11/08/2025

 In memoriam 
Gerardo Rendón y el Trío Atrato

-1-Víctor Dueñas (El Manduco). -2-Trío Atrato: Julio César "el Gringo" Valdés, Manuel "Mane-Mane" Santacoloma, Gerardo Rendón (cortesía Douglas Cújar). -3-Gerardo Rendón Mosquera (cortesía Douglas Cújar).

Falleció en Quibdó, este jueves 7 de agosto de 2025, Gerardo Rendón Mosquera, quien era el único integrante vivo del legendario Trío Atrato, cuyas virtuosas guitarras engalanaron durante por lo menos veinte años centenares de noches quibdoseñas de veladas, serenatas, fiestas y guitarreadas. El maestro Gerardo era oriundo de Condoto, igual que Julio César Valdés Barbosa (el Gringo), su colega y compañero, con quien fundó el trío, que también fue integrado por Víctor Guillermo Dueñas Porras (Viguidú) y posteriormente por Manuel Agustín Santacoloma Garrido (Mane-Mane); ambos nacidos en Quibdó.

Aunque la región es más conocida por la Chirimía y sus danzas folclóricas asociadas, la música chocoana –desde principios del siglo pasado– incluyó un elenco de virtuosos de las cuerdas: guitarra, tiple, bandola y violín; cuyo arte, junto al de la Chirimía, fue parte integrante del proyecto de construcción de identidad y región en el Chocó. Gerardo Rendón, Julio César "el Gringo" Valdés, Víctor Dueñas y Manuel "Mane-Mane" Santacoloma fueron guitarristas excelsos que, además de sumarse a la tradición, la enriquecieron y dinamizaron, contribuyendo así a la preservación del acervo musical regional.

Música y chocoanidad

Del mismo modo que, a partir de la creación de la Intendencia Nacional del Chocó (Decreto Nº 1347, del 5 de noviembre de 1906), creció un grupo de intelectuales y políticos chocoanos -pioneros de la representación regional en el ámbito nacional- que protagonizarían una gesta de unidad chocoanista para posicionar a su terruño como sociedad y como región, como proyecto sociopolítico y territorial, en la escena nacional…; y así como otro grupo irrumpió con admirable creatividad en los campos del periodismo, la educación, la poética y la narrativa (José A. Rivas Polo, Reinaldo Valencia Lozano, Carlos Arturo Truque Asprilla, Arnoldo Palacios, Hugo Salazar Valdés, Miguel A. Caicedo Mena, Teresa Martínez de Varela, Rogerio Velásquez y Libardo Arriaga Copete, entre otros), con una voz regional nunca antes escuchada en Colombia…; un grupo de músicos, cuya fama trascendió los confines regionales y viajó por el Atrato hacia el Caribe, por el San Juan hacia el Valle del Cauca, y por el camino de Antioquia hacia el interior del país, también contribuyó con su talento a consolidar aquella identidad regional en construcción.

Con todo y las limitaciones jurídico-políticas de esta figura, la creación y funcionamiento de la Intendencia Nacional del Chocó contribuyó a la consolidación y actuación pública de un nuevo sujeto social y político, de extracción popular y de pertenencia étnica y cultural, un sujeto consciente de su identidad y unido en torno a la causa del bienestar y desarrollo de su gente y de su territorio. Una nueva generación de chocoanos comprometidos con los destinos de su tierra había surgido y la historia de la región se transformaría sustancialmente gracias a sus acciones individuales y colectivas en la escena política nacional y regional. A dicha generación de intelectuales y políticos, artistas y profesionales, se sumaron los primeros músicos chocoanos reconocidos en el ámbito local y regional, que con sus notas enriquecieron también el pentagrama cultural y social de la región, su gente y sus tradiciones. Entre ellos, Abraham Rentería Key, Luis Crescenciano Valencia, Isacio Caicedo, Amador Caicedo,  Melchor Murillo, Sandalio Blandón, Pedro Serna, Ramón Peña, Marcos Blandón, Carlos Borromeo Cuesta Murillo, Gonzalo García Carrasco, Eduardo Couttin y Eladio Martínez Vélez (padre de Teresa Martínez de Varela y abuelo de Jairo Varela); entre otras figuras excelsas de la época, de cuyo indiscutible talento se nutrieron la Chirimía Chocoana en su formato clásico y otras músicas locales y subregionales; así como la música de cuerdas, cuyos músicos más representativos se concentraron en Quibdó, Istmina y Condoto, estableciendo conexión con los aires de otras regiones del país y del mundo, que llegaban a estos rincones de la selva a través de la radio, de las victrolas ortofónicas y sus discos, y de los viajeros que iban y venían a través de una región cuyas riquezas atraían el cosmopolitismo a sus ciudades, pequeñas y a veces precarias, pero modernas como las urbes del país.

