29/09/2025

 Estampas quibdoseñas (V) 
¡Música, Maestro! 
Banda Intendencial de música (s.f.), iglesia parroquial de Quibdó (1915), avisos publicitarios en el periódico ABC, de Quibdó (1916). FOTOS: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó. Misioneros Claretianos. El Guarengue.

Quibdó, Chocó, año 1916

A una década de su fundación, el Colegio Público de la ciudad es bautizado como Colegio Carrasquilla, en homenaje al excelso educador nacido en Quibdó,[1] y el gobierno intendencial –a través de su sección de Instrucción Pública– ha asumido su sostenimiento y administración, comenzando por el nombramiento de un nuevo Rector. La navegación a vapor por el río Atrato, entre Cartagena y Quibdó, funciona regularmente para carga, mercancía y pasajeros, contribuyendo a la dinamización del comercio local y regional, ejercido por sociedades y establecimientos de capitales foráneos –incluyendo a los llamados turcos– y de los primeros capitales locales. La geográficamente lejana Revolución Rusa, más distante que Bogotá o Popayán, incluso que Nueva York, se está aproximando; y con ella la parálisis de la explotación de platino en los Montes Urales, a causa de la cual el Chocó se convertirá en el primer productor de este metal en el mundo, un rentable aunque ruinoso boom, con el que las múltiples empresas mineras estadounidenses, constituidas en notarías de la región, pero con domicilios y propietarios en su país, sellaron el sistemático saqueo de ríos, orillas y pueblos de la región chocoana, dejando a su paso paisajes de piedra sobre piedra en donde antes hubo bosque y gente, y trastornando los ríos de tal modo, que nunca volvieron a encontrar su curso original

Madera cortada en buena luna

Don Camilo Mayo Córdoba, uno de los primeros y más prósperos comerciantes negros del Chocó, padre de Camilo Mayo Caicedo, el primer afrocolombiano graduado como arquitecto en la Universidad Nacional; es asiduo anunciante publicitario del periódico ABC. En uno de sus avisos destacados, se anuncia como “exportador de madera, en tablas de cedro, cuartones, etc. etc.”, explica que “los pedidos de la ciudad se atienden con toda rapidez y en las dimensiones que se exijan”, y advierte a su clientela potencial: “Tenga cuidado en que sus muebles sean hechos con la madera que vende Camilo Mayo C. Estarán libres de polillas por ser toda la madera cortada en buena luna. Goce de esta garantía”. En los “Avisos Económicos” del ABC, edición tras edición, don Camilo Mayo ofrece, “todo a precio de plaza”, su amplio y variado surtido: Píldoras Ross, Richard, Bristol, andinas, antianémicas, antibiliosas; encajes anchos, telas lindísimas para camisas, muselinas, driles; camisas cosidas, pañuelos de seda, tiras bordadas, punto (tul), linón blanco extrafino, medias negras para señora, finas; polvos de tocador; Jarabe Román, Vino Carduy, Vino de Quina, Vino Saint Raphael legítimo; Bálsamo Uruguayo, Amargo Sulfuroso, Tónico de Wintersmith; galletas dulces… Un vasto inventario para cultivar la elegancia y la vanidad en boga, y para prevenir y atender los males del trópico, entre ellos el paludismo.

Llegado en el último vapor

En la misma sección de pequeños avisos del periódico ABC, Rumié Hermanos anuncia a la sociedad quibdoseña una profusa y similar oferta de mercadería: “un surtido completo de drogas frescas”: Zarzaparrilla de Bristol, Píldoras de Vida del Dr. Ross, Pastillas de Vichy y Manteca de cacao, Bálsamo Uruguayo del Dr. Nieck, Jarabe Ramí, jarabe de Yoduro de hierro de Blanchard, el gran Urodonal, Expectorante de Hayne, Linimento veneciano, Manzanilla y otras yerbas; así como calzado americano, blanco, para señoras y caballeros; tiras bordadas anchas, gran surtido de encajes, gran surtido de driles de un solo color, camisas extranjeras, camisetas; y un selecto surtido de rancho llegado por el último vapor, el cual incluye, además de vinos, coñac y whisky, galletas dulces españolas marca Viñas.

Remington, Zúñiga Hermanos y ABC

Un aviso publicitario de máquinas de escribir Remington informa que “se venden a plazos y de contado” y que, para ello, los potenciales compradores deben “entenderse” con sus “agentes para el Chocó”:  Emiliano y Agustín Rey Barboza (E&A Rey B.).[2]

Un poco más de un año antes, en noviembre de 1914, la empresa Zúñiga Hermanos introduce el cine a Quibdó, en su famoso Salón Colombia. Las funciones cinematográficas se suman a la intensa actividad cultural de la ciudad, que incluye veladas artísticas en las que se presentan zarzuelas, obras de teatro y recitales de poesía, así como una amplia y variada actividad literaria. Hace dos años largos, el 8 de diciembre de 1913 se ha publicado la primera edición del periódico ABC, fundado por Reinaldo Valencia y bajo la dirección de Guillermo Henry C., que circulará hasta 1944 y se convertirá en valioso documento de la historia regional en la primera mitad del siglo XX.

Una escuela de música para formar una banda

El año 1916 ha comenzado con una buena noticia. El lunes 31 de enero, el Intendente Nacional del Chocó y el Secretario General de la Intendencia, Jorge Enrique Díaz, suscriben y expiden el Decreto N° 13, “por el cual se crea la Escuela Musical de la Intendencia”,[3] el cual establece en su artículo 1°: “Créase en esta capital una Escuela de Música de la Intendencia, a cargo de un Director Nombrado por el Intendente, y con el objeto de preparar el personal que ha de integrar la Banda de Música de Quibdó”. Al director se le fija “una remuneración mensual de setenta pesos $70,00 oro” y las siguientes funciones o deberes:

Art. 3°. Son deberes del Director de la Escuela:

a) Dictar diariamente clases de música teórica y prácticamente a los alumnos matriculados, de acuerdo con el Reglamento que debe de expedir al dar principio a las tareas, y llevadas metódica y gradualmente hasta organizar una Banda;

b) Dirigir esta en todos los ensayos y obligar a sus miembros a que bajo su inmediata dirección den retretas públicas los jueves y los domingos, y a que solemnicen todas las fiestas civiles y religiosas en que tenga participación la Intendencia;

c) Vigilar por la disciplina y moralidad de los educandos;

d) Cuidar de que estos cumplan satisfactoriamente el compromiso que contraen al matricularse en la Escuela, llevando al propio tiempo el cuadro de conducta y aprovechamiento de cada alumno;

e) Formar inventario de los enseres e instrumentos que pertenezcan a la Escuela, cuidando de que los alumnos mantengan en buen estado y aseados dichos instrumentos;

f) Conservar arreglado, en orden numérico de clases, el repertorio de la Banda que se organice, y responder por la pérdida o deterioro que por su descuido sufra el instrumental, repertorio y demás útiles de la Escuela;

g) Hacer efectivas las penas que para los educandos se ordenen o establezcan en el Reglamento y que constarán en el respectivo contrato de matrícula.

Antes del “comuníquese y publíquese”, un Parágrafo con el que finaliza el decreto indica que “para atender a este gasto (el sueldo del director), así como para los de arrendamiento de local, escritorio y compra de útiles e instrumental, se votará en el presupuesto de la vigencia actual la partida correspondiente”; como efectivamente se hace, en el Decreto N° 15, del 29 de febrero, también firmado por el Intendente Santacoloma y el Secretario Díaz, “sobre presupuesto de rentas y gastos de la Intendencia Nacional del Chocó para el año en curso”; donde, en el apartado de Gastos varios, se reservan las siguientes partidas: Sueldo del Director de la Banda de Música de la Intendencia, en once meses, a $ 80 ($880); Alquiler del local para la Banda de Música, en once meses, a $ 5 ($55); Para instrumentos y muebles, $250.[4]

Al año siguiente, la Banda ya ha sido conformada. “Ya en 1917 la Intendencia había creado la Banda Intendencial, ese año dirigida por Luis F. Cáceres F. En un concierto en el Parque Centenario presentaron el siguiente programa: Libertador, marcha de Velasco; Traición de amor, vals; Entusiasmo, danza de L. Calvo. Maritza, danza… A Cáceres le sucedió en la dirección el saxofonista cartagenero Cristóbal Colombo J.; y a este lo reemplazó el violinista andino Márquez Cáceres y después otros, hasta la desaparición en el año 1928. El repertorio no varió en cuanto a ritmos, siguieron pasillos, marchas, valses, danzas, danzones, mazurcas”; nos cuenta Luis Fernando González.[5]

De la Banda Intendencial a la Banda Franciscana
Fotos: El Guarengue

Disuelta la Banda Intendencial, el padre Nicolás Medrano aprovecha la nómina de músicos para constituir la Banda Franciscana, un hecho que, según el profesor Omar Palacios Mosquera, ocurre en 1924; y según Luis Fernando González, en 1929. 

