Lélia Gonzalez
Améfrica Ladina su patria, Pretugués su lengua
Lélia Gonzalez, 1982. http://www.projetomemoria.art.br/leliaGonzalez/ |
El
señor Acácio Joaquim de Almeida fue uno de los miles de hijos de africanos
esclavizados que nacieron en Brasil durante la vigencia de la Ley de vientres
libres (Lei do Ventre Livre) [1], expedida un jueves 28 de
septiembre de 1871. Esta ley estableció que los hijos de mujer esclava que
nacieran desde la fecha de su expedición serían considerados libres y es el preludio
de la llamada Ley Dorada (Lei Áurea,
en portugués), que decretó la abolición de la esclavitud en Brasil y fue expedida
siete años después, un domingo 13 de mayo de 1888, cuando la Virgen de Fátima aún
no existía.
Doña
Urcinda, de ascendencia indígena, hija de Deolinda y José Serafim dos Anjos,
nació un jueves 29 de marzo de 1898, era analfabeta y tenía solamente trece
años de edad cuando se casó con el señor Acácio. La corta edad de Doña Urcinda
cuando se casó, casi una niña, se debe a una temeraria transgresión que,
habiendo ocurrido cuando ocurrió y donde ocurrió, no puede considerarse menos
que revolucionaria. En lugar de casarse con un italiano a quien su familia se
la tenía prometida, rubio de ojos azules (louro
de olhos azuis), ella prefiere hacerlo con aquel hijo de esclavizados que
se salvó de serlo. El italiano formaba parte del contingente de inmigrantes
europeos que el gobierno había atraído hacia el país para suplir el déficit de
mano de obra posterior a la abolición de la esclavitud y, además, para branquear a população[2].
De la unión de Doña Urcinda y el Señor
Acacio nació, como décimo séptima de dieciocho hijos, el viernes 1° de febrero
de 1935, en Belo Horizonte, capital
de Minas Gerais, una niña a quien llamaron Lélia, Lélia de Almeida, quien
después de casada –y aunque su marido murió trágicamente poco después del
matrimonio- jamás se quitó el apellido Gonzalez que le fue traspasado por este
enlace. De ahí que, cuando el prestigio y el respeto la alcanzaron, en los
ámbitos académico y político de Brasil y del mundo, ya era Lélia Gonzalez o Lélia
Gonzalez de Almeida, su nombre con
tilde, su primer apellido sin tilde, como se escriben en portugués: una mujer
admirable, un paradigma de la profunda energía histórica, de la inconmensurable
inteligencia ancestral y de la descomunal fuerza vital de la mujer negra, cuyo
Día Internacional se conmemora cada 25 de julio, en una evocación feminista de
la diáspora y de la ascendencia latina y caribe.
Diseño y fotografía: Julio César U. H. 24.07.2019 |
Sea
entonces la hora de recordar que Lélia Gonzalez, hace más de 30 años, le dio
argumentada sepultura a las categorías conceptuales e históricas relacionadas
con la supuesta latinidad europea y blanca de las raíces de Brasil, en
particular, y del continente americano, en general. Después de una prolongada
época de literal inconsciencia sobre su ser negro o quizás de freudiana
negación inconsciente (como ella misma explicaba el asunto cuando se refirió a
Brasil, años después); hacia los 40 años de edad, Lélia Gonzalez empezó un
tránsito académico, político, espiritual, cultural, que la llevaría a
revolucionar los estudios sobre raza y cultura, raza y género, en Brasil, en
los Estados Unidos, en África y en todos los ámbitos donde estos temas
interesaran. Desde la academia y desde sus escritos, que incluyen dos libros y
multitud de artículos; desde la política (fue militante del PT y renunció al
mismo como respuesta crítica a la insuficiencia de espacios negros y femeninos)
y desde el feminismo (es una de las precursoras del movimiento feminista
organizado, en Brasil, y la impulsora de su ennegrecimiento,
es decir, de promover la intersección consciente entre género y raza); desde
esa especie de diplomacia cultural negra que hizo cuando empezó a ser invitada
a cuanto evento sobre estos temas se desarrollaba en los Estados Unidos, Europa
y África, entre mediados de los años 1970 y principios de los 90; e incluso desde
su inserción en el mundo del carnaval y de las escuelas de samba, para
intervenir en los guiones y en las puestas en escena, de modo que también el
arte y la fiesta se ennegrecieran conscientemente y las caderas de las mulatas,
de las pardas y de las prietas de Río no se movieran sin saber que lo hacían más
por africanía que por latinidad y que su ser de mujer no se agotaba en sus
caderas ni en sus senos, no se limitaba a la espectacularidad de sus sensuales
figuras, aunque estos atributos físicos –su cuerpo todo- fueran también
escenario simbólico de la causa feminista, por su carácter de espacio de
subordinación, alienación y disputa.