Los pioneros

Así las cosas, estos genios de la guitarra chocoana, que desde el Trío Atrato convirtieron cada serenata y cada presentación en una obra de arte en vivo, cultivaron y dinamizaron el acervo de música de cuerdas, inaugurado en las primeras décadas del siglo XX por una serie de agrupaciones de gran versatilidad en su composición organológica y en sus repertorios, que incluían boleros mexicanos y antillanos, diversos aires del Gran Caribe y del Caribe colombiano, lo mismo que valses, pasillos, tangos, chotis y ritmos de música andina colombiana. De hecho, como lo documentara una excursión folclórica organizada y llevada a cabo por el Centro de estudios del Conservatorio Nacional de Música, a finales de la década de 1950, en Quibdó, además de los aires folclóricos de la chirimía, cimentada ya como conjunto típico regional; músicos como el Maestro Abraham Rentería y don Eduardo Couttin dirigían estudiantinas o conjuntos de música andina colombiana, conformados por bandolas, tiples y guitarras, con un repertorio de bambucos, pasillos y valses, al mejor estilo del músico valluno Pedro Morales Pino y del santandereano Luis A. Calvo, glorias de la música vernácula andina del país. Simultáneamente, grupos de músicos jóvenes interpretaban aires de origen antillano y del Caribe colombiano.[1]

En su prolijo compendio Antología Musical del Caribe Americano (2012), el melómano, coleccionista y estudioso de la música popular antillana, caribe y chocoana Luis Ramón (Moncho) Garcés Herazo, documenta la presencia de una serie de grupos musicales, además de las bandas y las chirimías, con énfasis en la música de cuerdas. En los años veinte, según dicho trabajo, se conforma un grupo conocido como La nueva ola, en el que participan Abraham Rentería Key, destacado intérprete de la bandola, además del clarinete, la flauta y el saxofón; Eduardo Couttin en el violín y en la guitarra Eladio Martínez Vélez. Varios de estos músicos participarán también en un grupo creado posteriormente por don Isacio Caicedo, virtuoso intérprete de la bandola, incluyendo como guitarristas a Eliumen García y Eladio Martínez, Manuel Palacios y Manuel Santacoloma.[2]

En 1927, según Garcés Herazo, “se organizó un grupo de artistas locales, cuyo repertorio se basaba en la interpretación de pasillos, valses, tangos, chotis, etc. Este conjunto se constituyó con Carlos Cuesta Mena (“Comearroz”) y Manuel Felipe Moreno, guitarristas; Miguel Ángel Cuesta Blandón y Luis Crescenciano Valencia en los tiples; e Isacio Caicedo, con la bandola”.[3] Los integrantes de este grupo junto a nuevos músicos, como Isacio Caicedo (clarinete y requinto), Eduardo y Luis Ernesto Couttin (violín y trompeta), mantuvieron entre 1926 y 1930 el grupo Avanti. A partir de 1940, se crea una especie de conjunto de planta de la emisora intendencial La Voz del Chocó, en el que “se concentraron distinguidos intérpretes de la música de cuerdas, como “Abraham Rentería Palacios y Luis Crescenciano Valencia; Camilo López, César Emilio Valdés (Cemi, padre de “el Gringo”, abuelo de la dinastía), Darío Baldrich y don Fidel Lozano. Su repertorio estaba constituido por pasillos nacionales y de motivación regional, rumbas, boleros de origen centroamericano y sones cubanos y chocoanos, siendo el tema predilecto “Chocó paraíso de amor”, del profesor Crescenciano. Para agosto 16 de 1934 se reportaba en Quibdó la existencia del grupo Lira Atrateña, conformado por los músicos Carlos E. Cuesta, Rafael Ayala, Darío Baldrich, Neftalí Rengifo, Rafael I. del Pino y Crescenciano Valencia”.[4]

Quibdó a principios de 1930,
Misioneros Claretianos / El Guarengue
Y así, sucesiva y exitosamente, en una escena artística local rica, variada, siempre a la vanguardia de la música nacional e internacional, los músicos de cuerdas de Quibdó participaron también en grupos de teatro y veladas, como Chocó Artista (1933), dirigido por Honorio Serna, y Álbum Rojo (1940), dirigido por Martín García Ledezma; cuyas históricas presentaciones, al igual que posteriormente los actos solemnes de los colegios de la ciudad, se llevaban a cabo en el Teatro Quibdó (de la familia Ángel Ferrer) y en el Teatro Claret (de los misioneros de la Prefectura). Las guitarras de Víctor Dueñas, Gabriel Valencia Palacios, Pacho García y Lubín Torres Perea, se integraron al Grupo Folclórico del Chocó, con la dirección musical de Abraham Rentería; el cual había sido organizado y coordinado por Rubén Castro Torrijos para las veladas de inauguración y clausura del Simposio Americano sobre Zonas Húmedas Tropicales, patrocinado por la Unesco, que sesionó en Quibdó del 19 al 30 de marzo de 1958. René Orozco Ferrer y Luis “Cayayo” Rentería formaron parte de Los Vagabundos (1945-1952), un grupo que alcanzó gran prestigio en Medellín; ciudad donde también se conformó el trío Alma Chocoana (1953), por los músicos chocoanos “Demóstenes Lozano Garcés, Francisco “Pacho” García Rodríguez y Ciro Murillo, con repertorio de boleros, música chocoana, de la costa norte y de la que llegaba de las Antillas y del Caribe centroamericano”.[5]