“Sobre la base de esta Banda Intendencial, el padre Nicolás Medrano reorganiza y crea en 1924 la Banda Parroquial denominada San Francisco de Asís, que tuvo como finalidad exclusiva animar las funciones litúrgicas de la parroquia, con especialidad la del Santo Patrono Francisco de Asís y la del Corazón de María”, anota el profesor Palacios Mosquera, memorioso devoto e historiador ad hoc de las Fiestas de San Pacho.[6] Por su parte, el historiador González, en su trabajo clásico sobre el desarrollo urbano de Quibdó, explica que “cuando el padre Nicolás Medrano en 1929 tomó bajo su mando los músicos de la desaparecida Banda Intendencial y formó la Banda Franciscana con 40 músicos, el repertorio varió hacia lo español, origen del levita, ya que hasta los mismos libros para el aprendizaje del solfeo eran de ese país”.[7] ...Años más, años menos, aunque sin la fortaleza y el respaldo institucional que otrora tuvo, la Banda Franciscana ha cumplido un siglo acompañando con su música el vertiginoso ritmo de la historia de Quibdó, especialmente su fervor procesional en las madrugadas y las tardes de todos los cuatros de octubre que han transcurrido desde que la banda fuera creada; así como su genuina alegría dominical en aquellos tiempos en los que las retretas regocijaban el alma y preparaban el ser para el comienzo de una nueva semana.

Una buena noticia para terminar el año

En su edición del domingo 1° de octubre de 1916, en una nota al final de la tercera de las cinco columnas de su abigarrada primera página, bajo el título de “División Territorial”, el periódico ABC, de Quibdó, informa: “El presidente del Senado de la República ha comunicado por telégrafo a todas las municipalidades el proyecto de acto reformatorio de la Constitución por el cual se establece una nueva división territorial. Según el proyecto, el Chocó quedará igualado a las demás secciones del país. Por eso vemos la conveniencia de aprobarlo. El Chocó quedará tal como está hoy, pero con la ventaja de que tendrá autonomía verdadera, ya que se le asigna la facultad de tener consejo administrativo".[8]

Tiempo después se materializará dicho proyecto. Con la creación del Consejo Administrativo de la Intendencia, los niveles de autonomía del Chocó se incrementarán sustancialmente, haciendo posible hitos históricos como la consolidación de un plan educativo intendencial, que permitirá avanzar significativamente en la democratización del acceso a la educación pública, mediante la creación de escuelas y colegios en toda la región; y la formación de profesionales nativos, con apoyo económico oficial, en las mejores universidades del país, incluyendo el Conservatorio Nacional de Música de la Universidad Nacional de Colombia.



[1] Ver en El Guarengue, Ricardo Carrasquilla: pedagogo y maestro, poeta y humanista. https://miguarengue.blogspot.com/2024/08/ricardo-carrasquilla-pedagogo-y-maestro.html

[2] Los datos de la publicidad de don Camilo Mayo, Rumié Hermanos y E&A Rey B. son tomados de varias ediciones del periódico ABC del primer semestre de 1916.

[3] Gaceta Oficial de la Intendencia Nacional del Chocó, año V, N° 149. Quibdó (República de Colombia), junio 7 de 1916. Biblioteca Nacional de Colombia.

[4] N.B. Para tener una idea de la importancia de la suma, téngase en cuenta que el sueldo mensual del Intendente para ese año era de $216.

[5] Luis Fernando González Escobar. Quibdó, contexto histórico, desarrollo urbano y patrimonio arquitectónico. Centro de publicaciones Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín, febrero 2003. 362 pp. Pág. 176.

[6] Omar Palacios Mosquera. MEMORIA DE LA FIESTA DE SAN FRANCISCO DE ASÍS EN QUIBDÓ. Regocijo de fe, cultura y civismo, que alegra y cohesiona a los chocoanos. 2014, Editorial Mundo Libro. 515 pp. Pág. 227.

[7] Luis Fernando González E. Obra citada. Pág. 176.

[8] Periódico ABC N° 318. Quibdó, domingo 1° de octubre de 1916. Año III. Editor-propietario: Reinaldo Valencia.

22/09/2025

 3 textos históricos sobre las Fiestas 
de San Pacho en Quibdó 

●Quibdó a principios de la década de 1930.
Fotos: Misioneros Claretianos / Archivo El Guarengue.
Del 19 de septiembre al 5 de octubre se celebran en Quibdó, capital del departamento del Chocó, las Fiestas Patronales de San Francisco de Asís o Fiestas de San Pacho, inscritas en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por la séptima reunión del Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, que se llevó a cabo en la Sede de la UNESCO del 3 al 7 de diciembre de 2012.

A propósito de la trigésimo septuagésima séptima (377ª) edición de las fiestas, contando desde su primera celebración, en 1648; ofrecemos en El Guarengue tres textos ilustrativos sobre sus orígenes, su historia y su devenir. El primero, referente al origen de la festividad, es tomado del artículo “La Fiesta de San Francisco de Asís en Quibdó”, publicado en el volumen 4 de la Revista Colombiana de Folclore, en 1960, por el etnólogo, investigador e intelectual chocoano Rogerio Velásquez Murillo (Sipí, 9 de agosto de 1908-Quibdó, 7 de enero de 1965); un trabajo pionero en cuanto a la documentación de fiestas populares en comunidades afrodescendientes de Colombia y de las relaciones entre raza, religión, política, territorio y poder.

Los otros dos textos son notas de prensa, publicados en el periódico ABC, de Quibdó, en octubre de 1930 y en octubre de 1939: el uno sin autor, como breve crónica a cargo del ABC y el otro firmado por FERMÍN, sin ninguna identificación adicional de su autor. En ambos casos se destaca la creciente importancia popular de las fiestas; lo cual se explica porque su esquema celebrativo y ritual, incluyendo al pueblo sin distingos de ninguna clase y convirtiendo los vecindarios y barrios en escenario privilegiado de las fiestas, data de 1926, cuando se conmemoraban setecientos años de la muerte del santo. 

De modo que, cuando se publican estos dos textos en el periódico ABC, San Pacho vive los primeros años de su periodo formativo contemporáneo, de estandarización de su estructura ritual, producto del trabajo liderado por Balbino Arriaga Castro, Azarías Valencia, Julio Perea Quesada y Raimunda Cuesta, quienes en nombre de la comunidad quibdoseña concertaron cada detalle con el representante de los misioneros claretianos, padre Nicolás Medrano, quien por las mismas fechas estrenará el solemne himno religioso “Gloria a San Francisco de Asís”, popularmente conocido como los Gozos Franciscanos, inmediatamente incorporado al alma franciscana de la ciudad... ¡Bienvenidos, pues, a este breve paseo por las historias de San Pacho en Quibdó!.

Julio César U. H.

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Sobre el origen de la fiesta – Rogerio Velásquez[1]

Rogerio Velásquez.
FOTO: Archivo El
Guarengue

Con el apoyo de don Pedro Zapata de Mendoza, Gobernador de Cartagena, penetró al alto Chocó un franciscano denodado, exminero de plata de Mariquita, conocido con el nombre de fray Matías Abad. Limosnero del Convento de Cartagena, en sus primeros años de apostolado, aunque amigo decidido de la predicación entre los infieles que demoraban en el lejano Darién, partió a aquellos territorios en compañía del Hermano Jacinto Hurtado y de cuatro indios conocedores del idioma de los que se proponía pacificar. Con el visto bueno de los mandatarios civiles y eclesiásticos dejó la Heroica el 24 de agosto de 1648.[2]

"A los nueve días de salir de Antioquia, llegó a la primera población de indios llamada Arquía, que él denominó Santa Cruz de Arquía, donde permaneció quince días instruyendo a los indios en la religión. Llegó luego a Buenavista, donde hizo como en Arquía y continuó más de cincuenta leguas, encontrando muchos poblados de trecho en trecho, en los cuales lo recibieron muy bien. Prosiguiendo su camino, dos leguas antes de llegar al Atrato, le salió al encuentro un capitán con cincuenta indios armados, pero al ver que no llevaba armas ni gente y saber con qué fin iba, le agasajaron mucho y le llevaron a su pueblo, situado a orillas del Atrato, que él llamó San Francisco".[3]

Posesionado de la tierra, dispuso inmediatamente la construcción de la iglesia que no habían logrado ni Sancho el Fuerte, ni Gómez Hernández, el vencedor de los urraos, ni Melchor Velásquez, ni Diego Martin de Ávila, ni Francisco Redondo, ni Melchor Salazar, capitán de los chocóes, ni menos el adelantado de Antioquia, don Juan Vélez de Guevara y Salamanca. En carta a don Pedro Zapata informa cómo se llevó a cabo el levantamiento de la fábrica, los días de trabajo y el número de operarios. Terminada el 4 de octubre, la consagró a San Francisco con la primera fiesta solemne que se hizo en esa tierra, que había constituido una pesadilla para la Corona desde la iniciación de la Conquista.

