11/08/2025

 In memoriam 
Gerardo Rendón y el Trío Atrato

-1-Víctor Dueñas (El Manduco). -2-Trío Atrato: Julio César "el Gringo" Valdés, Manuel "Mane-Mane" Santacoloma, Gerardo Rendón (cortesía Douglas Cújar). -3-Gerardo Rendón Mosquera (cortesía Douglas Cújar).

Falleció en Quibdó, este jueves 7 de agosto de 2025, Gerardo Rendón Mosquera, quien era el único integrante vivo del legendario Trío Atrato, cuyas virtuosas guitarras engalanaron durante por lo menos veinte años centenares de noches quibdoseñas de veladas, serenatas, fiestas y guitarreadas. El maestro Gerardo era oriundo de Condoto, igual que Julio César Valdés Barbosa (el Gringo), su colega y compañero, con quien fundó el trío, que también fue integrado por Víctor Guillermo Dueñas Porras (Viguidú) y posteriormente por Manuel Agustín Santacoloma Garrido (Mane-Mane); ambos nacidos en Quibdó.

Aunque la región es más conocida por la Chirimía y sus danzas folclóricas asociadas, la música chocoana –desde principios del siglo pasado– incluyó un elenco de virtuosos de las cuerdas: guitarra, tiple, bandola y violín; cuyo arte, junto al de la Chirimía, fue parte integrante del proyecto de construcción de identidad y región en el Chocó. Gerardo Rendón, Julio César "el Gringo" Valdés, Víctor Dueñas y Manuel "Mane-Mane" Santacoloma fueron guitarristas excelsos que, además de sumarse a la tradición, la enriquecieron y dinamizaron, contribuyendo así a la preservación del acervo musical regional.

Música y chocoanidad

Del mismo modo que, a partir de la creación de la Intendencia Nacional del Chocó (Decreto Nº 1347, del 5 de noviembre de 1906), creció un grupo de intelectuales y políticos chocoanos -pioneros de la representación regional en el ámbito nacional- que protagonizarían una gesta de unidad chocoanista para posicionar a su terruño como sociedad y como región, como proyecto sociopolítico y territorial, en la escena nacional…; y así como otro grupo irrumpió con admirable creatividad en los campos del periodismo, la educación, la poética y la narrativa (José A. Rivas Polo, Reinaldo Valencia Lozano, Carlos Arturo Truque Asprilla, Arnoldo Palacios, Hugo Salazar Valdés, Miguel A. Caicedo Mena, Teresa Martínez de Varela, Rogerio Velásquez y Libardo Arriaga Copete, entre otros), con una voz regional nunca antes escuchada en Colombia…; un grupo de músicos, cuya fama trascendió los confines regionales y viajó por el Atrato hacia el Caribe, por el San Juan hacia el Valle del Cauca, y por el camino de Antioquia hacia el interior del país, también contribuyó con su talento a consolidar aquella identidad regional en construcción.

Con todo y las limitaciones jurídico-políticas de esta figura, la creación y funcionamiento de la Intendencia Nacional del Chocó contribuyó a la consolidación y actuación pública de un nuevo sujeto social y político, de extracción popular y de pertenencia étnica y cultural, un sujeto consciente de su identidad y unido en torno a la causa del bienestar y desarrollo de su gente y de su territorio. Una nueva generación de chocoanos comprometidos con los destinos de su tierra había surgido y la historia de la región se transformaría sustancialmente gracias a sus acciones individuales y colectivas en la escena política nacional y regional. A dicha generación de intelectuales y políticos, artistas y profesionales, se sumaron los primeros músicos chocoanos reconocidos en el ámbito local y regional, que con sus notas enriquecieron también el pentagrama cultural y social de la región, su gente y sus tradiciones. Entre ellos, Abraham Rentería Key, Luis Crescenciano Valencia, Isacio Caicedo, Amador Caicedo,  Melchor Murillo, Sandalio Blandón, Pedro Serna, Ramón Peña, Marcos Blandón, Carlos Borromeo Cuesta Murillo, Gonzalo García Carrasco, Eduardo Couttin y Eladio Martínez Vélez (padre de Teresa Martínez de Varela y abuelo de Jairo Varela); entre otras figuras excelsas de la época, de cuyo indiscutible talento se nutrieron la Chirimía Chocoana en su formato clásico y otras músicas locales y subregionales; así como la música de cuerdas, cuyos músicos más representativos se concentraron en Quibdó, Istmina y Condoto, estableciendo conexión con los aires de otras regiones del país y del mundo, que llegaban a estos rincones de la selva a través de la radio, de las victrolas ortofónicas y sus discos, y de los viajeros que iban y venían a través de una región cuyas riquezas atraían el cosmopolitismo a sus ciudades, pequeñas y a veces precarias, pero modernas como las urbes del país.

Los pioneros

Así las cosas, estos genios de la guitarra chocoana, que desde el Trío Atrato convirtieron cada serenata y cada presentación en una obra de arte en vivo, cultivaron y dinamizaron el acervo de música de cuerdas, inaugurado en las primeras décadas del siglo XX por una serie de agrupaciones de gran versatilidad en su composición organológica y en sus repertorios, que incluían boleros mexicanos y antillanos, diversos aires del Gran Caribe y del Caribe colombiano, lo mismo que valses, pasillos, tangos, chotis y ritmos de música andina colombiana. De hecho, como lo documentara una excursión folclórica organizada y llevada a cabo por el Centro de estudios del Conservatorio Nacional de Música, a finales de la década de 1950, en Quibdó, además de los aires folclóricos de la chirimía, cimentada ya como conjunto típico regional; músicos como el Maestro Abraham Rentería y don Eduardo Couttin dirigían estudiantinas o conjuntos de música andina colombiana, conformados por bandolas, tiples y guitarras, con un repertorio de bambucos, pasillos y valses, al mejor estilo del músico valluno Pedro Morales Pino y del santandereano Luis A. Calvo, glorias de la música vernácula andina del país. Simultáneamente, grupos de músicos jóvenes interpretaban aires de origen antillano y del Caribe colombiano.[1]

En su prolijo compendio Antología Musical del Caribe Americano (2012), el melómano, coleccionista y estudioso de la música popular antillana, caribe y chocoana Luis Ramón (Moncho) Garcés Herazo, documenta la presencia de una serie de grupos musicales, además de las bandas y las chirimías, con énfasis en la música de cuerdas. En los años veinte, según dicho trabajo, se conforma un grupo conocido como La nueva ola, en el que participan Abraham Rentería Key, destacado intérprete de la bandola, además del clarinete, la flauta y el saxofón; Eduardo Couttin en el violín y en la guitarra Eladio Martínez Vélez. Varios de estos músicos participarán también en un grupo creado posteriormente por don Isacio Caicedo, virtuoso intérprete de la bandola, incluyendo como guitarristas a Eliumen García y Eladio Martínez, Manuel Palacios y Manuel Santacoloma.[2]

En 1927, según Garcés Herazo, “se organizó un grupo de artistas locales, cuyo repertorio se basaba en la interpretación de pasillos, valses, tangos, chotis, etc. Este conjunto se constituyó con Carlos Cuesta Mena (“Comearroz”) y Manuel Felipe Moreno, guitarristas; Miguel Ángel Cuesta Blandón y Luis Crescenciano Valencia en los tiples; e Isacio Caicedo, con la bandola”.[3] Los integrantes de este grupo junto a nuevos músicos, como Isacio Caicedo (clarinete y requinto), Eduardo y Luis Ernesto Couttin (violín y trompeta), mantuvieron entre 1926 y 1930 el grupo Avanti. A partir de 1940, se crea una especie de conjunto de planta de la emisora intendencial La Voz del Chocó, en el que “se concentraron distinguidos intérpretes de la música de cuerdas, como “Abraham Rentería Palacios y Luis Crescenciano Valencia; Camilo López, César Emilio Valdés (Cemi, padre de “el Gringo”, abuelo de la dinastía), Darío Baldrich y don Fidel Lozano. Su repertorio estaba constituido por pasillos nacionales y de motivación regional, rumbas, boleros de origen centroamericano y sones cubanos y chocoanos, siendo el tema predilecto “Chocó paraíso de amor”, del profesor Crescenciano. Para agosto 16 de 1934 se reportaba en Quibdó la existencia del grupo Lira Atrateña, conformado por los músicos Carlos E. Cuesta, Rafael Ayala, Darío Baldrich, Neftalí Rengifo, Rafael I. del Pino y Crescenciano Valencia”.[4]

