29/12/2025

 Pequeña nostalgia de Año Nuevo

*Almanaques de Pielroja diseñados, producidos y distribuidos por la Compañía Colombiana de Tabaco S. A., 1974 y 1977 (fotos 1 y 2: Memoria Visual de Medellín: https://www.facebook.com/share/p/17bg9kbNFD/. Almanaque de Pielroja versión de venta callejera actual (foto 3: Mercado Libre).

Esperar a finales de diciembre de cada año la llegada del almanaque de cigarrillos Pielroja, completico y oliendo a nuevo, fue siempre un acontecimiento de la tradición decembrina en nuestras casas de la infancia y la primera juventud; en todas las cuales tuvo un puesto permanente, en un lugar de la sala visible y especial, especialmente en la última, que fue también la única casa de nuestra propiedad, donde el muro adosado al marco de la puerta de ingreso parecía haber sido hecho para albergarlo, de modo que desde el primer año que ahí llegamos a vivir ese fue siempre su puesto.

Recibirlo era vivir una pequeña felicidad, de la cual nacía la sensación de tener el tiempo entre las manos: un año completo a disposición, al cual le daríamos paso día a día cada vez que, empezando el nuevo día, a primera hora de la mañana, desprendiéramos del bloc la hojita que registraba el día pasado e incluía la fecha completa (día, mes y año), el santo del día, las fiestas patrias, religiosas o universales, y las fases de la luna. De modo que cuando uno guardaba, como parte de su memoria personal, la hojita perfectamente impresa del primer día del año o la del día en el que comenzaban las clases del colegio o de la escuela, la del cumpleaños del papá o la mamá y la del propio cumpleaños, aquel pequeño trozo de papel contenía detalles precisos de un día vivido de la vida de uno, que uno recordaría de modo vívido cada vez que lo mirara.

Como si fuera un ritual, especialmente los primeros días de cada año, a partir del 1° de enero, cuando desprendíamos la pequeña portada del bloc de 365 o 366 hojitas de cada uno de los días del año, para que quedara visible el primer día o fiesta de Año Nuevo, con su color rojo inolvidable; cada uno de nosotros, al igual que nuestro padre y nuestra madre, nos parábamos en algún momento del día a curiosear aquel bloc repleto de días por venir y por vivir, y leíamos en voz alta para quienes ahí estuvieran con nosotros cuál era el santo o la fiesta del día, riéndonos de los nombres rarísimos que a veces nos salían al azar y divirtiéndonos al imaginar cuál habría sido nuestra suerte onomástica si en esa casa hubiera existido la costumbre generalizada de bautizar a los hijos e hijas usando el nombre del santo del día de su nacimiento.

Hacer la cuenta, como si acabáramos de descubrir tan obvio e inmodificable dato, de cuántos días faltaban para nuestros cumpleaños o para entrar o salir del colegio o de la escuela, o para alguna de las vacaciones escolares, formaba parte también del ritual; así como saber cuántas semanas iban y cuántas quedaban del año mirando el calendario mensual de doce hojas, una por mes, que el almanaque traía debajo del bloc del día a día, en hojas más grandes, donde también se podían ver las festividades sin tener que repasar necesariamente el bloc diario, que por lo abultado que aún estaba al comienzo del año era difícil de ver sin maltratarlo o arrugarlo o descuadrarlo de su perfecta alineación original.

Completaba el almanaque el soporte duro y colorido de cartón rígido, tan cuidadosamente impreso como el resto y provisto del orificio respectivo para colgarlo de un clavo y así fijarlo en la pared y convertirlo en parte importante e imprescindible de la ecléctica decoración de la sala de la casa, y en testigo cotidiano de nuestros días. Allí aparecía la modelo pin up, sugestiva, sonriente, que lo miraba fijamente a uno con sus llamativos ojos de pestañas grandes, mientras sostenía en una de sus manos un cigarrillo Pielroja humeante y evidentemente recién encendido. La palabra PIELROJA, usualmente escrita en la tipografía clásica de la marca, la misma de cada cajetilla de dieciocho cigarrillos y cada paquete de doce cajetillas, y la figura del indio pielroja de rostro adusto, casi pétreo, con su frente ceñida por la característica corona de plumas, cuyo dibujo original fue obra -en 1924- del maestro Ricardo Rendón, histórico dibujante y caricaturista excelso de la prensa colombiana, pionero del diseño publicitario en Colombia; eran el toque final del conjunto de tan memorable objeto.

Después de más de medio siglo de existencia y de su anual presencia en todos los rincones de Colombia, aquel almanaque Pielroja, de la Compañía Colombiana de Tabaco S. A., de Medellín, fue borrado de nuestras vidas por el poder multinacional gringo que no le halló gracia, sentido ni ganancia a sesenta y dos años de presencia de este regalo navideño en todos los rincones de los Andes, del Caribe, del Pacífico, de la Amazonía y de la Orinoquía, como aquel Quibdó donde en aquellas épocas fundacionales de nuestras vidas tuvimos la fortuna de tener en nuestras manos el tiempo y verlo pasar cada día, día por día transcurrido y hoja por hoja desprendida de aquel almanaque junto al cual tantas veces, durante tantos años, nos abrazamos en esa casa para desearnos conmovidos ¡Feliz Año Nuevo!

Cajetillas de cigarrillos Pielroja, diseños 1926 (fotos 1 y 2), 1944 (foto 3) y años 70 (foto 4). FOTOS: Recorrido de las marcas en Colombia: CIGARRILLOS PIELROJA. Paola Andrea Castro Campo y Diana Patricia Villegas. Universidad Icesi, Cali, 2013.

Más o menos una década después de la desaparición arbitraria del almanaque y de la decadencia de los cigarrillos que lo inspiraron, impresores de Cali y Barranquilla, inicialmente, y posteriormente también de Bogotá, recuperaron la idea del diseño del almanaque, pero utilizando como portada del mismo el icónico dibujo de Rendón, que desde mediados del siglo XX, retocado y estilizado por José Posada Echeverry, se había convertido en la imagen definitiva de la marca Pielroja. De modo que cada año los nostálgicos de esta especie de artefacto de posesión y manejo del tiempo damos gusto a nuestra saudade yendo a la esquina más cercana de las zonas de comercio callejero a regatear hasta obtener un buen precio por nuestro Almanaque Pielroja, en su versión ahora pirata, y llevárnoslo con nosotros como un pequeño fragmento de historia personal, para inaugurar el año con la alegría de los tiempos idos y la esperanza de los que están por venir.

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Posdata:
Casi doce mil personas leyeron El Guarengue durante 2025. Cada lunes de este año —sin falta, como lo hemos hecho desde el 6 de agosto de 2018— publicamos un relato del Chocó profundo, hasta ajustar los cincuenta y dos que con este se completan. Gracias por su interés y lealtad para con este Guarengue de la chocoanidad. ¡Feliz Año Nuevo!

4 comentarios:

  1. Gracias Julio César por todo este recorrido, cada lunes, con tanto detalle y recordación sentida. Un año de muchas bendiciones! Saludos miles.

    Jorge Valencia V.

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  2. En mi casa siempre había uno. Gracias por recordarlo. GR

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  3. Gracias, JC, por tu inspiradora constancia para relatar cada lunes una parte de nuestras vidas. Feliz 2026.
    José ML

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  4. Gracias querido jovencito. Tus escritos son muy agradables y de admirar por la manera de escribir. Feliz 2026!

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