Fray Gregorio Arcila Robledo, al hablar de esta conmemoración, escribe: "Fray Matías, con buenos modales y óptimo trato, se ganó el afecto de los innumerables naturales que pululaban en el corazón de nuestra provincia de oro; en terreno regalado por el capitán de nuestra Orden, les levantó su buena iglesia a la vera del majestuoso río, y una vez terminada, con las dificultades y carencia de todos los elementos indispensables que bien se deja comprender, hizo la solemne dedicación a nuestro Padre San Francisco de Asís, enarbolando él, a la cabeza del desfile de canoas, la sagrada imagen del Seráfico Padre; un cacique iba adelante tocando una campanilla, después el grueso de los neófitos por él catequizados, marchaban pausada y devotamente, mientras fray Matías entonaba, cantando las letanías de la Santísima Virgen Inmaculada: "Madre Inmaculada, ruega por nosotros".[4]

Doña Julia Herráez S. de Escariche, refiriéndose al mismo asunto, declara: "Ese día, como festividad de San Francisco, hubo procesión por el río en quince canoas, yendo fray Matías en medio con un Cristo y una imagen de San Francisco; al llegar a la iglesia desembarcaron todos y penetraron en ella; hincados de rodillas, fray Matías cantó Tedeum, terminando la fiesta con una buena comida "donde tuvimos pescado".[5] Desde esa fecha hasta hoy, Atrato ha continuado la devoción. Jesuitas y capuchinos, dominicanos o mercedarios, carmelitas o sacerdotes seculares la han respetado y propagado. Creada la Prefectura Apostólica del Chocó, en enero de 1909, y establecidos los Hijos del Corazón de María como directores espirituales de la región, la memoria de San Francisco ha ganado en profundidad y en extensión sobre los hombres y la tierra.

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Las fiestas de San Francisco, Patrono de Quibdó
–Periódico ABC, martes 7 de octubre de 1930–

Quibdó, iglesia parroquial, 1930.
En primer plano, templete en homenaje
a César Conto Ferrer, Parque Centenario. 
FOTO: Misioneros Claretianos. 
Archivo El Guarengue.

La fiesta del patrono de la ciudad va tomando día por día mayores ímpetus. Los que se mantenían al margen hoy participan de ella, y todo promete que en los años venideros tendrá resonancia que ni siquiera se imaginan.

Gentes de todos los contornos, con la proximidad de la fiesta –única de Quibdó– acuden presurosos a participar de ella. Y los nativos que pueden hacerlo, costean viajes, no importa la distancia, para desempeñar ciertos papeles que les tocan, en sus barrios. Los festejos de San Francisco han tomado algo más de tres días. Nadie ha tenido en cuenta los agudos momentos porque atraviesa el país y la fiesta se hizo con esplendor no visto.

Como números de sensación vimos el descenso efectuado desde la torre del reloj al parque del Centenario por la aplaudida artista señora Teresa Medina de Echavarría, del Circo Imperial de Variedades. Se usó para ello una manila en vez del cable de acero que se acostumbra, y estuvo a punto de sufrir grave percance por haber cedido la cuerda más de lo esperado. Este número, que dio muestras del gran valor de esta artista, conquistole a la compañía el aprecio de todas las capas sociales que, con entusiasmo no registrado antes, han llenado el cupo de su teatro provisional para presenciar las tres funciones que llevan hasta ahora dadas. Para Quibdó ha sido una fortuna la llegada del circo en horas en que ni siquiera se podía contar con la diversión cinematográfica.

La procesión que la lluvia impidió el sábado, se verificó el domingo con gran solemnidad. Los barrios. como siempre, vistieron sus mejores galas, luciendo, ante todo, magníficos trabajos ejecutados por hábiles manos de mujer.

La bendición de los campos ayer, desde la colina de la Virgen, solemnísima, y las artillerías no cesaron en sus descargas en todos estos números. En el acto habló en nombre de la junta organizadora de las fiestas el señor Balbino Arriaga Castro. Su oración versó sobre 'la ley' y al final fue muy aplaudido.

Las fiestas concluyeron con un último rugido del Goliat, cañón de la época de los españoles, que se conserva y dispara en muy determinadas fechas. La banda de San Francisco alertó a la ciudad con magníficos estrenos musicales y en cuanto a las murgas, que con frecuencia salían a las calles, pusieron una nota alegre en todos los semblantes.

Felicitamos a la junta organizadora de estos festejos en honor del patrono de Quibdó y muy especialmente al Reverendo Padre Miró, párroco de la ciudad, por sus esfuerzos que a cada momento puso en acción para que la fiesta resultara digna de Quibdó y de su patrono.

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El de Asís
–Periódico ABC, jueves 12 de octubre de 1939–

Periódico ABC, Quibdó. 12 de octubre de 1939. Hemeroteca del Chocó / El Guarengue.

Nosotros hemos adivinado en la sangre misma de este pueblo de Quibdó una consagración irrevocable al culto de San Francisco de Asís, que en cada año que sucede parece cobrar mayor entusiasmo y no menos esplendor. Desde el 4 de septiembre por la noche, llega a los habitantes el anuncio recordatorio del patrono al son de músicas alegres y bajo el estampido del cañón. Entonces, la conciencia colectiva despierta y se dispone a ejecutar los preparativos de la fiesta, acoplando energías y esfuerzos supremos. Es que el fervor de los quibdoseños es fuerza que impulsa el espíritu y le hace sobrepasar hasta el infinito, por su Dios y por su Santo.

Y el proceso genial y simpático del novenario, con sus músicas regionales y la invariable vacaloca, ponen en las almas contento y alegría infinitos y forman un capítulo de nuestras costumbres que vamos legando a las generaciones futuras como el génesis de nuestro propio vivir. Es esta la fuente de un cristalizado de armonía conjunta, que concentra almas y confunde corazones en torno de la memoria de quien tocó los dones sobrenaturales sobre el pedestal de la mansedumbre.

Por eso el 4 de octubre culmina en esta villa la fiesta esplendorosa y magnífica, que enloquece a los fieles y los impulsa a exteriorizar todo el sentimiento bajo los arcos triunfales que dan paso al Santo por todas las calles como el rey soberano que recorre sus dominios y los bendice. Todo sonríe y todo lo hermoso acude a esta romería triunfal del patrono de Asís, como sediento de beber en la fuente pura de la caridad y del dulce consuelo, el amor sublime que acerca las almas y las eleva hasta el Cielo.

Así hemos recogido las impresiones de esta bella fiesta que cada año tiene mayores atractivos y abre un círculo más extenso a la consagración y al fervor, que son como los lazos de una estrecha unión entre los quibdoseños y marcan con caracteres imborrables pasajes de amor y de ternuras, que en muchas ocasiones al año siguiente se recuerdan con lágrimas en memoria de los que ya se fueron. Pero este pueblo tiene la fortaleza en el alma y con resignación, firme y decidido, todo lo entrega y todo lo rinde a San Francisco en una profesión de fe insuperable como que El todo lo recibe y todo lo espera.

Así será siempre, porque las directivas de las festividades cuentan con elementos de decisión inquebrantable, como don Alcibíades Garces, los hermanos Valencia y otros, que sin escasear ponen para su esplendor todo el acervo de sus energías materiales y espirituales y se entregan de lleno a la solución de inconvenientes y a salvar obstáculos que a otros de menos harían vacilar y aun retroceder. Bien por estos centinelas de la vanguardia franciscana.

Y para este pueblo, que año tras año fomenta con mayor entusiasmo el día de su santo, entonamos un himno de alabanzas y le deseamos un futuro de todas las venturas.

FERMÍN. Octubre de 1939.


[1] Velásquez Murillo, Rogerio . 1960. “La Fiesta de San Francisco de Asís en Quibdó”. Revista Colombiana de Folklore, volumen 4, 1960. Pp. 16-37. https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2910695/

[2] Contraloría. 1943.Geografía Económica de Colombia. Chocó. Imprenta Nacional. Bogotá.

[3] Herráez S. de Escariche, Julia. 1946. Don Pedro Zapata de Mendoza, Gobernador de Cartagena de Indias. Imprenta y Litografía I.G.A.S.A. María Auxiliadora, Sevilla.

[4] Arcila Robledo, Gregorio. 1951. Los Franciscanos en Colombia. Imprenta Nacional, Bogotá.

[5] Herráez S. de Escariche, Julia. Op. cit.

15/09/2025

 Homenaje a Tadó en La Voz del Chocó 
(1939)

*Templo parroquial de Tadó (1929 y 1934) - Panorámica de Tadó (1930), con vista de los ríos San Juan y Mungarrá. FOTOS: Misioneros Claretianos / Scadta / El Guarengue-Archivo.

El 12 de octubre de 1939, el periódico ABC, de Quibdó, publicó en su primera página los textos de las intervenciones de Don Rubén Ospina y Don Senén Mosquera Ledezma en “la audición-homenaje por La Voz del Chocó dedicada a la población de Tadó”.[1] Este programa radial, similar al que hacía un tiempo dedicara la emisora de la Intendencia a la ciudad de Istmina, había sido emitido el 8 de octubre en el acostumbrado horario estelar de las noches dominicales, que concitaba a las audiencias chocoanas, tan las que disponían en sus casas de radios receptores para escuchar las transmisiones, como las que para acceder a las emisiones concurrían a los bares y salones sociales, en donde el aparato de radio ocupaba un puesto central, como elemento esencial del decorado y como fuente de esparcimiento e información. Gracias a la radio, los parroquianos departían en medio de las más recientes músicas, voces, agrupaciones y orquestas de las Antillas, de México, de los Estados Unidos y de otras ciudades de Colombia y de América; se conectaban con el país y el mundo, y recibían información y contenidos culturales de la propia región chocoana, preparados por la emisora de la Intendencia.