Lélia Gonzalez, 1977, Río de Janeiro. Foto: Alberto Jacob-O Globo.http://www.projetomemoria.art.br/leliaGonzalez/ |
Doña
Urcinda y el señor Acácio permanecieron inicialmente y temporalmente en Espíritu
Santo. Allí nacieron su hija mayor, Elisa (1913), quien posteriormente se
convertiría en cantante lírica y en costurera de la alta sociedad de Río de
Janeiro (RJ); y su hijo mayor, Francisco (1915), quien llegaría a ser el jefe
de la empresa de aseo urbano de esa misma ciudad; pues a mediados de 1916, el
señor Acacio, empleado ferroviario, sería trasladado allá. Y por eso, allá nacieron
Cacilda (1917), ama de casa, a quien los sobrinos le decían Tía Caçula[3]; Alfredo
(1919), mecánico, quien murió joven, en la década de 1950; Jayme (1921), futbolista
de Atlético Mineiro y de Flamengo; Bráulio (1923), quien también murió joven; y
Acácio (1925), soldado de la segunda guerra mundial, de donde regresó con
secuelas. De Río, la familia Almeida pasó a São Paulo (a cidade maravilhosa), donde nacieron Nair (1927), quien sería
auxiliar de enfermería y partera en la ciudad de Petrópolis (RJ). Regresaron
por una temporada corta a Río de Janeiro y esta vez nació allí Lígia (1929),
ama de casa, quien fue la última de la familia que falleció, en el año 1998. De
aquí pasaron a Belo Horizonte, capital del Estado de Minas Gerais, donde
nacieron Maria das Dores (Dora), en 1931; Sebastião, Tio Tião (1933),
futbolista de Flamengo como su hermano Jayme; Lélia (1935); y, finalmente,
Geraldo (1937), quien trabajó como conductor al servicio del gobierno de
Paraná, donde murió. En total, Doña Urcinda tuvo 18 embarazos y 5 pérdidas. Sus
13 hijos nacidos vivos vinieron al mundo en las casas donde vivían y con la
ayuda de parteras[4].
Lélia Gonzalez, 1966. Fuente:http://www.projetomemoria. art.br/leliaGonzalez/ |
En el
año 1942, Jayme, uno de los dos hermanos futbolistas de Lélia Gonzalez, recibió
una oferta para pasar del Atlético Mineiro al Flamengo de Río de Janeiro. Allá
fue a dar toda la familia y se instaló en el barrio Leblon. No bien habían
llegado, vencido por la edad, el señor Acácio falleció. Los hermanos y las
hermanas mayores asumieron el sostenimiento de la familia, incluyendo la
posibilidad de que Lélia accediera a una buena educación formal, en una época
en la que no era usual que la gente humilde estudiara y menos las mujeres, y
menos si eran negras. Incluso su propia madre, Doña Urcinda, no estuvo nada de
acuerdo, al principio, con que ella estudiara. Posteriormente, presionada por
la fama que profesores y vecinos daban a la inteligencia de su hija, la humilde
madre cedió y aceptó la situación.
