nombrado Vicario Apostólico de Quibdó. Durante su episcopado, se desarrolló el proceso formativo de Manuel Napoleón García Anaya.
[4] Se
refiere al Seminario Nacional Cristo Sacerdote, creado en la Diócesis de Sonsón, en 1959, inicialmente para la formación de lo que llamaban vocaciones tardías;
posteriormente sin dicha especificidad. De hecho, la mayor parte de los primeros
sacerdotes de la Diócesis de Quibdó estudiaron en dicha institución.
[5] La Parroquia de Nuestra Señora de Fátima a la que se refiere el Padre Napo es en
Quibdó, en el tradicional barrio de La Yesquita.
[6] Lo
que en el sacerdote se llama ordenación, en los obispos es consagración: la
ceremonia de investidura para tal dignidad.
[7] Los Misioneros Combonianos derivan su nombre de su fundador. San Daniel Comboni, misionero italiano que renovó dentro de la iglesia la práctica misionera en países de África. El Padre Rafael Savoia, junto al obispo Enrique Bartolucci fueron pioneros de la pastoral afroamericana en Ecuador y en todo el continente.
[8] Los EPA (Encuentros de Pastoral Afroamericana son los escenarios de convergencia entre agentes de pastoral negros e interesados en la causa negra de América. En los EPA se consolidó conceptual y eclesialmente la Pastoral Afroamericana del continente. El 5° EPA se llevó a cabo en Quibdó, en junio de 1991, y fue coordinado por el Padre Napo y Julio César U. H. Ver: https://miguarengue.blogspot.com/2023/05/recordando-el-5-epa-el-precioso-afiche.html
[9] Juan Fernando Gámez es un sacerdote afrochocoano, originalmente de la Diócesis de Quibdó. Trabaja actualmente en la ciudad de Corpus Christi, del Estado de Texas (USA), en el Golfo de México, a unos 300 km de Houston.
[10]
Sánchez Caballero, Fredy. Cuando va a llover, llueve. Medellín, Colombia, noviembre
2013. Editorial Mundo Libro, 116 pp.
Gracias Julio Cesar por esta interesante entrevista con el P NAPO. Se me refrescó la memoria, hay muchos acontecimiento de Napo en los que estuve presente y me llena de mucha alegría saber como recuerda sus 9 pañitos en Balboa, pueblo recién fundado y en el que Napo fue fraguando su vocación.
ResponderBorrarMuy interesante la entrevista. Gracias por compartir.
ES NAVIDAD, FELICES FIESTAS
El padre Napo es un médico de almas tal como se autodefinía el Reverendo Padre Isaac Rodriguez (QEPD).
ResponderBorrarUn clérigo luchador de causas justas en busca de la dignidad de un pueblo consumido por la guerra , la miseria, la corrupción y el abandono del estado y su mediocre clase dirigente.
Solo pedirle a Dios , que el padre Napo nos alumbre con su luz de esperanza y amor tan necesarias en estos días aciagos , y que las autoridades eclesiásticas lo consideren para el cargo de obispo de la Diócesis de Quibdo en un futuro no muy lejano. Se lo merece.
Pedro Romero Arriaga
Excelente entrevista, gracia señor Julio César por informarnos. Felicitaciones para el padre Napo en sus 40 años de servicio a las comunidades, siempre elocuente en sus conversaciones y explicación de la palabra. Dios le bendiga y proteja siempre, le regale buena salud para que siga acompañando a sus fieles.
ResponderBorrarExcelente entrevista,2 Chicoanos que desde sus labores han creado un despertar de sus gentes.Napo ánimo en mano de Dios va estar cumpliendo con linda vocacion.
ResponderBorrarAngustiado por el abandono de nuestra subregion del Darien,
Es maravilloso contar con personalidades como el padre Napoleon García, felicitaciones!!!
ResponderBorrarFelicitaciones Padre Napoleón, mi comentario anterior quedó como anónimo, me disculpo
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