Mediante este tipo de audiciones o programas especiales dedicados a la gente y a las reconditeces geográficas, históricas, sociopolíticas y culturales de las provincias del Atrato y del San Juan; La Voz del Chocó, en su calidad de radio pública, aportaba al desarrollo de los propósitos educativos de la Intendencia Nacional del Chocó, que giraban en torno al reconocimiento de un territorio, una cultura y una población con identidad, como bases de un proyecto de región; proceso que fue esencial la reivindicación del reconocimiento nacional del Chocó y su promoción a la categoría departamental; a la vez que contribuía a reforzar la adscripción de la comunidad chocoana a la nacionalidad colombiana.

Por su conocimiento de la ciudad y de la Provincia del San Juan, derivado de su trabajo como funcionario y del origen tadoseño de su mamá, la emisora intendencial convocó a Don Rubén Ospina como orador en su audición de homenaje a Tadó. Dos aspectos principales ocuparon su intervención: por un lado, las bellezas naturales de Tadó y la calidad humana de su gente. Por otro lado, los recientes intentos secesionistas de algunos líderes conservadores de la población, que hasta hacía menos de un mes habían estado promoviendo la anexión de Tadó al entonces Departamento de Caldas, el cual abarcaba los límites de su jurisdicción actual más los correspondientes a las tierras del Quindío y Risaralda que posteriormente serían delimitadas como departamentos. A comienzos de la década que entonces finalizaba, líderes políticos de Tadó e Istmina habían promovido la idea de desintegrar la Intendencia y convertir su territorio en dos comisarías (San Juan y Atrato), propuesta esta que motivó una carta contundente y demoledora del egregio intelectual y periodista, empresario y gran dirigente político Don Delfino Díaz Ruiz, al líder tadoseño Don Emiliano Palacios.[2]

Rubén Ospina había sido agente fiscal e inspector de rentas de la Intendencia, cargos estos que lo llevaron a distintos lugares de la geografía chocoana, incluyendo Buenaventura, Juradó, San Juan, Atrato y el Baudó, lugar este último desde donde escribió varias notas como corresponsal del periódico ABC, fechadas en Pie de Pató, sobre las riquezas, el potencial productivo y el desarrollo de proyectos agrícolas con recursos oficiales, en las feraces tierras baudoseñas.

Por su parte, Don Senén Mosquera Ledezma, tadoseño de nacimiento y de corazón, era un reconocido músico, que había dirigido la Banda municipal de Istmina y que había sido uno de los primeros talentos chocoanos en complementar sus conocimientos musicales con apoyo estatal, en una escuela de música creada para Istmina y Tadó, que fue dirigida a partir de 1918 por el maestro Luis F. Cáceres, del Conservatorio Nacional. Centró su alocución en hacer una apología de las virtudes humanas, naturales y espirituales de Tadó y su gente, mediante un panegírico colmado de alusiones a la historia y la mitología universal, que por bien traídas muestran que el maestro Senén Mosquera tenía amplias lecturas y vasto conocimiento de estas materias. Notoria fue en la intervención de Don Senén Mosquera su capacidad para la oratoria en general y para la muy en boga retórica parnasiana de la época. Décadas después, la fama de Don Senén sería heredada —aunque no en el campo musical ni en la elocuencia oratoria por su hijo del mismo nombre, quien sería una de los más grandes porteros del fútbol colombiano.

En ambos discursos, el de Ospina y el de Mosquera, se menciona y exalta la figura del sacerdote chocoano Demetrio Salazar Castillo, natural de Sipí, quien estuvo al frente de las parroquias de Nóvita y Tadó. En esta última lo encontrarían a su llegada en 1909 los Misioneros Claretianos, en cuyo informe misional de 1929, preparado para la Exposición Universal de la Industria, en Barcelona, se leen palabras elogiosas en su honor, tales como las siguientes: “Para conocer el precio de su labor, bástenos saber que Tadó es la parroquia del Chocó más religiosa, tiene el mejor templo y la generosidad de sus habitantes es proverbial en tratándose de obras del culto. La estimación y cariño que se ha granjeado con su carácter amable, paciente y compasivo, es muy grande, y más de una vez lo han demostrado en sentidos memoriales sus feligreses. Hoy, a pesar de sus muchos achaques, trabaja incansable; y a todas horas del día o de la noche está a disposición de sus feligreses. Dios le conceda todavía muchos días de vida”.[3]

Al igual que los contenidos del programa de homenaje a Istmina, que publicamos en El Guarengue hace unas semanas,[4] reproducimos los textos del homenaje a Tadó por su valor histórico y documental para conocer y comprender las perspectivas sociopolíticas, culturales y territoriales de una época que definiría la vida institucional del Chocó y su posicionamiento en el escenario nacional.

Julio César U. H.

Primera página del periódico ABC, Quibdó, 12 de octubre de 1939. 
Hemeroteca del Chocó / El Guarengue.

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Palabras de Don Rubén Ospina

Distinguidos radioescuchas: por lo cordial y sincera, no pudimos declinar la gentil invitación que nos han hecho el gobierno de la Intendencia y los distinguidos directores de esta emisora, para ofrecer este sencillo homenaje de simpatía a los habitantes de Tadó, la ciudad que florece y engalana el vasto territorio de la Provincia del San Juan.

Infortunadamente, quien habla no podrá corresponder plenamente a esa confianza, porque la invitación fue apenas notificada dos horas antes de iniciarse esta audición, sin que mediara el lapso suficiente para intentar acotaciones e incursiones por los senderos de la Historia de este rico municipio.

Demetrio Salazar Castillo, eximio 
sacerdote chocoano que durante 
más de dos décadas fue Párroco 
de Tadó. FOTO: Misioneros 
Claretianos (1929) / El
Guarengue.

En Tadó, donde se enseñorea la hidalguía y la pujanza de sus hombres, existe una gran consagración y capacidad para el trabajo. Allí la majestuosidad de la segunda arteria fluvial del Chocó se desliza iracunda para rendirse reverente en la inmensidad del gran Océano. La frescura del riachuelo La Platina que lo circunda convida con sus cristalinas aguas a un solaz esparcimiento. Donde no hay lisonja ni dobleces, sino cordialidad, caridad y patriotismo. Donde la imponencia de su templo religioso ha llevado a tierras lejanas la noticia de que es uno de los mejores de la República. Donde la hermosura y honestidad de sus mujeres, la sencillez de sus costumbres, es incontrovertible. Donde la rectitud de sus calles, la fertilidad de sus prados se han conquistado una irrevocable y colectiva simpatía. Donde el fervor católico impulsado y defendido por esa cumbre de austeridad e inteligencia, el reverendo padre Demetrio Salazar, es inexpugnable. Donde no hay vencedores ni vencidos, sino un solo sentimiento de cohesión, de fraternidad y de progreso.

En agosto y parte de septiembre, algunos amigos ignorantes de lo que el Gobierno de la Intendencia se preocupa por el Municipio concibieron la idea suicida de desintegrar la familia chocoana para buscar alojamiento en el vecino departamento de Caldas. Pedían doce o trece puntos que ellos consideraban sustantivos para el desarrollo del lugar, pero les bastó oír las exposiciones de los representantes del gobierno, leer desprevenidamente los presupuestos fiscales para la vigencia en curso, y vislumbraron sin esfuerzos que esos reclamos eran extemporáneos, porque estaban condensados y previstos en el plan de realizaciones efectivas y oportunas.

Liquidado el movimiento federativo por íntima convicción, compenetrados los defensores de que las aspiraciones del gobierno eran dar participación a todos los pueblos, atendiendo a su categoría y situación, limaron las asperezas y tornaron a sus labores. Aglutinados con nosotros mañana, por medio de la carretera Apía – Pueblo Rico – Tadó – Istmina – Quibdó, sellaremos con un estrecho abrazo el intercambio espiritual, moral, intelectual y económico de las dos provincias. Tenemos centinelas que vigilan por la soberanía e integridad terrígena y ellos son Victorino García, Pedro Manuel Mosquera, Rogelio Mayolo, los Delgado, Copetes y muchos otros, para quienes enviamos hoy gratos recuerdos.

Este modesto homenaje preparado especialmente para dedicarlo a Tadó en el día de sus fiestas patronales tuvo que posponerse por irregularidades insalvables. Normalizado ya todo, corresponde ahora a la orquesta “Ondas Nativas” subrayar con sus notas melodiosas nuestra palabra de cordialidad, felicitación y entusiasmo.

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Palabras de Don Senén Mosquera

Tadoseños: antes de deciros mi palabra de fervor y parabién, permitidme que os invite a elevar nuestras almas hasta el cielo en memoria de aquel hombre preexcelso, que se fue cuando menos lo esperamos y a quien nunca lloraremos suficientemente, Demetrio Salazar Castillo, y guardemos un minuto de silencio en homenaje del gran muerto.

Compromiso irrenunciable de filial cariño este que me presta oportunidad para decir pocas palabras en homenaje a mi pueblo natal, con ocasión del bello festival que se está desarrollando en esta hora jubilosa, como una demostración del elocuente afecto del Chocó a uno de sus pueblos.