Lélia Gonzalez, 1963. Fuente:http://www.projetomemoria. art.br/leliaGonzalez/ |
En
medio de grandes dificultades, gracias a la solidaridad de su familia y amigos
cercanos a esta, Lélia Gonzalez rompió la tradición de baja tasa de escolaridad
entre jóvenes negras y pasó con éxito e inteligencia por los mejores colegios
públicos del Estado, que se preciaban de ser tan rigurosos en su formación que
así garantizaban el ingreso de sus alumnos a las mejores universidades del
país. Lélia Gonzalez recorrió el camino que la condujo a graduarse en Historia
y Geografía en 1958 y en Filosofía en 1962, en la actual Universidad del Estado
de Río de Janeiro. Una vez graduada, trabajó como docente, se independizó
económicamente y empezó a contribuir al sostenimiento de sus sobrinos. Por ejemplo,
uno de los hijos de su hermana Dora, llamado Rubens Rufino y apodado Manéu, se
convirtió en su protegido, al punto que él la llamaba Mamá Lélia. Esta
situación coincidió con el advenimiento de la dictadura militar en el país, la
censura en todos los espacios y su matrimonio con su novio de la universidad,
Luiz Carlos Gonzalez, un hecho que incidió significativamente en su futuro,
porque la familia de él, especialmente su suegro, la sometió a maltratos,
abusos y vejaciones por su condición racial; razón por la cual su esposo rompió
con su familia, buscando proteger a Lélia. Pero, el hombre no soportó el
permanente acoso de su familia y terminó suicidándose, en 1965; lo cual,
obviamente, destrozó personalmente a Lélia, quien decidió irse a Minas Gerais,
a una especie de retiro, de reencuentro, de reconstrucción personal. Allá, luego
de haber vivido el racismo de tan cruel modo, Lélia Gonzalez será más
consciente de la existencia de ese fenómeno en Brasil y de la falacia de la Democracia
racial pregonada por el Estado brasileño.
Lélia Gonzalez. Río de Janeiro, 1968. http://www.projetomemoria.art.br/leliaGonzalez/ |
En
1967, muere Doña Urcinda, su madre. La familia se dispersa. Lélia Gonzalez ya
ha regresado a Río y ha empezado a publicar sus primeras producciones:
traducciones de libros de filosofía, del francés (que había aprendido en el
colegio) al portugués. Y continúa en la docencia, cuando conoce a quien se
convierte en su segundo esposo, en 1969, el ingeniero Vicente Marota. Además de
los colegios, ahora incursiona en las universidades, en donde nuevamente
experimenta directamente la hegemonía blanca y masculina, que no consigue
degradarla profesionalmente; pero, para la cual no pasa de ser esa negrita
simpática e inteligente (aquela pretinha
legal, muito inteligente)[5].
Mae Preta. Tomada de: http://joe-ant.blogspot.com/2011/04/mae-preta.html |
Paulatinamente,
a partir de esas vivencias, Lélia Gonzalez da curso a una búsqueda sistemática
de aquellas verdades que, ahora lo sabe con certeza, han sido escondidas intencionalmente
por la historia oficial. Incursiona en el campo del psicoanálisis de Lacan y en
literatura e historia africana, así como en estudios sobre camdomblé, una
religión de matriz africana que, actualmente, practican más de 3 millones de
brasileños. Por esa vía, Lélia concluye que su formación le ha blanqueado la conciencia, que ha actuado
como si no fuera negra; y que Hegel es un cretino por haber afirmado que África
carece de historia. Y empieza una demolición conceptual de lo más granado de la
mitología creada alrededor de la supuesta Democracia Racial: la leyenda de Mae Preta, que no pasa de ser la romantización de un despojo tan cruel que incluía
hasta la leche materna. En plazas y parques de muchos pueblos y ciudades de
Brasil existe la estatua que representa a una mujer negra, esclava, amamantando
a un niño blanco. Así mismo, la figura se reproduce como pintura en la
iconografía de la época de la esclavitud. Los amos obligaban a las esclavas en estado
de puerperio a que dejaran de amamantar a sus propios hijos para que
amamantaran los de ellos, sea porque la madre blanca no pudiera o porque no
quisiera. A principios del siglo XX, como parte de la propaganda de la supuesta
Democracia Racial brasileña, el Estado promovió la figura de la Mae Preta
(Madre de Leche, Madre Negra) como supuesto símbolo de unas relaciones
armoniosas y de colaboración entre los amos y sus esclavas. Lélia no solamente
desbarata el absurdo propiamente dicho de creer que es armonía la imposición de
una práctica a costa de los propios hijos de las esclavas; sino que va más
allá, recordándole a Brasil y al mundo que muchos de esos hijos, cientos,
miles, eran producto de las sucesivas, vulgares y oprobiosas violaciones por
parte de amos y capataces. Con lo cual se configuraba una total desposesión y
expropiación del cuerpo de las mujeres esclavizadas: podía ser usado a placer
por amos y capataces, podía ser despojado hasta del único alimento del que
disponían para los bebés paridos de sus adoloridas y vejadas entrañas.
