Resnel Mosquera
Dos buenas noticias
La inauguración de la Universidad Tecnológica del Chocó Diego Luis Córdoba (UTCH), en marzo de 1972, y la realización de los Primeros Juegos deportivos del Litoral Pacífico, en octubre de 1975; fueron los dos hechos más trascendentales que vivió Quibdó en la primera década posterior al desastre material y moral provocado por el incendio del 26 de octubre de 1966. Por primera vez, el viejo sueño de profesionalización del magisterio chocoano estaba al alcances de quienes habían dedicado su vida a la educación. Y la ciudad tendría, por primera vez también, un estadio y un coliseo, en los que se llevarían a cabo las competencias entre deportistas de Quibdó, Buenaventura, Guapi y Tumaco.
En un tiempo récord -teniendo en cuenta que los Juegos fueron creados por la Ley 10 del 13 de enero de 1975-, [1] de la mano de Wladimiro Garcés Machado y Carlos Díaz Carrasco (el Mono Díaz), Quibdó se alistó para albergar a los deportistas visitantes, para quienes se acondicionó como villa olímpica una parte de las instalaciones del Instituto Femenino Integrado, IFI. Los deportistas locales, en una novedad que nos asombró a sus contemporáneos y compañeros de colegio, también tendrían al IFI como sede de concentración… No podrían salir de allí, a menos que fueran a mostrarle el pueblo a las delegaciones visitantes; no irían al colegio en esos días; y conocerían a cuanta pacífica belleza hubiera llegado hasta las justas… Esa era nuestra versión sintética adolescente de su concentración.
La cancha de la Normal, que desde finales de la década de 1930 se convirtió en el principal escenario futbolístico de la ciudad, especialmente sábados y domingos, fue acondicionada en su trazado y delimitación, se le construyeron un par de graderías en el costado occidental y su contorno se adecuó lo mejor posible como una pista de atletismo. En la primera sección de graderías, ubicadas exactamente frente a la bella casona donde aún funcionaba entonces la Escuela Anexa a la Normal Superior de Quibdó, se construyeron una serie de cubículos, tanto para invitados especiales y dignatarios gubernamentales, como para facilitar el trabajo de las emisoras locales, Ecos del Atrato y Brisas del Citará, que habían sido motivadas e invitadas a transmitir los Juegos… Así mismo, en el barrio de Las Margaritas, se levantó el Coliseo Cubierto, que sería sede de las competencias de baloncesto y voleibol. El ring de boxeo funcionaría en el antiguo barrio escolar.
Los Juegos y la revolución de la radio quibdoseña
Con gran entusiasmo, las emisoras quibdoseñas asumieron la tarea de transmitir las competencias de los Primeros Juegos Deportivos del Litoral Pacífico. Grandes extensiones de cables eléctricos y de conexión de los micrófonos para llevarlos hasta cada uno de los puntos en donde ocurrían las competencias fueron desplegadas por ambas emisoras, especialmente por Ecos del Atrato, cuyo propietario era Efraín Gaitán Orjuela, misionero claretiano, que del entonces pequeño y distante poblado de Bellavista había traído la emisora hasta Quibdó y la había instalado con gran éxito comercial y de programación en un edificio propio en la Alameda Reyes, diagonal a la cárcel.
Todos nos sentíamos tan modernos viendo tal despliegue y oyendo la jerga de la radio… Nunca como en el incendio de 1966, las “líneas de 500”, como llamaban los locutores a las líneas telefónicas, habían sido tan trascendentales en la vida de la ciudad. De su buen funcionamiento dependían las transmisiones. Eliécer y Marcial Cuesta Allín eran dos de los técnicos u operadores de sonido que hacían posibles aquellas transmisiones. Nadie los conocía tanto como a los locutores, pero eran tan famosos como ellos. Algunas de las voces principales eran Gustavo Vélez Henao, Emil Nauffal Dualiby, Eliabel Enrique Angulo García y Falconery Ruiz Cano. Y entre ellos, despuntando apenas, pero rápidamente convertido en el centro de las transmisiones de Ecos del Atrato, un joven del barrio Medrano, de Quibdó, cuyas lomas habían sido siempre graderías y miradores de la cancha de fútbol de la Escuela Normal. Un joven que había empezado a estudiar la Licenciatura en Idiomas en la UTCH: Resnel Mosquera Córdoba, quien rápidamente se convertiría en la estrella radial de los Primeros Juegos deportivos del Litoral Pacífico colombiano.
El Rey Mosquera
Impostada hasta el nivel necesario para hacerse tan clara, audible y sonora como llegó a serlo en Ecos del Atrato, la voz radial de Resnel Mosquera nos guio, por lo menos a los muchachos de colegio de la época, por los intríngulis y detalles atléticos y reglamentarios de los torneos de fútbol, basquetbol, voleibol y boxeo de los Juegos. Cuando no lo oíamos en los grandes y viejos transistores de las repisas de nuestras casas o de las casas vecinas, lo escuchábamos en unos radios de pilas pequeñitos, de un tamaño equivalente a la mitad de un teléfono celular promedio de hoy, que vendían en almacenes de la Carrera Tercera, de Quibdó, y que varios de nosotros pudimos comprar con los denarios que -por generosidad de nuestras madres, a quienes entregábamos lo ganado- nos quedaban de nuestro oficio de vendedores de chance.