Quibdó a principios de 1930,
Misioneros Claretianos / El Guarengue
Y así, sucesiva y exitosamente, en una escena artística local rica, variada, siempre a la vanguardia de la música nacional e internacional, los músicos de cuerdas de Quibdó participaron también en grupos de teatro y veladas, como Chocó Artista (1933), dirigido por Honorio Serna, y Álbum Rojo (1940), dirigido por Martín García Ledezma; cuyas históricas presentaciones, al igual que posteriormente los actos solemnes de los colegios de la ciudad, se llevaban a cabo en el Teatro Quibdó (de la familia Ángel Ferrer) y en el Teatro Claret (de los misioneros de la Prefectura). Las guitarras de Víctor Dueñas, Gabriel Valencia Palacios, Pacho García y Lubín Torres Perea, se integraron al Grupo Folclórico del Chocó, con la dirección musical de Abraham Rentería; el cual había sido organizado y coordinado por Rubén Castro Torrijos para las veladas de inauguración y clausura del Simposio Americano sobre Zonas Húmedas Tropicales, patrocinado por la Unesco, que sesionó en Quibdó del 19 al 30 de marzo de 1958. René Orozco Ferrer y Luis “Cayayo” Rentería formaron parte de Los Vagabundos (1945-1952), un grupo que alcanzó gran prestigio en Medellín; ciudad donde también se conformó el trío Alma Chocoana (1953), por los músicos chocoanos “Demóstenes Lozano Garcés, Francisco “Pacho” García Rodríguez y Ciro Murillo, con repertorio de boleros, música chocoana, de la costa norte y de la que llegaba de las Antillas y del Caribe centroamericano”.[5]

Mención especial merece La Timba, de Víctor Dueñas, que por la misma época, desde principios de la década de 1950, se tomó literalmente la escena musical quibdoseña; como posteriormente lo haría esa extraordinaria orquesta que fue Los Negritos del Ritmo. Hacían parte de La Timba: "Rafael Baldrich, Francisco E. Blandón (Quiquí), Alberto Rengifo González (Chuculí) y Luisito “Cayayo” Rentería (guitarristas)…, Gabriel Valencia Palacios (tiple, voz, maracas); Armando Murillo en el clarinete; Santiago “Chacatás” Valoyes, Euclides Lozano y Feliciano Palacios Córdoba (Chano), claves y maracas; Jorge “Papito” Dueñas, Moisés Mosquera, Oscar Couttin (Oscutg) y Antún Bechara Carrascal, como vocalistas, y Julio Couttin, “Sapo” y Euclides Pacheco, timba y percusión. Este conjunto amenizaba los bailes, fiestas, paseos, reuniones, serenatas y todos los actos sociales de importancia en Quibdó y tenía un magnífico repertorio de boleros cubanos, mexicanos y boricuas, temas regionales y también sones, guajiras, guarachas, del Cuarteto Flórez, Cuarteto Mayarí, Cuarteto Marcano, Sonora Matancera y Los Panchos…”.[6]

Una lista significativa

Los anteriormente mencionados y otros grupos, que los sucedieron hasta principios del presente siglo, marcaron una ruta que el Trío Atrato siguió y cuyos caminos futuros trazó y enriqueció. Del compendio citado, de Garcés Herazo (2012), se deduce una lista, numerosa y maravillosa, de intérpretes de guitarra, tiple, violín y bandola, a lo largo del siglo XX en el Chocó; la cual elaboramos e incluimos como una muestra significativa de la riqueza interpretativa de tales instrumentos en la tradición musical chocoana, sin pretensión alguna de que ella contenga la totalidad de los intérpretes y conscientes de que la mayor parte de aquellos músicos ejecutaban más de un instrumento.

Los guitarristas conforman el grupo más numeroso de la lista: Eladio Martínez Vélez; Marcelino Caicedo; Eliumen García; Manuel Palacios; Manuel Santacoloma; Carlos Cuesta Mena (Comearroz); Manuel Felipe Moreno; Tomás Valdés (padre); Roberto Valencia Serna (fundador e integrante del exitoso dueto Fortich y Valencia, 1940); Gastón Guerrero Mosquera, fundador y destacado guitarrista de Los Isleños, en los años 50, y compositor del famoso vals “Aunque me duela el alma”, mundialmente conocido en la versión de Julio Jaramillo; Víctor Dueñas;[7] Rafael Baldrich; Luis Eladio Rentería Palomeque (Cayayo), Quibdó, 1925-1979, guitarrista de Tito Cortez (por ejemplo, en su famoso éxito Alma Tumaqueña) y Daniel Santos con el Cuarteto Encanto; Gabriel Valencia Palacios; Francisco “Pacho” García Rodríguez; Lubín Torres Perea; Jairo Bodhert Quintana (de Istmina, compositor de Istmineñita); Ignacio Hinestroza (Chagualo), integrante del famoso Trío Montecarlo, entre 1962 y 1994, su época de oro, cuando hicieron presentaciones nacionales e internacionales; Francisco Eladio Blandón (Quiquí); Alberto Rengifo González (Chuculí); Acisclo Mosquera; Wilson Moreno; Armando Torres Perea; César Mosquera Cetre; Feliciano Palacios Córdoba; Nicomedes Mena Mayo; y, por supuesto, "el Gringo" Valdés, Mane-Mane Santacoloma y Gerardo Rendón Mosquera.

En la lista de intérpretes de tiple se encuentran Aquileo Garcés, Miguel Ángel Cuesta Blandón, Luis Crescenciano Valencia, Miguel Vicente Garrido, Gabriel Valencia Palacios y Gonzalo García Rodríguez. Entre los violinistas: Eduardo Couttin (padre), Oscar Yates Rentería, Heliodoro González Couttin, Rafael Ayala Gómez. Y los intérpretes de bandola: Abraham Rentería Key, Isacio Caicedo, Rafael Ayala Gómez, Armando Valencia Perea y “un músico vallecaucano conocido como Viejo Villa”.

Los dos discos del Trío Atrato

Trío Atrato-Lo mejor del Chocó-Volumen 2,
FOTOS: Discogs / El Guarengue.

Con el patrocinio de la Lotería del Chocó, el Trío Atrato alcanzó a grabar dos discos de larga duración, titulados ambos Lo mejor del Chocó. El volumen 2, de 1990, contiene 11 canciones, que fueron interpretadas por Julio César Valdés: 1ª Voz, 2ª Guitarra; Gerardo Rendón Mosquera: 2ª Voz, 1ª Guitarra; y Víctor Dueñas: 3ª Voz, 3ª Guitarra. La grabación fue realizada en la emisora Radio Universidad del Chocó, en Quibdó, con Aldemar Valencia M. como técnico de sonido. En palabras del productor del disco, Pedro J. Echeverry Vargas, impresas en la contracarátula del mismo: “Continuamos con el propósito de difundir y promover los valores y el patrimonio musical del Chocó, representados por el Trío Atrato, quienes interpretan la inspiración y vivencias de connotados compositores: el poeta y cantor Miguel Vicente Garrido, el bohemio Lucho Cayayo, el genial y polifacético René Orozco Echeverri, el guapachoso Augustico Lozano, el maestro Víctor Dueñas y el virtuoso Gerardo Rendón”… Según Luis Ramón Garcés Herazo, el otro volumen del Trío Atrato incluyó a Mane-Mane Santacoloma, en lugar de Víctor Dueñas; y contó con la participación como cantante de Alfonso Mosquera Córdoba, El Brujo. No fue posible conseguir más información sobre este disco.

Adiós, Gerardo. Adiós, Trío Atrato

Gerardo Rendón Mosquera, condoteño, hijo de Arturo Rendón y María Mosquera, quien aprendió a tocar viendo a guitarristas como Gastón Guerrero y Chagualo Hinestroza (“primero me aprendía las posiciones y luego preguntaba cómo se llamaba la nota”)[8]; fue guitarrista “puntero” de un grupo que acompañó a Olimpo Cárdenas, en una presentación en vivo, en Rionegro (Antioquia), cuando apenas llegaba a los 20 años.[9] Allá y en Medellín, Gerardo tuvo una vida musical, que continuó a su regreso a Quibdó, donde fue parte de Los Negritos del Ritmo y miembro fundador del Trío Atrato, la emblemática agrupación cuya historia se ha cerrado, por lo menos en este ciclo, con su fallecimiento.

Como sus compañeros de aventuras musicales en el Trío Atrato: Víctor Dueñas, Julio César Valdés y Manuel Santacoloma; Gerardo Rendón llega al final de su vida en medio del cariño de un pueblo entero que fue feliz con su música, admiró siempre su talento y lo guardará eternamente en su memoria como uno de sus mejores recuerdos... Aunque sin los homenajes institucionales, que debían ser de rigor: la recuperación y digitalización de las escasas piezas musicales que quedaron grabadas con sus voces y sus guitarras; y la documentación histórica de sus vidas y trayectorias musicales, que forman parte de la historia cultural de la región chocoana, a la preservación de cuyo patrimonio contribuyeron con su talento, tan extenso, profundo y pródigo como el río del cual, como trío, tomaron su nombre.