Mención especial merece La Timba, de Víctor Dueñas, que por la misma época, desde principios de la década de 1950, se tomó literalmente la escena musical quibdoseña; como posteriormente lo haría esa extraordinaria orquesta que fue Los Negritos del Ritmo. Hacían parte de La Timba: "Rafael Baldrich, Francisco E. Blandón (Quiquí), Alberto Rengifo González (Chuculí) y Luisito “Cayayo” Rentería (guitarristas)…, Gabriel Valencia Palacios (tiple, voz, maracas); Armando Murillo en el clarinete; Santiago “Chacatás” Valoyes, Euclides Lozano y Feliciano Palacios Córdoba (Chano), claves y maracas; Jorge “Papito” Dueñas, Moisés Mosquera, Oscar Couttin (Oscutg) y Antún Bechara Carrascal, como vocalistas, y Julio Couttin, “Sapo” y Euclides Pacheco, timba y percusión. Este conjunto amenizaba los bailes, fiestas, paseos, reuniones, serenatas y todos los actos sociales de importancia en Quibdó y tenía un magnífico repertorio de boleros cubanos, mexicanos y boricuas, temas regionales y también sones, guajiras, guarachas, del Cuarteto Flórez, Cuarteto Mayarí, Cuarteto Marcano, Sonora Matancera y Los Panchos…”.[6]

Una lista significativa

Los anteriormente mencionados y otros grupos, que los sucedieron hasta principios del presente siglo, marcaron una ruta que el Trío Atrato siguió y cuyos caminos futuros trazó y enriqueció. Del compendio citado, de Garcés Herazo (2012), se deduce una lista, numerosa y maravillosa, de intérpretes de guitarra, tiple, violín y bandola, a lo largo del siglo XX en el Chocó; la cual elaboramos e incluimos como una muestra significativa de la riqueza interpretativa de tales instrumentos en la tradición musical chocoana, sin pretensión alguna de que ella contenga la totalidad de los intérpretes y conscientes de que la mayor parte de aquellos músicos ejecutaban más de un instrumento.

Los guitarristas conforman el grupo más numeroso de la lista: Eladio Martínez Vélez; Marcelino Caicedo; Eliumen García; Manuel Palacios; Manuel Santacoloma; Carlos Cuesta Mena (Comearroz); Manuel Felipe Moreno; Tomás Valdés (padre); Roberto Valencia Serna (fundador e integrante del exitoso dueto Fortich y Valencia, 1940); Gastón Guerrero Mosquera, fundador y destacado guitarrista de Los Isleños, en los años 50, y compositor del famoso vals “Aunque me duela el alma”, mundialmente conocido en la versión de Julio Jaramillo; Víctor Dueñas;[7] Rafael Baldrich; Luis Eladio Rentería Palomeque (Cayayo), Quibdó, 1925-1979, guitarrista de Tito Cortez (por ejemplo, en su famoso éxito Alma Tumaqueña) y Daniel Santos con el Cuarteto Encanto; Gabriel Valencia Palacios; Francisco “Pacho” García Rodríguez; Lubín Torres Perea; Jairo Bodhert Quintana (de Istmina, compositor de Istmineñita); Ignacio Hinestroza (Chagualo), integrante del famoso Trío Montecarlo, entre 1962 y 1994, su época de oro, cuando hicieron presentaciones nacionales e internacionales; Francisco Eladio Blandón (Quiquí); Alberto Rengifo González (Chuculí); Acisclo Mosquera; Wilson Moreno; Armando Torres Perea; César Mosquera Cetre; Feliciano Palacios Córdoba; Nicomedes Mena Mayo; y, por supuesto, "el Gringo" Valdés, Mane-Mane Santacoloma y Gerardo Rendón Mosquera.

En la lista de intérpretes de tiple se encuentran Aquileo Garcés, Miguel Ángel Cuesta Blandón, Luis Crescenciano Valencia, Miguel Vicente Garrido, Gabriel Valencia Palacios y Gonzalo García Rodríguez. Entre los violinistas: Eduardo Couttin (padre), Oscar Yates Rentería, Heliodoro González Couttin, Rafael Ayala Gómez. Y los intérpretes de bandola: Abraham Rentería Key, Isacio Caicedo, Rafael Ayala Gómez, Armando Valencia Perea y “un músico vallecaucano conocido como Viejo Villa”.