Amigo y amiga de Lélia Gonzalez (Januário y Ana Maria) y otro de sus inspiradores (Abdias). |
Su
vida –de ahí en adelante- tendrá otro sentido, de puertas para afuera de los
colegios y las universidades. La década de 1960 la contagia de su efervescencia,
de tal modo que, al llegar la década de los años 1970, Lélia Gonzalez es una
mujer transformada, casi una conversa, que irrumpe en la escena de los
movimientos sociales y culturales de Brasil, de la mano fraterna de su amigo Januário
Garcia y de la historiadora negra Maria Beatriz Nascimento, una de
las más connotadas estudiosas de la historia de los quilombos o palenques y de
las insurrecciones de esclavos en Brasil. Lélia Gonzalez empieza también una
nueva era de su producción académica, con un artículo sobre estructuralismo e
historia.
Aunque
a mediados de los años 1970, su papel sigue siendo más teórico que político,
Lélia Gonzalez innovó los espacios académicos a su cargo. Introdujo el primer
curso sobre Cultura Negra en Brasil, en la Escuela de Artes Visuales, de Río de
Janeiro. El curso estaba centrado en el análisis del aporte africano a la
formación cultural de Brasil. “Ela não
desconsiderava o tripé “fundante” da nossa nacionalidade: negros, brancos e
índios; mas centralizava sua discussão no protagonismo negro, na maioria das
vezes silenciado, ao longo da História do Brasil”[6]: Ella no
desconoció la triada “fundante” de nuestra nacionalidad: negros, blancos e indígenas:
pero sí centró su discusión en el protagonismo de los negros, la mayoría de las
veces silenciado, a lo largo de la historia de Brasil.
Portada del primer libro de Lélia Gonzalez y del afiche del primer evento nacional del movimiento de mujeres negras en Brasil, promovido por Lélia Gonzalez. Tomadas de: http://www.projetomemoria.art.br/leliaGonzalez/ |
Su
camino pedagógico innovador continuó cuando introdujo clases de danza
afrobrasileña y de capoeira en el Curso de Cultura Negra en Brasil, al igual
que la asistencia a un ritual de candomblé. Una de las actrices más reconocidas
de la mundialmente famosa telenovela Xica da Silva, la también cantante Zezé
Motta, es un buen indicador de la trascendencia de estos actos pedagógicos de
Lélia Gonzalez. Zezé contaba que ella no tenía ni idea de la esclavitud, el
candomblé, la cultura negra africana en Brasil y que pasaba trabajos cuando en
las ruedas de prensa le preguntaban al respecto; y que fue en ese curso que
tomó con Lélia donde lo vino a entender todo y así pudo divulgarlo por todo el
mundo durante la promoción de la telenovela: “Eu não sabia nada sobre Candomblé, tinha medo até de passar na entrada
de um terreiro. Quando saí pelo mundo para divulgar Xica da Silva, as pessoas
me perguntavam sobre cultura negra e eu não sabia nada. Então fiz um curso com
a antropóloga Lélia Gonzalez e dele fazia parte assistir a um ritual de
Candomblé”[7].