[1] Ver en El Guarengue “Entre chirimías y estudiantinas”:

https://miguarengue.blogspot.com/2024/02/entre-chirimias-y-estudiantinas-una.html

[2] Garcés Herazo, Luis Ramón. Antología musical del Caribe americano. Bogotá, Opciones Gráficas Editores, 2012. 594 pp. Pág. 484.

[3] Ibidem, pág. 485.

[4] Ibidem, pág. 486.

[5]

[6] Ibidem, pp. 501-502.

[7] Américo Murillo Londoño publicó, en El Manduco, de Quibdó, dos artículos biográficos sobre Víctor Dueñas, que lo muestran en sus múltiples facetas. 1ª Parte: https://elmanduco.com.co/victor-guillermo-duenas-porras-compositor-musico-y-deportista-aquilatado-primera-parte-por-americo-murillo-londono-mis-memorias/ 2ª Parte: https://elmanduco.com.co/victor-duenas-compositor-musico-y-deportista-aquilatado-por-americo-murillo-londono-mis-memoriasii-parte/

El vals de Gastón Guerrero, en la voz de Julio Jaramillo, puede oírse aquí: https://youtu.be/qAx5IkvzHxs?si=hOqGyj4Jz1gjk8Ss *Alma tumaqueña, de Tito Cortez, con la guitarra de Luis "Cayayo" Rentería, puede oírse aquí: https://youtu.be/UNVlwd_O8UI?si=B7iIaL3s7VwA3QRN

[8] Eugenio Perea García, Un tinto con Gerardo Rendón Mosquera. Chocó 7 días, edición 901, febrero 22 a 28 de 2013. Pág. 8.

[9] Ibidem.

04/08/2025

 Sobre la trayectoria institucional del Chocó 
y la Generación del Carrasquilla

Aunque no todos pertenecen a la llamada Generación del Carrasquilla, sí son todos pioneros de la chocoanidad, cuya obra individual y colectiva contribuyó a que durante la primera mitad del siglo XX el Chocó pasara de ser nomás que una fuente de materias primas a ser reconocido en Colombia como una sociedad regional con un proyecto sociopolítico y cultural de desarrollo humano y reivindicación de derechos. De izquierda a derecha: Adán Arriaga Andrade, Diego Luis Córdoba, Jorge Valencia Lozano, Eliseo Arango Ramos, Alfonso Meluk Salge, Delfino Díaz Ruiz, Emiliano Rey Barbosa,  Reinaldo Valencia Lozano, Francisco José Chaux, Armando y Dionisio Echeverry Ferrer, Daniel Valois Arce, Aureliano Perea Aluma, Primo Guerrero Córdoba, Sergio Abadía Arango, Ramón Lozano Garcés, Ricardo Echeverry Ferrer, Gregorio Sánchez Gómez. FOTOS: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó, Periódico ABC (Quibdó) y Colección El Guarengue.
En plena efervescencia de una de las más grandes gestas de chocoanidad y de unidad chocoanista, la emprendida durante la primera mitad del siglo XX por un grupo de intelectuales y políticos chocoanos -pioneros de la representación regional en el ámbito nacional- para posicionar a su terruño como sociedad y como región, como proyecto sociopolítico y territorial, en la escena nacional; y en ese mismo sentido conseguir la promoción a Departamento de la entonces Intendencia Nacional del Chocó…; cuando ya era frecuente que la prensa colombiana de ambos partidos registrara con amplitud y beneplácito las actuaciones de nuestros parlamentarios, pensadores y escritores en los ámbitos intelectuales, políticos e institucionales del país, las academias Colombiana y Antioqueña de Historia dieron a conocer, en sus respectivas publicaciones oficiales, un artículo titulado “El Chocó en la Historia”, de Abraham González Zea (Medellín, 1908-1995), educador e historiador, miembro correspondiente de la Academia Antioqueña de Historia.

El artículo del académico González Zea, que ocupa 15 de las 231 páginas del Boletín de Historia y Antigüedades de la Academia Colombiana de Historia N° 357-358, julio y agosto de 1944, publicado en Bogotá; hace un recorrido, periodo por periodo, de la presencia del Chocó en la Historia Nacional: Prehistoria (Tribus), Descubrimiento y Conquista, Colonia, Labor Evangelizadora, Independencia (el acápite más extenso y detallado acerca del desarrollo en suelo chocoano de las luchas contra la Corona española y la persecución cruenta de esta contra los patriotas criollos; incluyendo los pormenores de la delación, captura y juicio, sentencia y ejecución del patriota sabanero, de La Purísima-Córdoba, Tomás Pérez, cuyo nombre lleva un barrio de Quibdó), República (dedicado a narrar, paso a paso, norma por norma, el estatus político-administrativo del Chocó, desde 1819 hasta la fecha del artículo, 1944) y un acápite final titulado Sus hombres, que el historiador dedica con entusiasmo notorio y evidente admiración a destacar el trabajo concienzudo y sistemático de un grupo de prohombres chocoanos, que él bautiza como la Generación del Carrasquilla, dado que muchos de ellos cursaron sus estudios en este colegio de Quibdó, fundado en 1905.

El artículo El Chocó en la Historia, del académico Abraham González Zea, fue publicado igualmente en 20 de las 335 páginas páginas del volumen 17, N° 157-158-159, del Repertorio Histórico, de la Academia Antioqueña de Historia, de 1946; volumen este que incluye discursos, textos y una fotografía del Congreso Nacional de Historia, evento solemne que contó con la asistencia de academias y centros de Historia de todo el país, y que fue celebrado en Medellín en conmemoración del cuadragésimo aniversario de la Academia Antioqueña de Historia, fundada en febrero de 1903.

El texto documenta y testimonia el rotundo e histórico surgimiento del Chocó como sociedad y región en el escenario político, institucional, cultural e intelectual de Colombia, y cómo el país deja de verlo como mera despensa y abundante proveedor de materias primas, para percibirlo, vislumbrarlo y considerarlo en su calidad de integrante y constituyente de la nación, de sujeto sociocultural de derechos y unidad territorial, tanto en el mapa como en la nacionalidad. Todo ello gracias a las acciones individuales y colectivas de un nutrido grupo de prohombres o pioneros de la chocoanidad, que son mencionados por el historiador González Zea en los apartes de su texto que hoy reproducimos en El Guarengue-Relatos del Chocó profundo.

Julio César U. H.

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 El Chocó en la Historia.
Por Abraham González Zea.

Boletín de Historia y Antigüedades. ÓRGANO DE LA ACADEMIA COLOMBIANA DE HISTORIA. Director: LUIS AUGUSTO CUERVO. Redactores: GUILLERMO HERNANDEZ DE ALBA, MOISES DE LA ROSA. Volumen XXXI | Colombia—Bogotá, julio y agosto de 1944 | Números 357 – 358. Pp. 709-724 | FRAGMENTO.

[...]

REPÚBLICA – Trayectoria política chocoana

Ahora, para no hacerme tan interminable, narraré a grandes rasgos los principales acontecimientos verificados en la trayectoria política chocoana.

De conformidad con la división política decretada por el Congreso de Angostura el 17 de diciembre de 1819, la Provincia del Chocó quedó perteneciendo directamente a Bogotá, de allí que se cumplían o se hacían regir las disposiciones que de dicha capital emanaran para toda la Nación.

La Constitución Nacional expedida en 1821 dividió la República en 7 Departamentos: Boyacá, Cundinamarca, Cauca, Magdalena, Orinoco, Venezuela y Zulia. Los Departamentos se dividieron en Provincias y éstas en Cantones, que se subdividieron en Parroquias. La Provincia del Chocó se adscribió al Departamento del Cauca, con capital en Popayán, y formada por los Cantones de Atrato y San Juan. En 1825, por Decreto ejecutivo de treinta de marzo, suscrito por el General Santander como encargado del mando, en su carácter de Vicepresidente de la República, se suprimieron los Cantones, pero se dispuso que quedaran subsistiendo los de Atrato y San Juan. El Cantón de Atrato se componía de la ciudad de San Francisco de Quibdó, como su cabecera, de las Provincias de Lloró, Chamí, Bebará, Murrí, y de las Viceparroquias de Neguá, Nemotá, Beté, Bebaramá, San José, Murindó, Bagadó, Tutunendo, Tanando, Cértegui, Troje, Guayabal y Agua Clara. El Cantón de San Juan se formaba de la ciudad de San Jerónimo, de Nóvita, como cabecera de las Parroquias de San Agustín, Noanamá, Baudó, Tadó, y de las Viceparroquias de Juntas, Cajón, Brazo Sesego, Agua Clara, Santa Bárbara, San José, San Cristóbal, San Juan Evangelista, Santa Rita de Iró, San Pablo, Viro Viro y Raspadura.

La Ley de 21 de noviembre de 1831 dividió el territorio en 15 Provincias, incluyendo la del Chocó. La Constitución expedida en 1832 suprimió los Departamentos y conservó las Provincias con sus Cantones y Parroquias.