Alcibíades Garcés
Valencia. Archivo
Fotográfico y Fílmico
del Chocó.

Y porque si algún sentimiento resplandece con destellos infinitos en ese pueblo cuyo nombre suena hoy en todos los oídos es el de la gratitud, sea entonces mi primera invocación expresar a nombre de Tadó y como genuino representante de esa cara tierra la voz del más sentido agradecimiento al organizador y alma de ello, Don Alcibíades Garcés, locutor oficial de esta emisora, corazón noble y generoso que ha desterrado de su ceño el egoísmo torcedor y quiere a Tadó como a su propia tierra; a los oferentes y ejecutores de esta hermosa fiesta, cuyo recuerdo resonará eternal como los bronces de la Basílica ante los hechizos del tiempo, en el corazón del tiempo que la recibe.

Tadó, ¡tierra de mi amor y mis sueños! Los ojos de mi alma te contemplan dulcemente recostada sobre esa bella estribación de la cordillera de los Andes, que como una reina destronada parece desgajar en tu presencia sus guedejas de oro y gemas para que poses en ellas tus pies de soberana.

La cántiga impecable de las canciones de tus ríos, casi siempre cristalinos, y puros como una sonrisa de querube, semeja los acordes melodiosos de las liras órficas arrullando el sueño de Eurídice. De los jardines en flor de tus campos y praderas, el hálito sutil de mil coronas viene a ti como un regalo de la ninfa de los bosques y tu figura gentil exhala entonces los perfumes de la princesa oriental de la leyenda. ¡Un coro son los cantos de tus aves! Centinelas pudibundos de su carroza imperial, el San Juan con el Platino visten alegres su clámides esmeralda para tenderla a tus pies como signo de honor y vasallaje.

Los colores iridiscentes de tus crepúsculos matutinos saludan en ti a la Sultán despierta al dulcísimo tintín de las esquilas de su palacio de cristal; el sol de mediodía corona de luz las sienes sudorosas de los hijos que laboran tu progreso y el índigo borroso de las lejanías vespertinas recoge el último suspiro del dios Helios, que se va llorando por dejar a su reina… para dar paso a la escala de seda de sus ensoñaciones…

¡Y entonces duermes, oh cara tierra mía! Y veo cómo, en el tálamo nupcial de cortinajes blondos en que descansa tu olímpico donaire, surgen, como el misterio de las sombras, ondinas vagabundas, que cual cefirillo encantador penetran en tu lecho para dejar en él los pebeteros de sándalo que envidiare Cleopatra la inmortal.

Y admiro cómo al silencio de tus noches de ópalo y gasas, y el amor de mística grandeza, vase efectuando munífico y sedeño el misterio fecundo de la creación fantástica… Y sueñan entonces tus hijos para ti días de esplendor, de riqueza y poderío. Te contemplan extasiados mayestática y sublime, coronando la cima del Himalaya de su pensamiento y se regocijan sonrientes admirando a tus hermanas…quemar en tus altares el oro, la mirra y el incienso que merece la princesita azul de la comarca sanjuaneña.

¡A todo tienes derecho, tierra mía! Porque la sonrisa de tus mujeres es música y es luz. Porque la brisa que acaricia sus mejillas es perfume. Porque el rayo de oro de las pupilas de tus vírgenes es faro que ilumina tus senderos. Porque tus hijos tienen hambre de justicia. Porque eres grande, generosa y altiva. Porque es tu seno asilo milagroso para todos los hijos de la patria y de la humanidad. Y porque tus hijos elevamos hoy a las alturas el solemne juramento de quemar a tus puertas nuestras naves para no volver atrás antes de entregarte a la posteridad grande, noble, altiva y digna.

Tadó, cuna de mi alma, que así te vea siempre el más insignificante de tus hijos.

Quibdó, octubre 8 de 1939.


[1] La Audición-Homenaje por la Voz del Chocó dedicada a la población de Tadó. ABC, Quibdó, octubre 12 de 1939 – Año XXVI - Número 3551. Director-Propietario: Reinaldo Valencia. Encargado de la Redacción: Miguel Ángel F.

[2] Sobre la propuesta de convertir la intendencia en dos comisarías, se puede leer en El Guarengue “Una idea enteca” (28.06.2021): https://miguarengue.blogspot.com/2021/06/una-idea-enteca-don-delfino-diaz-ruiz.html

[3] Informe de los Misioneros Claretianos de la Prefectura Apostólica del Chocó 1909-1929. 329 pp. Pág. 110.

[4] Entre el fuego y el agua: La Historia de Istmina en La Voz del Chocó (1938). https://miguarengue.blogspot.com/2025/07/entre-el-fuego-y-el-agua-la-historia-de.html

08/09/2025

 De batuteros pajudos, bandas de guerra 
y desfiles olímpicos

*Escena de un desfile conmemorativo en la Carrera Primera, de Quibdó (1960, aprox.), con una banda de guerra no identificada. Foto: Archivo Fotográfico y Fílmico del Chocó (sin descripción ni fecha).

Las bandas de los colegios de Quibdó no eran tan nutridas en instrumentos ni en integrantes. Tampoco eran tan sofisticadas y variadas en repertorios y figuras rítmicas o coreográficas. Muchísimo menos eran musicales o músico-marciales, como ahora. Aquellas bandas, entre la década de 1960 y finales de los años 1980, y hacia atrás, eran puramente marciales, tan marciales que se llamaban bandas de guerra, una denominación impropia y absurda que nadie cuestionaba, no solo por su origen, sino quizás porque era simbólicamente funcional al campo de las rivalidades, competencias y emulaciones entre colegios, como el Carrasquilla y la Normal en el caso de Quibdó.

Tal denominación –bandas de guerra– había nacido en el marco de la promoción del espíritu nacionalista y patriótico por parte del Estado en todo el país, y de su aliada la iglesia católica en los llamados territorios de misiones; alrededor de hitos como el primer centenario de la independencia colombiana, la separación de Panamá, el conflicto limítrofe con el Perú y el centenario de la muerte de Simón Bolívar. En dichas conmemoraciones, revestidas de la mayor pompa y de estricto protocolo e imbuidas de disciplina y orden militar –además de discursos, eventos, decretos de honores e instauración de actos cívicos obligatorios en poblaciones y centros escolares-, se erigieron plazas y monumentos por todo el país, y –cómo no– se llevaron a cabo desfiles y marchas a lo largo de la geografía nacional, encabezados por las bandas musicales de los municipios, departamentos e intendencias, creadas para solemnizar los actos oficiales y difundir repertorios de carácter patrio y supuestamente nacional, al igual para el esparcimiento de la población en las retretas dominicales y fiestas de todo orden; y por las bandas marciales de los colegios de hasta los últimos rincones de Colombia, creadas primero en los establecimientos masculinos y después en los femeninos pasada la primera mitad del siglo XX–, las cuales se promovieron como nuevo escenario y símbolo de adhesión infantil y juvenil a los llamados valores de la nación, con sus tambores pintados de amarillo, azul y rojo, las borlas tricolores de sus bastones, y el uso de chaquetillas, quepis e insignias que imitaban a las milicias, en nombre del amor a la patria.

Aquellas bandas marciales, al igual que los equipos de fútbol y de basquetbol, que también se impulsaron en la década de 1930, además de su función primigenia, se convirtieron en agrupaciones y escenarios simbólicos mediante cuyas puestas en escena y performances se tramitaban y ejercían las rivalidades clásicas entre colegios de la ciudad, como el Carrasquilla y la Normal Superior, cuyos oncenos de fútbol, quintetos de baloncesto y bandas de guerra jugaban, tocaban y desfilaban como si en ello les fuera la vida, como si la tradición de cada establecimiento educativo, en todos los órdenes institucionales e históricos, estuviera en sus pies, en sus manos, en las baquetas de sus redoblantes o en el mazo de sus bombos, en el pito de sus cornetas y en las piruetas de sus batuteros. La banda de guerra reemplazó así los escenarios y actividades de emulación académica y artística, que poco a poco fueron desapareciendo para cederle el paso y el escenario a los desfiles conmemorativos con uniformes de gala o atuendos especiales y a los torneos deportivos, también de gran convocatoria y concurrencia ciudadana.

A tan significativo peso simbólico, cuya puesta en escena respondía a un libreto perfectamente preconcebido y a una coreografía marcial decenas de veces ensayada, se sumaba -de la propia cosecha de los integrantes de cada banda de guerra- el lucimiento personal de cada uno de ellos, a través de un conjunto de elementos de carácter individual: contoneos y caminados, elegancias inventadas para cada movimiento, miradas convenientemente repartidas entre el horizonte cercano y lejano y el público de las aceras, gestos faciales de mayor o menor seriedad o sonrisa, expresión corporal calculada; conjunto este que en la jerga local se conocía como pajancia o pajudeza, y cuya ejecución estaba pensada para lucirse ante el público que salía a presenciar los desfiles, principalmente ante las muchachas de los colegios femeninos y las peladas de los vecindarios.