Los dos discos del Trío Atrato

Trío Atrato-Lo mejor del Chocó-Volumen 2,
FOTOS: Discogs / El Guarengue.

Con el patrocinio de la Lotería del Chocó, el Trío Atrato alcanzó a grabar dos discos de larga duración, titulados ambos Lo mejor del Chocó. El volumen 2, de 1990, contiene 11 canciones, que fueron interpretadas por Julio César Valdés: 1ª Voz, 2ª Guitarra; Gerardo Rendón Mosquera: 2ª Voz, 1ª Guitarra; y Víctor Dueñas: 3ª Voz, 3ª Guitarra. La grabación fue realizada en la emisora Radio Universidad del Chocó, en Quibdó, con Aldemar Valencia M. como técnico de sonido. En palabras del productor del disco, Pedro J. Echeverry Vargas, impresas en la contracarátula del mismo: “Continuamos con el propósito de difundir y promover los valores y el patrimonio musical del Chocó, representados por el Trío Atrato, quienes interpretan la inspiración y vivencias de connotados compositores: el poeta y cantor Miguel Vicente Garrido, el bohemio Lucho Cayayo, el genial y polifacético René Orozco Echeverri, el guapachoso Augustico Lozano, el maestro Víctor Dueñas y el virtuoso Gerardo Rendón”… Según Luis Ramón Garcés Herazo, el otro volumen del Trío Atrato incluyó a Mane-Mane Santacoloma, en lugar de Víctor Dueñas; y contó con la participación como cantante de Alfonso Mosquera Córdoba, El Brujo. No fue posible conseguir más información sobre este disco.

Adiós, Gerardo. Adiós, Trío Atrato

Gerardo Rendón Mosquera, condoteño, hijo de Arturo Rendón y María Mosquera, quien aprendió a tocar viendo a guitarristas como Gastón Guerrero y Chagualo Hinestroza (“primero me aprendía las posiciones y luego preguntaba cómo se llamaba la nota”)[8]; fue guitarrista “puntero” de un grupo que acompañó a Olimpo Cárdenas, en una presentación en vivo, en Rionegro (Antioquia), cuando apenas llegaba a los 20 años.[9] Allá y en Medellín, Gerardo tuvo una vida musical, que continuó a su regreso a Quibdó, donde fue parte de Los Negritos del Ritmo y miembro fundador del Trío Atrato, la emblemática agrupación cuya historia se ha cerrado, por lo menos en este ciclo, con su fallecimiento.

Como sus compañeros de aventuras musicales en el Trío Atrato: Víctor Dueñas, Julio César Valdés y Manuel Santacoloma; Gerardo Rendón llega al final de su vida en medio del cariño de un pueblo entero que fue feliz con su música, admiró siempre su talento y lo guardará eternamente en su memoria como uno de sus mejores recuerdos... Aunque sin los homenajes institucionales, que debían ser de rigor: la recuperación y digitalización de las escasas piezas musicales que quedaron grabadas con sus voces y sus guitarras; y la documentación histórica de sus vidas y trayectorias musicales, que forman parte de la historia cultural de la región chocoana, a la preservación de cuyo patrimonio contribuyeron con su talento, tan extenso, profundo y pródigo como el río del cual, como trío, tomaron su nombre.



[1] Ver en El Guarengue “Entre chirimías y estudiantinas”:

https://miguarengue.blogspot.com/2024/02/entre-chirimias-y-estudiantinas-una.html

[2] Garcés Herazo, Luis Ramón. Antología musical del Caribe americano. Bogotá, Opciones Gráficas Editores, 2012. 594 pp. Pág. 484.

[3] Ibidem, pág. 485.

[4] Ibidem, pág. 486.

[5]

[6] Ibidem, pp. 501-502.

[7] Américo Murillo Londoño publicó, en El Manduco, de Quibdó, dos artículos biográficos sobre Víctor Dueñas, que lo muestran en sus múltiples facetas. 1ª Parte: https://elmanduco.com.co/victor-guillermo-duenas-porras-compositor-musico-y-deportista-aquilatado-primera-parte-por-americo-murillo-londono-mis-memorias/ 2ª Parte: https://elmanduco.com.co/victor-duenas-compositor-musico-y-deportista-aquilatado-por-americo-murillo-londono-mis-memoriasii-parte/

El vals de Gastón Guerrero, en la voz de Julio Jaramillo, puede oírse aquí: https://youtu.be/qAx5IkvzHxs?si=hOqGyj4Jz1gjk8Ss *Alma tumaqueña, de Tito Cortez, con la guitarra de Luis "Cayayo" Rentería, puede oírse aquí: https://youtu.be/UNVlwd_O8UI?si=B7iIaL3s7VwA3QRN

[8] Eugenio Perea García, Un tinto con Gerardo Rendón Mosquera. Chocó 7 días, edición 901, febrero 22 a 28 de 2013. Pág. 8.