La Constitución de 1843, que no alteró la división anterior, hizo surgir los Territorios Nacionales, denominados así por su reducida población y por su aislamiento y las grandes distancias que los separaban de la capital y demás centros de importancia. El Chocó no se incluía entonces entre los Territorios, por ser de mayor importancia que éstos. Entonces la Nueva Granada quedaba integrada por 20 Provincias, 131 Cantones, 810 Distritos, 70 Aldeas y 2 Territorios.

En 1858 se dividió el país en 8 Estados Federales, en virtud de la Constitución que se promulgó en dicho año y recibió el nombre de Confederación Granadina. En este mismo año se le cambió al país el nombre de Confederación Granadina por el de Estados Unidos de Colombia. Surgieron entonces los Estados Soberanos y el Chocó quedó incluido en el Estado del Cauca. Esta división subsistió hasta el año de 1885 en que el Consejo Nacional de Delegatarios dispuso dar al país el nombre de República de Colombia.

La Constitución expedida en agosto de 1886 cambió el nombre de los Estados por el de Departamentos, sin variar los límites geográficos, y los hizo depender del Poder Central.

En 1908 la Asamblea Nacional Constituyente y Legislativa expidió la Ley 1ª para establecer una nueva división territorial, y entonces resultaron 34 Departamentos, incluyendo el Chocó, después de haber sido erigido en Intendencia Nacional en 1906. En 1909 se promulgó la Ley 65, sobre nueva división territorial, y el Chocó tornó a ser entidad intendencial, dependiente hasta el presente directamente del Gobierno central.

SUS HOMBRES

Muy notable ha sido el aporte del Chocó, en los años pretéritos, a las más altas manifestaciones de la cultura patria. Varios Presidentes de la República, eximios literatos, filólogos y poetas, ilustres voceros en las Asambleas Constituyentes, en la legislatura del Cauca Grande y en el Congreso Nacional, vieron la luz en la tierra chocoana. Sin embargo, para el sociólogo tiene escasa importancia el simple accidente del nacimiento cuando no está acondicionado o no va acompañado de elementos que le impriman un significado trascendente. Así, por ejemplo, desde el punto de vista de la entidad Chocó, que es la que nos interesa en el presente estudio, fuerza es confesar que aquella gloriosa generación finisecular, la de los Mallarinos y Holguines y Arboledas y Argáez, la de los Contos y los Isaacs y los Carrasquillas y los Ulloas, solamente puede titularse chocoana en cuanto al episodio del nacimiento, sin que influyera en lo más mínimo en la formación, el desarrollo, la cultura y el progreso de su tierra de origen. Esta continuaba siendo, hasta comienzos del presente siglo, un simple rincón selvático del Cauca, sin personería ni entidad propias, y ni sus mismos hijos se preocupaban demasiado en aclarar, para sus futuros biógrafos, el lugar exacto de su cuna: bien sintomático es a este respecto lo acontecido con la cuna de Jorge Isaacs; cuando al poeta le fueron presentados, para que los corrigiera, algunos apuntes de su biografía, se limitó a tachar la expresión «nació en Cali», cambiándola por «nació en el Estado del Cauca», pero sin alardear claramente de su Quibdó nativo.

Con la reconstrucción de la antigua entidad política, operada en 1906, se reavivó en los chocoanos la dormida conciencia de su personalidad colectiva. Inusitada actividad cultural culminó entonces con la fundación del Instituto Pedagógico, germen del Colegio de Carrasquilla, y con numerosos periódicos y revistas de tan interesante influjo como El Chocó, A B C, El Istmo, El San Juan, y, sobre todo, la maravillosa revista literaria Prosa y Versos, que en su época asombró a los círculos intelectuales del resto del país por el exquisito gusto y el material selectísimo de que daba pruebas. Los juegos florales que entonces tuvieron como escenario a Quibdó, no han sido siquiera igualados posteriormente. Fue esa la brillante generación de Eduardo Ferrer, Heliodoro González, Emiliano Rey, Delfino y Jorge E. Díaz, Jorge y Reinaldo Valencia Lozano, Adriano y Rodolfo Arriaga, Fausto Domínguez A., Víctor M. Domínguez y Gómez, José A. Rivas Polo, [Gregorio] Sánchez Gómez, Rodolfo Castro, Mario Ferrer, Nicolás Castro, Guillermo O. Hurtado, Heliodoro Rodríguez, Juan B. Mosquera, Ricardo Valencia, Manuel Guzmán, y tantos más, a los cuales habría que añadir algunos nombres de elementos como Germán López, Carlos A. Orrego, Calderón Flórez, que, oriundos de otras secciones, se vincularon de corazón a ese admirable episodio de efervescencia cultural.

Don Abraham González Zea (Medellín, 1908-1995), educador, historiador y Miembro Correspondiente de la Academia Antioqueña de Historia e imágenes de las publicaciones oficiales de esta academia (Repertorio Histórico) y de la Academia Colombiana de Historia (Boletín de Historia y Antigüedades) en donde fue publicado el artículo "El Chocó en la historia", del Profesor González Zea. FOTOS: Academia Colombiana y Academia Antioqueña de Historia / El Guarengue.
AI propio tiempo, como correlación política o parlamentaria de aquella renovada personalidad popular, los voceros del Chocó en el Congreso empezaron a hablar un lenguaje distinto. Jorge Valencia, Heliodoro Rodríguez, Delfino Díaz, Emiliano Rey, Reinaldo Valencia, Francisco José Chaux, Eliseo Arango, Salomón Salazar G. y Gerardo García Gómez iniciaron la catequización de la opinión pública, hablando de la entidad chocoana, no como un apéndice del Cauca, del Valle, de Antioquia o de Bolívar, sino como de un ser geográfico, étnico, histórico y político bien diferenciado, con características peculiares que le hacen inconfundible. Pero el peso de esta labor recayó especialmente sobre la que pudiéramos denominar «la generación del Carrasquilla», vale decir la que se formó en los claustros del Colegio de Carrasquilla de Quibdó, de 1918 a 1930, inclusive. Adán Arriaga Andrade, Diego Luis Córdoba, quienes desde 1933 vienen actuando brillantemente en la expedición de leyes tendientes al mejoramiento y bienestar del pueblo chocoano; Osías Lozano Quintana, Daniel Valois Arce, Sergio Abadía Arango, Ramón Lozano Garcés, Ricardo Echeverri Ferrer, Jaime Castillo y otros, que vieron en el Parlamento colombiano un estadio para las reivindicaciones esenciales a su tierra natal. Y es bajo el influjo, el impulso y la dirección inmediata de esa generación del Carrasquilla como se ha producido el doble fenómeno: en lo interior, el fortalecimiento en los chocoanos de una conciencia colectiva que es hoy clara, nítida, orgullosa, altiva, inquieta e inconforme; en lo exterior, un conocimiento cada vez más exacto, por parte de los demás colombianos, respecto de la realidad chocoana, de sus riquezas potenciales, de su posición estratégica, de su inmenso valor como entidad racial, cultural y emocional con la que es indispensable contar en adelante para cualquier empresa que interese a la Patria común.

Los resultados de una labor tan inteligente como tesonera, adelantada en el último decenio por ese lujoso equipo parlamentario, están a la vista: En lo fiscal, el monto de las apropiaciones nacionales para atender directamente o para auxiliar las diversas obras del Chocó, pasó de los 100.000 pesos en 1930 al 1.000.000 de pesos en cada uno de los cuatro últimos años; una norma propuesta por el Representante Abadía Arango (parágrafo del artículo 3° de la Ley 21 de 1935) aseguró una participación del 10 por 100 sobre el producto del impuesto de oro físico a las regiones productoras, y otra que propuso el Representante Arriaga Andrade (la Ley 4ª de 1941) hizo extensiva la participación al impuesto sobre el platino, elevándola al 30 por 100 —como ya había sido elevada la del oro por el Gobierno Nacional (Decreto 508 de 1940)— y otorgó a los Municipios productores de oro y de platino una décima parte de lo que, por concepto de aquellas participaciones, correspondiere al respectivo Departamento o Intendencia. Obsérvese de paso que las dos iniciativas legales mencionadas, si beneficiaron fiscalmente al Chocó y a sus Municipios, produjeron mayores beneficios en Antioquia, cuya producción aurífera es de un volumen mucho mayor. En lo vial, fueron nacionalizadas las vías troncales del Chocó (Bolombolo-Bolívar-Quibdó, Istmina-Quibdó, Istmina-Negría, Apía-Pueblo Rico-Tadó-Istmina, Cartago-Nóvita y Quibdó-Bahía Solano), iniciativa del Representante Córdoba, de las cuales están para terminarse las de Bolombolo-Quibdó y Quibdó-Istmina; así como las secundarias (Juradó-Riosucio, Sautatá-Acandí y Andes-Bagadó).