Símbolo, culmen y summum de la fafarachería, el batutero de la banda solía ser el más pajudo de todos. El aguaje de su caminado, su gestualidad evidentemente calculada para impresionar, su concentración por momentos fingida y la impostación de sus miradas al infinito, acompañaban las piruetas que el muchacho, por lo general espigado y longilíneo, hacía con su batuta, especialmente aquella de lanzarla lo más alto posible, dar una o dos vueltas y esperarla arrodillado para recibirla impecablemente en una mano; al igual que aquel momento de liderazgo en el que, batuta al aire en una mano y dedos indicativos en la otra, marcaba el cambio de toque, de ritmo, de momento marcial, a los ejecutantes y a los escuadrones de estudiantes que marchaban uniformemente al compás de los bombos y los redoblantes.

No se quedaban atrás los cornetas, tan fafaracheros como los batuteros, en cuanto a la pajudeza de su marcha en los desfiles; con la diferencia de que ellos solo podían alardear cuando no estaban ejecutando su instrumento, pues cuando les correspondía hacerlo sonar –ante la mirada acre del profesor que dirigía la banda– se imponía la concentración total, si se querían evitar deslices, pitos y chillidos indeseables, desafinaciones e imprecisiones o falta de firmeza y pulcritud en el sonido de la corneta.

Redoblantes y bombos sí que tenían la oportunidad de ser todo lo alabanciosos que quisieran ser. La sincronía entre los golpes de sus baquetas y mazos, la impostura de su marcha y la fatuidad atenta de su mirada repasando la multitud o ignorándola, según conveniencia, era perfecta; como perfectos eran los choques estridentes de los platillos, que no interrumpían la actuación de sus ejecutantes, tan presumidos como el resto de sus compañeros, incluyendo a quienes ejecutaban los triángulos, que eran vistos como intérpretes menores por los reyes de la fanfarronería; cosa que a ellos no era que les importara mucho, pues -al no ser el centro de atención de la banda- podían marchar a su aire, incluso charlando entre ellos y hasta saludando a las amistades y parientes que formaban parte del público del desfile.

Sea como fuere en materia de vanagloria y ostentación de los integrantes de la banda, los desfiles de los colegios, de cualquier clase, eran extenuantes, tanto en la canícula del mediodía como en los bochornos matutinos. Incluso por las noches, en los llamados desfiles de antorchas, cuando portábamos aquellas teas hechas con tarros de aluminio o latón de leche Klim o avena Quaker, clavados a un palo de escoba y rellenos de costal y otros materiales combustibles empapados en querosín para que ardieran.

Los desfiles olímpicos, que le daban la vuelta completa al pueblo e incluían a la totalidad de los alumnos del colegio, así como ciertos movimientos especiales de los escuadrones, que posteriormente se empezaron a llamar revistas; ocupaban el primer puesto en cuanto a agotamiento y cansancio de sus participantes. Igual de extenuantes eran las marchas fúnebres, con las que estudiantes rasos y bandas de guerra –a paso lento y ritmo tenue, en el absoluto silencio que permitía que se oyera el sonido de las suelas de los zapatos arrastrándose sobre el piso de las calles y el sordo murmullo de conversaciones ocasionales de los adultos– acompañaban el traslados de los difuntos desde la iglesia hasta el cementerio, atravesando medio pueblo e incluyendo la loma aquella que conducía al antiguo hospital y al camposanto, en la salida hacia Antioquia. El olor peculiar de estas marchas, cierto aroma a luto y a tristeza, que en la iglesia se mezclaba con el humo del incienso, en la calle con el sopor y en el cementerio con la pesada fragancia de aquellas flores que nunca entendimos por qué olían tan raro, se nos quedaba grabado por días, en la memoria y en el uniforme.

La Normal Superior de Quibdó (1942) y el Colegio Carrasquilla (1950 aprox.) fueron durante décadas rivales y émulos deportivos y académicos. Sus bandas de guerra y sus equipos de fútbol y basquétbol se convirtieron en escenarios simbólicos de su competencia permanente. FOTOS: Archivo Fotográfico y Fílmico del Chocó / El Guarengue.

Al finalizar cada recorrido, lo que uno más deseaba era un poco de sombra y medio galón de agua, pues en aquellos tiempos los desfiles no incluían acompañantes ni profesores “hidratando” a los alumnos que marchaban. Era una gloria llegar a la casa y quitarse el uniforme, despiadado en los tiempos del pantalón y el saco de paño, con camisa blanca de dacrón o popelina, corbatín para los anexos y corbata para los normalistas; que pasaría después, sin perder del todo su incomodidad, a los pantalones de terlete o terlenka, poliéster puro, durable y abrasador, que sancochaba las piernas cuando atrapaba el sudor, camisa blanca de manga corta y corbata, ya entonces sin aquel inverosímil saco de paño, que cosían sobre medida los hábiles sastres de aquel pueblo en donde la gente se sentaba en los andenes de sus casas o se agolpaba en las esquinas más importantes del recorrido, a ver pasar los desfiles que a lo largo del año, y en fechas que todo el mundo conocía, alegraban la vida cotidiana de aquel pueblo grande en donde, aunque las bandas fueran de guerra, aún se vivía en completa paz.

01/09/2025

 El Colegio Carrasquilla de Quibdó 
en las memorias de Ramón Mosquera Rivas

*Ramón Mosquera Rivas (ca. 1960)-Foto: cortesía Cuenta Chocó. Istmina (1929) y Colegio Carrasquilla (ca. 1950)-Fotos: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

El 13 de julio de 2025 se cumplieron 120 años del natalicio de Ramón Mosquera Rivas, uno de los más admirables elementos de aquella generación lúcida y comprometida cuyos integrantes nacieron –en su mayoría– a comienzos del siglo XX: la llamada Generación del Carrasquilla, pues casi todos cursaron sus estudios en este establecimiento, que para entonces era el único colegio de bachillerato en el Chocó; Generación Chocoanista, porque sus miembros alcanzaron la madurez intelectual y profesional en torno a la idea común de sacar adelante al Chocó a través de un proyecto político y sociocultural de región, centrado en alcanzar la categoría de Departamento para la entonces Intendencia; y Generación de la Dignidad, porque sus propósitos, su proyecto y su labor se orientaron alcanzar el pleno reconocimiento de la población chocoana como sujeto de derechos y a posicionar al Chocó, en los escenarios institucionales, políticos e intelectuales de Colombia, como algo más que una selva inhóspita repleta de recursos por extraer, sin beneficio alguno para su gente ni consideración alguna por la calidad ambiental de sus ríos y sus montes. [1]

Ramón Mosquera Rivas nació en Istmina, el 13 de julio de 1905. Murió en Bogotá, cercano al siglo de vida, el 5 de enero de 2004. Su trayectoria en el sector público fue larga, productiva y ampliamente reconocida. Fue Personero Municipal y Concejal de Istmina; Director General de Obras públicas, Secretario de Hacienda e Ingeniero de la Intendencia Nacional del Chocó; profesor de Aritmética, Álgebra y Geometría en el Colegio Carrasquilla de Quibdó; profesor de Aritmética, Álgebra e Historia Natural en la Normal de Señoritas de Istmina; ingeniero de trazado y construcción de varias vías nacionales; Representante a la Cámara; Ingeniero Jefe del Instituto de Fomento Municipal, INSFOPAL, en el Chocó y en Cundinamarca; Jefe de la División de Minas de este Ministerio; entre otros cargos, además del ejercicio de su profesión de manera independiente durante varios años.

Se desempeñó como Gobernador del Chocó entre el 20 de agosto de 1966 y el 15 de septiembre de 1968, periodo este que fue marcado por dos sucesos significativos de la historia local de Quibdó y la historia regional del Chocó: el gran incendio de Quibdó, del 26 de octubre de 1966, y la Huelga de Agua y Luz, del 22 de agosto de 1967.[2]

Como un pequeño homenaje a la memoria de Ramón Mosquera Rivas, a propósito del 120° aniversario de su nacimiento, y en coincidencia con los 120 años del Colegio Carrasquilla, donde este gran intelectual afrochocoano cursó los primeros cuatro grados de su bachillerato, que eran los que para entonces estaban disponibles en este establecimiento educativo; ofrecemos en El Guarengue este relato de Mosquera Rivas sobre profesores y alumnos del Colegio Carrasquilla  en 1923, cuando él ingresa a su primer año de bachillerato, a la edad de 16 años, con una beca de la Intendencia Nacional del Chocó. El texto, conservando el ordinal romano de los acápites transcritos, es tomado literalmente de su libro de memorias autobiográficas: Recuerdos de un hijo de mineros (1985).[3]

 Julio César U. H.

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IV - Gestor de los estudios secundarios

En sus comienzos, corría el año 1923 y la única esperanza que vislumbraba en el horizonte era la de ser un sastre pueblerino… Pero saltó el destino a imponer su dictado por medio de quien voluntariamente, sin nadie pedírselo, vino a convertirse en gestor de mis estudios secundarios: don Indalecio Lozano F. Conocía mi aplicación al estudio, pues como Personero Municipal formaba parte del jurado calificador en los exámenes finales de cada año escolar.