Decenas
más de potenciales representantes de nuevos liderazgos estaban formándose en
materias de cuya existencia jamás había sospechado la educación brasileña,
mientras en las calles y en los barrios la música, el teatro, la poesía, la
literatura, el amor y la vida, se están transformando: democracia, negritud,
feminismo, igualdad…emergen como nuevos paradigmas en la conciencia de grandes
sectores de la sociedad brasileña. Chico Buarque de Hollanda, Milton
Nascimento, Caetano Veloso, Astrud Regina, Gal Costa, Gilberto Gil, Maria
Bethânia y otros más musicalizan y cantan dichos paradigmas. Jorge Amado,
Joaquim Machado de Assis, Carlos Drummond de Andrade, João Guimarães Rosa,
Clarice Lispector son leídos por miles de brasileños para reafirmar su ser. Tal
como lo pregona en ese momento Lélia Gonzalez desde sus tribunas académicas: “a cultura brasileira é eminentemente negra”[8]. Aserto
este que remata con la creación –en 1978- del Movimiento Negro Unificado contra
la Discriminación Racial, posteriormente rebautizado como Movimiento Negro
Unificado, en compañía de otros hombres y otras mujeres que lideraban sectores
reivindicativos de la causa negra. Abdias do Nascimento, el ejemplar intelectual,
artista y activista negro, será su inspiración en esta causa.
Lélia Gonzalez y Angela Davis. Baltimore, 1984.http://www.projetomemoria.art.br/leliaGonzalez/ |
La Pontificia
Universidad Católica de Río de Janeiro la acoge como profesora. Lélia Gonzalez
se separa de su segundo marido, para dedicarse a la causa en cuerpo y alma. Y
la causa ya está clara e incluye a las mujeres. Diez años después de su muerte,
la Historiadora brasileña Raquel de Andrade Barreto, en el título de su Tesis
de Maestría, resume perfectamente el horizonte del trabajo de Lélia Gonzalez: Enegrecendo o Feminismo ou Feminizando a Raça,
algo así como Ennegreciendo el Feminismo
o Feminizando la Raza, una investigación en la cual compara las Narrativas de Libertação em Angela Davis e Lélia Gonzalez.
Lélia Gonzalez con Abdias do Nascimento. Campaña electoral del PT en Río de Janeiro, 1982. http://www.projetomemoria.art.br/leliaGonzalez/ |
En el
mes de junio de 1988, con 53 años cumplidos, un mes después de haber organizado
la multitudinaria Marcha contra la Farsa de la Abolición, en el centenario de
la Ley Aúrea; cuando ya había viajado por el mundo, había cumplido su sueño de
conocer África y se había ganado el respeto y el reconocimiento internacional,
Lélia Gonzalez es ya una figura cimera del pensamiento negro en el mundo. Ha
cursado una Maestría en Comunicación, ha fundado el Movimiento Negro Unificado,
ha sido designada por el Presidente Sarney como integrante del Consejo Nacional
de Derechos de la Mujer -por cuya creación luchó durante varios años-, es integrante
del Partido de los Trabajadores (PT), etcétera, etcétera. Lélia Gonzalez
publica entonces su artículo A CATEGORIA
POLÍTICO-CULTURAL DA AMEFRICANIDADE[9].
“Trata-se
de um olhar novo e criativo no enfoque da formação histórico-cultural do Brasil
que, por razoes de ordem geográfica e, sobretudo, da ordem do inconsciente, não
vem a ser o que geralmente se afirma: um pais cujas formações inconscientes são
exclusivamente europeias, brancas. Ao contrario, ele e uma América africana
cuja latinidade, por inexistente, teve trocado o t pelo o d para, aí sim, ter o
seu nome assumido com todas as letras: Améfrica Ladina (não é por acaso que a
neurose cultural brasileira tem o racismo o seu sintoma por excelência). Nesse
contexto, todos os brasileiros (e não apenas os “pretos” e os “pardos” do IBGE)
são Ladinoamefricanos”.