En lo educacional, han surgido, además del histórico Carrasquilla, la Normal de Varones de Quibdó, la Normal Rural de Señoritas de Istmina, el Instituto Pedagógico Femenino de Quibdó, la Escuela de Artes y Oficios de Istmina y la Colonia Escolar de Vacaciones de El Carmen. En lo sanitario, se crearon y dotaron modernísimos hospitales en Quibdó e Istmina, un dispensario Antituberculoso en Quibdó y hospitales mínimos en Juradó, Bahía Solano, Pizarro, Nuquí y El Carmen, y se establecieron Unidades Sanitarias y Campañas Antipiánicas y Antipalúdicas por todo el vasto territorio. Y en lo institucional, los voceros del Chocó en la Constituyente de 1936 pusieron término, con el reconocimiento constitucional de las Intendencias y Comisarías, a la aberrante situación jurídica mediante la cual existieron de facto, durante un cuarto de siglo, entidades que la Constitución Nacional no reconocía y cuya extensión, sin embargo, ocupaba más de la mitad del territorio del país; propusieron en 1937 un estatuto especial, que es el ensayo más completo y atinado para la solución de los problemas regionales; obtuvieron en 1943 la expedición de la Ley 2ª, orgánica de la Administración Intendencial y Comisarial, llamada a transformar en breve tiempo esos vastos territorios nacionales, que le han ido abriendo paso a la erección del Chocó en el decimoquinto Departamento de Colombia, propósito autonomista ya muy cercano a su consagración definitiva. Tal es, a grandes rasgos, la labor realizada por la generación del Carrasquilla.

Sin embargo, para reincorporar efectivamente la tierra chocoana a la Patria colombiana, para aprovechar sus incalculables riquezas, para salvar de las endemias tropicales a ese núcleo humano tan vigoroso como sufrido, falta mucho por hacer. La conclusión de las vías de acceso, especialmente la carretera que, partiendo de Medellín, por Caldas, Bolombolo y Bolívar, pasa por Quibdó y va a terminar en el prodigioso puerto natural de Bahía Solano, y el reconocimiento de la calidad departamental a una sección cuyo desarrollo se ve dificultado por las peculiaridades del régimen intendencial, son objetivos inmediatos para los cuales debe el Chocó contar con el apoyo entusiasta de todos sus hermanos de Colombia.

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28/07/2025

 Entre el fuego y el agua: 
La Historia de Istmina 
en La Voz del Chocó (1938)

*Istmina 1907 (Archivo fotográfico y fílmico del Chocó). Calle principal de Istmina antes del incendio de 1923 (Misioneros Claretianos, 1929 / El Guarengue).

El 27 de noviembre de 1938, La Voz del Chocó, emisora pública de propiedad de la Intendencia Nacional, dedicó una transmisión especial -de una hora de duración- a la Provincia del San Juan. Dicha producción formaba parte de una serie de programas concebidos para dar a conocer la geografía humana, la historia y la cultura de los distintos lugares del territorio regional, y promover así la integración y la unidad del Chocó como región; dos factores estratégicamente claves para el proyecto político de la generación chocoanista, que para entonces se reunía en torno al interés común del proceso de departamentalización o elevación de la Intendencia a la categoría de departamento.

El núcleo original de aquel grupo promotor de la departamentalización contaba entre sus miembros principales a Reinaldo Valencia Lozano, Emiliano Rey Barbosa, Gregorio Sánchez, Heliodoro Rodríguez, Gonzalo Zúñiga, Delfino Díaz Ruiz, Alfonso Meluk Salge, Dionisio Ferrer, Francisco Córdoba, Armando Meluk, Julio Perea Quesada, Jorge Valencia Lozano, Adán Arriaga Andrade, Guillermo Henry Cuesta y Salomón Salazar; este último autor del texto monográfico sobre Istmina, que ocupó la parte central de aquella histórica emisión radial de La Voz del Chocó, emitida el domingo 27 de noviembre de 1938; y que contó con una copiosa audiencia tanto en Quibdó como en Istmina, en tiempos en los que -por la novedad de este medio- la gente se reunía en torno a la radio, tanto en las pocas residencias que contaban con aparato receptor, como en los salones sociales de ambas ciudades, que promocionaban la audición de emisiones radiales como uno de sus atractivos, en el mismo nivel de la distinción y elegancia de sus bebidas importadas y sus comidas de lujo.

Mediante el Plan Educativo, con su programa de becas y la ampliación de cobertura de la educación pública, el apoyo a la creación de bandas de música, las celebraciones culturales de efemérides y la publicación de una revista cultural e informativa de la región (la Revista del Chocó), desde principios del siglo XX, la Intendencia Nacional desplegó una intensa labor de promoción educativa y cultural; que encontró en La Voz del Chocó un canal privilegiado, moderno y atractivo, que sería  fundamental para aquellos propósitos cuyo cumplimiento transformaría para siempre al Chocó, lo proyectaría como región y lo dotaría de un proyecto sociopolítico de alcance regional en el que, por primera vez en su historia, el pueblo raso era sujeto de derechos, a través de su identidad de clase (el campesinado y el naciente obrerismo) y de su identidad racial (la gente negra se convertiría para los primeros políticos nativos en "su gente de uno").

Por su enorme importancia como hito cultural (la historia de la región empezaba a ser contada por gente de la región) y por su indiscutible valor histórico y documental como esfuerzo de síntesis sobre la historia de la capital de la entonces Provincia del San Juan, que junto a la del Atrato fue pilar de la constitución territorial, política y social del Chocó como unidad administrativa y como región con identidad en el escenario nacional; reproducimos -en El Guarengue-Relatos del Chocó profundo- el magnífico ensayo escrito por don Salomón Salazar G. y leído por él mismo en aquella noche fresca de domingo; que fue publicado por el periódico ABC, de Quibdó, en su Edición Extraordinaria del sábado 17 de diciembre de 1938, en conmemoración de sus 25 años de existencia.

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Istmina
Por Salomón Salazar G.
(Ensayo monográfico radiodifundido por los micrófonos de la Voz del Chocó, en transmisión dedicada a la Provincia del San Juan). 27 de noviembre de 1938).[1]

Saludo con toda la emoción de mi espíritu al conglomerado social de la Provincia del San Juan, en cuyo honor la colonia de sus hijos que se agita y convive en esta acogedora y fraterna ciudad de Quibdó, ha organizado el acto lírico-musical que se radio-expande en medio del más cálido de los entusiasmos.

A la provincia amada y a la ciudad maternal

La voluntad benévola de los protagonistas me asignó el encargo de disertar, dentro de la brevedad que impone el compromiso del micrófono de llevar la palabra de otros comisionados a sus pueblos de origen, y dentro de la angustia del espacio de una hora de transmisión, acerca de la ciudad de Istmina, y me fue dado balbucir los nombres para mí imperecederos de mis progenitores. Unido a éstos se conserva en forma perdurable, en la intimidad de mi ser, el grato y venerado de mi predio nativo; de ahí que no haya eludido aceptar la invitación a participar en esta demostración, tan sincera como cordial, de hondo cariño y de singular simpatía, que se tributa ahora a la provincia amada y a mi cara ciudad maternal.

Del pueblecito de Cubis a la Boca de San Pablo

La escasa crónica tradicional que me ha sido fácil consultar, apenas suministra la imprecisa noticia de que por allá en las postrimerías del siglo diez y siete, fue establecido por doña Rosalía Urrutia, mujer de origen español y patrona de numerosos esclavos, un laboreo de minas, que ella denominó Istmina, en terrenos situados a la margen izquierda del río San Juan, terrenos que, sin duda por el riachuelo que los cruza, recibieron el nombre de Cubis.

Istmo de San Pablo. FOTO: Misioneros 
Claretianos, 1929 / El Guarengue.