Con estos antecedentes, viajó a Quibdó, donde ejercía el cargo de Secretario General de la Intendencia su primo hermano, Jorge Valencia Lozano, ilustre abogado de la Universidad Nacional, y le pidió que se me concediera una beca en el Colegio Carrasquilla de Quibdó, el único plantel educativo de enseñanza secundaria  que existía para varones en la Intendencia, Valencia Lozano, Abogado, meritorio gobernante que fue de muchos quilates, excelente profesor de Historia de Colombia, condiscípulo del Dr. Julio César García, fundador de la Universidad La Gran Colombia, quien también fue mi profesor en la Universidad de Antioquia, Valencia Lozano, repito, ordenó la beca y dispuso que se me matriculara inmediatamente. Don Indalecio regresó a Istmina y anunció a mis padres, de quienes era compadre (fue padrino de una hermana mía), el suceso salvador. En cuestión de pocos días fue preparado y realizado el viaje a Quibdó, ya en Semana Santa, lo que indica que ya casi habían corrido dos meses del año escolar.

Don Indalecio me matriculó, como acudiente, en el primer año de bachillerato. Todo ello se lo agradezco de por vida. Por eso reflejé tal agradecimiento en mi tesis de grado que escribí para optar al título de Ingeniero Civil y de Minas, otorgado por la Escuela Nacional de Minas en 1935, tesis titulada “Istmo de San Pablo, Estudios Geológicos y Geográficos”. Para ello escribí la siguiente dedicatoria: “Dedico: al esfuerzo de mis padres; a la memoria de Don Indalecio Lozano F., gestor de mis estudios secundarios”.

No peco de mentiroso si consigno esta anécdota: un señor de Istmina, de cuyo nombre no quiero acordarme, no era partidario de que se me adjudicara la beca, ya que había hecho que se la dieran a otro de familia privilegiada y mayores recursos económicos. A la vez, por intermedio de un padre, aconsejó a mis padres que era mejor para ellos que yo continuara acompañándolos en los trabajos de cultivos que hacían… Esa era la situación de la gente negra de todo el Chocó, que no podía aspirar a estudios más allá de la escuela primaria. Afortunadamente para mí, el Dr. Jorge Valencia Lozanos no compartía tan mezquino criterio, Por el contrario, fue el principal impulsor de toda clase de estudios, para todas las castas chocoanas.

V - El bachillerato

Narrados como fueron los estudios primarios en Istmina, corresponde hacer una síntesis de la forma en que se llevaron a cabo los secundarios, que comprenden dos etapas: la primera tuvo lugar en el Colegio Carrasquilla, considerado como el Alma Mater de los chocoanos, y a la cual se debe una pléyade de profesionales en las distintas ramas del saber humano, como ingenieros, médicos, abogados, químicos, arquitectos, educadores, etc. Por él pasaron hombres de talla nacional, como Diego Luis Córdoba, Adán Arriaga Andrade, Emilio Dualiby, Guillermo Ramos Núñez, Alfonso Meluk, Daniel Valois Arce, Gabriel Meluk Aluma y su hermano Tufik, Aureliano Perea Aluma, Primo Guerrero y tantos otros de mi generación, la siguiente y las nuevas. En tal colegio cursamos los cuatro primeros años de bachillerato, en el magnífico internado que tenía, que sirvió para inculcarnos modales de decencia, compañerismo y solidaridad, a la par que sentimientos de amistad sincera. El cuerpo de profesores estaba constituido por verdaderos maestros de juventudes, que vale la pena enumerar los más destacados.

Don Lisandro Mosquera, anciano blanco de luenga barba canosa, muy bien parecido, trato exquisito, maestro de maestros, por lo cual se le consagró Maestro de la Juventud, en actos oficiales muy pomposos, en 1923. Cuidadoso y severo profesor, de disciplina acrisolada porque deseaba que sus discípulos aprendieran. Sus clases de escritura eran metódicas, y quien no aprendía con él era un “maquetas” desaplicado, al cual acostumbraba a golpear con una “palmeta” o regla de poco espesor, muy usual en aquellos tiempos en todas las escuelas. A quien recibía el castigo le esperaba un “aprende, vagabundo”…

Varios le aprendimos rasgos caligráficos muy característicos, y le ganamos premios de ambas materias, los cuales dejó adjudicados antes de morir ese año. Aún recuerdo una “plana” o tarea que puso en el tablero, y que había que memorizar, lo mismo que todos los versos de la Ortografía de Marroquín: “Revelar va con v escrito, / afín de revelación; / pero sin tal requisito, / es cometer el delito / que se llama rebelión”.

Era payanés, y llegó al Chocó en la misma época en que lo hicieron los Ángel y los Zúñiga Ángel, quienes constituyeron familias de gran respeto en la sociedad quibdoseña, y fueron empresarios notables, pues montaron talleres para la fabricación de muebles y otros artículos necesarios para el progreso chocoano. Don Lisandro, según dato suministrado por el amigo Servando Ferrer García, destacado periodista del Chocó, y también discípulo suyo, fue casado con Doña Julia Lozano, distinguida dama quibdoseña, quien vendía a los escolares unos deliciosos caramelos de azúcar, a cinco unidades por un Real, plata vieja, es decir, el equivalente de una moneda actual de cinco centavos…

[…] Murió en Quibdó en 1923. Había nacido en 1858 y se había graduado en 1879; en el 80 se fue para Quibdó.

Don Manuel A. Santacoloma, procedente de una distinguida familia caldense, varios de cuyos miembros se establecieron en el Chocó, y fueron elementos valiosos en la enseñanza, la política y el comercio. Tomamos los nombres de Rubén Santacoloma, quien fue Intendente del Chocó, su hija Lucila; Edgardo, eficiente funcionario de la rama judicial, y Enrique, comerciante, político y parlamentario conservador. Ambos hermanos, sobrinos de Don Manuel, fueron muy estimados por la sociedad chocoana.

Volviendo a Don Manuel A. Santacoloma, informo que fue excelente Rector del Colegio Carrasquilla, y me cupo el honor de estar interno bajo su rectoría. Profesor de Gramática Castellana, era estricto y disciplinado Maestro de Juventudes, domo Don Lisandro Mosquera. Murió en un lamentable accidente de tráfico en las calles de Quibdó, atropellado por un vehículo que conducía el Dr. Jorge Valencia Lozano. Este accidente causó tremenda consternación y sensación en la ciudadanía por la importancia de los personajes afectados.

Don Abraham González Zea, natural de Medellín, Rector destacado y meritorio profesor de Castellano. Recuerdo su interés porque los estudiantes al escribir no cayperamos eb el que galicado… Sus arengas para mantener la disciplina y fomentar el aprovechamiento de los alumnos eran consideradas aburridoras, por lo largas y repetidas; pero en realidad dejaron saldo favorable para el estudiantado. Como anécdota, tenemos el uso frecuente que hacía de unas largas botas de campaña para evitar que le picaran los zancudos en las piernas, cuestión que causaba hilaridad entre los estudiantes…

Don Jorge Fernández, magnífico profesor de Matemáticas, especialmente Aritmética y Álgebra Elemental, de quien aprendimos la importancia de esas materias. También antioqueño vinculado muchos años al Chocó. Sus enseñanzas nos sirvieron para la terminación del bachillerato en el Liceo de la Universidad de Antioquia. Su memoria es de gratísima recordación.

Don José María Díaz Díez fue Inspector Escolar de la Intendencia, y como tal me tocó conocerlo cuando yo hacía el quinto año de primaria en Istmina. Por orden del Director de la escuela, nos tocó acompañarlo a visitar las escuelas rurales de San Pablo Adentro y El Plan de Raspadura, adonde se llegaba por una trocha bastante buena. Ambos son caseríos de mineros. Me viene a la memoria el nombre de la maestra Reyes de Valdés, quien pocos años después murió en el río Andágueda, cuando se dirigía en canoa a regentar una escuela. Sus hijos Raúl y Tomás viven en Quibdó.

Profesor muy bueno de francés, idioma que hablaba y escribía correctamente, porque había sido Hermano Cristiano y residió varios años en Francia. Hicimos buenos progresos en esa lengua, que nos sirvieron en los estudios superiores en la Escuela Nacional de Minas de Medellín, ya que la mayoría de los textos allí eran en inflés y en francés.

Don Carlos Mazo, el gran cantor del río Atrato, quien escribió el poema antológico a nuestro caudaloso río. Diserto profesor de Literatura, muerto prematuramente en Antioquia por intemperancia alcohólica. Su muerte fue pérdida irreparable para la poesía colombiana, y en el Chocó causó profundo sentimiento de pesar.

Doctor Fausto Domínguez, Médico chocoano y también Profesor de francés, quien hizo sus estudios de medicina en Francia. Cabeza visible de muy connotada familia de la sociedad quibdoseña. Muchos fueron sus discípulos, pero no tuve el honor de serlo.

Don Julio C. Zúñiga, Profesor de inglés, primer curso, de quien aprendimos las bases de ese idioma, para continuarlas en Medellín. Fue un alcalde meritorio de Quibdó, pues dio una organización seria a la Administración. Al lado suyo figuró también, como Profesor del curso segundo, Don Julio Perea Quesada. Tampoco fui su alumno, pero los aprovechados de sus lecciones alcanzaron buen número y aprendizaje notable.