Las fantasías de Memo Arbeláez, Froilán Londoño y Papora, en el mediocampo de la selección chocoana; o las hazañas de Eulalio (Lalo), Solís y Zipotarro, defendiendo el equipo y saliendo desde atrás como trombas; hasta poner a correr, como si se tratara de los 100 metros planos, al Poli González; todas y cada una de estas memorables jugadas, fueron narradas con sinigual eficacia por Resnel Mosquera, quien desde el primer momento nos pareció el mejor reemplazo de Alberto Piedrahíta Pacheco, en cuya voz habíamos oído en nuestra primera infancia, los domingos a las 3:30 de la tarde, los partidos de Millonarios y Santafé que se jugaban en el Campín de Bogotá.
A través de las narraciones de Resnel Mosquera en Ecos del Atrato, oímos por primera vez en la radio qué era lanzar en sostenido (jump shoot), en qué consistía pivotear y cuáles eran las diferencias entre un armador y un alero. Qué era un uppercut, un clinch y un jab. Qué era una retención y cuándo rotaban los jugadores en un partido de volibol. Cada tecnicismo de cada deporte Resnel Mosquera lo pronunciaba y lo utilizaba como si toda la vida hubiera vivido entre todos y cada uno de aquellos deportes. Mosquera se había aprendido los reglamentos básicos de cada uno y en cada ocasión hallaba la manera más amena y descriptiva de contar a través de los micrófonos lo que sucedía en los escenarios de competencia. Y así, poco a poco, se convirtió en el rey de la radio deportiva de Quibdó, el rey Mosquera, que después de ido de su barrio y de su pueblo, de su audiencia y de su emisora, en busca de horizontes más amplios para su voz y su talento, sería Rey Mosquera primero y Rhey Mosquera después, pero rey al fin y al cabo. Sin dejar de ser Resnelth Mosquera Córdoba, que era su nombre oficial.
Covid
A mediados de octubre de 2020, Resnel Mosquera pasó una temporada en el Hospital General de Caldas. El COVID 19 intentó llevárselo. Una noche de tantas, uno de sus hermanos recibió el parte médico correspondiente, mientras el Rhey confrontaba a la muerte en una UCI.
“En la noche de hoy le informamos que el paciente
Rhesnelt Mosquera Córdoba, identificado con CC 11790410, hospitalizado en esta
institución en la habitación 301A se encuentra en las siguientes condiciones:
-Durante el día pasó en estables condiciones de salud.
-Continúa con soporte de oxígeno.
-Presentó una glucometría alta ahora, por lo que
tuvimos que poner dosis de insulina.
-Ha tolerado muy bien la dieta y duerme a intervalos
largos.
-Continúa en manejo por medicina interna.”
https://capsulas.com.co/oraciones-por-la-salud-del-narrador-rhey-mosquera/
Pero no lo consiguió. El COVID 19 no consiguió llevarse a Resnel. Sí lo afectó. Tanto que anda casi retirado de la narración deportiva, aunque no imposibilitado para hacerla. De esa experiencia, brutal, de confrontación con la muerte, quedó el siguiente testimonio, una especie de Resnel según Rhey…
“Soy Rhey Mosquera, un hombre con inicios en la radio
en 1972 y que en diciembre de 1977 recibe licencia de locución del Ministerio
de Comunicaciones, lo que me da la alegría y la fuerza para dejar mis estudios
universitarios de idiomas y partir de casa. En abril de 1978 llegué a Montería
donde inicié una larga carrera en los medios de comunicación del país, al punto
de trabajar en todas las cadenas radiales y en once ciudades. Después de
Montería pasé por Medellín, Barranquilla, Pereira. Bucaramanga, Cúcuta,
Villavicencio, Bogotá, Ibagué, Santa Marta, Quibdó y Manizales. De las 11
ciudades en qué viví, repetí en siete de ellas. Por ejemplo, en Bogotá estuve
17 años, no corridos.
[…]
Ya al final de mi carrera buscaba trabajar en Pereira
para quedarme allí definitivamente, pero no resultó la opción laboral y se me
presentó la posibilidad, que ahora bendigo, de venir a trabajar a Manizales,
ciudad en la que no había trabajado.
[…]
Doy gloria a Dios por haberme dado la oportunidad de
quedarme en Manizales. Todavía cuando voy por la calle la gente me pregunta que
cuándo regreso, qué por dónde estoy transmitiendo y eso me llena el alma,
gracias Manizales. ¡De aquí solo me saca Dios! Manizales Dios te bendiga”.[2]
[2] Me
sacaron de la radio, pero no de la ciudad. La Patria, mayo 25 2023.
http://manizaleslamas.lapatria.com/noticias/me-sacaron-de-la-radio-pero-no-de-la-ciudad