El campamento minero de la patrona Rosalía, como la nombraron sus siervos, adquirió algún incremento y sirvió luego de núcleo a una pequeña población destinada a cambiar de sitio más tarde. Los habitantes del poblado se proveían de víveres y hacían su pequeño comercio especialmente con la Provincia del Atrato, de donde trasladaban las cargas pasándolas por el Istmo de San Pablo, que terminaba en la ribera derecha del San Juan, en la confluencia de éste con el riachuelo de aquel nombre y al frente de Cubis. Pero, como quiera que entre la terminación del istmo y la pequeña población se interponían las tormentosas corrientes del gran río, era necesario transportar los cargamentos para doña Rosalía, y para otros menudeadores que allí se habían localizado con su permiso, en canoas que manejaban hombres dedicados al oficio. No era fácil tarea ésta, ni estaba exento de peligro de naufragio quien se aventurara a comerciar por allí, lo que hacía pensar a los moradores y viandantes, generalmente malos nadadores, en la conveniencia del traslado del caserío a las cercanías del Istmo, que llamaban también “Arrastradero”. Por aquel tiempo, el gobierno monopolizó el consumo del tabaco y dispuso crear un estanco del artículo al pie del istmo. Por estas circunstancias, y llevados por las dificultades que ofrecía el paso del río San Juan, los mercadantes de mayor volumen determinaron construir depósitos para la custodia y realización de sus negocios, en la hoya de la quebrada de San Pablo, cosa que implicaba el abandono del pueblecito de Cubis. En torno a la casa del estanco, edificada por un teniente Astudillo, así como de los depósitos, y porque en la hoya indicada daba buen resultado el mazamorreo o trabajo rudimentario de minas, aquellos pobladores plantaron definitivamente sus viviendas en el sitio en que ellos denominaron Boca de San Pablo, pues allí rendía sus aguas al San Juan el riachuelo ya nombrado. La producción de oro y el consumo de víveres y mercaderías, fueron dando incremento a San Pablo, nombre que se adoptó en últimas para la nueva población. De reducido número de habitantes se componía el real de minas colocado en el estrecho vallecito que forman dos colinas alzadas al oriente y occidente del riachuelo. Alcanzó la distinción de cabecera de corregimiento, dependiente de la jefatura municipal de Nóvita, capital del Cantón.

El Distrito de San Pablo

Tranquilos convivían allí los sampableños; pero ocurrió que esos terrenos habían sido adquiridos durante la Colonia por la linajuda familia Arboleda, de Popayán, de la cual descendía don Julio, el poeta-soldado, y al noticiarse este del desarrollo de la poblacioncita, vino a ella a hacer valer sus derechos. Don Julio trabó estrechas relaciones con doña María Josefa Guerra, a quien, al regresar al Cauca, hizo regalía de esa parte de sus tierras. La Chepa Guerra, ya propietaria, señora semi-feudal, comenzó a vender lotes, y los primeros compradores, entre los cuales se contaron los señores Pedro José Rojas, Segundo María Mosquera, Ciriaco Asprilla y Dominga Guzmán, pudieron edificar habitaciones de mayor valor y comodidades. Posteriormente construyeron los señores Manuel María Abadía, José Antonio Guzmán, Luis Ayala y otros caballeros que con su prestancia aprestigiaron la fundación. En avance el caserío, llegó el año de 1853 y fue creado el Distrito de San Pablo con cabecera en la población del mismo nombre. De esa manera, y sin que la historia regional se preocupara por perpetuar los nombres de sus fundadores, comenzó el núcleo urbano de que me ocupo a figurar en el mapa del territorio del Chocó. Halagüeño desarrollo hizo que allí se avecindaran comerciantes de mayor monta, familias y ciudadanos de distinción que propendieron por su mejoría moral y material. La Arquidiócesis de Popayán erigió luego dicha capital de Distrito en cabecera de parroquia,

Dos incendios sucesivos

En el año de 1860, como consecuencia de la revolución armada que azotó entonces el país, fue incendiada San Pablo por tropas de uno de los partidos políticos militantes. No tardó el esfuerzo de sus vecinos en reconstruirla con mayor esmero y entusiasmo. Pero el 31 de enero de 1898, a pleno día, volvió a desatarse sobre la población la voracidad de las llamas, destruyendo lo mejor y más valioso de su estructura. Nuevamente se rehabilitó a la vida con más cómodas y grandes construcciones el pueblo aniquilado.

Istmina, capital de la Provincia del San Juan

En 1904, casi a raíz de la espantosa guerra civil de los mil días, la Legislatura del gran Cauca dispuso el traslado de la capital de la Provincia del San Juan, que hasta ese año había residido en Nóvita, a la población de San Pablo, restituyéndole el nombre de Istmina, para que conservara, quizás, los términos de su origen etimológico que, como ya hemos visto, puede enunciarse “istmo de mina” o “mina de istmo”. Elevada a la categoría de capital, la población acarició mejor porvenir y se asentaron en ella los poderes del gobierno; se intensificó su comercio y comenzaron a establecerse los servicios públicos que caracterizan la vida urbana. A partir de esta época, y a lo largo de cerca de veinte años, presentó Istmina verdadero florecimiento en los distintos órdenes de sus actividades: excelente y seleccionada sociedad; comercio abundante y rico; magníficos establecimientos educativos; armónica y honesta expansión espiritual; cultura esmerada y gentil, le dieron fisonomía de centro accesible a la civilización.

“Ciudad amable, rica y comercial”: la visita del presidente Suárez

El 8 de marzo de 1920 recibió Istmina la visita honrosa y expresa del presidente Suárez, acompañado de los generales Ignacio Rengifo y Vicente Micolta. La ciudad hizo a los ilustres visitantes espléndida recepción, obsequiando al presidente con un valioso grano de platino de 76 castellanos de peso y algunas puntas de oro. El platino se cotizaba entonces a $18,00 oro colombiano el castellano. Agradecido el mandatario favoreció a mi pueblo con el dictado de “ciudad amable, rica y comercial”,

Cabe recordar ahora, como muestra de la potencialidad económica de Istmina, que, en el lapso de 1924 a 1928, el valor de la exportación de platino a los mercados de Estados Unidos y Europa, efectuada por las honorables casas comerciales de Rumié Hermanos, Antonio Asprilla Arango, Juri & Cobo, A & T Meluk y Cía., Rito E. Flórez, Ayala & Cía., Ángel, Piñeres & Cía., Z. Cassab & Cía., K. & Meluk, Lucindo Posso, Manuel J. Guzmán, Trifón Cook, Chagüí Hermanos, y otras, como producto del mazamorreo de los nativos, montó a más de veinte millones de dólares, pues aunque la mayor extracción del metal se obtenía en los municipios de Condoto y Tadó, especialmente, en Istmina se financiaba semana a semana el producido de dicha extracción.

El incendio de 1923

Istmina en reconstrucción. 
FOTO: Misioneros Claretianos, 1929.
/ El Guarengue.

El 30 de abril de 1923, la mano fatídica de un destino adverso tornó a soltar sobre la ciudad, confiada e indefensa, la voraz ola roja de la tragedia, y fue así como, en las cortas horas de la madrugada, vimos con dolor y con espanto los infortunados hijos de Istmina, reducirse a pavesas las construcciones que fueran albergue cariñoso de hogares distinguidos; de respetables entidades del comercio; de centros culturales de la juventud, de preciosos archivos oficiales, de estrados severos de la autoridad. Porque debe saberse que en aquel tiempo la capital del San Juan reunía factores que le daban dilatada fama de importancia. La catástrofe referida, de magnitud extraordinariamente superior a las dos anteriores, bien hubiera podido determinar la total extinción de la ciudad martirizada, si la tesonera constancia y la fe profunda de los istmineños no hubieran reaccionado para hacerla surgir, como el Fénix, de sus cenizas. Con el corazón y con el brazo, los damnificados reemprendieron la lucha por la reconstrucción, y en el momento actual, tras supremos sacrificios, exhiben cuando menos señales de consoladora aspiración al progreso. El Congreso Nacional decretó entonces un pequeño auxilio, que se agradeció, pero que se distribuyó sin ser notado entre los innúmeros perjudicados.

Más de 20.000 habitantes y aceptables edificaciones

Es Istmina a la vez capital del municipio de su nombre, el cual cuenta con una población que pasa de 20.000 habitantes, según el último censo, y tiene aceptables edificaciones de propiedad particular. Entre las construcciones oficiales figuran la de la Escuela Normal de Señoritas, que por sus comodidades y capacidad se estima como una de las mejores en su género en la Intendencia; la de la Escuela de varones; la de la Casa Consistorial, en construcción, y para la cual votó el Congreso, en las últimas legislaturas, un auxilio nacional de $100,00; la de la plaza de mercado, que requiere mejor acondicionamiento; la de la Fábrica de Licores; un cementerio católico, en construcción, y que el actual gobierno se propone terminar con fondos del erario público; un templo católico, administrado por los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, en construcción hace treinta años.

Vistas de Istmina. FOTOS: Misioneros Claretianos, 1929 / El Guarengue. 1. Panorámica desde el otro lado del río San Juan. 2. Imagen de Nuestra Señora de Las Mercedes en la iglesia de Istmina. 3. Iglesia. 4. Casa cural. 

Carece de los servicios de acueducto y alcantarillado, pero tiene buen alumbrado eléctrico. Funcionan los requeridos establecimientos de educación, entre los cuales merece citarse como principal la Escuela Normal de Señoritas, convenientemente dirigida por la hábil institutora señora doña Débora Asprilla de Cariuty. Su condición de capital de provincia proporciona a Istmina los servicios de las demás entidades oficiales que el Estado determina. Su clima fluctúa entre 26 y 27 grados de temperatura. Se halla situada a 2 grados 5 minutos 26 segundos de longitud Occidental y a 38 minutos 45 segundos de latitud Norte, a 110 metros sobre el nivel del mar. Dista de Bogotá 72 miriámetros 5 kilómetros.