Se trata de una mirada nueva y creativa en el
enfoque de la formación histórico-cultural de Brasil que, por razones de orden
geográfico y, sobre todo del orden del inconsciente, no viene a ser lo que
generalmente se afirma: un país cuyas formaciones inconscientes son
exclusivamente europeas, blancas. Por el contrario, es una América africana,
cuya latinidad, por inexistente, había cambiado la t por la d, y que debe
asumir su nombre con todas las letras: Améfrica Ladina. […] En ese contexto,
todos los brasileños (y no solamente los prietos –negros- o los pardos
–mestizos- del IBGE) son Ladinoamefricanos[10].
Hoy, treinta
y un años después, LASA (Latin American Studies Association) ha convocado su
congreso anual, en Guadalajara, Año 2020, bajo el título Améfrica Ladina: vinculando
mundos y saberes, tejiendo esperanzas. “Améfrica Ladina, pretende dar un paso en la misma dirección que el
apelativo Nuestra América, en lugar de América Latina, que subraya la latinidad
de esta región, es decir sus vínculos con Europa, y oculta o deja de lado la
participación de otras poblaciones como las amerindias y de origen africano en
este proceso. La expresión Améfrica Ladina, acuñada por la intelectual
afro-brasilera Lelia González, busca visibilizar explícitamente la presencia de
estas poblaciones y las poblaciones mestizas en el proyecto social de Nuestra
América, y reivindicar esta ancestría plural de la que fuimos desposeídos”[11].
Lélia Gonzalez, julio 1986. Reunión en el Instituto Nacional de Investigaciones de las culturas negras de Brasil. http://www.projetomemoria.art.br/leliaGonzalez/ |
La categoria
amefricanidad fue creada por Lélia
Gonzalez para denominar a todos los descendientes de los africanos y las
africanas que llegaron a la fuerza, por el tráfico esclavista, y a quienes
llegaron a América antes del “descubrimiento”. Acostumbrados como estaban a
saberlo todo sobre gente que ni siquiera habían visto en la vida, los
académicos anglosajones se acomodaron en sus asientos para ojear
displicentemente un artículo que, días después, algunos de ellos leerían
asombrados. Era Lélia Gonzalez revolucionando la academia, los gobiernos y
gobernantes, las identidades y los puntos de vista. Era Lélia Gonzalez
entregando hasta el último suspiro de su vida para desentrañar las verdades
ocultas en la maraña de las imposturas históricas, sociológicas,
antropológicas, políticas, en materia de raza, género, sociedad, cultura. Era
Lélia Gonzalez viendo como la nueva Constitución Política de Brasil incluía el
racismo como un delito imprescriptible y no excarcelable; cómo Dulce Pereira,
activista negra, se convertía en la primera mujer en presidir la Fundación
Palmares, órgano gubernamental responsable de adelantar acciones afirmativas de
la cultura negra en Brasil; y cómo se ampliaban las políticas a favor de su gente en los
diferentes aspectos… Era su inmenso aporte dando frutos poderosos y perdurables,
en medio de grandes dinámicas políticas, organizativas, culturales, artísticas
del pueblo negro de Brasil, la inmensa nación ladinoamefricana.
https://lasaweb.org/es/lasa2020/ |
Lélia
Gonzalez, coautora –con Carlos Hasenbalg- de Lugar de Negro (1982), uno de los textos de referencia más
importantes sobre la cuestión racial en Brasil; y autora de Festas Populares no Brasil (1987), libro
premiado en la Feria de Leipzig, Alemania, en el cual repasó con diligencia las
raíces de carnavales y fiestas de todos los rincones del país; decidió mientras
tanto emprender un proceso de autocrítica y reflexión, incluyendo la
profundización de sus búsquedas espirituales. En tal proceso estaba cuando, al
regreso de un viaje a África le fue diagnosticada una diabetes tipo B que la
condujo a un estado de salud en el cual necesitaba cuidados permanentes y ayuda
para llegar hasta el Departamento de Sociología y Política de la Pontificia
Universidad Católica de Río de Janeiro, cuya dirección asumió en junio de 1994.