[9] Ibidem.

04/08/2025

 Sobre la trayectoria institucional del Chocó 
y la Generación del Carrasquilla

Aunque no todos pertenecen a la llamada Generación del Carrasquilla, sí son todos pioneros de la chocoanidad, cuya obra individual y colectiva contribuyó a que durante la primera mitad del siglo XX el Chocó pasara de ser nomás que una fuente de materias primas a ser reconocido en Colombia como una sociedad regional con un proyecto sociopolítico y cultural de desarrollo humano y reivindicación de derechos. De izquierda a derecha: Adán Arriaga Andrade, Diego Luis Córdoba, Jorge Valencia Lozano, Eliseo Arango Ramos, Alfonso Meluk Salge, Delfino Díaz Ruiz, Emiliano Rey Barbosa,  Reinaldo Valencia Lozano, Francisco José Chaux, Armando y Dionisio Echeverry Ferrer, Daniel Valois Arce, Aureliano Perea Aluma, Primo Guerrero Córdoba, Sergio Abadía Arango, Ramón Lozano Garcés, Ricardo Echeverry Ferrer, Gregorio Sánchez Gómez. FOTOS: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó, Periódico ABC (Quibdó) y Colección El Guarengue.
En plena efervescencia de una de las más grandes gestas de chocoanidad y de unidad chocoanista, la emprendida durante la primera mitad del siglo XX por un grupo de intelectuales y políticos chocoanos -pioneros de la representación regional en el ámbito nacional- para posicionar a su terruño como sociedad y como región, como proyecto sociopolítico y territorial, en la escena nacional; y en ese mismo sentido conseguir la promoción a Departamento de la entonces Intendencia Nacional del Chocó…; cuando ya era frecuente que la prensa colombiana de ambos partidos registrara con amplitud y beneplácito las actuaciones de nuestros parlamentarios, pensadores y escritores en los ámbitos intelectuales, políticos e institucionales del país, las academias Colombiana y Antioqueña de Historia dieron a conocer, en sus respectivas publicaciones oficiales, un artículo titulado “El Chocó en la Historia”, de Abraham González Zea (Medellín, 1908-1995), educador e historiador, miembro correspondiente de la Academia Antioqueña de Historia.

El artículo del académico González Zea, que ocupa 15 de las 231 páginas del Boletín de Historia y Antigüedades de la Academia Colombiana de Historia N° 357-358, julio y agosto de 1944, publicado en Bogotá; hace un recorrido, periodo por periodo, de la presencia del Chocó en la Historia Nacional: Prehistoria (Tribus), Descubrimiento y Conquista, Colonia, Labor Evangelizadora, Independencia (el acápite más extenso y detallado acerca del desarrollo en suelo chocoano de las luchas contra la Corona española y la persecución cruenta de esta contra los patriotas criollos; incluyendo los pormenores de la delación, captura y juicio, sentencia y ejecución del patriota sabanero, de La Purísima-Córdoba, Tomás Pérez, cuyo nombre lleva un barrio de Quibdó), República (dedicado a narrar, paso a paso, norma por norma, el estatus político-administrativo del Chocó, desde 1819 hasta la fecha del artículo, 1944) y un acápite final titulado Sus hombres, que el historiador dedica con entusiasmo notorio y evidente admiración a destacar el trabajo concienzudo y sistemático de un grupo de prohombres chocoanos, que él bautiza como la Generación del Carrasquilla, dado que muchos de ellos cursaron sus estudios en este colegio de Quibdó, fundado en 1905.

El artículo El Chocó en la Historia, del académico Abraham González Zea, fue publicado igualmente en 20 de las 335 páginas páginas del volumen 17, N° 157-158-159, del Repertorio Histórico, de la Academia Antioqueña de Historia, de 1946; volumen este que incluye discursos, textos y una fotografía del Congreso Nacional de Historia, evento solemne que contó con la asistencia de academias y centros de Historia de todo el país, y que fue celebrado en Medellín en conmemoración del cuadragésimo aniversario de la Academia Antioqueña de Historia, fundada en febrero de 1903.