Don Víctor M. Domínguez y Gómez, pariente del médico arriba citado, Inspector Escolar, Director de Instrucción Pública de la Intendencia, escritor y poeta distinguido en el Chocó y otras partes del país. Como profesor nuestro de Literatura, tuvo grande influencia en nuestra formación, hasta el punto de que muchos del curso tercero, intentamos hacernos periodistas, y nos dedicamos a elaborar periódicos manuscritos, de circulación interna en el Colegio. Recuerdo que yo me constituí en director de uno que bauticé con el nombre de El Combatiente. Se trataba de dar noticias del plantel y discutir temas concernientes al Chocó y la educación. Nuestro profesor, Domínguez y Gómez, nos alentaba, y fomentaba escritos literarios para ejercitarnos. Una vez hizo un concurso sobre un tema libre, en el cual participé con una composición titulada El viejo y el bastón. Merecí sus elogios porque algunos rasgos onomatopéyicos y de prosa rimada le dieron cierto timbre de sonoridad. Esta afición por la Literatura la abandoné durante el estudio de la Ingeniería.

Debo anotar que este profesor era oriundo de Tadó, lo mismo que Gerardo García Gómez, Abogado, quien fuera distinguido Secretario de Gobierno de la Intendencia, cuyo nombre se perpetúa con un puente a la salida de Quibdó, por la carretera que conduce a Istmina.

Don Santiago Caro, oriundo de Bogotá, viajó al Chocó como Contador de las grandes casas comerciales, como las de K & B Meluk y Antonio Asprilla Arango, de Quibdó e Istmina. Tenía todas las características del “cachaco”. Recibimos buenas lecciones de contabilidad, la necesaria enseñanza del pénsum de bachillerato. Era cordial con los alumnos de su curso. Hay una anécdota con el discípulo Isacio Caicedo Blancón, quien alguna vez se enfurruscó con el profesor por cierta corrección que le formuló, y este le dijo: “¡Ala! No se caliente, joven”. Lo que nos hizo conocer el “ala”, “alita” bogotano. Y yo tuve un recuerdo suyo cuando, en 1973, hice una excursión en compañía de mi esposa y otros compañeros, por capitales y ciudades europeas.

Al llegar a Madrid, tuvimos necesidad de efectuar cambio de dólares por pesetas. En el sector de los bancos lo primero que vi fue el nombre Banco Credit Lionet, el cual nos había mencionado en asientos ficticios de contabilidad, cátedra de la cual era profesor. Eso me emocionó sobremanera…

Doctor Jorge Valencia Lozano, sobresaliente miembro de la sociedad de Quibdó, donde nació. Secretario General y después Intendente del Chocó, parlamentario ante el Congreso Nacional, excelente Profesor de historia patria, materia que dominaba… La Administración Valencia Lozano es una de las mejores que ha tenido el Chocó, no solo por su honradez, sino por las buenas obras públicas que construyó. Fomentó los estudios secundarios y profesionales, además de los primarios, para todas las clases sociales. Sin distingo de razas, en todas las regiones de nuestra patria chica.

Doctor Heliodoro Rodríguez, Médico y General de la Guerra de los Mil días de comienzo del presente siglo. Calificado profesor de Historia Natural, a quien le merecí el premio de esa materia. Guerrero valiente, estratega formidable, adelantó la campaña al lado del General Luis Padilla.

Fue el primer Intendente liberal cuando sobrevino el cambio del régimen conservador que duró 45 años, por el de Concentración Nacional, del Dr. Enrique Olaya Herrera en 1930. Gobernó con ecuanimidad. Entre los nombramiento que hizo, recuerdo yo siendo estudiante, fue el de Tesorero Subalterno de Rentas en Istmina, al conservador Francisco León Orozco, antioqueño radicado y casado en el Chocó mucho antes de esos acontecimientos. Entre sus funciones estaban la de recaudar las rentas intendenciales y administrar la Fábrica de Licores que funcionaba en Istmina. Honesto y eficiente funcionario hasta su muerte, acaecida en 1961. Sobra decir que las muertes del Intendente Rodríguez y Don Pacho León Orozco constituyeron duelo general para los chocoanos.

Don Gabriel Gallego, con cuyo nombre cierro esta reseña, es natural de El Carmen de Atrato, es decir, chocoano. Durante los años que estudié en el Carrasquilla él desempeñaba el cargo de Director de la Escuela Anexa a tal plantel, por lo tanto no fue mi profesor. En cambio, fueron muchos sus alumnos que aprendieron las primeras letras con su ayuda; hoy forman parte de la pléyade de profesionales de que se enorgullece el Chocó. Debemos recordar que entonces no existían ni la Escuela Normal de Varones de Quibdó ni la Escuela Normal de Rurales, para Señoritas, de Istmina. Por eso funcionaba la Escuela Anexa del Carrasquilla para formar maestros para el servicio de la Intendencia.

Algunos de los integrantes de la Generación del Carrasquilla, Generación Chocoanista o Generación de la Dignidad, que con contadas excepciones no estudiaron en el Colegio Carrasquilla. Adán Arriaga Andrade, Eliseo Arango Ramos, Ramón Lozano Garcés, Daniel Valois Arce, Ramón Mosquera Rivas, Diego Luis Córdoba, Aureliano Perea Aluma, Sergio Abadía Arango, Reinaldo Valencia Lozano, Manuel Mosquera Garcés, Alfonso Meluk Salge, Armando y Dionisio Echeverry Ferrer, Delfino Díaz Ruiz, Primo Guerrero Córdoba, Ricardo Echeverry Ferrer, Jorge Valencia Lozano. 

VI - Alumnos del Carrasquilla en 1923

Cabe dar algunos nombres que integraban los cuatro cursos de bachillerato en 1923. Y lo hacemos porque la mayoría de ellos se hicieron profesionales y otros fueron eficientes funcionarios públicos al servicio de la antigua Intendencia del Chocó, y los que sobreviven al Departamento. Hasta donde me ayuda la memoria, puedo citar los siguientes:

CURSO PRIMERO: Andrade Astié Luis Carlos (“Chimilor”), Aluma Domínguez Manuel, Arriaga Rentería Efraín, Becerra Juan Antonio (“El poeta”), Caicedo Blandón Isacio, Carrasco Posso Manuel José, Carrasco Posso René, Córdoba Juan del Rosario, Díaz Mendoza Gonzalo, Garcés Valencia Alcibíades, González Arnulfo, Guerrero Alejandro, Hinestroza Eleuterio, Hinestroza Jorge, Lozano Garcés Ramón, Luna Garrido Juan Bautista, Mayo Córdoba Julián, Mosquera Rivas Ramón, Moreno Manuel Ventura (“Tarahumare”), Padilla Ruiz Emiliano, Palacios Manuel, Palacios Mosquera Emiliano, Palacios Medardo, Palacios Luis A. (“Palé”), Palacios Palacios Carlos, Rojas Pedro José, Valencia Ibáñez Víctor.

CURSO SEGUNDO: Arriaga Rentería César, Astié Alejandro, Barrios Ferrer Rafael, Domínguez Arrunátegui Ángel María, Ferrer Ibáñez Benjamín, Ospina Rubén, y otros que no recuerdo.

CURSO TERCERO: Dualiby Maluk Carlos (Carlitos), Figueroa Villa Julio, Mosquera Garcés Luis, Ramos Núñez Guillermo, Valois Arce Daniel Benicio.

CURSO CUARTO: Arriaga Andrade Adán (viajó a Medellín), Córdoba Diego Luis, Conto Córdoba Wilfrido, Dualiby Perea Emilio, Garcés Luis Alberto, Meluk Yates Armando, Mosquera Garcés Manuel (viajó a Medellín), Paz Arriaga Pompeyo, Rentería Roberto, Valdés Ortiz Roberto.

Hasta aquí llegan mis recuerdos. Seguramente hay otros nombres y apellidos que no retengo en la memoria. Pero también fueron profesionales y el que menos magnífico servidor público.


[1] Sobre este tema, pueden leerse en El Guarengue:

*La Generación de la dignidad - https://miguarengue.blogspot.com/2024/05/la-generacion-de-la-dignidad-ramon.html

* 75 años de vida departamental - https://miguarengue.blogspot.com/2022/10/75-anos-de-vida-departamental-choco.html

[2] Otros textos sobre Ramón Mosquera Rivas publicados en El Guarengue-Relatos del Chocó profundo:

*Como si hoy fuera ayer (II). El desarrollo del Chocó según Ramón Mosquera Rivas

https://miguarengue.blogspot.com/2020/03/como-si-hoy-fuera-ayer-ii-el-desarrollo.html

* 3 sucesos históricos del Chocó en la Gobernación de Ramón Mosquera Rivas

https://miguarengue.blogspot.com/2024/09/3-sucesos-historicos-del-choco-en-la.html

* Confluencias - https://miguarengue.blogspot.com/2020/01/confluencias-draga-n-2-de-la-compania.html

[3] Ramón Mosquera Rivas. Recuerdos de un hijo de mineros. Medellín-Colombia, 1985. Editorial Difusión. 229 pp. Pág. 22-32.