La visita del presidente López Pumarejo

El 22 de noviembre de 1934 fue favorecida Istmina con la grata visita del presidente López; a éste, como a Suárez, regaló con otro tronco de platino de 110 castellanos de peso y cuanto ya se cotizaba este metal a $8.00 moneda corriente el castellano. El doctor López agradeció el obsequio y permaneció allí dos horas. Lo acompañaba, entre otros destacados personajes, el ministro de Gobierno, doctor Darío Echandía.

“Ha menester Istmina de la protección del Estado…”

No obstante el empeño de sus habitantes, la vida de Istmina es hoy de precarismo, muy diferente de la que se advertía hasta la tragedia de 1923; ésta y la general crisis económica por la que se atraviesa, la han deprimido notablemente. Como todo pueblo, y más cuando ha sido tan implacablemente flagelada por el fuego, ha menester Istmina de la protección del Estado para su resurgimiento. Un buen hospital; un bien construido edificio para cárcel pública; acueducto, alcantarillado, matadero e higienización vendrían a complementar de manera eficacísima las hasta hoy iniciadas y esperadas mejoras urbanas de la población. A este respecto, sabemos que el actual gobierno seccional, presidido por el distinguido ciudadana Dr. Dionisio Echeverry Ferrer, hará cuanto permitan las posibilidades fiscales, el tiempo y las oportunidades administrativas. Esto es bastante, y la confianza en esos patrióticos propósitos debe ser de absoluta firmeza.

El busto del General Uribe Uribe y el periódico El Heraldo

Entre las obras de ornato y de cultura ofrece Istmina un busto en bronce, erigido en su plaza principal, a iniciativa de don Emiliano Rey B., y costeado por el liberalismo local y de la provincia, a la memoria del máximo conductor y repúblico General Rafael Uribe Uribe, en 1922; una hoja periódica de aliento y de prestigio, EL HERALDO, fundada y dirigida, en 1928, por el doctor Sergio Abadía Arango, con la colaboración modesta, por varios años, de quien escribe este ensayo.

El Camellón de la República

No solamente el fuego ha supliciado a Istmina; también el agua, las mismas aguas del amado río San Juan, contribuyen a su aniquilamiento. Con alarmante frecuencia sus avenidas inundan la población, causando perjuicios, y actualmente el más populoso de sus barrios, “el Camellón de la República”, se halla seriamente amenazado de ser arrastrado por la corriente. Los vecinos claman, y ello es preciso atenderlo, por una muralla de defensa hacia la parte superior de esa alameda. Confían en la previsión del gobierno.

Fin

He aquí un sencillo bosquejo de lo que ha sido y es la capital del San Juan, bosquejo que ha de servir para rectificar, al menos, la impertinente afirmación de espíritus demasiado exigentes de que en aquella provincia únicamente existen proyectos de caseríos.


[1] Periódico ABC, N° 3444-Edición Extraordinaria. Quibdó, diciembre 17 de 1938. 16 páginas, página 2. Digitalizado por la Hemeroteca del Chocó. 

N. B. Los intertítulos en el texto monográfico sobre Istmina no pertenecen al original publicado por el ABC. Fueron introducidos para facilitar y orientar la lectura del mismo. 

Las fotografías de los Misioneros Claretianos fueron reproducidas de su informe de 1929 para la Exposición Misional Mundial, en el marco de la Feria Exposición Universal de Barcelona. Su fecha no necesariamente coincide con la de la publicación, aunque se presume cercana.

21/07/2025

 Contra el comercio corsario 
Los comienzos de la Cámara de Comercio del Chocó

*Publicidad en el periódico ABC, de Quibdó, 1935-1938. Imágenes: El Guarengue, con material digitalizado de la Hemeroteca del Chocó.
En la noche del lunes 25 de marzo de 1935, “se verificó una reunión de comerciantes, industriales y agricultores, en la casa de Eladio Ángel, para estudiar la insinuación del Ministerio de Agricultura y Comercio, en relación con el propósito del gobierno de fundar una Cámara de Comercio en el Chocó”;  informa el periódico ABC, de Quibdó, al otro día, en su edición N° 2975, del martes 26 de marzo de 1935.

Los fundadores

De acuerdo con el relato de ABC, a dicha reunión “asistieron los señores Bichyr Meluk, Mario Ferrer, Manuel F. Barcha, Musa Uechec, Eladio, Miguel y Julio Ángel, Elías Yurgaqui, Antonio E. Bechara, Amín Meluk, Julián Meléndez, Tiberio Restrepo, Delfino Díaz R., Abdo Abuchar, Alejandro Fierro B., Juan Garcés, Juan Zaher, José Bechara, Miguel Kardus, Esteban de Vargas, Jr., Alberto Reutlinger y Teodoro David”. Así como “los señores, doctor Jaime Arango V., y don Reinaldo Valencia, promotores de la reunión a nombre del Ministerio”.[1]

El gestor

Reinaldo Valencia, el famoso intelectual, escritor, periodista, abogado y político quibdoseño, fundador del periódico más importante de la historia del Chocó y único diario que ha existido en la región, el ABC (1913-1944), y que, entre otros establecimientos comerciales, era propietario de los Talleres Gráficos de ABC; coordinó aquella reunión e ilustró a los presentes acerca de la ley sobre cámaras de comercio, al igual que dio a conocer a la concurrencia “los despachos cruzados” entre él y el doctor Arango, como gestores ad hoc de la iniciativa, y el respectivo ministerio, que los había designado para tal fin.

La decisión

La reunión cumplió su cometido. En palabras de Víctor García A., el cronista del periódico ABC que firmaba la nota: “Durante largo rato se cambiaron ideas y, por unanimidad, se acordó elevar al Ministerio la solicitud correspondiente, enviándosele, además, una lista de los miembros del Comercio y de los industriales del Chocó a fin de que el Ministerio haga la designación de miembros de la Cámara. Se comisionó al señor Valencia para elaborar el respectivo memorial aduciendo las razones que militan para pedir la constitución de la Cámara, y para solicitar el ‘envío’ de los reglamentos de las diversas Cámaras del país, para hacer un estudio más atento de la cuestión antes de la próxima reunión”.[2]

Cumpliendo de modo diligente el encargo que le fuera hecho en la reunión, en el sentido de solicitar documentación y “consultar si los individuos o firmas de comercio que no sean afiliados se sujetarán a los estatutos y medidas que adopte la corporación”[3]; el miércoles 27 de marzo de 1935, Reinaldo Valencia envió comunicación al Ministerio planteando las materias acordadas. El 3 de abril de 1935, el propio ministro le respondió: “La Cámara de Comercio allá tiende naturalmente a moralizar, y por lo mismo a impedir el comercio corsario de que usted habla. A Jaime Arango, se le remitirán por avión los reglamentos. El Ministerio se complace con las noticias de sus interesantes labores. Servidor. Cristóbal Bossa”.[4]

La creación

Así las cosas, luego de dos semanas de conversaciones y trámites, la Cámara de Comercio de Quibdó, con jurisdicción en la Intendencia Nacional del Chocó, fue creada mediante el decreto 662, del 8 de abril de 1935,[5] firmado por el presidente de la república Alfonso López Pumarejo y su entonces ministro de Agricultura y Comercio, Cristóbal Bossa, quien permanecería no más de una semana en el cargo.

El funcionamiento y la composición de esta cámara deberían sujetarse a lo establecido en la vigente ley de cámaras de comercio, Ley 28 del 18 de febrero de 1931, y su decreto reglamentario: Decreto 1890 del 24 de octubre de 1931; por lo cual, como todas las cámaras de comercio del país, la de Quibdó tendría como objeto general “propender al desarrollo de los intereses colectivos del comercio, de las industrias y de la agricultura en las regiones de su jurisdicción, fomentar el turismo en beneficio del país y procurar la prosperidad de dichas regiones”[6]; y una de sus tareas inmediatas sería adelantar “el Registro Público de Comercio”, fijado por la ley (artículo 29) y el decreto reglamentario (artículo 16); registro que sería inaugurado por la mayor parte de los asistentes a la reunión de aquel lunes.

El posicionamiento

De allí en adelante, bajo la conducción de Manuel F. Barcha como presidente y Alberto Reutlinger como secretario, la Cámara de Comercio de Quibdó, con jurisdicción en la Intendencia Nacional del Chocó asumió sus labores de representación gremial, conformación de directorios de comerciantes, industriales y agricultores, promoción de encuentros y conferencias, vocería y representación ante las instituciones estatales, tanto en asuntos gremiales como en lo referente al desarrollo de la región chocoana.

Así, por ejemplo, a menos de un año de su fundación, la Cámara de Comercio le plantea al gobierno nacional -mediante comunicación telegráfica- la necesidad de atender a la regularización de la navegación por el río Atrato, que hace posible su relación con el Caribe y su conexión con el país y el mundo; condiciones estas que le han permitido al Quibdó de entonces convertirse en una especie de metrópoli en un claro de la selva.