El texto documenta y testimonia el rotundo e histórico surgimiento del Chocó como sociedad y región en el escenario político, institucional, cultural e intelectual de Colombia, y cómo el país deja de verlo como mera despensa y abundante proveedor de materias primas, para percibirlo, vislumbrarlo y considerarlo en su calidad de integrante y constituyente de la nación, de sujeto sociocultural de derechos y unidad territorial, tanto en el mapa como en la nacionalidad. Todo ello gracias a las acciones individuales y colectivas de un nutrido grupo de prohombres o pioneros de la chocoanidad, que son mencionados por el historiador González Zea en los apartes de su texto que hoy reproducimos en El Guarengue-Relatos del Chocó profundo.

Julio César U. H.

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 El Chocó en la Historia.
Por Abraham González Zea.

Boletín de Historia y Antigüedades. ÓRGANO DE LA ACADEMIA COLOMBIANA DE HISTORIA. Director: LUIS AUGUSTO CUERVO. Redactores: GUILLERMO HERNANDEZ DE ALBA, MOISES DE LA ROSA. Volumen XXXI | Colombia—Bogotá, julio y agosto de 1944 | Números 357 – 358. Pp. 709-724 | FRAGMENTO.

[...]

REPÚBLICA – Trayectoria política chocoana

Ahora, para no hacerme tan interminable, narraré a grandes rasgos los principales acontecimientos verificados en la trayectoria política chocoana.

De conformidad con la división política decretada por el Congreso de Angostura el 17 de diciembre de 1819, la Provincia del Chocó quedó perteneciendo directamente a Bogotá, de allí que se cumplían o se hacían regir las disposiciones que de dicha capital emanaran para toda la Nación.

La Constitución Nacional expedida en 1821 dividió la República en 7 Departamentos: Boyacá, Cundinamarca, Cauca, Magdalena, Orinoco, Venezuela y Zulia. Los Departamentos se dividieron en Provincias y éstas en Cantones, que se subdividieron en Parroquias. La Provincia del Chocó se adscribió al Departamento del Cauca, con capital en Popayán, y formada por los Cantones de Atrato y San Juan. En 1825, por Decreto ejecutivo de treinta de marzo, suscrito por el General Santander como encargado del mando, en su carácter de Vicepresidente de la República, se suprimieron los Cantones, pero se dispuso que quedaran subsistiendo los de Atrato y San Juan. El Cantón de Atrato se componía de la ciudad de San Francisco de Quibdó, como su cabecera, de las Provincias de Lloró, Chamí, Bebará, Murrí, y de las Viceparroquias de Neguá, Nemotá, Beté, Bebaramá, San José, Murindó, Bagadó, Tutunendo, Tanando, Cértegui, Troje, Guayabal y Agua Clara. El Cantón de San Juan se formaba de la ciudad de San Jerónimo, de Nóvita, como cabecera de las Parroquias de San Agustín, Noanamá, Baudó, Tadó, y de las Viceparroquias de Juntas, Cajón, Brazo Sesego, Agua Clara, Santa Bárbara, San José, San Cristóbal, San Juan Evangelista, Santa Rita de Iró, San Pablo, Viro Viro y Raspadura.

La Ley de 21 de noviembre de 1831 dividió el territorio en 15 Provincias, incluyendo la del Chocó. La Constitución expedida en 1832 suprimió los Departamentos y conservó las Provincias con sus Cantones y Parroquias.

La Constitución de 1843, que no alteró la división anterior, hizo surgir los Territorios Nacionales, denominados así por su reducida población y por su aislamiento y las grandes distancias que los separaban de la capital y demás centros de importancia. El Chocó no se incluía entonces entre los Territorios, por ser de mayor importancia que éstos. Entonces la Nueva Granada quedaba integrada por 20 Provincias, 131 Cantones, 810 Distritos, 70 Aldeas y 2 Territorios.

En 1858 se dividió el país en 8 Estados Federales, en virtud de la Constitución que se promulgó en dicho año y recibió el nombre de Confederación Granadina. En este mismo año se le cambió al país el nombre de Confederación Granadina por el de Estados Unidos de Colombia. Surgieron entonces los Estados Soberanos y el Chocó quedó incluido en el Estado del Cauca. Esta división subsistió hasta el año de 1885 en que el Consejo Nacional de Delegatarios dispuso dar al país el nombre de República de Colombia.

La Constitución expedida en agosto de 1886 cambió el nombre de los Estados por el de Departamentos, sin variar los límites geográficos, y los hizo depender del Poder Central.

En 1908 la Asamblea Nacional Constituyente y Legislativa expidió la Ley 1ª para establecer una nueva división territorial, y entonces resultaron 34 Departamentos, incluyendo el Chocó, después de haber sido erigido en Intendencia Nacional en 1906. En 1909 se promulgó la Ley 65, sobre nueva división territorial, y el Chocó tornó a ser entidad intendencial, dependiente hasta el presente directamente del Gobierno central.