Su familia, su amiga, la filósofa Ana Maria Felippe[12] y su
amigo, el fotógrafo y activista negro Januário Garcia, la cuidaban y ayudaban
permanentemente. Su hijo adoptivo, Manéu, vivió una temporada con ella. Su
sobrina Eliane de Almeida, junto a sus dos hijas, Gabriela e Ísis, fueron su
última compañía.
El 10
de julio de 1994, hace 25 años, moría en su casa y en su cama, por una insuficiencia
cardiaca, Lélia Gonzalez. No alcanzó a ver –como quería- la final del Mundial
de Fútbol en la cual Brasil obtendría el tricampeonato, como ella ya lo había
vaticinado. No alcanzó a comerse los macarrones con carne asada que la noche
anterior le había pedido a su sobrina que le cocinara (‘amanhã você faz macarrão com carne assada que eu adoro?). Sí
alcanzó a pensar en África y en Améfrica Ladina. Rememoró con amor inmenso a
Doña Urcinda y al Señor Acácio: pensó en qué pensarían ella y él acerca de
ella, si ahora estuvieran vivos. Recordó a toda la gente que la había inspirado
y acompañado en su vida militante y espiritual: a Pai Jair D’Ogum no Ilê Oxum
Apará[13], a Januário
y Ana Maria, a Abdias do Nascimento, a quienes consideraba la más fechaciente
prueba de la validez de su categoría de Améfrica Ladina y una expresión clara
de que -como ella lo sostuvo durante los últimos veinticinco años de su vida-
los negros de Brasil (os pretos) no
hablaban portugués, sino Pretugués, la lengua en la que vio
esfumarse sus últimos pensamientos, sin saber que con ellos ella también se
estaba yendo. ¡Axé!
Para
mi hija amada, por su feminismo excelso
…y
por su promedio acumulado en la Maestría.
[1] La mayor parte de los nombres incluidos en este artículo, así como
varias expresiones deliberadamente incluidas de ese modo, están escritos en portugués. Por eso, su grafía corresponde al portugués de Brasil, en todos los aspectos, y no son errores en español ni por omisión ni por incorrección del autor.
[2] Lélia Gonzalez. O feminismo negro no
palco da história (memorial web).
[3] Secaleche o benjamín: último hijo de un matrimonio.
[4] Ibidem.
[7] Idem. Ibidem. “Yo no sabía nada sobre Candomblé. Hasta
miedo me daba pasar por los templos. Cuando viajé por el mundo para promocionar
Xica da Silva, la gente me preguntaba sobre cultura negra y yo no sabía nada.
Entonces hice un curso con la antropóloga Lélia Gonzalez y el curso incluía la
asistencia a un ritual de Candomblé”. Traducción libre de JCUH (sin
Google).
[8] Ibidem.
[9] En la revista Tempo Brasileiro, Río de Janeiro, enero-junio 1988.
Pág. 69-82.
En: https://negrasoulblog.files.wordpress.com/2016/04/a-categoria-polc3adtico-cultural-de-amefricanidade-lelia-gonzales1.pdf
En: https://negrasoulblog.files.wordpress.com/2016/04/a-categoria-polc3adtico-cultural-de-amefricanidade-lelia-gonzales1.pdf
[10] Traducción libre de JCUH (sin Google). IBGE: Instituto Brasileño de
Geografía y Estadística.
[12] En 2011, Ana Maria Felippe sintetizó el legado de Lélia Gonzalez y
explicó los alcances del memorial sobre su vida que ella estaba construyendo en
internet.
Ver: https://www.youtube.com/watch?v=v4WqkHGdLkA
Ver: https://www.youtube.com/watch?v=v4WqkHGdLkA
[13] Padre Jair de Ogum, líder espiritual o babalao de la Casa (Ilê, en yoruba) de Ochum, guía espiritual
de Lélia Gonzalez, a cargo de quien ella dejó su archivo personal, con fines de
divulgación e investigación social.