República de Colombia. Intendencia Nacional del Chocó. Cámara de Comercio de Quibdó con jurisdicción en la Intendencia.

 

Quibdó, enero 16 de 1936

Presidente López o Minagricultura

Minobras sección navegación

Bogotá

 

Alarmante expectativa reina esta ciudad, con motivo no haber entrado ningún barco al Atrato, en presente año. Hace seis días hállase varada bocas río moto-nave Simón Bolívar, y víveres comienzan a escasear, con natural espanto habitantes esta región, que súrtese alimentos principales Costa Atlántica. Además, como es natural, propietarios naves veránse obligados suspender despachos éstas, ante peligro perderlas o por crecido aumento en gastos al no hacer el viaje en tiempo que ellas está fijado. Chocó, hace muchos años, viene pidiendo ahincadamente a todos los gobiernos un poco de atención para este problema, que veíase llegar, y que hoy llega sin que la solución háyase encontrado. Comercio, habitantes comarca, por conducto de esta Cámara, piden, respetuosamente, inmediata solución esta cuestión de vital importancia. Servidores. CÁMARA DE COMERCIO.

ABC N° 3119-Quibdó, enero 18 de 1936. Pág. 2.

Quibdó a principios de la década de 1930.
FOTOS: Misioneros Claretianos.
Archivo El Guarengue

Y así, sucesivamente, en coordinación con el gobierno intendencial y con la participación activa y los aportes, incluso económicos, de los propios comerciantes que la integran, la Cámara de Comercio de Quibdó emerge como vocera regional, en apoyo a la ciudadanía del Chocó y a sus autoridades. De hecho, ante la permanencia, y en algunos casos agravamiento, de problemáticas recurrentes en la Intendencia Nacional del Chocó, la Cámara de Comercio solicita respuestas al gobierno de la Revolución en marcha, que le responde punto por punto, en una comunicación que publica el periódico ABC en la primera página de su edición 3324, del 19 de febrero de 1938.

Con fecha 17 de febrero de 1938, el presidente Alfonso López Pumarejo dirige una carta al secretario de la Cámara de Comercio, Alberto  Reutlinger, donde le manifiesta: “por intermedio suyo deseo informar a esa Cámara de Comercio que hemos estado tratando de dar a la Intendencia,  y que esperamos lograrlo en breve, un gobernante que, por su equidistancia de los grupos políticos, y por su preparación administrativa, esté en capacidad de atender con eficacia inmediata aquellos asuntos que atañen decisivamente a la situación económica y social del Chocó…”;[7] ello en referencia a la situación del cargo entre marzo de 1937 y marzo de 1938, cuando Delfino Díaz Ruiz durante diez días, César Arriaga y Emilio Meluk, durante 6 meses cada uno; dieron paso a un nuevo Intendente foráneo, el cual, ante la presión de dirigentes chocoanos como Adán Arriaga Andrade, daría paso a Dionisio Echeverry Ferrer, quien asumiría el cargo entre octubre de 1938 y septiembre de 1942.

Del mismo modo, en su comunicación a la Cámara de Comercio de Quibdó, el presidente López Pumarejo anuncia que en agosto quedará establecida "la navegación oficial en el Atrato"; que ha dado instrucciones al Ministerio de Obras Públicas “para que se apresuren los estudios del acueducto de Quibdó; a la Dirección Nacional de Higiene para que traslade inmediatamente al Chocó un ingeniero sanitario; al Ministerio de Correos y Telégrafos para terminar, a la mayor brevedad posible, la instalación de las estaciones radiotelegráficas de Acandí, Juradó e Istmina, y la reparación de la de Quibdó; al Ministerio de Agricultura para el envío de insumos y equipos agrícolas; al Ministerio de Educación para intensificar los trabajos y estudios de la Escuela Normal de Quibdó y la de Artes y Oficios de Istmina; a la Biblioteca Nacional para que haga una donación de libros a la Biblioteca de la Sociedad de Mejoras Públicas; y, finalmente, al Ministerio de Industrias para que conceda a esa Cámara de Comercio el auxilio autorizado por la ley… “Muchas de estas órdenes se están cumpliendo actualmente y en breve término se ejecutarán todas”, concluye el presidente.[8]

La comunicación finaliza aludiendo a los próximos pasos institucionales que, en ese entonces, dará la Cámara de Comercio de Quibdó: “Tengo especial interés en la celebración de la junta de Comerciantes de las provincias de Atrato y San Juan que deberá realizar el primero de marzo y confío en que sus conclusiones servirán eficazmente al gobierno en los propósitos que la animan… Lo saludo atentamente, Presidente López”.[9]

1938: Asamblea y nuevos dignatarios

Efectivamente, como lo mencionó el presidente de la república en su comunicación a la Cámara de Comercio de Quibdó, a las 8 de la noche del 8 de marzo de 1938, en el Salón del Consejo Administrativo de la Intendencia Nacional del Chocó, fue instalada la Asamblea general de comerciantes del Chocó, que había sido convocada por Emilio Meluk, encargado del Despacho de la Intendencia, y Manuel F. Barcha, presidente de la Cámara de Comercio. “Para asistir a la asamblea, llegaron los señores Jorge Salazar G., Agustín Rey, representantes del comercio de Condoto; y los señores Antonio Agudelo y Pedro María Agudelo, por El Carmen. Por Istmina fueron nombrados los señores Roque J. Peñate y el doctor Barrera Ortiz; y por Tadó el mismo señor Peñate… La Intendencia dio viáticos a los delegados de Condoto y El Carmen”.[10]

Presidida por Emilio Meluk, secretario de gobierno e Intendente encargado, y Alberto Reutlinger como secretario, y con la participación de 72 miembros del comercio importador, mayorista y detallista de Quibdó, más los delegados del San Juan y de El Carmen; el 9 de marzo de 1938, la asamblea eligió una nueva junta directiva. “Principales: Antonio Asprilla A., Jorge Salazar G., Mario Ferrer, Juan Garcés, Antonio Bechara, Musa Uechec, Epifanio Álvarez, Juan Pío Perea, Manuel F. Barcha. Suplentes personales: Miguel Ángel, Raúl Cañadas V., Pedro Luis Vázquez, Pedro Manuel Mosquera P., Alfredo Curi, Juan Zaher, Gabriel Escobar, Juan E. Dueñas, Jorge E. Díaz”.[11] El 10 de marzo sería oficialmente instalada la directiva y procedería a elegir a sus dignatarios.

Publicidad en el periódico ABC, de Quibdó, 1935-1938. Imágenes: El Guarengue, con material digitalizado de la Hemeroteca del Chocó.
Nuevos tiempos

En una nueva sede, situada en la planta baja de una casa en la calle sexta y con su recién creada sección de Información y Propaganda comercial, dos asuntos que informó profusamente mediante un aviso sucesivamente publicado en el periódico ABC; la Cámara de Comercio de Quibdó siguió adelante, buscando consolidar su liderazgo gremial en un sector tan amplio, variable y diverso como era el comercio quibdoseño de la época. Dicho escenario, como puede verse en la publicidad del periódico ABC a través de los años transcurridos entre su creación en 1935 y su asamblea de 1938, será significativamente modificado cuando, al tradicional intercambio fluvial con el Caribe, mediante el transporte en las históricas motonaves y barcos de carga y pasajeros, se vaya sumando progresivamente la presencia de productos, manufacturas, servicios, distribuidores y comerciantes de la región antioqueña. Además de barcos e hidroaviones, de transporte aéreo y fluvial, el antiguo camino hacia Antioquia llegará a Quibdó convertido en trocha por donde camiones y buses traerán nuevos acentos, nuevas mercancías, nuevas formas y estrategias de comercio, nuevas ambiciones... El antiguo puerto aéreo devendrá en aeropuerto y la antigua Intendencia en Departamento... Aunque don Reinaldo Valencia ya no estaría para verlo, en este nuevo escenario será más difícil el control del comercio corsario, que a él tanto le preocupaba.


[1] Periódico ABC, Quibdó, N° 2975. 26 de marzo de 1935.

[2] Ibidem.

[3] Periódico ABC, Quibdó, N° 2979. Abril 6 de 1935

[4] Ibidem.

[5] El decreto 662 de 1935 (abril 8) puede consultarse en:

https://www.suin-juriscol.gov.co/viewDocument.asp?id=1141822

[6] Ley 28 de 1931 (febrero 18), artículo 1°.

En: https://www.suin-juriscol.gov.co/viewDocument.asp?id=1584095#

[7] Periódico ABC, N° 3324. Quibdó, 19 de febrero de 1938.

[8] Ibidem.

[9] Ibidem.

[10] Periódico ABC, N° 330. Quibdó, marzo 8 de 1938, pág. 4ª.

[11] Ibidem.