SUS HOMBRES

Muy notable ha sido el aporte del Chocó, en los años pretéritos, a las más altas manifestaciones de la cultura patria. Varios Presidentes de la República, eximios literatos, filólogos y poetas, ilustres voceros en las Asambleas Constituyentes, en la legislatura del Cauca Grande y en el Congreso Nacional, vieron la luz en la tierra chocoana. Sin embargo, para el sociólogo tiene escasa importancia el simple accidente del nacimiento cuando no está acondicionado o no va acompañado de elementos que le impriman un significado trascendente. Así, por ejemplo, desde el punto de vista de la entidad Chocó, que es la que nos interesa en el presente estudio, fuerza es confesar que aquella gloriosa generación finisecular, la de los Mallarinos y Holguines y Arboledas y Argáez, la de los Contos y los Isaacs y los Carrasquillas y los Ulloas, solamente puede titularse chocoana en cuanto al episodio del nacimiento, sin que influyera en lo más mínimo en la formación, el desarrollo, la cultura y el progreso de su tierra de origen. Esta continuaba siendo, hasta comienzos del presente siglo, un simple rincón selvático del Cauca, sin personería ni entidad propias, y ni sus mismos hijos se preocupaban demasiado en aclarar, para sus futuros biógrafos, el lugar exacto de su cuna: bien sintomático es a este respecto lo acontecido con la cuna de Jorge Isaacs; cuando al poeta le fueron presentados, para que los corrigiera, algunos apuntes de su biografía, se limitó a tachar la expresión «nació en Cali», cambiándola por «nació en el Estado del Cauca», pero sin alardear claramente de su Quibdó nativo.

Con la reconstrucción de la antigua entidad política, operada en 1906, se reavivó en los chocoanos la dormida conciencia de su personalidad colectiva. Inusitada actividad cultural culminó entonces con la fundación del Instituto Pedagógico, germen del Colegio de Carrasquilla, y con numerosos periódicos y revistas de tan interesante influjo como El Chocó, A B C, El Istmo, El San Juan, y, sobre todo, la maravillosa revista literaria Prosa y Versos, que en su época asombró a los círculos intelectuales del resto del país por el exquisito gusto y el material selectísimo de que daba pruebas. Los juegos florales que entonces tuvieron como escenario a Quibdó, no han sido siquiera igualados posteriormente. Fue esa la brillante generación de Eduardo Ferrer, Heliodoro González, Emiliano Rey, Delfino y Jorge E. Díaz, Jorge y Reinaldo Valencia Lozano, Adriano y Rodolfo Arriaga, Fausto Domínguez A., Víctor M. Domínguez y Gómez, José A. Rivas Polo, [Gregorio] Sánchez Gómez, Rodolfo Castro, Mario Ferrer, Nicolás Castro, Guillermo O. Hurtado, Heliodoro Rodríguez, Juan B. Mosquera, Ricardo Valencia, Manuel Guzmán, y tantos más, a los cuales habría que añadir algunos nombres de elementos como Germán López, Carlos A. Orrego, Calderón Flórez, que, oriundos de otras secciones, se vincularon de corazón a ese admirable episodio de efervescencia cultural.

Don Abraham González Zea (Medellín, 1908-1995), educador, historiador y Miembro Correspondiente de la Academia Antioqueña de Historia e imágenes de las publicaciones oficiales de esta academia (Repertorio Histórico) y de la Academia Colombiana de Historia (Boletín de Historia y Antigüedades) en donde fue publicado el artículo "El Chocó en la historia", del Profesor González Zea. FOTOS: Academia Colombiana y Academia Antioqueña de Historia / El Guarengue.
AI propio tiempo, como correlación política o parlamentaria de aquella renovada personalidad popular, los voceros del Chocó en el Congreso empezaron a hablar un lenguaje distinto. Jorge Valencia, Heliodoro Rodríguez, Delfino Díaz, Emiliano Rey, Reinaldo Valencia, Francisco José Chaux, Eliseo Arango, Salomón Salazar G. y Gerardo García Gómez iniciaron la catequización de la opinión pública, hablando de la entidad chocoana, no como un apéndice del Cauca, del Valle, de Antioquia o de Bolívar, sino como de un ser geográfico, étnico, histórico y político bien diferenciado, con características peculiares que le hacen inconfundible. Pero el peso de esta labor recayó especialmente sobre la que pudiéramos denominar «la generación del Carrasquilla», vale decir la que se formó en los claustros del Colegio de Carrasquilla de Quibdó, de 1918 a 1930, inclusive. Adán Arriaga Andrade, Diego Luis Córdoba, quienes desde 1933 vienen actuando brillantemente en la expedición de leyes tendientes al mejoramiento y bienestar del pueblo chocoano; Osías Lozano Quintana, Daniel Valois Arce, Sergio Abadía Arango, Ramón Lozano Garcés, Ricardo Echeverri Ferrer, Jaime Castillo y otros, que vieron en el Parlamento colombiano un estadio para las reivindicaciones esenciales a su tierra natal. Y es bajo el influjo, el impulso y la dirección inmediata de esa generación del Carrasquilla como se ha producido el doble fenómeno: en lo interior, el fortalecimiento en los chocoanos de una conciencia colectiva que es hoy clara, nítida, orgullosa, altiva, inquieta e inconforme; en lo exterior, un conocimiento cada vez más exacto, por parte de los demás colombianos, respecto de la realidad chocoana, de sus riquezas potenciales, de su posición estratégica, de su inmenso valor como entidad racial, cultural y emocional con la que es indispensable contar en adelante para cualquier empresa que interese a la Patria común.

Los resultados de una labor tan inteligente como tesonera, adelantada en el último decenio por ese lujoso equipo parlamentario, están a la vista: En lo fiscal, el monto de las apropiaciones nacionales para atender directamente o para auxiliar las diversas obras del Chocó, pasó de los 100.000 pesos en 1930 al 1.000.000 de pesos en cada uno de los cuatro últimos años; una norma propuesta por el Representante Abadía Arango (parágrafo del artículo 3° de la Ley 21 de 1935) aseguró una participación del 10 por 100 sobre el producto del impuesto de oro físico a las regiones productoras, y otra que propuso el Representante Arriaga Andrade (la Ley 4ª de 1941) hizo extensiva la participación al impuesto sobre el platino, elevándola al 30 por 100 —como ya había sido elevada la del oro por el Gobierno Nacional (Decreto 508 de 1940)— y otorgó a los Municipios productores de oro y de platino una décima parte de lo que, por concepto de aquellas participaciones, correspondiere al respectivo Departamento o Intendencia. Obsérvese de paso que las dos iniciativas legales mencionadas, si beneficiaron fiscalmente al Chocó y a sus Municipios, produjeron mayores beneficios en Antioquia, cuya producción aurífera es de un volumen mucho mayor. En lo vial, fueron nacionalizadas las vías troncales del Chocó (Bolombolo-Bolívar-Quibdó, Istmina-Quibdó, Istmina-Negría, Apía-Pueblo Rico-Tadó-Istmina, Cartago-Nóvita y Quibdó-Bahía Solano), iniciativa del Representante Córdoba, de las cuales están para terminarse las de Bolombolo-Quibdó y Quibdó-Istmina; así como las secundarias (Juradó-Riosucio, Sautatá-Acandí y Andes-Bagadó).

En lo educacional, han surgido, además del histórico Carrasquilla, la Normal de Varones de Quibdó, la Normal Rural de Señoritas de Istmina, el Instituto Pedagógico Femenino de Quibdó, la Escuela de Artes y Oficios de Istmina y la Colonia Escolar de Vacaciones de El Carmen. En lo sanitario, se crearon y dotaron modernísimos hospitales en Quibdó e Istmina, un dispensario Antituberculoso en Quibdó y hospitales mínimos en Juradó, Bahía Solano, Pizarro, Nuquí y El Carmen, y se establecieron Unidades Sanitarias y Campañas Antipiánicas y Antipalúdicas por todo el vasto territorio. Y en lo institucional, los voceros del Chocó en la Constituyente de 1936 pusieron término, con el reconocimiento constitucional de las Intendencias y Comisarías, a la aberrante situación jurídica mediante la cual existieron de facto, durante un cuarto de siglo, entidades que la Constitución Nacional no reconocía y cuya extensión, sin embargo, ocupaba más de la mitad del territorio del país; propusieron en 1937 un estatuto especial, que es el ensayo más completo y atinado para la solución de los problemas regionales; obtuvieron en 1943 la expedición de la Ley 2ª, orgánica de la Administración Intendencial y Comisarial, llamada a transformar en breve tiempo esos vastos territorios nacionales, que le han ido abriendo paso a la erección del Chocó en el decimoquinto Departamento de Colombia, propósito autonomista ya muy cercano a su consagración definitiva. Tal es, a grandes rasgos, la labor realizada por la generación del Carrasquilla.

Sin embargo, para reincorporar efectivamente la tierra chocoana a la Patria colombiana, para aprovechar sus incalculables riquezas, para salvar de las endemias tropicales a ese núcleo humano tan vigoroso como sufrido, falta mucho por hacer. La conclusión de las vías de acceso, especialmente la carretera que, partiendo de Medellín, por Caldas, Bolombolo y Bolívar, pasa por Quibdó y va a terminar en el prodigioso puerto natural de Bahía Solano, y el reconocimiento de la calidad departamental a una sección cuyo desarrollo se ve dificultado por las peculiaridades del régimen intendencial, son objetivos inmediatos para los cuales debe el Chocó contar con el apoyo entusiasta de todos sus hermanos de Colombia.

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